Читать книгу Cazadores de la pasión - Adrian Andrade - Страница 9

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El Compartimento

Secreto

La rotunda oscuridad mantenía en suspenso al joven cazador quien descendía catorce metros debajo del Templo de la Serpiente Emplumada. A través de una rechinante escalera, Alex intentaba llegar con mesura al sector de uno de los hallazgos más importantes del actual siglo, referido por algunos arqueólogos como la antesala al inframundo teotihuacano.

Hace dos años se había comenzado a explorar este conducto subterráneo de aproximadamente cien metros de espacio, el cual había permanecido sellado durante dos mil años. Hace un par de meses se había conducido un robot a través de un agujero cavado en un muro falso con la intención de verificar si era segura la entrada de personas.

A pesar de las medidas preventivas, se tardó meses en poder ingresar al primer tramo por las toneladas de tierra que tuvieron que extraer. Una vez adentro la sensación era oscura, fría y húmeda. El equipo de exploradores había determinado que este túnel atravesaba la Ciudadela hasta concluir debajo del Templo de la Serpiente Emplumada.

Recién se había podido ingresar a la primera cámara cuando el escáner del robot identificó otras dos en los treinta y cinco metros restantes. Sin previo aviso ni permiso alguno, Alex transitó entre el suelo arenoso y desnivelado, esperando alcanzar prontamente a su objetivo.

Con extrema cautela comenzó a recorrer los supuestos setenta metros de terreno conocido, teniendo cuidado de no tropezarse con las piedras desparramadas. Solo contaba con algunas horas antes de que el equipo oficial descendiera por lo que decidió apoyarse solamente con la luz de su celular para no atraer la atención del resto de los custodios que supervisaban en la superficie.

El silencio era bastante abrumador, en contraste con las estructuras exteriores donde solía estar rodeado de muchedumbres; aunque por otro lado, los límites del túnel comenzaban a ponerlo nervioso por ocasionarle ciertas sensaciones de un pasado que no deseaba recordar.

Trataba de no pensarlo pero nomás no podía evitarlo, si alguien se le apareciera entre lo iluminado, se moriría del puro susto. A consecuencia de este innecesario distractor, estuvo a punto de sufrir una terrible cortada por el pico sobresaliente de una de las paredes de las cuales se había aproximado con imprudencia. Por suerte, sólo sufrió un ligero roce. Ninguna gota de sangre, nada de qué temer, a excepción de que debía hacer lo necesario para mantener su mente en total blancura para evitar tales riesgos.

Al integrarse a la antesala, observó que las paredes y los techos estaban recubiertas con polvo de mineral metálico, seguramente de magnetita, hemetita o pirita, tal como lo habían descrito los investigadores de campo.

Alex sabía de las dos cámaras denominadas Norte y Sur, pero asimismo estaba enterado de una tercera cámara donde en su interior radicaban los restos de personas importantes, lo que evidenciaba directamente al gobierno de Teotihuacán. Desafortunadamente esta prestigiosa cámara permanecía aún resguardada.

En un par de horas, el equipo oficial introduciría un nuevo prototipo de robótica a través de la abertura extendida. Este robot estaba integrado por dos modalidades, una terrestre y una aérea, para así poderse desplazar con libertad, sostenerse y elevándose cuando lo necesitara. Además contaban con grabación de video y la modalidad de escaneo instantáneo para reproducir el modelo tridimensional del conducto recorrido.

Alex esperaba estar de regreso en la superficie para cuando eso pasara. Su objetivo era ganarles la partida al explorar la tumba y en su proceso encontrar una especie de referencia o mapa que lo condujera hacia un tesoro secreto porque muy en el interior sentía que estos “Gobernantes” debían ser importantes para haber sido sepultados de tan inviolable modo. Por consecuente lo mismo podía aplicarse a sus reliquias o eso llegó a creer tiempo atrás.

En realidad yacía desesperado por hacer un descubrimiento propio, de ese modo, no sería visto ya como la sombra de su padre sino como un individuo totalmente libre de tales comparaciones.

