Читать книгу El enigma del código de las favas - Alberto Alexis Martínez - Страница 9

Оглавление

CAPITULO 2.

El primer encuentro con Helder Malden y Ali

Habían pasado ya casi dos meses desde aquel encuentro con mi pasajero inesperado, cuando cierto día, entre la correspondencia recibida, había una carta en la que Helder Malden, cordialmente me invitaba a coordinar una reunión, para lo cual, me indicaba un teléfono en el que podría localizarle entre las 17 y las 20 horas.

La carta y el sobre, eran de fino papel membretado con el símbolo HM dentro del hexágono y una ornamentación en vuelta, del tipo del que se hace por encomienda, lo que nuevamente me confirmó la naturaleza de la alta posición social de este hombre, y su estilizado gusto típicamente europeo de quien conoce de lo bueno, lo mejor, cosa poco frecuente, aun cuando yo estaba habituado a mantener contacto con gente de elevado poder adquisitivo en función de mis negocios.

Esto, no solo me agradó en lo personal por haber sido recordado e invitado por este hombre, sino, que era algo también sumamente conveniente, muy en especial, cuando uno se mueve en un ámbito ejecutivo y se nos aproxima alguien que tiene cierta relevante importancia, ya que en el mundo de los negocios, el contacto con gente de buena posición socio-económica, siempre es algo recomendable, porque nunca se puede prever que rumbo pueden tomar las cosas, y esto resultaba muy conveniente, aún sin conocer la verdadera razón de tal interés de parte de Malden en charlar conmigo.

En ese día entonces, efectué la llamada, y siendo atendido por otro hombre con fuerte acento extranjero, le comuniqué que deseaba hablar con el Sr. Malden, y le solicité la gentileza de comunicarme con él, enseguida, muy amablemente me paso la comunicación, y de esta forma, tras un cordial saludo Malden me agradeció haberle respondido a su solicitud, tras lo cual, intercambiamos algunas palabras sin mayor importancia, y luego me invitó a tomar un café en su casa, lo cual obviamente acepté, y entonces marcamos un día para reunirnos. Luego, me indicó que su casa, por ser “un sitio”, que es cómo le llaman en Brasil a una casa tipo chacra o pequeña estancia, era algo difícil de llegar si no se conoce el lugar, por lo cual, me dijo que nos encontraríamos en la misma estación de Gasolina donde yo le había dejado la última vez.

Para mi, que estaba acostumbrado a visitar a eventuales clientes en diferentes lugares, no era más que otra visita de la que siempre puede resultar un interesante negocio, ya que mis actividades, estaban vinculadas al mercado de inversiones de capital y la oportunidad es algo que siempre aparece donde uno menos se lo imagina, por eso, lo importante es siempre mantener contactos con personas de cierto poder económico y posición social.

Llegado el día, me dirigí al punto de encuentro, controlando el tiempo para llegar a la hora en punto, tal como era, y es, mi comportamiento habitual.

Al llegar, detuve el automóvil en la parte lateral de la estación de servicio, donde un empleado me hizo señas para estacionarlo más adelante, obviamente, obedecí la indicación y estacioné el auto en ese lugar.

Una vez que estoy descendiendo, aparece Malden, caminando con su distinguido bastón, diciéndome - ¡Hola Alexis! – es un gusto verle nuevamente… y continua ¡Ahhh!, Puedes dejar las llaves aquí en el auto, ellos lo cuidaran para ti, aquí no hay problema son gente de mi confianza… Me quedó claro, que Malden era entonces bien conocido y respetado en el lugar, y por cierto, era muy bien atendido por el personal.

- ¡Muy Bien! Afirmé.

Dejé las llaves con el muchacho y acompañé a Malden hasta un garaje contiguo, donde había estacionada una impresionante camioneta negra, del tipo 4x4, cerrada, con ruedas anchas y suspensión levantada y vidrios oscuros.

- ¡Sube! – Dice Malden – El lugar donde vivo es maravilloso, pero el camino hasta mi casa no es muy apropiado para autos de paseo como el tuyo.

