Читать книгу El laberinto de la vida - Agustin Delgado - Страница 49

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No se me ocurrió un mejor titulo, y tampoco tengo la tinta suficiente para estar escribiendo las palabras erróneas. Soy Pedro, y este es mi diario. Vengo a escribir pero no por algo rutinario, que casi todo el mundo hace. Exactamente hace unos cinco días cosas inusuales pasan en mi casa. Ruidos extraños a las dos de la mañana. Mis días eran buenos, en general. Me levanto temprano y voy directo al trabajo, mi madre siempre me comentaba que no ganaría nada siendo un mesero de un restaurante mexicano al final de la cuadra. Me gustaría saber que diría mi viejo, aunque por dentro ya lo sabía, otro pobre pibe de barrio bajo que termina con un trabajo ordinario.

Pero basta de mi vida, de mi triste pasado. Hace cinco días que no encuentro el sueño, que mi mundo es solo el real, donde mis ojos no pueden parpadear, donde la ilusión solo existe como el viento en el verano. Últimamente agarro mi despertador, me pego a la pared exactamente a la una y cincuenta y cinco. Esperando, aguardando escuchar ese pequeño ruido que da inicio a una noche de sufrimiento y tortura. Pego mi oreja a la pared, en un costado tengo la taza de café. Sentado, nervioso, aguardo que sea la hora. Y cuando caen las dos, la noche toma otro aire. Todo empieza con un simple y delicado golpe en la pared, ese miserable y diabólico golpe. Usualmente dura como unas cinco horas hasta las siete de la mañana, otras veces hasta las seis, pero nunca llega hasta las ocho.

“Agarre el diario lo más rápido posible, me lance contra la pared y apoye suavemente mi oreja, esperando escuchar el misterioso ruido que da comienzo al ritual, al concierto demoniaco. Ruidos extraños salen de una especie de demonio, que invoca una sinfonía inhumana, un ruidoso caldo que no para de rugir, exigiendo mas almas, mas sangre, voces graves que invocan al diablo, con una fuerte y entonada voz se escuchan los inicios del ritual, en una lengua extraña, muerta seguramente. Vuelo, de mi habitación hasta la cocina, en todos lados se escucha igual, hasta en el baño. No soy el único, los demás habitantes ya presentaron sus quejas, pero nunca nadie obtiene lo que desea. Era como la séptima taza de café, y la noche seguía, luego cuando parecía llegar el silencio donde todo parecía ser perfecto caen de nuevo con una nueva invocación, a un sirviente del diablo, con un ruido espantoso que iba de la nota más aguda. Mi cerebro no aguantaba más, hasta hace unos días intente averiguar como surgía todo, pero de esa misma casa, ese mismo lugar surgía una familia cristiana, mencionando que no conocen nada sobre un ritual satánico, ni ruidos extraños. Miro mis dedos, que toman formas, miro el espejo que me despeina, y me peina sin levantar los brazos, miro mi cepillo que no tiene forma, que es como un dedo pero con cierta suavidad en la punta, cuando la noche terminaba realmente lo apreciaba, dormía cuanto podía en el trabajo, rezando que no hubiera mucha gente para poder obtener algo de paz”.

Hasta que un día fui con el conserje, le comente lo sucedido. Baje por las largas escaleras, esperando intercambiar palabras decentes, de llegar a una especie de acuerdo con los vecinos, que no me dejaban dormir. Barriendo en la entrada del edificio miro al hombre, me acerco y le comento la situación, cuando le informe sobre la familia misma me miro sorprendido, algo confundido, levanto su gorra y se quito las gotas de sudor con la mano, otra vez mira entre el piso y mi rostro y me responde. Dice que los demás vecinos describieron a un muchacho, joven de unos veinte años, que trabaja de mesero en un restaurante mexicano.

El laberinto de la vida

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