Читать книгу El enigma del código de las favas - Alberto Alexis Martínez - Страница 10

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CAPITULO 3.

La revelación de las investigaciones

Pasaron varios días desde aquel encuentro con Malden, y decidí seguir adelante porque además de haberme caído muy bien como persona, era para mí también un buen contacto, es decir, alguien de buen nivel que siempre es conveniente tener en la agenda de los amigos cuando se vive en el mundo de los negocios. En consecuencia, cierta tarde le llamé por teléfono para saludarle, y, de hecho, fue el propio Malden quien atendió la llamada y hablamos varios minutos manteniendo una conversación que fue muy amigable, como si fuéramos viejos conocidos.

Malden me dijo que le gustaría mucho reunirse nuevamente conmigo, le respondí que sí, pues tendría que ir al litoral en los próximos días, y me parecía excelente ya que quería saber la otra parte de la historia que me había dejado pendiente, entonces, marcamos otra visita que, como buen y metódico británico, sería igual que la primera vez, a la misma hora y lugar.

Llegado el día y a la hora marcada, allí estaba yo nuevamente donde repetimos el mismo procedimiento de la vez anterior, es decir, dejé mi auto y abordamos la camioneta para ir a su casa. En esta oportunidad, salió el tema de la crisis política que se vivía en ese momento en Brasil, con la inflación económica, y temas relacionados a política nacional hasta que llegamos a su casa.

Una vez que llegamos, la ama de llaves abre aquella lujosa puerta en cuanto se acerca Alí, a quien de inmediato le saludé como si fuéramos ya buenos amigos, dado que esa era la sensación que ese inmenso hombre negro transmitía con su sincera sonrisa, propia de un hombre honesto y natural que denota extrema confiabilidad y que obviamente, por ello era el mejor amigo de Malden.

Nuevamente instalados en aquella confortable sala, ya café en mano, dejé entrever que tenía ansiedad por escuchar la otra parte de la historia que había quedado pendiente... Malden, entonces, me dice que hay cosas que solo se le revelan a dos tipos de personas, a buenos amigos o a caballeros, es decir, a hombres de palabra. A seguir, me recuerda lo mismo que me afirmara al despedirse en la última reunión, que hay cosas que son delicadas y muy personales, por lo tanto, restrictas a nuestro círculo dijo, es decir, a él mismo, Ali, y yo. Esto, de cierta forma, afirmaba más aún mis sospechas de que, algo, tal vez importante, me habría de ser confiado de manera muy sigilosa.

Estimado Alexis – comenzó diciendo Malden – ¿Cómo van tus estudios? - me indaga, y a seguir trató de ponerse más a la par sobre todas mis actividades, tanto sobre lo que yo estaba haciendo, en el área de los negocios, y también a lo que apuntaba por medio de mis estudios paralelos, especialmente, hizo mucho hincapié en lo relativo a todos los conceptos en el campo de la Psico-Tecnología. Esto, es un asunto muy profundo, por lo que filosofamos bastante sobre ciertos puntos de vista. De hecho, me quedó presente que él tenía conceptos bastante claros por el tipo de preguntas que me hacía y que, además, captaba perfectamente mis puntos de vista donde yo triangulaba los principios de la psicología humana con la ciencia y la tecnología, en función de mi profesión como Proyectista en Ingeniería.

Bien, yo sabía que estaba delante de un profesor, por lo tanto, no me extrañaba que Malden me interrogara como tal, algo así como si estuviera haciendo la evaluación de un estudiante, por lo que yo realmente me sentía como que estaba siendo examinado. Esto no me incomodó, porque en definitiva yo era un individuo relativamente joven, y estaba frente a un señor mayor, no solo en edad sino también en conocimientos superiores, y por otra parte, yo tenía mucha confianza sobre mis conocimientos, por lo que la conversación se tornó deliciosa.

Finalmente, Malden con mucha habilidad, me cambia la línea de la conversación, por lo que, de cierta forma da como por terminado el examen, y aún sin decirlo, fue como recibir una aprobación tácita a mi personalidad, reconociendo mi idoneidad y los principios que yo aplicaba en mi conducta.