Así fue que subí a su camioneta, en cuanto Malden, se puso en marcha desplazándonos de inmediato por una calle lateral que era de tierra, y siguiendo luego dimos varias vueltas por trayectos bastantes sinuosos en una región arbolada que obviamente yo no conocía, y de hecho, habría sido muy fácil para mi perderme en ese lugar. El suelo era también bastante irregular, por lo que Malden tenía razón, ya que mi automóvil, tal vez habría pasado con serias dificultades, o habría quedado atascado en los desniveles y el fango de algunos pozos

En cuanto nos desplazábamos, Malden me fue mostrando y hablando sobre el lugar, que ciertamente él adoraba, me habló acerca del clima y de la vegetación propia del lugar, sobre el tipo de plantas y de árboles que allí crecen, por lo que prácticamente conocía como si fuera un botánico, y ello hacía que uno apreciara mejor aquel hermoso paraje, donde se respiraba un aire sano con fuerte olor a los árboles. Con el sonido del motor de la camioneta, los pájaros salían alborotados en bandadas de medio de los árboles provocando un fuerte barullo con su trinar y el aleteo.

Luego de unos diez o quince minutos, arribamos a una portera blanca, que, accionada por un control remoto desde adentro de la camioneta, se abrió permitiéndonos acceder a un camino prolijamente arreglado.

En los alrededores, estábamos rodeados por un campo de fina gramilla perfectamente bien cortada, como si fuera un campo de golf, alrededor del camino de balastro contorneado sobre sus lados por piedras pintadas de blanco, y una hilera de árboles de cada lado, que formaban como si fuera un túnel en medio de aquel paisaje.

Se veían como islas de árboles de diversas especies que decoraban el horizonte del sitio, donde pude observar a un par de jardineros que trabajaban, uno recortaba el césped con un pequeño tractor en cuanto el otro aplicaba algún producto a los árboles en el fondo de ese inmenso jardín.

El camino se proyectaba hasta algo de doscientos metros, donde se divisaba una inmensa casona blanca, tipo mansión del estilo neoclásico, que en mucho se parecía a las construcciones del tipo de la Casa Blanca en EE.UU., y que tenía una amplia escalera en su parte frontal.

Así que llegamos al destino frente a la casa, haciendo un giro Malden estacionó justo delante de la amplia escalera que era blanca de mármol y que tendría unos seis metros de ancho.

Descendimos de la camioneta y comenzamos a subir los escalones que conducían hasta el pórtico más elevado de la entrada que estaba debajo de un porche con gruesas columnas circulares que sustentaban la fachada superior decorada con bajorrelieves.

Por su arquitectura, en mucho me hacía sentir que estaba en otro tiempo y otro lugar, como si hubiera viajado al Siglo XIX, si bien, era consciente de que debía estar atento a la realidad, pues por algún motivo yo había llegado hasta ese lugar que nunca lo habría imaginado ya que el litoral en el sur de Brasil, es habitado mayoritariamente por gente simple, y no es un lugar donde se podría encontrar una mansión oculta.

La puerta, de madera finamente trabajada, era bastante más ancha de lo habitual, tenía aparentemente más de un metro, y estaba bordeada con fajas laterales de vidrio trabajado con grabados en bajo relieve.

Así que subimos la escalera, pude ver entre los vidrios la sombra de alguien que venía desde el interior para abrir la puerta en cuanto nos aproximábamos a ella. Una vez arriba, se abre la puerta, y aparece la figura de un hombre negro de grandes proporciones, que sonrientemente nos mira y dirigiéndose a mí, me dice…

- Buenas tardes Sr. Alexis, sea usted bienvenido… en correcto portugués, pero con acento extranjero, al que obviamente le reconocí la voz, por ser el que me había atendido la llamada telefónica días atrás.

Dicho esto, me extiende su mano para saludarme y hace un amable gesto para que ingrese, al cual Malden acompaña con su brazo indicándome que pase.

Saludé entonces a este gigante negro que me había sorprendido, y Malden me lo presenta diciéndome... este es Alí, mi inseparable compañero de aventuras.

