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El Desembarco

Apresuradamente me dirigí a la cubierta seguido de Jack, Edgar y el novato quien no dejaba de soltar sus armas y municiones. Seguramente se encontraba nervioso por el infierno al cual nos acercábamos. Jack y Edgar decidieron esperarlo mientras yo me adelantaba.

Antes de formarme en las filas para subir a los transportes, fui interrumpido inesperadamente por el sargento de mi sección Bail Parker, hombre en sus cuarentas, alto, delgado y completamente serio como suelen serlo la mayoría de los oficiales.

—Soldado Copeland, necesito conversar contigo en privado.

En un principio me pareció inusual su petición, pero fue porque no me había dado cuenta de que el resto de mis compañeros se encontraban detrás de mí ¡Como detestaba esa cualidad de ellos! Por muy mal que los tratara, siempre permanecían cerca y ahora el novato también. ¿Desde cuándo mis esfuerzos directos se habían debilitado?

—Acompáñame adentro.

—Sí Señor —fingí orgullo.

—No nos moveremos de aquí —afirmó Jack—, te esperaremos.

Antes de que pudiera responderles con un gesto de inconformidad ante su impotencia por separarse de mí, el Sargento se me adelantó.

—No será necesario, el soldado Copeland no los acompañará.

—Pero… —fue interrumpido Jack al instante.

—¡Sólo acudan a las lanchas!

Mis compañeros se quedaron más confundidos y apenados por haber cuestionado al Sargento. En mi caso, me sentí feliz de quitármelos de encima, aunque sentía curiosidad de tal goce.

—¿Se puede saber por qué no los acompañaré?

—Por supuesto, sígueme.

Tuve la oportunidad de voltear y en esa maniobra miré a Edgar con su rostro caído, Jack con insatisfacción y al novato moviendo su cabeza continuamente. La manada traspiraba miedo, mucho miedo. A ese ritmo, el novato se convertiría en presa fácil para el enemigo. Decidí no dedicarle atención porque no me importaba su destino en lo absoluto. La culpa era del sabelotodo que se atrevió a insertarlo en mi equipo.

—No debes ayudar a los demás a salir adelante, porque la debilidad es como una enfermedad, se contagia con facilidad. En el momento de ayudar, te volverás débil y volverás más débil a la otra persona. Para que uno crezca y madure, debe desarrollar la capacidad de resolver sus propios conflictos internos. Tu Christian, debes convertirte exactamente en esa persona capaz de resolver sus problemas sin necesitar de otros. Al lograrlo, las recompensas serán mucho más de las anticipadas.

—Pero no es algo extremista actuar de esta forma —comenté ante el raciocinio de Blake.

—Tanto en guerra como en paz, nunca lo es.

—No hay guerra Blake, sólo una dictadura y se encuentra dentro de Alemania. Dudo de su alcance. Además, sólo busco vengar la muerte de mi padre, por favor ayúdame como quedaste.

—Paciencia Christian, será vengado como te lo prometí.

—Ya me enseñaste a defenderme, me ayudaste a forjar un carácter recto, pero por qué insistes en prepararme para una guerra que no sucederá.

—Está en movimiento, muchacho. La guerra se acerca y combatirás dentro de ella. Es inevitable —guardó silencio—. Tengo dos promesas por cumplir, primero ayudarte a matar al asesino de tu padre y segundo, Thomas me hizo prometer enseñarle lo necesario a su hijo para sobrevivir, pero no puedo forzarlo si éste es débil para aceptarlo; sólo lo volvería débil mediante la compasión y evitaría que descubriera en el proceso su verdadero potencial.

Me sorprendí tanto de la conciencia de Blake al referirse de mí en tercera persona, entonces así comprendí a lo que se refería.

—De uno depende salir adelante —mencioné con cierta duda.

—Así es Christian, al final de cuentas uno siempre estará solo.

—Tú estás aquí.

—De la misma forma que estuvo tu padre, nada es eterno. Esta vida está llena de sorpresas, habrá personas que sólo querrán ver que tanto te pueden sacar provecho, personas que ayudarás y te darán la espalda en cuanto los necesites, personas más valientes que uno mismo pero tontos por no cuestionar en lo que se meten. Tú no seas tonto, si vas a negarle el derecho de auto-descubrirse a un maldito infeliz, hazlo pero obtén ventaja de ello; no existe una acción que no sea egoísta, todas las acciones desde humanitarias hasta de amistades buscan un privilegio, un favor, algo que reclamar a futuro. En tu posición, gánate su confianza y estarán a tu disposición para utilizarlos.