De esta forma, con gran diplomacia para encajar una conversación con otra, decide continuar con su relato que había permanecido pendiente, es decir, la otra parte de la historia.

De inmediato, comienza diciendo; Como ya te había contado, luego de la guerra solicité una oportunidad en Rumania para realizar algunos trabajos en una biblioteca, donde sabía por mi padre que existían centenas de documentos sin descifrar, y apelando a mi nacionalidad rumana, conseguí con mucho trabajo obtener una proposición para ocupar un cargo en Bucarest con la participación de Ali como mi asistente.

Finalmente, por medio de viejos amigos de mi padre, conseguí concretar ese acuerdo de trabajo, entonces, junto con Ali, hicimos las maletas y nos dirigimos a Rumania.

Tras el largo viaje, luego de llegar a Bucarest, mi ciudad natal, nos instalarnos en un hotel, desde donde marqué una reunión personal con el director de la Biblioteca para formalizar el inicio de nuestras tareas.

Después de tantos años lejos de esta ciudad, las cosas no parecían haber cambiado mucho, según lo que yo recordaba de mi niñez, y los vestigios de la guerra, aún estaban presentes en muchos lugares. El régimen comunista, había impuesto una norma de conducta donde todos tenían miedo de hablar, y la gente se veía entre temerosa y desconfiada.

Nos dirigimos con Ali a la Biblioteca, que yo ya la conocía por haber acompañado a mi padre en diversas oportunidades cuando niño, y una vez allí, nos atendió con cierta amabilidad la recepcionista que nos pido aguardar por el director, el que no demoró mucho en hacernos pasar a su despacho.

Siendo bien recibidos por el director en su sala, un hombre muy amable, quien recordaba con mucho respeto a mi padre, nos reveló que, por órdenes superiores, hubo un cambio en los planes, por lo que el destino de la tarea que yo debería realizar no sería aquí, es decir, que ya no trabajaría específicamente en Bucarest, sino, en una pequeña ciudad más al norte, en la región de Transilvania, donde existía una antigua iglesia gótica del siglo XIV, con una gran biblioteca y un museo. Esta ciudad, había sido fundada por los romanos, y allí, aparentemente, existía un voluminoso e indescifrado material muy antiguo.

Bien, la propuesta en términos económicos, realmente era pésima, pero en lo profesional, parecía ser un excitante desafío, así fue que aceptamos el cargo, nos despedimos del director, y de regreso al hotel, recogimos nuestras cosas, y partimos ahora hacia nuestro nuevo destino.

Arribando a esta pequeña ciudad, nuevamente buscamos alojamiento, nos instalamos, y luego, nos dirigimos a la biblioteca.

Estando todo bajo un sistema político basado en el modelo soviético, lo habitual es que nadie sonría ni confíe en nadie, es decir, todo parece ser sospechoso. Aquí, si bien la ciudad no era grande, el ambiente ya no era para nada cordial, especialmente con quienes vinieran de afuera, pero, yo sentía que la experiencia podría luego ser reaprovechada con mejores resultados cuando volviera a Londres.

Nos dirigimos a la Biblioteca, donde nos recibe la secretaria, una mujer del Partido, nada bonita y con cara de muy pocos amigos, la cual nos observa de pies a cabeza y con tono bastante antipático nos dice... ¡Esperen ahí!

Aguardamos casi una hora hasta que el director de esta Biblioteca, nos hace pasar a su sala. Este también era un hombre bien diferente al de Bucarest, un tipo tosco, nada simpático, que entre otras cosas, tampoco era un hombre de carrera, era un burócrata político al servicio del Partido Comunista.

Una vez que nos indicó lo que debíamos realizar, nos dijo que nos podíamos retirar, se dio media vuelta y no nos devolvió el saludo.

Al otro día, nos presentamos para iniciar nuestro trabajo. La misma antipática secretaria nos condujo por medio de unos estrechos pasajes a una sala bastante oscura, iluminada con una miserable lámpara de luz, donde existían estanterías con decenas de cajas, todas cargadas de antiguos manuscritos, libros, escritos en pergaminos, en fin, documentación que databa de varios siglos, aquello era un inmenso tesoro cultural.

