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Prefacio del autor

Hay pensadores que por su importancia merecen un análisis que puede adquirir la forma de meditaciones, reflexiones o ensayos interpretativos. Por caso, René Descartes suscitó las famosas Meditaciones cartesianas, elaboradas por el padre de la fenomenología, Edmund Husserl1 y, más recientemente, las Cuestiones cartesianas, escritas por el filósofo francés Jean-Luc Marion.2 En nuestro caso, queremos dedicar unos textos al pensamiento teológico de Karl Barth a modo de meditaciones, en este caso teológicas, que hemos titulado Karl Barth en América Latina. Se trata de un título simbólico ya que, físicamente, no nos consta que Barth hubiera estado alguna vez en América Latina. Sin embargo, la presencia de su obra y pensamiento en nuestro continente, culturalmente hablando, es notoria tanto en el ámbito protestante como en el católico. Entendemos que, junto a Rudolf Bultmann y Paul Tillich, integra acaso la trilogía más importante de la teología protestante del siglo XX. Los tres, precisamente, nacieron a fines del siglo XIX y sus obras merecen un estudio profundo que destaque la relevancia de sus pensamientos no solo para su época sino también para los tiempos actuales. Todo pensamiento profundo, tanto de naturaleza filosófica como teológica, siempre se extiende al futuro y es posible extraer de él derivaciones que nos ayuden a interpretar nuestro presente.

Comencé a saber de Karl Barth en mis primeros años de estudio de la teología. Fueron dos los profesores que de alguna manera incipiente me sembraron la inquietud de conocer la obra de Barth: uno, el doctor Miguel Ángel Zandrino, bioquímico y antropólogo físico, y otro, el doctor Samuel Escobar, educador y teólogo peruano. En muchas de sus clases mencionaban frecuentemente a Karl Barth y no dudaban en considerarlo uno de los más importantes teólogos protestantes del siglo XX. Zandrino consideraba a Barth como el más grande teólogo del siglo. Recuerdo que varias veces señaló que Barth consideraba a la Biblia como “la palabra humillada de Dios”. En cuanto a Samuel Escobar, su conocimiento de la teología protestante de ese siglo se ponía de manifiesto en sus exposiciones en las que destacaba a Karl Barth y a los hermanos Reinhold y Richard Niebuhr. De este último citaba muchas veces su notable obra The Kingdom of God in America que analizo en el libro Reino, política y misión (Ediciones Puma, Lima, 2011). Pero en aquella primera etapa de estudios teológicos las referencias a Barth no pasaban de ser simplemente eso: referencias. No hubo estudios y ni siquiera lectura de sus textos. Posteriormente, en el Seminario Teológico Centroamericano, estudié formalmente la obra de Barth, casi exclusivamente en las clases del Dr. Emilio Antonio Núñez, con quien tenía el privilegio de platicar fuera de las aulas sobre los teólogos europeos, americanos y, sobre todo, latinoamericanos. Habiendo culminado mi carrera de bachillerato en teología en el Seminario Evangélico Presbiteriano de Guatemala y de profesorado en el Seteca, regresé a la Argentina. Tuve el privilegio de continuar estudios en el Seminario Internacional Teológico Bautista de Buenos Aires, y allí se produjo un kairós en mi estudio de la teología contemporánea, ya que los cursos del doctor Guillermo Stancil me permitieron profundizar en teólogos como Paul Tillich, Emil Brunner y, sobre todo, Karl Barth.

En los años 1990 alcancé cierta decantación de mis estudios barthianos al profundizar la lectura de la Church Dogmatics, Bosquejo de dogmática, La oración, Introducción a la teología evangélica, La predicación del Evangelio y The Epistle to the Romans que, a la sazón, todavía no estaba traducida ni al castellano ni al portugués. En esa década, cuando ejercí el rectorado del Instituto Teológico Bahía Blanca de la Unión Evangélica de la Argentina, invité al pastor David Baret, de la Iglesia Valdense de esa ciudad. Baret nació cerca de La Paz, norte de Entre Ríos, estudió en la antigua Facultad de Teología Metodista –posteriormente ISEDET e Instituto Universitario ISEDET– período en que fue influido por la teología de Barth. También realizó estudios en el Instituto Ecuménico Bossey de Suiza.3 El pastor Baret era un “barthiano de ley” que gentilmente accedió a mi invitación para dar una charla sobre Barth y las Tesis de Barmen en el Instituto de referencia. Fue un fértil y ameno diálogo que se extendió a otras oportunidades. Fue él quien comentó que, en la redacción de esas Tesis, Barth disfrutaba de un café brasileño mientras redactaba el texto.