¡Mucho gusto!, Respondí, al tiempo en que le contestaba el saludo dándole la mano, aunque en verdad, aún estaba algo sorprendido, no solo por su tamaño, sino por el tinte de su color propio del negro netamente africano – este es un rasgo clásico de ciertos grupos africanos, los cuales, difieren mucho del común negro brasileño.

Es un placer Sr. Alí… - le respondí – en cuanto manteníamos el apretón de manos.

Alí, vestía un impecable pantalón azul marino y zapatos negros perfectamente bien lustrados, una camisa blanca de mangas cortas, y un fino reloj que parecía ser de oro, por lo cual, obviamente, se percibía que no se trataba de un criado, ya que, sus modales y el trato con Malden, revelaban una buena vinculación entre ambos. En otro aspecto, Alí, también tenía un aspecto que, al igual que Malden, evidenciaba su origen extranjero, no solo por su forma de hablar, sino por su mirada franca, que era la de una persona que, si bien podría asustar por su tamaño y el color de su piel, a la vez, generaba simpatía por su cara de bonachón, que es la que cualquiera quisiera tener a su lado en un momento de dificultades.

En ese momento, recuerdo que todo me indicaba que, de alguna forma, yo me sentía que estaba siendo tratado algo así como un invitado de honor, si bien, aún no sabía por qué ni para qué.

Frecuentemente, cuando mantenía reuniones en oficinas o en la casa particular de algún cliente, yo siempre me sentía bien recibido, pero tratándose de asuntos de negocios, el motivo de cada reunión ya está previamente delineado, por lo menos de mi parte, pues yo sabía a lo qué me dirigía, cual era mi objetivo en cada reunión, y de alguna forma, era yo quien manejaba el tema, desde que era yo quien iba a ofrecer un negocio que, por estar vinculado a la Bolsa Mercantil y a contratos de inversiones, era algo que se realizaba con gente de mayor nivel económico y social.

Pero, en este caso no, todo ello era un acontecimiento muy poco común, ya que en este caso yo era el invitado, aunque no había ningún motivo aparente para mi visita, y si bien no sentía ningún temor, me mantenía algo así como atento, o más bien curioso, observando todos los detalles y analizando sutilmente el entorno para encontrar indicios y arribar a alguna conclusión sobre la razón por la cual les interesaba mi visita.

Lo que sí tenía muy claro, era que el ambiente estaba delineado por dos características fundamentales, una, es que se trataba de gente con mucho dinero, y la otra, es que existía en el medio un muy elevado nivel cultural.

Nos dirigimos entonces a una sala, que estaba muy bien decorada, el piso con alfombras persa y excelentes pinturas que acompañaban el estilo clásico del mobiliario, con finos cortinados, y un juego de confortables sillones tapizados en terciopelo rojo oscuro, donde nos sentamos con Malden.

Frecuentemente, dice Malden, me gusta reunirme con algunas personas interesantes para tomar un café, e intercambiar conocimientos, que para mí resulta muy saludable, lo que aquí no es muy común como tú, siendo uruguayo, lo debes haber percibido... En eso, se aproxima un ama de llaves y una mucama con un carrito trayendo una lujosa cafetera, y a seguir nos ofrece un café, lo que es habitual en toda reunión en Brasil. Ali también se aproximó para ser servido, en cuanto surgió con Malden un comentario haciendo algunas apreciaciones sobre los diversos tipos de café que se producen en Brasil.

Luego Ali, tomando el platillo con su pocillo de café, se disculpó, pues tenía que retirarse para completar una tarea que estaba haciendo... Cuando se alejó observé que ingresó con su café en otra sala contigua, donde había un fino escritorio de madera labrada, con muchos libros esparcidos sobre él, y entornando las amplias puertas que tenían vidrios con finas cortinas transparentes, se sentó y se dispuso a trabajar.

Malden, viendo como yo le seguía atentamente con la mirada, también él le observaba y luego, girando su cabeza hacia mí, me dice:

- A este hombre, yo le debo la vida, hoy es como un hermano para mí, es mi más fiel amigo y compañero de aventuras.

