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ОглавлениеA la vanguardia
Los orígenes
´La Victoria de Samotracia´ es más fea que un automóvil de carreras. Esta declaración de principios la escribió -palabra más, palabra menos- Filippo Tommaso Marinetti en el manifiesto fundacional del futurismo. Fue en 1909.97
La frase tiene miga, y sintetiza el empeño por encontrar una estética nueva -más libre- que caracterizó a los diversos movimientos artísticos conocidos como ismos en las primeras décadas del siglo XX: fauvismo, cubismo, dadaísmo, surrealismo, ultraísmo… Aquellos jóvenes (que luego fueron viejísimos, hay que ver cómo es el tiempo) revolucionaron el arte con una insolencia ejemplar en un momento histórico fascinante que sin embargo acabó coincidiendo con el alumbramiento del fascismo. Y del estalinismo.
El nombre vanguardia les vino más tarde, después de la Primera Guerra Mundial -que se convirtió lógicamente en una sombra omnipresente-. Marinetti y Apollinaire fueron dos de sus protagonistas más conocidos.
En lo que a España respecta, entre los que destacaron en la asunción fervorosa de las nuevas tendencias se encontraban Ramón Gómez de la Serna (a través de sus ´greguerías´ -que son pifias, balbuceos …virguerías, decía él mismo-) y Ernesto Giménez Caballero, que en esa época comenzaba a experimentar los planteamientos del arte nuevo en Eoántropo98 y en sus Carteles literarios.99
Durante aquellos años Giménez Caballero escribió algunos libros poco conocidos (ninguno de los suyos ahora lo son) con los que resulta mucho más fácil simpatizar que con lo que iba a producir después. Tienen desde luego mayor interés literario. Y es que en su primer empeño pretendió empujar a la vez la revolución estética y la política. Fue pionero casi al mismo tiempo del surrealismo y del fascismo (un itinerario parecido al de Marinetti, que se convirtió en poeta oficial del régimen de Mussolini).100 Ganó lo segundo.
En sus múltiples facetas -crítica del arte, literatura, organización social, cine…- Gecé trató siempre de ir más allá de la teoría y concretar las cosas. El empeño por aterrizar en un régimen político las elitistas ideas sociológicas de Ortega y Gasset fue una contribución calamitosa, pero en cambio pasar de teórico del arte a creador le hizo escribir un puñado de páginas muy interesantes.
Hay sobre todo dos textos más que notables que no tienen apenas relación con el resto de su obra (son como un paréntesis en su producción, porque cuando los escribió ya había publicado Notas marruecas de un soldado y pasado por la cárcel por motivos políticos).
Se trata de Yo, inspector de alcantarillas y de Hércules jugando a los dados, publicados ambos en 1928. Un año después escribiría Julepe de menta. Por contextualizar, pensemos que en aquel momento Alberti acababa de sacar a la luz Sobre los ángeles (1927) y Lorca estaba en vísperas de preparar Poeta en Nueva York (1929).
Lo que más sorprende en algunos de ellos es cómo experimentaron a combinar la tradición y la revolución, dos impulsos en principio antagónicos -lo viejo y lo nuevo- cuya mezcla parece una paradoja. Lorca por ejemplo se atrevió a desplegar metáforas tremendas sin por ello renunciar a la octava real. Giménez Caballero acababa por su parte de publicar Los toros, las castañuelas y la Virgen. Un título como se ve de rabiosa actualidad.101
Mientras en Francia los surrealistas se esforzaban por integrar literatura y sexualidad con la psicología freudiana, Giménez Caballero pretendió interpretar a Freud a la luz de la tradición. Sostuvo cosas tan absurdas como:
…descubrí que el psicoanálisis genuino para un español estaba en nuestra literatura mística, y sobre todo en San Juan de la Cruz.102
Si uno lo piensa mejor en el fondo es coherente, porque no deja de tener un punto surrealista.
Pusieron de moda el esteticismo, el arte por el arte, cierto culto a las máquinas -más que a las estatuas clásicas-, el jazz, el inconsciente y la industrialización.