—¿Qué pasa si realmente me vuelvo amigo de una de estas personas?

—Sufrirás el mismo destino de tu padre. Mira Christian, tu padre se hizo de un amigo en específico durante la gran guerra, lo ayudó y lo salvó de la muerte en varias ocasiones. Tras finalizar la guerra, ambos fueron llamados por el Gobierno para mantener la paz a través de medios extraoficiales. En la noche del atentado, ese mismo amigo lo mató a sangre fría y sin mostrar remordimiento. Tantas veces le salvó la vida que no se tocó el corazón de regresarle el favor.

Me quedé perplejo, era la primera vez que me revelaba que mi padre había muerto por uno de sus propios compañeros de guerra con quien quizá pasó varios años. En ese momento, decidí prometerme a mí mismo no cometer ese error. Si por casualidad estuviese en una guerra, cuidaría de mi espalda constantemente y no me fiaría absolutamente de nadie.

—Cómo puedes analizar, nadie es realmente tan interesado si no existe un propósito de por medio. Recuerda, la decepción y engaño definen a un verdadero maestro de guerra. Mantén un ojo abierto hacia esas personas que te buscan mucho y mantén el otro enfocado hacia personas que pueden ser fungibles.

Dejé de recordar el pasado al instante en que el sargento Parker y yo entramos a la oficina, probablemente se trataría de otra transferencia a un pelotón con un objetivo más letal. Me señaló el asiento y me senté.

—El capitán Sanders estará contigo en breve.

—¿El capitán Sanders? —respondí con asombro.

—Así es, por favor trata de comportarte.

—Lo intentaré.

El Sargento se dio la vuelta y salió por la puerta. No me sorprendía que la mayoría de la tripulación conociera mi reputación. Admito que eso de fingir pasividad no ha resultado posible como he intentado.

¡Un Oficial! formulé por segunda vez en mi mente. Después guardé silencio y me puse a pensar en los posibles escenarios de este encuentro. Tras varias reflexiones, llegué a lo mismo que había pensado en primer lugar: una asignación hacia una misión mortal.

La puerta se abrió y me levanté para recibir al capitán Sanders; no porque quisiera sino porque se trataba de un Oficial bien remunerado del Cuerpo de Marines. Su rostro era más inexpresivo y su postura se mantenía amenazadora, a gran diferencia del sargento Parker. A pesar de ser un poco mayor, sabía que era una persona con quien no debía de joder. La deserción no me sentaría bien.

—Descansa soldado —expresó el Capitán permitiéndome retomar mi asiento.

La puerta se cerró y el Capitán rodeó el escritorio hasta sentarse en su silla cómoda. Tomó unos papeles y los guardó en el primer cajón.

—¿Cuántos años llevas en servicio activo?

—Cómo tres años, Capitán —contesté con aproximación ya que no llevaba la cuenta.

—¿Tres años? Nada mal. No extrañas tu país, tu hogar.

—No Capitán —respondí sin titubear.

—¿No? —hizo una breve pausa por mi respuesta—. ¿Acaso no tienes a nadie esperándote allá; quizás los padres, un hermano, familiar o alguna chica en especial?

Al escuchar la palabra chica, mi mente se apoderó de mí y proyectó en mi visión: el recuerdo de la primera vez que miré a la señorita Jones en su uniforme de enfermera.

Entre tanta oscuridad sentí una mano tibia que tocaba mi frente, revisando si experimentaba fiebre u algún otro síntoma.

—¿Joven, me escuchas? Estás a salvo, ya pasó el horror —su voz era tan agradable que me asustaba que no concordara con su belleza física por lo que me negaba a abrir los ojos y llevarme una desilusión.

—¡Christian! —cuando escuché mi nombre supe que mi destello del pasado había desaparecido y reaccioné velozmente en contestarle al Capitán.

—No Capitán, ningún motivo por el cual deba regresar.

—¿Te encuentras bien hijo?

¿Acaso me llamó hijo? pensé con detenimiento ¿nunca lo comprenderé?