- ¿Él le salvó la vida? – Indagué.

- Si, así es. Respondió… y continuó,

- Yo nací en Rumania, y cuando muere mi madre yo tenía 12 años, entonces mi padre, que era inglés, decide retornar a Inglaterra llevándome con él.

En Londres, seguí los pasos de mi padre, completé mis estudios y me gradué en Historia, Arqueología y Antropología.

Tenía algo más de veinticinco años cuando ingresé al Ejército Británico, aún en plena Guerra Mundial, pero, por mi formación, fui designado oficial tras una corta preparación militar, y luego, me destinaron a una tarea administrativa en el Servicio de Inteligencia del Ejército.

En ese entonces, las tropas alemanas en el Norte de África estaban siendo derrotadas por nuestro ejército y ya habíamos tomado varias posiciones enemigas. En uno de los puestos alemanes conquistados, al ser vencidos y aniquilados los soldados alemanes que defendían esa posición, el oficial inglés que estaba al mando, descubre algo insólito, un depósito repleto de antiguas reliquias que estos alemanes pretendían llevar para Berlín.

El alto mando británico, al ser informado de esto, me designó a mí para ir a evaluar y traer el material, por lo que yo debería prepararlo, y protegerlo de cualquier daño, hasta transportarlo para Londres.

Siendo estos objetos de mucha antigüedad, y siendo yo arqueólogo, el mando británico consideró que sabría cómo manejar el asunto para evitar daños mayores y traer a salvo ese tesoro arqueológico.

Así fue que, con un pequeño grupo de apoyo, éramos seis en total, fuimos transportados por avión al Norte de África, el avión en el que nos llevaron era un Liberator, un bombardero que nos debería dejar en el lugar.

En vuelo, ya sobre las costas de África, tuvimos que desviarnos de la ruta, porque existían en esa área escuadras de cazas alemanes, pero al desviarnos, fuimos atacados desde tierra por artillería antiaérea enemiga, la que nos provocó serias averías, haciéndonos caer muy lejos de nuestras líneas de apoyo.

Con parte del avión en llamas, el piloto lo consiguió mantener en vuelo hasta poder colocarlo en tierra en un lugar del desierto cerca de una pequeña montaña de rocas, pero sin saberlo, este era un paraje donde existían grupos rebeldes que apoyaban a los alemanes.

Con algunos muertos y otros heridos, hicimos un aterrizaje de emergencia, el avión quedó todo destruido, así que lo abandonamos de inmediato y nos dirigimos hacia la montaña con lo poco que podíamos cargar, algo de agua y varias armas.

Estábamos ya cerca de la base de la montaña, cuando observamos en el horizonte, a una columna de rebeldes que se aproximaba rápidamente a caballo por las arenas del desierto, así fue que corrimos desesperadamente hasta las rocas, a fin de intentar subir y defendernos desde la altura, pero ellos comenzaron a dispararnos antes de que nosotros consiguiéramos alcanzar una posición más segura.

Empezamos a trepar por medio de las rocas, y luego, en cuanto intentábamos desesperadamente subir para protegernos, vi caer a algunos de mis compañeros, cuando de pronto, siento que algo me golpea fuertemente en el hombro, por la espalda, haciéndome perder el equilibrio y caer para atrás – eso es todo lo que recuerdo.

- No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, parece que varios días - continúa Malden – pero, de pronto, siento que empiezo a despertar de un sueño, y al abrir lentamente los ojos, solo percibo que estoy acostado en una cama de paja seca, con una vieja manta sobre mí, en una rústica habitación de piedra que tenía un trapo colgado como cortina en la puerta, y una pequeña abertura cuadrada como ventana por donde entraba el sol.

Mi hombro estaba vendado, y yo apenas observaba el entorno, porque mi cabeza no estaba en condiciones de pensar en nada, sentía como un vacío mental. Así fue que permanecí inmóvil, hasta que algo irrumpe la calma, eran fuertes pisadas que se aproximaban, y repentinamente, aparece por la puerta aquella figura extraña, este gigante negro que me mira, se sonríe, y me dice: ¡Hasta que al fin decidiste despertar amigo!