Así que la secretaria nos acompañó a la sala y nos mostró el material, también sin muchas palabras, se retiró y cerró la puerta.

Como primera medida, tuvimos que providenciar una iluminación más adecuada, así que nos dispusimos a instalar algunas lámparas extra, para poder trabajar en mejores condiciones, y acomodar las mesas disponibles para ir abriendo el material.

Concluida nuestra preparación del lugar de trabajo, comenzamos a separar las cajas por fechas, si bien muchas de ellas no tenían registros de su origen, o no se sabía de donde provenían ni cuánto tiempo hacía que estaban ahí o cuando habían sido elaborados.

El trabajo era interesante, y el contacto con el personal de la biblioteca lo reducimos al mínimo indispensable, y a medida que pasaban los días, fuimos dejando todo bastante ordenado.

Ali se dedicó a hacer una clasificación de los documentos, en cuanto yo comencé con mi tarea de traducir algunos contenidos, por lo menos, de los que eran más descifrables, ya que muchos, estaban escritos en un dialecto arcaico, del que no se tenían registros previos, otros, estaban en latín, griego, etc. etc.

Luego de varios meses de trabajo, encontramos mucha información interesante, pero hubo una de ellas en especial, en unos manuscritos que eran de la iglesia que habían sido enviados desde Roma, y había una referencia sobre algo que no estaba suficientemente claro, pero, parecía decir que “alguna cosa se debería ocultar para siempre”, y para ello, nombraba a un Monasterio, cuya identificación no estaba clara, pero parecía ser algo así como el “Manto Negro”, y que, por las descripciones, parecería estar en Transilvania.

Este territorio, es un gran valle rodeado de montañas, y era una región rica en oro y plata, que perteneció a diversos grupos, entre ellos los romanos antes de ser integrada a Hungría. Varios siglos después, fue conquistada por los turcos, luego vuelve a manos de Hungría, hasta que finalmente después de muchas disputas, termina siendo parte de Rumania.

Bien, yo había hecho una lista de las principales referencias que existían en aquella vasta zona, y entre ello, tenía una lista de varios monasterios, pero no había ninguno con ese nombre. Sin mayores informaciones, dejé pendiente el asunto para otra oportunidad y continué adelante.

El material que teníamos para estudiar era muchísimo, y las condiciones no eran las más apropiadas para trabajar con escrituras y documentos antiguos, ya que había papiros, y pergaminos cuya manipulación debía ser extremadamente cuidadosa.

Las traducciones también debían ser efectuadas con mucho criterio, ya que había documentación escrita en dialectos provinciales que algunos habían caído en desuso hacía ya muchos siglos.

Transcurrido ya algún tiempo, encuentro otro manuscrito más antiguo, proveniente de Roma, donde se ordenaba la construcción en secreto de un monasterio en un determinado lugar. Si bien el texto no era muy específico, y tan solo se refería a un paraje que tenía ciertas características, indicaba que ese monasterio debería llevar un nombre, y ese nombre era Manto Negro, exactamente aquel que yo había detectado varios meses antes, y era el que debería ocultar alguna cosa para siempre.

Efectivamente esto me demostraba que fue dada la orden de construcción, y que el mismo fue construido, aparentemente en forma sigilosa, y posiblemente, luego, algo secreto se ocultó en él, pero aún no sabía dónde se localizaba ni que era lo que se habría ocultado.

La información era interesante, pero insuficiente para providenciar alguna acción al respecto, así que el asunto lo dejamos en reserva hasta saber que hacer.

El trabajo continuó, y por varios meses, seguimos clasificando y traduciendo documentos, libros, y mapas. Si bien tuvimos que poner dinero de nuestro bolsillo, por falta de apoyo, habíamos conseguido mejorar muchísimo las condiciones del lugar de trabajo, e incorporamos implementos adecuados para poder estudiar mejor el material que teníamos en manos.