—Descuide Capitán, sólo fue una breve distracción.

—En ese caso, quiero que permanezcas en este buque como asesor de reserva.

—¿Perdón? —pregunté sin comprender.

—Todos concuerdan en que has estado en suficientes batallas, el General autorizó de nueva cuenta tu relevo, pero es obvio que no tienes intenciones de tomarte tu descanso y no podemos obligarte porque eres demasiado bueno en lo que haces, omitiendo tu mal carácter por supuesto. Entre varias pláticas con mis superiores, se llegó a la conclusión de que un descanso afuera del campo de batalla es necesario, por ende tu nueva asignación.

Bueno nadie es perfecto en este asunto del carácter, pero aún no comprendía porque asignarme como asesor de reserva. Así que me atreví a preguntarle directamente.

—Capitán Sanders, agradezco su sensibilidad pero me puede explicar lo de asesor de reserva.

—Has estado en diversas batallas triunfales, por eso posees la habilidad de supervivencia, liderazgo y desdichadamente de autonomía. Nuestra intención es conservar estas cualidades y por eso permanecerás a bordo. Al menos que decidas hacer uso de tu relevo, le notificó que los papeles están autorizados, sólo se requiere de tu consentimiento.

—¿No quiere que peleé en Okinawa? —pregunté ignorando lo último.

—Por el momento servirás de consulta y asistencia general. Desde este momento serás promovido a Cabo y si cumples bien, otro ascenso te esperará en un futuro no distante.

—¡Mierda!

—Tu tono, soldado —me recordó.

—Disculpe Capitán pero no vine a Okinawa sólo para pasear, vine a combatir.

—Y lo harás pero no en tierra sino desde los cuarteles de este buque.

—¡Yo me rehusó a ser empleado de este modo!

—¡No hay un yo en un equipo! ¡¿Acaso lo olvidaste?! ¡Ahora márchate antes de que cambie de opinión con tu ascenso y opte por expulsarte de la armada!

Inmediatamente salí y lancé la puerta con fuerza.

—¡Qué madurez! —escuché apenas la voz furiosa del otro lado de la habitación.

El sargento Parker me miró con recelo y me hizo la señal de esperarlo mientras retornaba a la oficina.

No podía evitarlo, me sentía tan furioso que necesité controlarme personalmente, no me convenía entrar en una disputa con un oficial de rango mucho más superior al recién obtenido. Luego mantenerme en reserva era inútil, una persona con mis habilidades y experiencia no merecía quedarse con los brazos cruzados mientras el resto de la flota moriría intentando capturar la playa. Un objetivo que yo mismo podría facilitárselos y sin ayuda. Bueno, quizá necesitaría de unos cuantos soldados del calibre de Jack o Edgar.

—El Capitán está molesto —me confirmó el sargento Parker al resurgir—. El que permanezcas no te hace menos, es totalmente lo opuesto, aquí puedes hacer lo mismo sin necesidad de apretar un gatillo.

—Gracias por intentar motivarme, Sargento.

—Después de capturar la playa vendrán por ti; entretanto sé libre de mirar desde los dormitorios. Y por favor, intenta no causar problemas con el personal restante.

Asentí con la cabeza para calmar su intranquilidad.

Me dio gusto haberlo dejado, pero seguía inconforme con el encasillamiento. Este asunto no tenía justificación, bien sabía que lo del asesor era para disfrazar mi verdadera función de lacayo. Probablemente me traerían pasando lista, revisando los pedidos, escuchando a los soldados, transportando a los heridos y realizando los tediosos inventarios.

¿Por qué hasta este momento? Esta era una de las preguntas que formulaba en mi mente, porque supuestamente esta invasión iba a ser la última batalla de la Primera División de los Marines. ¿Para qué me estarán protegiendo? o la otra pregunta sería: ¿Para qué exactamente me están reservando?

Obvio un soldado no está sujeto a cuestionar. Desafortunadamente yo no soy un soldado común y corriente. Me entrenaron de fusilero no para ser un muchacho de oficina. Si mis superiores no pueden actuar con sinceridad en mi presencia, entonces les regresaré el favor.

Acudí por mi cuchillo modelo KA-BAR, una pistola sencilla Colt M1911A1 y mi M1918 Browning Automatic Rifle referido sencillamente como BAR. Agradezco a quién sea que haya inventado este rifle por su magnífica capacidad para cargar un magazine de 20 balas y dispararlas de corrido.