He publicado varios artículos sobre la teología de Barth, entre otros: “La importancia del comentario de Karl Barth a la Carta a los Romanos”, “Carácter dialéctico de la justicia y praxis sociopolítica en Karl Barth” y “El círculo hermenéutico en las teologías de Juan Calvino y Karl Barth”, todos incluidos en el libro Reino, política y misión.4 Más recientemente, publiqué el ensayo “El comentario de Karl Barth a la Carta a los Romanos como un modelo preliminar de hermenéutica de texto”.5 He dictado el curso de teología contemporánea en el Instituto Bíblico Bahía Blanca, el Instituto Bíblico Buenos Aires, el Seminario Internacional Teológico Bautista (una vez) y en el Instituto Teológico Fiet. Las clases sobre Karl Barth siempre suscitaron mucho interés de parte de los estudiantes y en todos los casos he sido enriquecido con sus discusiones y aportes.

Datos sobre el origen de los textos: el capítulo 1, titulado: “Karl Barth: de la crisis a la teología de la Palabra” ha sido escrito para la presente obra con la intención de ofrecer una semblanza del teólogo suizo, destacando sus orígenes en una familia reformada, su vocación para dedicarse a la teología, sus estudios en Alemania y los cambios que se produjeron en él a su regreso a Suiza. También expongo lo que Barth entendía por “teología”: una “ciencia extraña” pero a su vez, hermosa como ciencia humana. Finalmente reflexiono sobre los modos en que se ha denominado a la teología barthiana y su importancia como “teología de la Palabra”.

En el capítulo 2 nos preguntamos si a Karl Barth se lo puede considerar como un teólogo existencialista. La pregunta surge al tomar conocimiento de un diálogo que se suscitó entre Barth y Emilio Castro cuando éste estudiaba con Barth en Basilea. En un momento, el teólogo uruguayo comentó a Barth que cierto filósofo argentino había publicado un libro en el cual lo incluía a él como un pensador existencialista y que, en su presentación, el filósofo decía que Barth no había escrito nada acerca del destino de los animales. A lo cual Barth le respondió que seguramente no habrá leído toda su Dogmática, porque en ella hay referencias puntuales al destino de los animales. Mi investigación me condujo a buscar ese libro hasta dar con él. Se trata de la obra de Vicente Fatone: La existencia humana y sus filósofos6, en la cual el filósofo y místico argentino interpreta a Barth junto a pensadores de la talla de Heidegger, Jaspers, Berdiaev y Sartre, entre otros. Grande fue mi sorpresa cuando advertí que en el capítulo que Fatone consagra a Barth pone de manifiesto haber recorrido toda su obra, lo cual me condujo a elaborar ese capítulo donde planteo si es posible definir a Barth como un teólogo existencialista y, en todo caso, a qué tipo de existencialismo se lo podría asociar.

El capítulo 3, referido a la contradicción entre revelación y religión según Karl Barth, es el primer texto que escribí, en noviembre del año 1990 en Bahía Blanca, para un curso que dicté en el Instituto Bíblico de esa ciudad. Unos pocos años antes, mi hijo David, casi a hurtadillas, pasaba por la puerta del aula para escuchar la exposición. Con ligeras actualizaciones, el texto reproduce lo que elaboré para el curso de referencia.

