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ОглавлениеIntroducción al segundo cuaderno
El fascista estrafalario
Siempre me ha sorprendido -por incompleta- esa idea tan extendida que asocia la memoria histórica al recuerdo y homenaje de las víctimas.
Eso es imprescindible, claro; y por supuesto que la reparación es un imperativo de justicia. Pero de quien tiene en verdad peligro olvidarse es de los verdugos. No vaya a ser.
Recalco esto porque tengo la impresión de que -a diferencia de lo que generalmente se cree- los españoles, de mi generación en adelante, conocemos mejor a los vencidos de la guerra civil que a los vencedores.
Ahora se vuelve a hablar de ultraderecha y la última vez que fui a Madrid encontré abundantes banderas creciendo en los balcones como si fuesen geranios. Y si uno mira hacia afuera ve el mundo alborotado con los Trump, los Bolsonaro y los Salvini. En un contexto así parece oportuno seleccionar una pieza imposible que tenga que ver con el fascismo.
Y Ernesto Giménez Caballero, Gecé -como a veces firmaba-, ofrece un ejemplo precioso. De libro.
Lo hace, porque a pesar de la relevancia ideológica y literaria que en su día tuvo hoy ha sido borrado (sobre todo por los suyos). Y no porque no tenga interés, que lo tiene,7 sino porque no hay manera de que encaje en ningún sitio.
A mí su historia me interesa además porque tiene muchas implicaciones con Paraguay, que es un país al que por razones personales me siento especialmente vinculado.
Lo mismo que los otros dos volúmenes, este texto incorpora abundantes notas y referencias. Sálteselas, si le parece. Sin remordimiento. En algunos casos las citas provienen de investigación a la antigua usanza (con permisos, archivos y horas pasadas frente a biblioratos inéditos y páginas escritas a máquina en papel cebolla -es el caso de Los papeles de la embajada-), en otros remiten a pilas de libros, revistas y fotocopias subrayadas y -las más de ellas- a consultas fiadas a internet. No pocas, a la wikipedia (quien nunca lo haya hecho que tire la primera piedra). Quiero reivindicarlo porque me parece una herramienta de divulgación buenísima en sí misma y que conduce a otras muchas puertas. Merecería el homenaje de cualquiera que no sea un vendedor de enciclopedias.
Aunque en la pretensión de aportar denominaciones de origen -igual que en los vinos caros- he procurado identificar la procedencia de cada pieza, no descarto que se haya colado alguna cita no citada. Manejar miles de notas es engorroso y durante el proceso puede que haya traspapelado u olvidado de dónde vino alguna. No creo de todos modos que sean muchas. Lo aclaro por si hubiera algún lector especialmente escrupuloso o suspicaz.
La intención en todo caso es añadir una pieza más -la mía- contra cualquier posible adanismo ingenuo a la hora de recibir al posfascismo. Porque viene con una careta que, sobre todo a la gente más joven, puede resultarle atractiva.
La paradoja de esto es que le hago un favor un poco anacrónico a Giménez Caballero, que tanto quiso ser recordado. Me acuerdo de él yo en un momento en el que ya nadie lo hace.
7 La Gaceta Literaria fue magnífica. Y su intento de casar con Hitler a Pilar Primo de Rivera, memorable.