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Alain Badiou echa de menos la mili
ОглавлениеLa ancianidad se ve amenazada por numerosos peligros: tropezar y romperse la cadera; tropezar y ponerse a darle consejos a los jóvenes; morir. En el segundo tropiezo ha incurrido Alain Badiou, prestigioso filósofo francés.
En realidad, «prestigioso filósofo francés» es una redundancia. ¿Se puede ser francés y no tener prestigio? Un cocinero francés, un futbolista francés, una actriz francesa… Nadie se pregunta: ¿tienen prestigio? En España se lo damos; a fin de cuentas, nosotros el prestigio no lo queremos para nada.
La vida verdadera es el nuevo libro de Badiou, un libro corto, casi un cuaderno para hacer la comunión, destinado en principio a orientar a la juventud por el camino de la filosofía y no dejarla en manos de la realidad, que de la realidad no se sale.
Badiou no está solo aleccionando a los jóvenes: Sócrates lo hizo antes. Dicho esto, Badiou se suma a su visión de la filosofía como forma de corromper a la juventud, en el sentido de que los aleja del camino trillado (encontrar trabajo, casarse, tener hijos) y los lleva a un mundo maravilloso (donde también encuentran trabajo, se casan y tienen hijos, pero todo mejor, más enrollado). La verdadera vida es esta: acabar como todo el mundo, pero habiendo leído antes a Badiou.
Los jóvenes, según el maestro, solo pueden hacer dos cosas mientras son jóvenes: destruir o construir. Esto es: «o quemar la vida o construirla»; ser rebeldes o aplicados, dejar la carrera o sacar matrícula de honor. ¿No hay término medio? No, no lo hay. Badiou le habla a una juventud muy concreta (aunque él crea que le habla a toda la juventud): a la que sale en las portadas de las revistas. Solo así se explica que un joven hoy en día no tenga más opciones que ser terrorista o broker, para el filósofo.
«Entonces, ¿es una ventaja ser joven en la actualidad?», se pregunta en un momento dado nuestro autor, y muy seriamente. Hombre, está el abono joven. Fuera de eso, quizá es mejor tener setenta y nueve años.
Badiou parcela su panfleto en tres partes y dedica una a los chicos y otra a las chicas. Esto ya muestra lo avanzado de su pensamiento.
A los chicos les dice que qué suerte haberse librado del servicio militar, pero no del todo. Según él, la mili marcaba a los hombres, les decía: he ahí la vida adulta.
Como ya no hay mili, los chicos nunca acaban por ser hombres, pues nadie les ha avisado de que su adolescencia y posadolescencia se acaban. Como yo mismo, al exponer esta inefable estupidez, no me acabo de creer que salga en el libro, voy a citarlo: «Mi tesis sobre los hijos es esta: la ruina de los procedimientos de iniciación, de entre los cuales el principal era el servicio militar, conlleva que los hijos no tengan ningún punto de apoyo simbólico para convertirse en algo distinto de lo que son».
De donde deducimos que, si hiciste la objeción o fuiste insumiso, no has madurado. ¿Cómo vas a madurar viendo tu nombre en la lista de busca y captura del Ejército? Eso te vuelve un niño para siempre.
¿Y las chicas? Como yo, Badiou es tímido con las chicas, por eso escribe esto: «Una mujer es un ir-más-allá del Uno disfrazado de un pasar-entre-Dos». Bueno, Badiou, ¡hay chicas de muchas maneras! No te pongas en lo peor.
No contento con esta exhibición de músculo oscurantista (que diría Steiner), Badiou se regodea con su hallazgo, con esa definición de «chica», y añade: «Nuestro problema inicial, el de las hijas en el mundo contemporáneo, queda ahora más claro». Un ir-más-allá del Uno disfrazado de un pasar-entre-Dos: yo lo veo cristalino.
Lo que quiere decir Badiou (o no: ¿alguien puede saber lo que quiere decir Badiou?) es que, al contrario que los chicos, las chicas se ven empujadas a comportarse como mujeres (maquillaje, ropa, modales) prematuramente, por lo que no llegan a ser la mujer que realmente son debido a que han detenido su desarrollo en una especie de borrador inamovible. Que haya chicas que no se pasan la vida pintándose las uñas, sino, por ejemplo, leyendo, no se le ha ocurrido a Badiou.
En conclusión: ni los jóvenes ni las jóvenas de hoy pueden llegar a desarrollarse como personas, los unos por culpa de la mili y las otras por culpa del gloss. Firmado: Alain Badiou, París, 2017; y olé.
Tras leer este librito me he puesto a pensar en si es realmente posible escribir consejos para los jóvenes, algo sólido, claro, honesto. No he sido capaz de recordar ningún manual de esta especie que merezca la pena, pero algunas citas de novelas han tenido a bien aflorar en la parte navegable de mi memoria. Son ideas hacia las que yo dirigiría la atención de una persona de dieciocho años.
El comienzo de El gran Gatsby, por ejemplo, con aquello de que uno debe tomar siempre en cuenta que no todos han tenido sus oportunidades; esta noción de Cervantes: «Ser orgulloso con los orgullosos y humilde con los humildes»; o la conversación entre Martin Amis y su hijo que el autor inglés relata en Experiencia. Dice el hijo: «Papá, ¿nosotros de qué clase social somos?». Dice Amis: «De ninguna. Nosotros no creemos en eso».