Alex detestaba que le mencionasen a su padre, de por sí lo aborrecía por haberlo abandonado junto con su madre como para que sus allegados lo siguiesen recordando a través de sus ojos. Siendo esto una grave inconsistencia porque más bien tenía los ojos de su madre.

No sabía lo que estaba haciendo al tratar de caber por la abertura donde pasaría el robot en un par de horas. Trató de respirar y sostener su mente en blanco porque solía ser claustrofóbico, bueno cuando le convenía.

Más que el miedo a los sitios delimitados, era el miedo de descubrir una terrible y confusa verdad adentro de aquellos recuerdos desagradables.

Con la adecuada reserva se recorrió, tratando de no pensar y de respirar al mismo tiempo que se arrastraba en la rigidez del túnel. Impulsarse mediante el estiramiento de sus brazos, le ayudó para grabar el recorrido con el celular y asimismo, iluminar el amplio trayecto que parecía eterno.

El espacio parecía estar cada vez más apretado ya que durante un levantón, se golpeó la cabeza con el techo sólido. Alex comenzó a sentirse encerrado por lo que el temor a quedarse atorado comenzó a jugar con su mente. Al instante entabló una conflictiva respiración seguido de un terror emocional.

La desesperación le hizo brotar lágrimas y rápidamente se empezó a retorcer en reversa, pero accidentalmente sus piernas trozaron una parte del laberinto y ante la vida, resbaló hasta quedarse fijamente de pie pero todavía con el medio cuerpo metido. Alex recuperó el control de su respiración y continuó descendiendo de espaldas hasta adentrarse al recién espacio abierto.

Con las manos temblorosas a causa de lo desconocido, observó que se encontraba adentro de un cuarto pequeño. Parecía una especie de closet pero en lugar de ganchos y ropa colgada había palos insertados en las paredes y un mural de pintura con jeroglíficos difíciles de interpretar. No que fuese un experto en esta rama de la lingüística, de por sí apenas podía pronunciar su propio idioma.

Al parecer esta clase de pintura rupestre residía hecha con sangre en su centro mas no estaba seguro, por tanto decidió no tocarla porque esa tonalidad lucía tan líquida lo cual sería imposible ya que la sangre debería estar coagulada a estas alturas.

Alex estaba frente a una especie de cruz dibujada en la pared, no era tan grande sino un poco más amplia de lo normal. Su estructura era plana y relucientemente metálica. Las cuatro partes de la cruz estaban espaciosamente separadas de su estructura lineal como si se trataran de marcos. Alex infirió en la posibilidad de ser cuatro puertas conectadas entre sí, por ende la figura de una cruz.

La gran revelación yacía en el centro porque cada puerta de la cruz estaba separada por un círculo de esa notoria sangre. En el centro parecía verse con arduo trabajo figuras con alas, pero estas figuras residían tan negras como para ser ángeles, quizás y eran demonios o en una nota optimista, los mismos teotihuacanos.

Estas misteriosas figuras parecían estar entre barras, como una clase de bóveda subterránea o inclusive podría simbolizar el inframundo a través de esta prisión ilustrada. Sin embargo, por debajo de un marco tallado, Alex detectó una especie de orificio en forma de equis, al tocarla inmediatamente concluyó en una especie de cerradura y en la posibilidad de una llave.

En el proceso se le formularon dos inquietudes en su mente: ¿dónde estaría esta llave antigua? y tras conseguirla ¿qué exactamente estaría abriendo? Finalmente había conseguido una excusa para seguir viviendo en esta oscuridad a la cual llamaba su vida.

Alex detuvo la grabación de su celular al ser advertido por el alarmante aviso de una batería casi descargada. Procedió de regreso hacia la antesala, estando mucho más motivado de la primera vez en que había ingresado.

—¡Oh grandioso! —se quejó al notar los antebrazos rasgados de su chamarra de piel.