Lo poco que sé sobre esta arma fue que dada las limitaciones del M1 Garand Rifle al disparar sólo 10 balas a una velocidad lenta más su peso al cargarla, se optó por diseñar un rifle ligero, veloz y económico como el BAR.

Entre sus desventajas: tendía a atrancarse por los daños susceptibles causados por la humedad y corrosión. Asimismo resultaba un fastidio limpiar el mecanismo reductor de cadencia, pero de eso al M1 Garand, sigo prefiriendo mil veces el BAR.

Al tomar mi rifle noté puesto el bíbode, un soporte para recargar el rifle en forma horizontal. En esta ocasión, se lo removí para quitarme unos kilos de encima porque nunca se es listo cargar con peso de sobra.

Me coloqué el casco, el cual estaba helado y me dirigí otra vez a la cubierta. Está vez mantuve el rostro bajo y escondido entre el resto de la tripulación para que el sargento Parker y el capitán Sanders no me vieran.

Me asomé por el barandal y ubiqué a Jack, Edgar y al novato abordando el barco. Al parecer, todavía había lugar.

—¡Cobardes! —les llamé su atención de forma inmediata.

Esto era más divertido que chiflar, aparte de que no sabía cómo hacerlo. Todos me decían lo fácil que era poner los dedos en la boca y soplar con fuerza, nunca me atreví a practicarlo delante de ellos no por su doble sentido sino porque no valía la pena esta clase de estupidez.

Jack me reconoció al instante y acudió con el encargado para detener la partida. Nunca comprenderé porque fui a buscarlos, pude haberme ido en otro barco, pero no lo hice. Fui con ellos y estuvo mal.

¿Será acaso que me estaba volviendo débil? o ¿dependiente de ellos? Quisiera creer que lo hice para estar con personas que ya conocía y a la vez, ellos me conocían a mí también. Incluso por el novato, aunque haya sido sólo un intercambio de palabras.

Me coloqué de espalda y comencé a bajar por las redes, poco a poco con cuidado. El truco era no mirar abajo sino hacia enfrente. Concentrarme en el momento y en donde estaba, intentando no abarcar de más. No faltaba uno que otro que se resbalara durante la maniobra y cayera en el agua fría.

Convenientemente llegué al barco sin tocar fondo. Al tomar asiento, este comenzó a navegar repleta de soldados hacia la playa de Hagushi por la costa Noroeste de Okinawa. Este día se trataba del primero de abril, curiosamente era el día de los inocentes, me preguntaba quiénes serían los inocentes al final de la jornada. Igualmente me acordé que era el día de pascua, me pregunto si la iglesia habrá hecho algún tipo de protesta. De igual forma me encontraba bastante lejos para saberlo.

Conforme nos acercábamos a la isla, me di cuenta de que ya no era la belleza que había visto con anterioridad. Ahora era un lugar extinguido que muy pronto albergaría cientos de soldados muertos. Eso me recordó al novato y comencé a buscarlo.

Jack y Edgar se encontraban enfrente de mí y sólo asintieron como señal de saludo. Obviamente di la cara hacia otro lado hasta encontrar al novato. Su rifle fue lo que me hizo ubicarlo, ni idea de en qué diablos estaba pensando al traérselo consigo

—¡Qué carajos es eso! —dije con enfado.

—Es mi rifle de la buena suerte.

—Querrás decir la que te dará buena muerte —corregí con una de mis mejores líneas.

—Tranquilo Chris —comentó Jack defendiéndolo—. No lo asustes.

—Alguien debe hacerlo cuando se porta un arma de esas.

—¿Qué tiene de malo este rifle?

—Escucha mocoso – el estómago se me revolvió

—No me digas así.

—¡Novato pues! ¿Sabes qué modelo es la chatarra que cargas?

—Lo olvidé.

—Querrás decir ¡No!

El novato se me quedó mirándome con asombro esperando mi respuesta. Jack concentró su vista hacia la playa pero mantuvo los oídos apegados a la conversación entre el novato y yo.

—Tu rifle es Springfield M1903, en este sólo entran cinco balas en su compartimiento y por cada disparo, debes cargar manualmente. Alguien con tu falta de experiencia y extrema nerviosidad no debe portarlo.