¿Quién es usted?, ¿Dónde estoy?, ¿Qué sucedió?, fueron las primeras palabras que pronuncié – dice Malden, y sigue – ¡no me puedo mover!

¡Claro que no! - dijo el hombre, ¡tendrás que comer algo primero para recuperar tus fuerzas, perdiste mucha sangre, luego hablaremos!

Reposé – dice Malden – hasta que este hombre me trajo una pequeña vasija de barro con algo dentro que era una especie de sopa caliente con no se lo qué, pero yo no quise preguntar.

Comí, en cuanto este hombre me colocaba la pequeña vasija en la boca para alimentarme y me observaba sonriente, hasta que me dijo; ¡Yo soy Ali!, Te encontré hace cinco días al pie de la montaña. Tus compañeros estaban todos muertos, y tú, recibiste una bala en el hombro, la que te hizo caer y golpear la cabeza. ¡Debe ser muy cabeza dura amigo! Porque con ese golpe cualquiera habría muerto. Pero ya estás bien, la bala entró y salió, así que luego podrás mover bien el brazo.

Gracias Ali, le dije, te debo la vida, mi nombre es…

Si ya lo sé… eres Malden, vi tus documentos en la cartera, aquí estarás a salvo, los rebeldes jamás te encontrarán.

Bien, si tú lo dices… confío en tu palabra, pero, ¿qué haces aquí? – tú hablas perfecto mi idioma.

Ahhh… es una larga historia mi amigo…, yo fui criado y educado por un sultán, a quien serví como consejero y asistente personal, hasta que emboscaron a nuestra caravana y los eliminaron a todos, yo también fui el único a quedar con vida.

Aquí, Malden se detiene, y hace una pequeña observación:

- Ali, habla siete idiomas, varios dialectos, es un genio en las matemáticas, sabe mucho de historia, y, además, es un explorador y cazador excelente.

Entonces Malden continúa:

Pasaron algunos días, cuando, ya recuperado y con fuerzas para caminar, decidimos que yo debería reunirme con mis tropas para cumplir con mi misión y regresar a Londres, para lo cual, Ali se dispuso a acompañarme, diciéndome, bueno, ahora yo tendré que ir contigo, porque aquí, ¡tu solo, no llegarás muy lejos!

Así fue que le expliqué mis órdenes, y le dije: Tienes razón, yo aquí no sabría para donde ir, así que vamos a preparamos.

Entonces salimos a enfrentar el desierto, avanzamos durante varios días. Al segundo día, cerca de unos médanos de arena, Ali me dice ¡Alto! y arrastrándose lentamente sobre la arena hasta la cima, observa, y luego regresa, diciéndome que existía un grupo rebelde acampado del otro lado, a unos quinientos metros. Ya era casi al fin de la tarde, así que esperamos al caer de la noche para continuar avanzando y evitar ser vistos.

Continuamos adelante durante la noche, y otros dos días más tarde, finalmente, pudimos observar una columna militar que avanzaba a cierta distancia, y por el tipo de transportes, pude determinar que eran británicos, así fue que corrimos haciendo señales con los brazos en alto. Al divisarnos, la columna se detuvo y mandaron una patrulla que avanzó hacia nosotros.

Cuando se aproximaron, deje caer la túnica blanca que Ali me había dado para protegerme del sol y el frío de la noche, dejando ver mi maltrecho uniforme británico. Me identifiqué al sargento que estaba al mando de la patrulla, y de esta forma, fuimos conducidos, hasta la columna donde me presenté al oficial en comando, y también presenté a Ali como nuestro aliado.

Así que llegamos al puesto de Mando Avanzado, nos dieron comida y alojamiento, en cuanto el comandante hizo que se reportara a Londres mi presencia con vida, ya que, a esta altura, me habían considerado una baja en combate.

Efectué el informe correspondiente de todo lo sucedido, y solicité órdenes para poder cumplir con mi misión con el apoyo de Ali como civil incorporado, ya que mi grupo de apoyo había sido totalmente exterminado.