Cada pocos días, se encontraban cosas interesantes, hasta que, en la catalogación de las fechas, Ali encuentra un mapa, muy precario, presumiblemente del siglo XII, donde mostraba una región, con un punto indicando apenas un nombre, Manto Negro, y era precisamente el nombre de nuestro monasterio perdido, el que debería ocultar un secreto para siempre.

En realidad, aún no sabíamos si esto era el nombre de un monasterio, o simplemente un antiguo nombre de esa región.

Consideré que podría tratarse de algo importante, por lo tanto, bastante entusiasmado, llamé al Director de la biblioteca para mostrarle las referencias que había encontrado acerca de algo oculto por la iglesia, según estos documentos, y para indicarle que se debería realizar una investigación a efectos de localizar aquel lugar, ya que podría ser algo históricamente importante, y deberíamos ver de qué se trataba.

El Director, como todo burócrata político, no quiso saber de nada, le restó importancia al asunto, y dijo que él no quería complicaciones en su trabajo, que además, no había dinero suficiente para gastar en tonterías o especulaciones de viejos papeles.

Bien, esto no nos dejaba mucha esperanza de poder obtener un apoyo oficial para efectuar una investigación, por lo tanto, habría que olvidar el asunto, lo cual no era una opción fácil de aceptar para un investigador, a no ser, que apelásemos a una segunda alternativa, que era la única que nos quedaba, y ella sería, la de efectuar nosotros mismos la investigación. Pero, un problema no menor, era que deberíamos tener tiempo y dinero para financiar por medios propios la tarea y hacerla de forma no solo individual, sino también sigilosa.

Ese era, en definitiva, el otro problema que se nos presentaba, era que no sabíamos cuál podría ser la posición del Estado, en el caso de tomar conocimiento de una iniciativa de investigación privada, efectuada a partir de documentos antiguos que ahora pertenecían al Estado, ya que el gobierno controlaba todo, sin permitir que algo se le escapara de las manos, en otras palabras, no hacía ni dejaba hacer.

La situación debería ser muy bien pensada, y en cuestión, una noche, mientras recapacitábamos sobre lo más seguro que se lograría hacer, decidimos que podríamos utilizar parte del dinero que habíamos ahorrado para nuestro posterior regreso a Londres e intentar encontrar alguna respuesta, porque de no ser así, nadie jamás lo volvería a hacer, y para ello, podríamos de disponer del tiempo suficiente, solo si solicitábamos una licencia especial para descanso ya que hasta ahora no la habíamos solicitado en casi dos años.

Bien, en primer lugar, había que determinar más fehacientemente la posición indicada en el viejo mapa, que era muy poco claro. Por lo tanto, comenzamos a trazar coordenadas y a buscar referencias en otros documentos antiguos, que nos pudieran brindar una base más sólida sobre la localización del antiguo monasterio.

Continuando con la búsqueda de mayor información, hallé otras referencias en documentos de la iglesia, que también hacían mención sobre algo que, de la forma en que estaba escrito, parecía indicar un secreto que no se debería revelar.

Estas escrituras, de alguna manera, mencionaban a los “magiares”, una antigua sociedad pagana compuesta por diversos grupos o tribus, que existían en la región de Matra, en Hungría, y que parte de ellos, se habían desplazado hacia el sur, a la región de Transilvania.

Luego, comparando otros mapas antiguos con el de referencia, donde se mencionaba el nombre Manto Negro, pude apreciar una ligera similitud con algunos puntos geográficos, los cuales, verificados con mapas actuales, bien podían ser una definición más o menos aproximada de lo que estábamos buscando.

Si bien, no teníamos ninguna certeza, aunque nos tomó algún tiempo, nos fuimos preparando para hacer la exploración, y así fue que adquirimos paulatinamente, para no despertar sospechas, algunos materiales y pertrechos adecuados que nos habrían de ser necesarios.

Entre otras cosas, habíamos adquirido para esto una vieja camioneta pesada que era del tiempo de la guerra y había pertenecido al ejército, y si bien, su carrocería no estaba en muy buenas condiciones, su parte mecánica, estaba si en perfecto estado, y eso era lo realmente importante, para que no nos fallara y dejara a pie, y a su vez, resultaba ser suficientemente fuerte como para ingresar a lugares difíciles con todos los implementos necesarios.