Resultaba que era uno de sus atuendos favoritos, así que esperaba tener una solución práctica ya que no sólo era vanidoso con su físico sino también con su vestimenta. Esta chamarra negra le había gustado por su delgadez y a su vez por la cualidad de mantenerlo cálido en climas fríos.

Activó la luz del celular para no sentirse nervioso otra vez en la infinita negrura. El espacio en momentos se sentía demasiado condicionado a pesar de haberlo recorrido con anterioridad. Entonces se motivó a recorrerlo de nuevo.

De improviso la estructura comenzó a desestabilizarse, parecía a consecuencia de una falla terrestre. Alex debía apurarse a salir o sería aplastado. Así que trató de arrastrarse a toda prisa pese a que la polvareda le dificultaba el ver como el respirar.

Parecía estar destinado a la muerte porque atrás de él sentía como las enormes rocas comenzaban a resellar el secreto de los dioses. En cuanto sintió que alguien le tomó una de sus manos, Alex lanzó un grito de terror.

—¡Vamos, estás cerca!

Alex silenció ante la ayuda imprevista de aquel desconocido y optó por impulsarse lo más pronto posible hacia la salida. De cierta manera, quedaba mucho más cerca de lo que creía. En cuanto tocó el suelo con sus piernas, el desconocido le dio un tremendo jalón para sacarlo justo a tiempo de la inevitable emplastadura.

Desde el suelo, ambos exploradores fueron testigos de cómo la abertura hecha especialmente para el recorrido del robot, se había sellado de nueva cuenta.

—¡A la institución no le va a gustar nada de esto! —comentó Alex guardándose el celular.

—¿Estás bien?

—¡Quién diablos eres! —evitando que lo tocase.

—Caleb.

—¡Qué clase de nombre es Caleb! —resopló.

—Uno muy especial.

—Sabes, no deberías estar aquí.

—Tú tampoco, pero aun así estás y por tanto yo también.

Alex logró calmarse un poco.

—¿Me estás siguiendo?

—Protegiendo.

Primero le costaba respirar, ahora le costaba razonar.

—¿Encendiste las luces? —interrogó ante la claridad de la antesala.

—No, es una maniobra automática de emergencia por parte del sistema.

—Entonces trabajas con la institución.

—Podría decirse.

—Creí que eras un acosador —río de alivió— me llamó Alex.

—Lo sé, de hecho me comentaron de ti.

—Gracias por aquello de atrás.

—¿Encontraste lo que buscabas?

—No —reveló con confusión—, no lo sé para ser honesto.

—Descuida, todo a su tiempo.

—Siempre eres así de profundo.

—Es parte de mi naturaleza.

—Vaya —Alex observó la hora— ¡Demonios! ¡Debo irme!

Alex se lanzó a correr por el túnel ya no tenebroso gracias a su iluminación. Caleb lo siguió de cerca hasta abordar las escaleras. La oscuridad de la noche se encontraba en transición con el amanecer del nuevo día. Conforme subían, el despiadado frío de las profundidades comenzaba a chocar con la calidez del fuerte viento de las montañas.

—Bueno Caleb, espero no le cuentes a nadie de esto, podrían despedirme.

—No te preocupes, lo mismo me pasaría.

—Entonces nos entendemos.

—Sí.

—Bien —acordó esperando un poco más en su breve afirmación.

—Nos vemos hermano.

Caleb se echó a correr en dirección opuesta sin volver a regresar su mirada.

—¿Hermano?

Alex se mantuvo pensante al escuchar esa palabra, no porque no tuviese hermanos sino porque la última vez que le dijeron de ese modo era cuando asistía sin falta cada sábado a la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Al regresar la vista, ya no encontró a Caleb por ningún lado, había desaparecido en pleno terreno como por arte de magia. Esto lo dejó fascinado e intrigado pero no tenía tiempo de analizarlo con detenimiento, debía dirigirse a su sección y de inmediato.

Cazadores de la pasión

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