Inminentemente le quité el rifle y lo tiré al mar. El novato se quejó e intentó recuperarlo pero ya se había quedado atrás y en la profundidad del mar. Su rostro se armó de un sentimentalismo que le causó derramar una lágrima de dolor.

—¡Era de mi padre, peleó con él en la Primera Guerra Mundial, es lo único que tenía de él!

—¡Supéralo novato, te hice un favor!

El novato pareció comprender el gran peso que le había quitado de sus hombros. De aquí en adelante, podía concentrarse en cuidar más de su vida en lugar de un antiguo rifle que pudo haber sido no sólo la causa de muerte de su padre sino la suya también. Me ahorré esto último en decirlo porque sabía lo que se sentía perder un padre.

—Toma esto —me quité mi rifle y se lo entregué —. Este es un Automático M1918 Browning Rifle. Recibe un cargador de veinte balas y no se requiere cargar por cada disparo sino hasta que se vacié el compartimento. La carga no es individual sino simplemente insertas otro de estos magazines que te estoy dando.

—¿Qué vas a usar tú?

—Tengo esto —saqué mi pistola sencilla Colt M1911A—. Es mucho más efectiva, rápida y ligera que la chatarra que solías cargar. Además tiene capacidad de siete tiros y por si acaso tengo esto —saqué de mi pantalón mi cuchillo de utilidad, especialmente diseñado para combates cercanos.

—Eso no sirve de nada —me contestó el novato, obviamente basándose en su ignorancia.

—Es porque no sabes usarlo, cuando un día te quedes sin armas que probablemente te sucederá, esto —mostrándole el cuchillo— será capaz de mantenerte con vida, pero es obvio que no prestaste atención durante el entrenamiento militar.

—Si presté atención y hasta de más —rectificó el novato.

—Entonces, deja de hacer preguntas estúpidas —interrumpió Edgar.

—No existen tales preguntas —corregí—. Sólo estúpidos que preguntan.

Todos los soldados acompañándonos comenzaron a reírse, incluyendo el moralista Jack. Lo cual se me hizo inusual ya que solía estar siempre a favor del respeto y la tolerancia. Debo admitir que me sorprendía su perseverancia y lealtad a sus ideales, la guerra no había distorsionado su mentalidad y a estas alturas ya no lo haría.

—¡Estamos cerca de la costa, prepárense! —gritó el líder de la escuadra haciéndose notar tras su largo silencio. Probablemente se trataba de otro cabo recién promovido porque no detectaba ninguna insignia en su uniforme.

Por lo menos nadie vomitó durante el trayecto, ya que siempre suele suceder pero hoy fue la excepción. Me concentré hacia la costa y noté que íbamos hacer de los primeros en desembarcar, bueno de una gran fila horizontal. Se comenzó a sentir la tensión a bordo del transporte por la ausencia del fuego enemigo.

—¿Por qué no nos disparan? —preguntó el novato con inquietud.

—Lo harán cuando comencemos a avanzar por la playa —respondió Jack.

Recientemente no me sorprendía de que el fuego se desatara en la tierra en lugar del mar, de hecho me beneficiaba. El barco se detuvo en la arena y rápidamente bajé a tocar parte de la arena mojada. Ningún disparo se escuchó, volteé hacia mi izquierda y detecté a cientos de soldados desembarcar y prepararse para abarcar el terreno quemado.

—¡Primer equipo de fuego inicien el reconocimiento! —ordenó el líder fijando posteriormente su atención en mí—. Estás a cargo de la delantera, nosotros te cubriremos.

—Sí Señor.

—Dime Cabo —me mostró el distintivo oculto.

—Cabo será.

Para cuando volteé para buscar a mis compañeros, éstos ya se encontraban a un lado de mí. Hice la señal de avanzar, Edgar se adelantó, Jack se colocó atrás de mí y el novato cometió otra tontería al dispersarse de nosotros.

—¡Espera Edgar! —susurré y me dirigí al novato—. ¿Qué estás haciendo?

—Siguiéndolos.

—No, te estás distanciando y convirtiéndote en un blanco fácil.