Entre todo esto, ya habían pasado algunos meses, cuando al fin conseguimos una licencia especial con el pretexto de tomar unas merecidas vacaciones, lo cual, no pareció nada extraño y se nos concedió sin mayores dificultades.

Llegado el día esperado, teniendo todo pronto, partimos hacia el norte, hasta llegar a un poblado cerca de la zona predeterminada, desde donde comenzaríamos nuestra búsqueda.

Allí, nos detuvimos en una posada, donde recopilamos mayores informaciones locales, presentándonos como botánicos que estudiábamos la flora silvestre autóctona del lugar. Los pobladores, no sospecharon nada y nos mencionaron lugares que aparentemente eran de bastante difícil acceso para ingresar con vehículo, por lo cual, decidimos dejar la camioneta en la posada en la cual arrendamos un cuarto, y luego conseguimos un par de caballos junto con dos mulas para cargar los implementos e iniciar así la búsqueda del lugar.

Así fue que seguimos a caballo, y nos fuimos introduciendo por lugares donde no había caminos, hasta llegar a un sitio ideal para acampar.

Levantamos el campamento, y preparamos algo para comer, ya que la noche se aproximaba y nada más podríamos hacer.

Al otro día, salimos a explorar el territorio buscando algún indicio que nos condujera a alguna ruina, pero, nada nos revelaba estar en la posición correcta. Entonces, después de dos días, levantamos el campamento y seguimos adelante buscando otro punto que coincidiera con una localización más precisa.

Habíamos hecho una copia del mapa original y de los otros mapas, pero había algo que no me convencía, porque entre el mapa y las escrituras, existía una diferencia que no encajaba con relación a lo que parecían ser dos elevaciones y una montaña.

Llegado un momento, ya en la noche, habían transcurrido unos cinco días desde el inicio de la exploración en los bosques, estábamos sentados frente al fuego, en cuanto preparábamos algo para cenar, Alí había tomado la copia del mapa y lo observaba atentamente en cuanto yo permanecía ligeramente recostado sobre una roca, con mi mente buscando explicaciones, al tiempo que observaba el fuego que nos iluminaba.

Sabía que alguna cosa no coincidía… pero no sabía lo qué. En ese ínterin, detengo la mirada sobre el mapa que estaba en manos de Ali, y con el resplandor generado por el fuego, el papel de calco donde se había hecho la copia se transluce, y se me viene a la cabeza una idea increíble, la de que el mapa estaba diseñado en sentido inverso, es decir, que era como si fuese visto en un espejo, y ahí, todo se modificaba.

Déjame ver, le dije a Ali, y comenzamos a analizar el mapa desde el otro lado, en cuanto lo comparábamos con mapas actuales, y ahora, todo parecía adquirir sentido, por lo cual, estaríamos en realidad a kilómetros de distancia de lo que podría ser el lugar indicado.

Llegado el amanecer, emprendimos rumbo de regreso a la ciudad, donde devolvimos los caballos, y pasamos a recoger nuestra vieja camioneta y algunas cosas que habíamos dejado en la posada, y entonces, nos dirigimos de inmediato hacia el nuevo destino.

Determinamos la posición, que sería a más de trescientos kilómetros, y viajamos entonces hacia el lugar que podría ser el punto cierto.

Arribando al lugar, que era totalmente desolado, aquí no teníamos otro centro de apoyo, ya que el más cercano estaba a algo más de cien kilómetros, por lo que tuvimos que entrar hasta una parte con la camioneta, y luego dejarla en un lugar deshabitado, donde la cubrimos con ramas, para continuar inspeccionando la región a pie.

Avanzamos por lugares que eran de vegetación muy cerrada, y dimos varias vueltas, hasta hallar un claro donde se podía instalar el campamento.

