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ОглавлениеLos espejos. Función de los pares en los trabajos subjetivos
Adriana Franco
Considero a la adolescencia un momento trascendente e inédito de la constitución subjetiva. De los trabajos psíquicos puberales y de adolescencia dependerán en gran medida la salud o diversas patologías si estos son obturados o fallidos. Con ellos deberemos vernos tanto en el análisis de adolescentes y jóvenes, como así también en el tratamiento de algunos pacientes adultos.
No lo tenía tan claro cuando comenzó mi práctica clínica. En 1979 recibí mis primeras pacientes de 18 y 19 años. Desde entonces, y especialmente a partir de un seminario, (1) surgió mi interés por pensar y escribir sobre adolescentes y adolescencias.
¿Hoy podría sostener esos textos? ¿Qué modificaría? ¿Intervendría igual en el trabajo con algunas adolescentes que atendí hace más de 30 años? ¿Qué lecturas, qué textos, qué concepción de adolescentes teníamos en aquella época y cuál ahora? ¿El diagnóstico, las indicaciones terapéuticas, el encuadre serían los mismos?
La función de los pares como espejos en los cuales los adolescentes se reconocen en sus nuevos cuerpos metamorfoseados por la pubertad, ¿continúa siendo determinante en estos procesos de aceptación y reconocimiento de la sexualidad puberal?
“La adolescencia es la energía de la transformación”, nos dice Françoise Dolto (2004). Por tanto el psicoanálisis que no se actualiza respecto a los paradigmas socioculturales mal podrá pensar y trabajar con púberes y adolescentes en pleno trabajo de constitución de la subjetividad.
El concepto de adolescencia fue acuñado por F. Stanley Hall (1846-1924), psicólogo y educador estadounidense. Introdujo el término en 1904, y lo definió como una etapa decisiva para la vida, una especie de segundo nacimiento del hombre.
Philippe Gutton (1993) sostiene que la pubertad impone una discontinuidad, mejor dicho, una continuidad en des-construir/reconstruir. La adolescencia es una segunda oportunidad en la vida de un sujeto. Este autor, en un seminario intensivo que dictó en Buenos Aires, (2) planteaba que para que una adolescencia llegue a buen término, para que el cambio adolescente se produzca, el joven necesita que todo lo que sucede en su vida sea dirigido hacia alguien.
Alguien que existe en el mundo, que no sea una figura parental. En el análisis, el analista es para el adolescente tanto un confidente imaginario como una persona real, exterior al sujeto y resistente a las proyecciones imaginarias del mismo. Su presencia es importante. No se puede producir el proceso adolescente sin un referente que escuchará al adolescente y dará su opinión sobre lo que escucha.
Necesitan encontrar terceros como referentes no familiares; algunos lo encuentran en las redes virtuales, en sus seguidores y los comentarios que pueden hacer, o en quienes ellos siguen. Cuando estos referentes no aparecen podrá ser el psicoterapeuta o psicoanalista quien cumpla esta función sin perder su lugar de analista y su actitud profesional. Ofreciéndose para “ser usado” (Winnicott, 1993) en transferencia como doble especular en algunos momentos del análisis en el espacio transicional, espacio de transferencia.
Lo digital y la realidad virtual se introdujeron en los espacios clínicos sin solicitar nuestra aprobación o permiso. Paula Sibilia (2005) nos plantea un interrogante: ¿son las nuevas tecnologías las que generan transformaciones en la subjetivación o es que las transformaciones en las subjetividades generaron estas nuevas formas de comunicación a través de lo digital? Inteligente reflexión que nos permite preguntarnos a su vez si es lo digital y lo virtual lo que deja su impronta y modifica los procesos de subjetivación, tal como los estudiamos y aprendimos en nuestra circulación permanente entre teoría y clínica, o en verdad son las nuevas formas de subjetividades generadas en el contexto socioeconómico vigente las que dieron lugar a la vinculación y aceptación masiva por niños, adolescentes y jóvenes, los “nativos digitales”, como bien los denomina.
Mark Prensky (2001), retomado por Alejandro Piscitelli (2006), exige a los psicoanalistas aggiornarnos si no queremos, como bien decía un paciente adolescente que filosofaba en sesión sobre la necesidad de volver a la naturaleza, a un mundo sin fronteras, a la esencia del hombre sin tanto tecnicismo, pero ansiaba a la vez un celular de última generación “para no quedarse afuera”, como aclaró. Para ser o seguir siendo, para tener existencia en el mundo actual. La mayor parte de lo que le interesa a los púberes y adolescentes pasa por su celular, música, videos, fotos y fundamentalmente los chats, en general con más imágenes que diálogos.
Las categorías teóricas con que pensamos la constitución de la subjetividad deben ser revisadas, deconstruidas, acompañando las transformaciones que las sociedades y sus modelos socioeconómicos imponen a los sujetos que en ellas habitan en espacio y tiempo. Los descubrimientos científico-técnicos y las tecnologías de avanzada también nos imponen cambios en las teorías psicoanalíticas.