El novato se incomodó y no pudo responderme, en veces me ponía a dudar si realmente sabía lo que estaba haciendo. La Academia había hecho un terrible trabajo al entrenarlo. No me atreví a preguntar siquiera el nombre del cuartel, no tenía caso a estas alturas. Miré hacia mí entorno para verificar que no existiese peligro y regresé mi vista directamente a sus ojos.

—Te lo resumiré en pocas palabras: Edgar es el fusilero explorador y por ende siempre va a un paso adelante de nosotros. Jack es el fusilero automático y el segundo al mando, tú lugar es detrás de él porque eres el asistente del fusilero automático. Esto me recuerda, ¿traes municiones extras?

—Sólo los míos.

—¡Estúpido! —le di la espalda.

—¡Espera y tú qué eres! —preguntó estúpidamente el novato.

Honestamente ya no quería tratarlo, por mí que se muriera lo más pronto posible.

—Christian es el líder de este equipo de fuego —respondió Jack en mi lugar.

—¿Quién murió para nombrarse líder?

—Robert, nuestro líder anterior.

El novato se quedó callado.

—¡Bienvenido a la escuadra! —anuncié concentrando mi vista en frente.

Finalmente subimos por la colina sin encontrarnos ningún tipo de resistencia, Okinawa estaba absolutamente desertado.

La playa no tardó en rodearse de diez mil soldados ilesos y vivos. Edgar regresó de su exploración y me confirmó con su rostro, cero hostilidades. Como nuestras órdenes sólo eran tomar las playas, decidimos sentarnos a esperar nuevas órdenes ¡Vaya suerte del novato, en su primer día y libre de acción!

En cierta manera fue un gran respiro para hombres como Edgar, Jack e incluso yo. Después de tantos meses este día sin duda fue bien recibido. En cuanto a la icónica isla, era un cabal desierto desvigorizado por causa de los bombardeos de la madrugada.

A veces me sentía mal de que la guerra no sólo consumiera a los hombres sino a la naturaleza; árboles destruidos, ríos de sangres infiltrándose en el mar, aire contaminado y enfermizo, animales extinguiéndose y un sol cada vez más furioso.

—Esto sí que es algo nuevo —comentó Edgar sentándose a mi lado.

—¡Que desperdicio! —me quejé.

—¿Por qué lo dices?

—Cuánta artillería, gasolina y torpedos se desperdiciaron en estas playas indefensas. Debo dárselas, los japoneses fueron más inteligentes en esta partida.

—¡No por mucho! —interrumpió el novato.

Yo lo miré nuevamente con desprecio ante su falta de criterio.

—Dominic no sólo debemos aceptar los ganados sino incluso nuestros fracasos.

—Lo siento Jack, es que…

—Descuida, es sólo que en veces la motivación se confunde con optimismo y no con realismo.

¡De dónde salió eso! me pregunté.

Volteé a mirar a Jack y éste me guiñó el ojo respondiendo automáticamente a mi pregunta. Evidentemente había venido de mí, una de las lecciones tempranas analizadas con Blake. Probablemente se me debió de haber escapado durante un descanso en Iwo Jima.

De repente entre la multitud de soldados, escuché mi nombre en alto pronunciado por un reconocible registro de voz. Se trataba del sargento Carl Walker, un viejo compañero con quien combatí a su lado en Guadalcanal. La forma en que gritaba me indicaba que se encontraba molesto, seguramente un pajarito fue a chismearle de mi flamante protesta. Esto será interesante.

—¡Christian Copeland! —expresó con formalidad al encontrarse frente a mi cara.

—No parece estar contento de verme sargento Walker —comenté—. ¿Acaso le tomó mucho dar conmigo?

—¡No estoy de humor Soldado! ¡Despídete de tus amigos y sígueme!

—¡Cuáles amigos! —resentí la suposición.

Walker me ignoró y comenzó a caminar, por obligación lo seguí de cerca sin siquiera voltear a mirar las expresiones confusas de mis compañeros sobre la cuestión actual.

—¡No tienes idea de todo lo que tuve que hacer para venir por ti! —expresó furioso mientras nos dirigíamos a la playa—. ¡Eres un maldito problema y un dolor de cabeza!

—¡No podía quedarme con los brazos cruzados! ¡Carl!

