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¡Fiesta en el Campus!8

Con entusiasmo envidiable, el gobernador de Jalisco y el rector de la Universidad de Guadalajara inauguraron, junto con un pequeño ejército de funcionarios y promotores, el “Campus Party 2017”, un evento que desde hace varios años se celebra en Guadalajara y se anuncia como el más importante del mundo en su género. Talleres, presentaciones, conferencias sobre nuevas tecnologías, aplicaciones, empresas tecnológicas, coaching, información sobre patentes, planes de negocios para nuevas empresas. Todo eso se junta durante unos pocos días en un gigantesco espacio dedicado indistintamente a ferias de libros y de muebles, exposiciones de moda y artículos para el hogar, negocios de ferretería y muebles de baño, juguetes y artículos para mascotas.

No es claro para qué se reúnen durante tres días cientos de jóvenes a conversar y platicar sobre sus gustos, aficiones y novedades. Tampoco por qué una universidad pública patrocina un evento privado, o un gobernador entusiasta promueve con alegría y convicción (y varios miles de pesos en becas para los participantes) la “fiesta en el campus” como una expresión de innovación, de creatividad, de productividad, de imaginación, de reunión de talentos jóvenes que auguran con certeza un futuro promisorio. Parece más claro el interés de los organizadores privados por promover sus empresas (Campus Party, en tanto “Marca Registrada”, entre ellas), por ofrecer contratos de trabajo a algunos jóvenes (“oportunidades”, dicen ellos), por vender la ilusión de que el presente está en manos de los jóvenes y de las propiedades casi milagrosas de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para potenciales “emprendimientos” (“start-ups”). Pero resulta aún más extraño que algunos periodistas y analistas entusiasmados dediquen su atención al evento como “el futuro de la economía”, como la fuente potencial de salvación de nuestros males productivos y financieros, como las” semillas” de una era imaginaria de prosperidad económica y felicidad tecnológica. El texto de Diego Petersen al respecto no tiene desperdicio (“Sembrar futuro”, El Informador, 06/07/2017).

Un nuevo lenguaje habita esos eventos. “Internet de las cosas”, “Networking”, “Big data”, “Smart cities”, coexisten con conceptos viejos y enmohecidos como la “triple hélice”, que no sirven mucho para explicar la realidad de las cosas, pero sí para prometer un futuro lleno de posibilidades. En el abultado programa del evento se anuncian cosas como “e-Sports”, “Creando negocios eficientes en 5 pasos”, “Robótica social”, “Hacker space”, “Dificultades tecnológicas para la conquista del planeta Marte”. La retórica del novedismo se impone, proyectos con nombres alucinantes, las palabras como pociones verbales para nombrar lo que no existe.

La legitimación de los negocios asociados al fetichismo tecnológico parece estar en el centro de este y otros eventos similares, que ocurren lo mismo en Seattle que en Shanghái, en París o en Nueva Delhi. Y eso ocurre y seguirá ocurriendo con o sin la participación de universidades públicas y gobiernos, de sus profesores y funcionarios. Alejadas cada vez más de la ciencia y el razonamiento científico clásico y contemporáneo, las nuevas tecnologías parecen adquirir vida propia en manos de empresarios listos y jóvenes hambrientos en busca de oportunidades de trabajo. Una vaga sensación de búsqueda de milagros flota en los relatos de eventos como el Campus Party, en su publicidad, en el impresionismo que suscita entre no pocos observadores y cronistas, en el ánimo festivo, entusiasta y lúdico que invade la imaginación y las palabras de los promotores del evento. Dell, Lenovo, IBM, Google, Oracle, Facebook, WhatsApp, Amazon, empresas y proyectos para hacer buenos negocios, como patrocinadores y grupos de interés, forman el paisaje de fondo, o las fronteras infranqueables, o los Big Brothers de la fiesta en el campus.

Seguro. Frente al escepticismo como ánimo público, la fe en la tecnología, la retórica de la innovación, el comienzo de una nueva era, el emprendurismo como aceite de serpiente. Es el signo de los tiempos. Seguramente.

8 Nexos en línea, septiembre de 2017.

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