Gecé quiso también -no dejaba pasar una- llevar a la práctica lo de la industrialización. En 1929 inauguró en Madrid un espacio destinado a la difusión de los nuevos muebles metálicos. Lo llamó La Galería. Justo es el mismo nombre con el que Ramón Esono -que no lo sabe- está tratando de promover hoy en Malabo un espacio de intercambio entre artistas. Creemos que se nos ocurren cosas nuevas, pero todo está ya dicho. La ignorancia y el olvido son lo único que nos permiten continuar produciendo.103
En aquellos años Ernesto Giménez Caballero coincidía con Salvador Dalí en la concepción de algunos trabajos. Un artículo de la revista Anthropos afirma que el cuadro de Dalí La profanación de la hostia está inspirado en un relato de Yo, inspector de alcantarillas (concretamente en el titulado Infancia de Don Juan, en el que uno de los personajes, por venganza, se dirige a la iglesia y se masturba en un reclinatorio frente al altar del Sagrado Corazón).104 Ojo, porque -aunque parezca mentira- esa escena está escrita por el mismo Giménez Caballero que acabará transformado en un Torquemada meapilas.
El planteamiento recuerda a este otro texto que recogí en El brillo de los reversos (creo que se trata del fragmento de un artículo de Juan José Millás, pero extravié la referencia y no me siento en condiciones de asegurarlo). Dice así:
Hacen el amor contra la columna románica, pero, por precaución, él no eyacula dentro de la mujer. Ella recibe en su mano el semen, lo lleva en ella (por puro civismo) con el puño cerrado. Lo sacude cerca de una imagen (como un hisopo) y lava la mano (por higiene) en una pila de agua bendita. Después de hacerlo instintivamente se persigna.
Yo, inspector de alcantarillas es un libro difícil de clasificar. Tiene partes poemáticas, otras polémicas, también humorísticas (esa vaca y yo) y algunas testimoniales. Faltaba todavía un siglo para que se pusieran de moda los blogs. He leído que probablemente sea el primer libro surrealista y con material onírico publicado en España.
En la entrevista para el programa A fondo (realizada cincuenta años más tarde) Giménez Caballero le dijo en televisión a Joaquín Soler que Yo, inspector de alcantarillas había sido durante años un libro prohibido y que solo pudo ser publicado de nuevo con la apertura que siguió a la transición.105 Algo que yo no me creo.
El título de esa obra constituye en todo caso una declaración de principios casi psicoanalíticos, puesto que Yo remite a subjetividad, inspector a un ansia por indagar y alcantarillas a lo soterrado.
Para mí, que me he preocupado de buscar -y que he encontrado, tengo fotos- tapas de alcantarilla en Maputo en las que pone Lourenço Marques y otras en Malabo en las que está escrito Fernando Poo (los nombres coloniales de esas dos ciudades, desaparecidos hace muchas décadas) tiene además una resonancia particular.
Hércules jugando a los dados está escrito en prosa.106 Eso da qué pensar, porque siempre que se habla de la Generación del 27 se menciona únicamente a los poetas y parece haber un olvido absoluto ¿por qué? de los prosistas. Hércules… exalta el deporte, el arte y el sexo nuevo, sea eso lo que sea.
En una línea parecida Giménez Caballero va a publicar al año siguiente Julepe de menta y otros aperitivos.107 En cierto sentido Julepe… es más radical que los anteriores, porque a diferencia de Yo, inspector… no es ya una ficción, sino que despliega un puñado de ensayos dirigidos a descalabrar el discurso conservador. Quién lo ha visto y quién lo vio. Incluye en ellos una Oda al bidet y un texto titulado Góngora en el dancing -aún no se habían popularizado anglicismos hoy tan frecuentes como parking o shopping-.
Lo cierto es que se trata de libros difíciles. Heterogéneos y complicados de catalogar. En internet se encuentran en la etiqueta ´libros raros y curiosos´. No puedo evitar preguntarme bajo qué epígrafe estarán, si algún día lo están, clasificadas estas páginas que escribo.
He leído también que las vanguardias no fueron nunca gregarias, que a Giménez Caballero se le puede considerar un ismo en sí mismo -un mal juego de palabras-, y que probablemente sea más riguroso afirmar que Ramón Gómez de la Serna fue ramonista en lugar de definirlo como ultraísta.