El capítulo 4, “Iglesia, sociedad, Reino de Dios y política”, expone la importancia de la relación entre Iglesia y sociedad respecto del Reino de Dios y la política. Para su elaboración no solo fueron importantes los textos que ya conocía, y el texto base fue escrito para mis clases de teología contemporánea que desarrollé en el recordado Seminario Antonio de Godoy Sobrinho en Londrina, Brasil, durante los hermosos años 1999 a 2001 en que viví allí junto a mi esposa Emilia. Sin embargo, el contenido del capítulo ha sido enriquecido con una obra de más reciente publicación: Karl Barth in conversation7 que adquirí en Boston durante la Annual Meeting of Society of Biblical Literature, a la cual fui invitado para exponer las más recientes tendencias de la escatología en América Latina. En esa obra podemos ver a un Barth que responde apasionadamente a muchas preguntas que le formularon estudiantes y colegas en varios seminarios e instituciones teológicas de Europa y Estados Unidos sobre el papel político de la Iglesia en el mundo, la centralidad del Reino de Dios y el involucramiento cristiano en esa área decisiva de la vida humana. Creo que muchas de las definiciones de Barth en esos diálogos tienen una relevancia notable en el presente de los protestantes y evangélicos en América Latina hoy y su participación en la vida política concreta de nuestros pueblos.

Casi como una continuación del tema político, en el capítulo 5 analizo el posicionamiento decidido y crítico de Karl Barth frente al nazismo, y su participación en la elaboración de las Tesis de Barmen en las que la Iglesia confesante se pronuncia en contra de la hegemonía de Adolf Hitler y su política de exterminio de los judíos. El texto es una actualización –con el recurso de nuevas fuentes– de un tema que hemos abordado en otras ocasiones.8

El capítulo 6 está consagrado a hacer un recuento de la recepción de Barth en el ámbito latinoamericano, destacando su influencia en el movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), luego en la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) y finalmente en la Teología de la Liberación. Pongo de manifiesto que fueron tres los latinoamericanos que estudiaron con Karl Barth: el metodista uruguayo Emilio Castro, el bautista Rolando Gutiérrez-Cortés de Nicaragua y con un amplio ministerio pastoral en México y, finalmente, Juan Stam –estadounidense que adoptó la nacionalidad costarricense–, destacado biblista a quien tuve el privilegio de hacerle una entrevista.

El capítulo 7 recrea un trabajo que, inicialmente, escribí para la cátedra de teología contemporánea que tomé con el doctor Guillermo Stancil en mayo de 1982 en el Seminario Internacional Teológico Bautista de Buenos Aires. El texto se ha modificado (mutatis mutandi) y se puede aplicar la ley de Lavoisier: “nada se pierde, todo se transforma”. En efecto, de un estilo académico ha devenido en el cuento que escribí en mayo de 2017, titulado “Karl Barth, Emil Brunner y Paul Tillich: café brasileño.” Pese a su carácter ficcional –acaso por influencia borgesiana– los contenidos medulares son estrictamente históricos, sobre todo en lo que se refiere a las cuestiones teológicas. Confieso, también, que para elaborar este diálogo “ficticio”, me inspiró la lectura del filósofo italiano Sergio Givone que inicia su Historia de la nada justamente con una introducción que subtitula entre paréntesis: “(en forma de diálogo entre el autor y un lector hipotético)”.9

La obra se cierra con la memorable entrevista que en mayo de 2017 realicé al colega y amigo, doctor Juan Stam, en San José de Costa Rica. La doctora Ruth Padilla tuvo a bien concertar esta entrevista histórica a quien, con gran emoción, denomino “el último discípulo” por ser testimonio vivo de Karl Barth como estudiante latinoamericano del gran teólogo reformado.

Los lectores advertirán que el contenido del libro responde a una diversidad de géneros literarios que van desde la exposición académica a la ficción en el capítulo 2 y la entrevista en el último capítulo. Parto de la afirmación de Todorov que afirma: “Un libro no pertenece ya a un género, cualquier libro depende solamente de la literatura”.10 En la presente obra, la elección de cada género estuvo en relación directa con el contenido de cada capítulo.

El presente libro se abre con un “umbral”, puerta de acceso a toda la obra. Se incluye allí una oración pronunciada por Barth antes de una predicación sobre Levítico 26.12. Lo he incluido porque creo firmemente que allí está, in nuce, toda la teología de Barth en una oración, ya que destaca a Dios como Padre nuestro y la gracia de Jesucristo, su amado Hijo. Además, esa oración está atravesada por la clásica dialéctica barthiana: hombres de buena y de mala conciencia, hombres satisfechos e insatisfechos, cristianos por convicción, a medias o directamente incrédulos, parientes, amigos y conocidos, de familias ordenadas, tensas o destrozadas. Pero todos, delante de Dios para oír su Palabra desde la cual, por la cual y para la cual existimos en el mundo.