Inspeccionamos inicialmente el perímetro sin ninguna señal de nada que nos indicara la presencia humana por ninguna parte. Decidimos entonces instalarnos allí hasta reconocer la región, por lo tanto, esa noche descansamos, y al otro día, hicimos una verificación en otra dirección sin hallar tampoco absolutamente nada.

Habiendo llegado a pie, los víveres que llevamos fueron pocos, ya que habíamos dejado más cosas en la camioneta, por lo que entonces, Alí, que siempre portaba su “daga”, un afilado puñal que poseía desde que le conocí, cortó con su machado una rama, e improvisó una lanza amarrando su daga en la punta. Luego me dijo – “Enciende el fuego que yo vuelvo en media hora con la comida…” – Sabiendo que él era un excelente cazador, no dudé de que traería alguna buena presa para asar, por lo tanto, acomodé las cosas, recogí leña y fui encendiendo el fuego para preparar nuestra cena, en cuanto escuchaba el ruido de algún grillo, y el movimiento de las ramas de los árboles por la brisa primaveral.

Había pasado ya una hora y media, sin que Ali apareciera. Si bien yo confiaba en la habilidad que él tenía para cazar y para defenderse en la floresta, esto comenzó a ponerme nervioso, y cuando ya hacían casi dos horas de su salida, fue que mi paciencia se acabó, y entonces me dispuse a improvisar algunas antorchas para salir a buscarle, pues estaba comenzando a ponerse el sol y ya estaba quedando bastante oscuro especialmente en la floresta.

Estaba casi pronto para salir en la búsqueda de Ali, cuando sentí su voz, que casi gimiendo, me gritaba desde el bosque... Malden… Malden…

Corrí inmediatamente hacia el borde del claro donde estábamos acampados, y en eso me encuentro a Ali, que se aproximaba entre los árboles apoyado en su improvisada lanza, con un gran conejo en una mano, y una de sus piernas medio arrollada y bastante ensangrentada.

De inmediato corrí a ayudarle exclamando… ¿Cómo estás?... ¿Qué te ha sucedido?

¡Estoy bien! ¡Estoy bien! Respondió casi riendo, ¡y traje la cena! pero este maldito conejo me hizo caer en una trampa…

Al ver que él se reía por el contratiempo enfrentado, aún con su pierna herida lo cual no era de mayor gravedad, también comencé a reír diciéndole… ¡al fin…! ¿Entonces, quién atrapó a quién?

Ambos nos reímos, en cuanto le ayudé a sentarse y traje el botiquín de primeros auxilios para curarle la herida.

Hecho esto, Ali me dice, ¡déjame a mí con esto! y tú encárgate del conejo que yo estoy muriendo de hambre… Especialmente después de caer en ese maldito foso…

Pero… ¿Cómo fue que te sucedió?

¡Ahhh…! No es lo que me sucedió, sino ¡donde me sucedió…! Dice Ali.

¿Qué quieres decir?

Quiero decir que, al alcanzar a este maldito conejo con mi lanza, él muy desgraciado siguió corriendo unos tres o cuatro metros antes de caer muerto sobre una enramada, y cuando me acerco para atraparlo, la enramada se abre bien debajo de mis pies, pues estaba sobre una fosa de piedra en la que caí desde unos tres metros de altura…

¿Una fosa de tres metros de profundidad? – pregunté…

¡Si, así es! – y para tu conocimiento, no pude ver bien por la oscuridad, pero puedo asegurarte que no era un agujero natural entre las rocas, ¡era un foso de piedra construido por el hombre!

¿Tienes certeza de lo que dices…?

¡Claro que sí! Siempre que caigo en alguna fosa, por lo general, la observo detenidamente para saber como puedo salir de allí…

Entonces… ¿Sabes cómo regresar a ese lugar…?

¿Qué es lo que tú crees? - Me respondió riendo en cuanto se ponía una venda sobre la herida.

Esa noche, celebramos el hallazgo, cenamos el delicioso conejo, y reímos como hacía mucho tiempo que no lo hacíamos.

Al amanecer, preparamos un café caliente, y ya ansiosos sin perder más tiempo, aún con la dificultad que Ali tenía para caminar, salimos en busca de aquel lugar donde había caído, el cual, en realidad no estaba muy distante.