Entre otras cuestiones, el reconocimiento de la diversidad sexual nos permite pensar la homosexualidad como una de las modalidades que adquiere la elección de objeto sexual y no como una desviación psicopatológica a tratar en una psicoterapia o psicoanálisis.
Las nuevas parentalidades. Multiplicidad de vínculos en las diferentes configuraciones familiares que aún no encuentran en el lenguaje una palabra que los represente.
Considero que el lugar y función de los pares, de los amigos íntimos, “banda”, siguen siendo necesarios para atravesar los trabajos puberales y de adolescencia. Pero el espejo en que se miran los púberes y adolescentes tempranos hoy es en la cantidad de seguidores, en la cantidad de “Me gusta” y en los comentarios de los amigos virtuales en las redes que utilizan. Redes que van cambiando en la medida en que los adultos comienzan a meterse en ellas.
Si el espejo en la infancia unifica, genera júbilo el reconocerse en esa imago especular; en la adolescencia el espejo genera cierta angustia e inquietud, el ya no niño se desconoce, se ve como un extraño. Deben reconocerse y aceptarse en este nuevo cuerpo sexuado genitalmente. Los pares representan los espejos en los cuales se miran, y reconociendo al amigo es que por identificación se reconocen en sus nuevos cuerpos y rostros. Hoy podríamos pensar en función de la pregnancia de la virtualidad que los espejos son los Me gusta – No me gusta – Me encanta, de los seguidores. Se miran en las selfies, hacen gestos provocativos, se exhiben en sus aventuras de riesgo y sexuales.
En algunos casos llegan a someterse a experiencias de gran peligro para la integridad física, con el fin de conseguir la aprobación de sus seguidores. El ser no estaría dado ya por lo que percibe de sí mismo y lo que percibe en la mirada del amigo/a íntima sino por la aceptación o rechazo de esos seguidores virtuales. A los que no conoce personalmente pero que determinan si existe o no para los otros. Y para algunos chicos si no existe para los otros entonces la vida no tiene sentido.
Apatías, depresiones, trastornos del sueño y de la alimentación, adicciones, flagelaciones, intentos de suicidio pueden ser la vía de escape a la sensación de vacío o no existencia. El psicoanálisis y los psicoterapeutas tienen mucho para aportar en estos casos. A pesar de contar con herramientas conceptuales diferentes, en el trabajo con púberes y adolescentes, el respeto e interés por sus sueños, potencialidades, sufrimientos y alegrías en un espacio transferencial de confianza y manteniendo una actitud profesional pero sin acartonamientos es que podemos acompañarlos en la realización de los trabajos psíquicos necesarios para volar por sí mismos y realizar sus propios sueños y construir proyectos vitales. Parafraseando a Winnicott, diríamos para sentirse vivos.
Bibliografía
Achugar, H. (2001): “Prólogo: Aquí y ahora, los desafíos de la globalización”, en Appadurai, A., La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización, Montevideo-Buenos Aires, Trilce-Fondo de Cultura Económica.
Appadurai, A. (2001): La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización, Montevideo-Buenos Aires, Trilce-Fondo de Cultura Económica.
Dolto, F. (1989): Palabras para adolescentes, Buenos Aires, Atlántida.
—. (2004): La causa de los adolescentes, Buenos Aires, Paidós.
Franco, A. (1995): “La niña púber”. Disponible online en: <http://www.psi.uba.ar>.
—. (2001): “Los espacios de (en) la adolescencia”. Disponible online en: <http://www.psi.uba.ar>.
Franco, A. y otros (2013): “Abuso sexual infantil y el investimento/desinvestimento libidinal del cuerpo sexuado genitalmente”. Anuario investigaciones, Buenos Aires, vol. 20, n°1, enero. Disponible online en: <http://www.scielo.org.ar>.
Gutton, P. (1993): Lo puberal, Buenos Aires, Paidós.
Piscitelli, A. (2006): “Nativos e inmigrantes digitales: ¿brecha generacional, brecha cognitiva, o las dos juntas y más aún?”, Revista mexicana de Investigación Educativa, enero-marzo, vol. 11, nº28. Disponible online en: <http://www.redalyc.org>.
Prensky, M. (2001): “Digital Native, Digital Inmigrant”. Disponible online en: <www.marcprensky.com>.
—. (2011): Enseñar a nativos digitales. Madrid: Ediciones SM.
Sibilia, P. (2005): El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales, Buenos Aires, FCE.
Winnicott, D. (1993a): “Sobre el uso de un objeto”, en Exploraciones psicoanalíticas, vol. I, pp. 261-293, Buenos Aires, Paidós.
—. (1993b): “El jugar y la cultura”, en Exploraciones psicoanalíticas, vol. I, pp. 246-249, Buenos Aires: Paidós.
1. Seminario que dictamos junto con el Prof. Grassi en la cátedra de Psicología Clínica de Niños y Adolescentes 1987-1988, y cuyo titular era el Prof. Ricardo Rodulfo.
2. Seminario internacional de posgrado de la UBA “Clínica Psicoanalítica con adolescentes”, constituido por cuatro módulos dictados por los profesores: Phillipe Gutton, Jean-José Barantes, Bernard Brusset y Raymond Cahn. Abril, mayo, junio y julio de 1996.