Hago propicia esta presentación para dejar constancia de mi gratitud a LOGOI Inc. (1980-1993) –a la memoria de su fundador, el Rev. Les Thompson– y a la Presbyterian Church USA (1999-2001) –por gestiones del Rev. Eddie Soto–, instituciones que en Argentina y en Brasil, respectivamente, me hicieron sentir un profesional de la teología en todo el sentido del vocablo y me permitieron dedicarme de lleno a mi vocación.

Mi gratitud más profunda a Juan Stam, que gentilmente accedió a ser entrevistado en Costa Rica; a la profesora Mabel Cámara, que desgrabó esa entrevista; a Leopoldo Cervantes-Ortiz que ennoblece mi texto con su esmerado prólogo; a mis hijos Myrian, David y Gerardo, que representan el legado más importante que puedo dejar en este mundo y, como siempre, a mi amada Emi que me ha acompañado fiel y amorosamente en la larga trayectoria teológica que hemos vivido juntos en Argentina, Guatemala y Brasil.

Soli Deo gloria.

Alberto F. Roldán

Ramos Mejía, Cuaresma de 2019

1 Edmund Husserl, Meditaciones cartesianas, trad. José Gaós y Miguel García-Baró, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.

2 Jean-Luc Marion, Cuestiones cartesianas, trad. Pablo E. Pavesi, Prometeo Libros-UCA, Buenos Aires, 2012.

3 Datos proporcionados por el pastor Álvaro Michelin Salomón en comunicación por email, 21 de marzo de 2019.

4 Alberto F. Roldán, Reino, política y misión. Sus relaciones en perspectiva latinoamericana, Ediciones Puma, Lima, 2011.

5 Alberto F. Roldán, Hermenéutica y signos de los tiempos, Ediciones Teología y Cultura, Buenos Aires, 2016, capítulo 7.

6 Vicente Fatone, La existencia humana y sus filósofos, Editorial Raigal, Buenos Aires, 1953. Recientemente, por influencia una vez más de mi amigo Leopoldo Cervantes-Ortiz, descubrí al narrador estadounidense John Updike, en cuyas novelas aparece en nítido relieve Karl Barth, su teólogo predilecto, según confiesa. En una de esas novelas, La versión de Roger, el personaje central echa mano de la obra de Barth para refutar y dejar casi en ridículo a un personaje que viene a él para demostrarle la existencia de Dios a partir de la teoría del Big Bang. En un momento del diálogo, la voz narradora dice: “aproveché el momento para repasar una cita de Barth. Recordé que contenía una serie de vías conducentes a Dios. Estaba casi seguro de que era de La palabra de Dios y la Palabra del Hombre. […] Con solo hojearlo, sentí la fuerza soberbia de los párrafos de Barth, su magnífica y cabal integridad y su energía en el reino de la prosa, concretamente de la prosa cristiana, que suele caracterizarse por la flojedad intelectual y su falta de sinceridad. ‘El hombre es un enigma, y su universo, aunque vívidamente visto y sin sentido, es una pregunta… La solución del enigma y su respuesta a la pregunta, la satisfacción de nuestra necesidad, es el acontecimiento absolutamente nuevo…” John Updike, La versión de Roger, trad. José Ferrer, Plaza & Janes Editores, Barcelona, 1986, p. 39. Cursivas originales.

7 Karl Barth, Eberhard Busch, editor, Karl Barth in conversation, volume 1, 1959-1962, Westminster John Knox Press, Louisville, 2017.

8 Cf. Reino, política y misión, Ediciones Puma, 2011, pp. 117-123.

9 Sergio Givone, Historia de la nada, 2da. Edición, trad. Alejo González y Demian Orosz, Laura Hidalgo editora, Buenos Aires, 2009, pp. 7ss.

10 Tzvetan Todorov, Los géneros del discurso, trad. Víctor Goldstein, Waldhuter, Buenos Aires, 2012, p. 58

Karl Barth en América Latina

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