La vegetación era muy cerrada, esto es lo que más dificultaba el avance, que ya era lento por la pierna de Ali que iba al frente abriendo camino, hasta que de pronto, se detiene y dice…

¡Mira! vez esa faja enramada sobre el piso, creo que por ahí debajo está una parte del foso…

Ali avanzó lentamente introduciendo la lanza que había hecho hasta que, en una parte, ella se introdujo entremedio de las ramas sin encontrar un punto final… ¡Aquí está! Dijo Ali, y tomando su machete, comenzó a cortar las ramas que, abriéndose, comenzaron a caer en un profundo foso de piedra.

Me aproximé y ambos comenzamos a cortar las ramas que se habían extendido sobre su superficie ocultando la depresión formada por el foso.

La enramada, se había extendido como una tela de araña sobre la superficie de todo el lugar, lo que nos demostraba que, por ahí, hacía mucho tiempo que no había pasado un ser humano.

Efectivamente, fuimos cortando sobre el borde de la fosa parte del matorral que le cubría, lo que nos permitió observar, que efectivamente se trataba de una construcción hecha por la mano del hombre y que databa de hace mucho tiempo. Tenía aproximadamente cuatro metros de ancho por tres de altura, lo que parecía ser una fosa como las que se utilizaban en torno de los castillos para detener el avance de los enemigos.

El trabajo nos llevó varias horas, por lo que tuvimos que volver al campamento para comer y descansar.

De regreso, Ali cazó un venado, y esa noche, en cuanto cenábamos tratábamos de sacar conclusiones si esto era lo que buscábamos, o tal vez, se trataba de otra construcción perdida de la que no se tenía conocimiento.

La realidad, sólo la sabríamos al desenmarañar aquello que estaba recubierto por la densa vegetación de lugar, pero eso, llevaría varias semanas de arduo trabajo.

Tal vez, el tiempo que teníamos disponible no fuera suficiente, y tendríamos que dejar todo a medio hacer para regresar a la biblioteca. La alternativa que teníamos, era la de investigar algo más sin realizar muchas remociones, es decir, manteniendo al máximo el lugar como lo habíamos encontrado hasta poder regresar con tiempo suficiente para todo el trabajo.

Entonces, tuvimos que remover lo mínimo posible, o sea, apenas lo indispensable para ver donde pisábamos y poder avanzar lo máximo en el menor tiempo.

De esta forma, fuimos rodeando el foso hasta que encontramos un pequeño puente de piedra que nos permitiría cruzar hacia el otro lado, lo que quedaba como una isla, rodeada por el foso. Este puente era muy angosto, donde apenas podrían ingresar personas en fila de a uno por vez, obviamente, para impedir el asalto de tropas.

Ingresando a la isla, dejamos una marca indicando la localización del puente, el cual mantuvimos cubierto por las ramas para que no fuese visible.

Una vez del lado interior, encontramos amontonadas piedras debajo de los matorrales, que una vez habían sido la parte más elevada de la estructura y paredes de piedra que formaban recintos semiderruidos por el pasar de los siglos.

Haciendo un relevamiento del terreno, fuimos diseñando lo que encontrábamos y en la posición en que estaban las ruinas para poder determinar que es lo que había existido en ese lugar.

La posición de las paredes y las habitaciones derruidas, observadas desde el propio terreno no parecía decir mucho, hasta que Ali decidió subir a un árbol suficientemente alto, para observar desde arriba lo que veía y como lo veía. Hecho esto, la visión fue mucho más aclaradora, y realmente, se trataba de un monasterio, pues una parte coincidía con la visión de una fase de lo que habría sido una capilla, con la cruz en su cúspide, la que al caer se dispersó por el efecto del desplome.

Bien, a esta altura, nada nos hacía dudar que hubiéramos encontrado un monasterio perdido, y que tal vez fuera el de nuestros objetivos. Esto ya era un punto de partida para poder desvendar el secreto que una vez, hace muchos siglos, habría ocultado.