De esta forma, con la aprobación del Alto Mando, conseguí llevar a cabo la misión juntamente con Ali, recuperando, clasificando, y empacando todo el material que había venido a buscar para transportarlo a Londres.

Ya de regreso a casa, conseguí que se le concediera a Ali la ciudadanía británica, y que ocupara un cargo de Asistente Especial bajo mi responsabilidad.

Una vez que termina la guerra, ambos fuimos dispensados del servicio militar con los respectivos reconocimientos por nuestra tarea.

La hermandad creada entre Ali y yo, nos llevó a trabajar desde entonces en equipo, hombro a hombro, incluso, en mi primer empleo civil en la Universidad, en cuanto completé otros estudios sobre lenguas antiguas.

A todo esto, ya estábamos en la posguerra, y mi padre, como profesor, me indicó que, en mi país natal, Rumania, entre las más de tres mil bibliotecas que allí existían, muchas de ellas poseían gran cantidad de documentación antigua sin descifrar. La guerra, no les había permitido desarrollar especialistas en la materia, y en los años inmediatos, la dominación comunista, no tenía capacidad para evaluar la importancia y el estudio de estos documentos.

Con gran dificultad, conseguí realizar algunos contactos con amigos de mi padre en Rumania, donde finalmente, gracias al director de un museo, conseguí que se me diera una oportunidad para realizar un trabajo en una de esas bibliotecas que tenían un vasto archivo de documentación sin descifrar.

Pero eso ahí, ya es otra historia – me dice Malden.

- Realmente, es una increíble historia, sería digna de escribir un libro - Afirmé.

- Si, seguramente que sí, pero, cuando hablo mucho, se me seca la garganta Alexis, ¿aceptas saborear un excelente Whisky Escocés?

Sí, ¡por supuesto! – exclamé

En cuanto disfrutamos del whisky, que por cierto era excelente, Malden, que también era fumador, me convidó con un “puro” importado, algo que hacía mucho tiempo que yo no experimentaba.

Luego, continuamos charlando sobre otros asuntos en general mientras disfrutamos saboreando el puro y el whisky, y dialogamos bastante más sobre otros asuntos al margen de su historia personal, ya que había surgido el tema de la guerra, y esto condujo a mi preparación inicial en la Fuerza Aérea y sobre mis actividades profesionales, por lo que Malden me hizo muchas preguntas acerca de lo que yo hacía y estudiaba, cuestión en la que parecía estar muy interesado. En definitiva, fue una conversación amistosa, y también muy enriquecedora, porque este hombre sabía perfectamente cómo mantener un dialogo inteligente.

Se hacía tarde, así que agradecí por la invitación y Malden se dispuso a llevarme de vuelta a buscar mi coche, al tiempo que me propuso volver en otra oportunidad, cuando podríamos seguir charlando más sobre el asunto, “te va a interesar” me dijo...

La conversación fue sumamente interesante, y yo no oculté mi satisfacción por su emocionante relato, pero, algo aún me quedaba en la duda… Se trataba de un veterano, que le gustaba contar sus experiencias para pasar el tiempo, ¿o Malden intentaba decirme algo más que yo todavía no tenía en claro?

Me llamó mucho la atención, el hecho de que, al despedirnos, le dije que era un honor para mí conocer a alguien con una historia tan interesante, por lo que Malden agradeció, pero me hizo una sugerencia, que fue la siguiente:

- Esta, es una historia que pocos conocen, considérelo algo así como algo reservado… “una especie de secreto entre amigos.”

Ciertamente concordé, pero, no dejé de pensar que, aparentemente, un secreto entre amigos, es algo que no se debe divulgar, ¿por qué?

La realidad aún no la sabía, así que decidí continuar con el juego para ver hasta donde llegaba y qué había detrás de esto, si es que algo había.

Lo único que yo tenía en claro, es que, al subir a mi auto para volver a casa, tenía aún mayor inquietud que cuando llegué, pero también, sentía que había ganado la confianza de alguien que podría ser, tal vez un gran maestro.

El enigma del código de las favas

Подняться наверх