—¡Todo es siempre personal contigo y eso me ha generado una mala imagen con mis superiores! —Carl notó la atención del resto de la brigada y bajó su voz—. No comprendes, la razón por la cual sigues aquí es por mí. ¡El nombramiento de Cabo y tu colocación en reserva fueron sugerencias conseguidas gracias a mí!

—¡Yo no le rindo cuentas a nadie!

—¡Eres un soldado del Cuerpo de Marines, tú me rindes cuentas a mí como yo lo hago con mis superiores!

—Pues debo cuestionarlo.

—¡Un soldado no debe cuestionar! —tomó un profundo respiro y se tranquilizó— Soy tu amigo Christian, pero métetelo en tu cabeza. Un soldado no cuestiona ordenes, hace exactamente tal y como se le ordena.

—Si fuera así, ya estuviera muerto.

—El muerto seré yo si no logró controlarte, Chris sé que no me consideras un amigo y está bien, no hago esto para molestarte sino porque eres demasiado valioso para ser desperdiciado. Mantenerte temporalmente en reserva es un bien necesario especialmente para ti y lo sabes.

Suspiré con enfado.

—¿Te acuerdas Chris? No hace mucho fuimos tan sólo dos soldados comunes y corrientes.

—Cómo podría —comuniqué—; y ve ahora, eres todo un Sargento.

—Tú también lo serías si no fuera por tu carácter, pero al menos acabas de ascender a Cabo.

—No vine a escalar rangos.

—Estoy harto de soportar tantos conflictos con mis superiores sobre tus insubordinaciones, si no puedes aceptar el hecho de que eres un soldado peleando en una guerra coordinada por oficiales capaces, entonces te enviaremos de regreso a casa en el primer bote disponible.

—No, no hagan eso —respiré y guardé silencio por un breve momento—. Lo siento —confesé sarcásticamente—. ¿Cómo puedo reparar el daño?

—Permanecerás de reserva en la playa y cumplirás el papel de asesor, muchos te escuchan y te siguen aunque a ti no te importe un bledo. Además te encargarás de la transportación de los heridos y asistirás a los paramédicos en el uso de medicamentos o drogas.

—Una condición.

—¿No crees que ya has hecho suficiente?

—Quiero a mis hombres conmigo, por lo menos a Dominic.

—¿El novato?

—Así es —confirmé.

—Interesante, dime Chris desde cuándo te importan las personas.

—No me importan, pero tengo el presentimiento que morirá con facilidad si no tiene a alguien como yo a su lado.

—Espléndido, un poco de decencia finalmente en ti —comentó con sorpresa—. Hablaré con mis superiores, pero no te prometo nada.

—Bien.

Carl concentró su vista en mis manos vacías y el resto de mi uniforme.

—¿Dónde está tu rifle?

—Lo perdí —expresé con una sonrisa.

—¡Cómo que lo perdiste!

—Lo más seguro es que se encuentre en el fondo del mar.

—Me pregunto cómo habrá llegado hasta allá. En fin, te proporcionaré otro mejor dado tu nombramiento.

—Te lo agradecería, pero prefiero manejar otro rifle M1903. Ese modelo me ha salvado el cuello en múltiples situaciones.

—¡Como quieras! —reinició la caminata.

Llegamos cerca de la zona de desembarco y Carl dejó de comportarse como mi amigo y asumió el papel de Sargento. Se dio la vuelta y abordó el barco para regresar al destructor perteneciente.

Carl era un buen hombre, interesantemente el único que se atrevía a defenderme, hecho que no lograba comprender hasta la fecha. Indudablemente le debía mucho a este hombre y me negaba a creer que sea por el pasado que compartimos, cuando sólo éramos dos soldados intentando sobrevivir una batalla.

Como Blake me advirtió una vez, nadie se interesa demasiado en uno sin existir una razón o propósito de por medio. Obviamente Carl quería algo de mí, si no fuera así no estuviera soportando mi mierda. Pero ¿qué será lo que querrá? Es una pregunta que sólo el tiempo lo desenmascara; sea lo que sea tendré cuidado como siempre lo he tenido.

No confiaré en nadie y mucho menos me haré de camaraderías. Lo cual me recordaba, debía regresar por Jack, Edgar y el novato, para abordar un barco y retornar al buque a recoger algunas pertenencias abandonadas.

Y debía hacerlo antes de que Carl cambiara de opinión y regresara a sermonearme…

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