Ahora, no teníamos más tiempo y deberíamos emprender el viaje de regreso para continuar con nuestro trabajo en la biblioteca.

Así fue que empacamos, y eliminamos todo vestigio de nuestra presencia en aquel lugar, lo que permaneció en el más absoluto secreto que hasta hoy, nadie más ha conocido.

Emprendimos el viaje de regreso, algo cansados, pero plenamente satisfechos por el logro alcanzado.

De vuelta a la biblioteca, nadie preguntó dónde habíamos estado, por lo que no tuvimos mayores complicaciones y regresamos tranquilamente a nuestra tarea habitual.

En pose de lo que sabíamos, verificamos en los mapas, que no existía en esa zona, ninguna información sobre otro monasterio, que no fuera el que nosotros buscábamos. Ahora teníamos fundamentos para continuar investigando datos que nos ampliaran una idea sobre cual era el secreto perdido que había sido ocultado en aquel monasterio que ya hacía muchos meses que había descubierto en aquel antiguo manuscrito.

Fueron dos o tres meses después, que recibo una notificación desde Londres, la cual, por las dificultades burocráticas del correo en Rumania, se había extraviado y llegó bastante tarde, pero en ella, me informaban sobre el fallecimiento de mi padre, a quien no había vuelto a ver desde que dejé Londres.

De inmediato me puse en contacto con Londres para tomar conocimiento sobre la causa de su muerte, lo que me comunicaron es que fue algo repentino, presumiblemente el corazón, y que nada se pudo hacer al respecto, pero que entretanto, estaban a mi disposición todos los bienes que él había dejado, incluyendo, entre ello, además de su casa, una significativa suma en dinero depositada en un banco.

No pudiendo hacer más nada por mi padre, quien había sido el mentor que me propulsó a esta carrera, y que, además, por haber trabajado en Rumania hasta la muerte de mi madre, fue quien me aconsejó que viniera, porque ya tenía conocimiento del material que existía para ser investigado, esto, me hizo sentir que debería cumplir con la misión, la cual, por su forma de pensar, seguramente mi padre así lo habría querido.

Decidí entonces, en nombre mi padre, dedicar a él la tarea que se me había presentado. Designé pues como S.A.M. (por Sir Anthony Malden – mi padre) el nombre de esta misión, la cual llevaría hasta el fin como un homenaje a él, como padre, y como profesor. Con el dinero que me dejó, tenía ahora los recursos económicos, para desarrollar la tarea, así que resolví solicitar la renuncia de la biblioteca y nos dispusimos con Ali, a ir adelante en la investigación que yo, sin saber por qué, sentía como un desafío personal que debería enfrentar.

La situación política de Rumania, exigía el máximo de sigilo, por lo tanto, todo debería ser planeado y ejecutado con mucho cuidado y sin despertar la más mínima sospecha.

Pero esa… ya es otra historia…

Estimado Alexis… Creo que estamos en la hora de saborear un whisky, ¿no lo crees?

- ¡Claro!, ¡Por supuesto!, Realmente, es emocionante esto que me ha contado… y de alguna manera… no sé cómo agradecerle que me lo haya confiado, ya que, me parece, es una especie de “tesoro personal” - Afirmé

- La vida está llena de sorpresas… de historias, de conocimientos, de sabiduría, y… en fin, muchas cosas que la gran mayoría de las personas no consiguen ver. Es por eso que te sugerí discreción, pues no todos lo pueden entender. ¡Brindemos Alexis! – dijo Malden levantando su vaso.

- Es un placer Profesor Malden – Respondí, y ambos brindamos en cuanto compartimos degustando un “puro importado”.

Luego, me retiré, de la misma forma como lo había hecho antes, pero, con una mayor convicción interior de que todo esto, Malden, no me lo estaba contando por casualidad, sino, porque obedecía a algún plan o estrategia que él ya tenía en mente, y que a su debido momento, me lo habría de revelar. Obviamente, todo se limitaba a esperar por un proceso que ya estaba en curso, en el cual, yo debería tener paciencia.

El enigma del código de las favas

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