Un apunte curioso. Hace un par de meses me topé -sin buscarlo, leyendo algo que en principio no tenía nada que ver con Gecé- con este párrafo en un libro sobre la movida madrileña. Está escrito por un periodista muy crítico con las políticas culturales, que sostiene que todo aquello no pasó de ser una impostura y una enorme tomadura de pelo:
…ese moderno y vanguardista que fue Ernesto Giménez Caballero ( ) el posmoderno español por excelencia. Aún en los 80, octogenario él, daba sopas con honda a todos los movideros.108
No tiene relación, pero de ese texto lo que más gracia me ha hecho es que en otra página describe a Felipe González como ´ese hombre que parece el dueño de un restaurante japonés en cualquier barrio de Valencia´.
Cineasta pionero
Dentro de la actividad frenética desarrollada por Giménez Caballero en aquellos años el cine ocupó un lugar privilegiado.
Él fue quien abrió en España, en 1928, el primer Cine Club. Y quien proyectó, según afirma -y no hay motivo para dudarlo- en nuestro país la primera película surrealista, la primera soviética, la primera educativa, la primera sonora y la primera china;109 salvo la primera porno -sobre lo que no hay constancia- se anticipó en todo.
No es broma. Fue Giménez Caballero quien presentó en público por vez primera Un perro andaluz, la película hecha al alimón entre Dalí y Buñuel. De hecho, parece que aquel día el revuelo provocado por la escena del ojo y la cuchilla de afeitar hizo que tuviera que intervenir la policía. Gecé escribiría más tarde:
…necesitamos hacer progresos en la barbarie… lo que debemos liberar es el mensaje de ´Un perro andaluz´, que señala el camino de la España futura. Un poco más de irracionalidad, de barbarismo, de entusiasmo, de fe.110
Y sin embargo -contradictorio él- con el tiempo acabaría relacionando los sucesos revolucionarios anticlericales con la violencia surrealista.111
Aquella no fue la única vez que se produjeron disturbios en el Cine Club. Según cuenta también en sus memorias:
…en eso de los films rusos ningún recuerdo más sensacional que aquel Acorazado Potemkin (que proyecté yo el primero en España, y ofrecí en el cine de la Prensa, en colaboración con Ramón Franco, armándose tal escándalo que las luces se apagaron y sonaron unos tiros).112
Precisamente la película de Eisenstein -a quien Giménez Caballero había conocido en persona en 1929- fue la última proyección de su Cine Club, que no sobrevivió a las turbulencias políticas de la época. En total fueron 21 sesiones entre los años 1928 y 1931.
Su interés por el cine contaba con cierto respaldo teórico. Lo concebía (y en eso coincidía con Dalí y con Buñuel) como ´un arte total´. Sostenía que estaba destinado a producir un efecto similar al que en su momento había tenido la imprenta. Que se convertiría en una herramienta para
…sacar a las minorías de sus poderosas cátedras. Un lenguaje óptico que llegaría a reemplazar al viejo y universal latín, al arbitrario esperanto -nunca creció-, al diplomático francés y al imperialista inglés como medio de comunicación entre los pueblos.113 Es decir, la liberación de las masas a través de la imagen.
Viendo en lo que se ha convertido la televisión, sería pertinente preguntarse si no ha tenido el efecto exactamente contrario. Gecé planteó ya el descubrimiento del cine como un instrumento de cambio social a finales de los años 20. Los libros de Pablo Iglesias sobre el mismo tema (Turrión, no el otro) iban a tardar en llegar noventa años.
El propio Ernesto Giménez Caballero se lanzó a hacer cine y dirigió unas cuantas películas. Las dos primeras son particularmente interesantes y fueron filmadas ¡en 1930! Ambas se encuentran disponibles en internet. Las presentó, claro, en su Cine Club.
Noticiario de Cine Club está parcialmente grabada en la azotea de su propia casa, en la calle Canarias número 11 -que era también la sede de La Gaceta Literaria-. En ella reúne a intelectuales y artistas de tres generaciones diferentes (del 98, el 15 y el 27). Frente a su cámara desfilan entre otros Menéndez Pidal, Pío Baroja, Américo Castro, Pedro Salinas, Rafael Alberti (que sartén en mano simula freír un huevo aprovechando el humo de unas chimeneas lejanas), José Bergamín, Salvador Dalí, Gala… Un elenco deslumbrante.
Si Noticiario… reflejaba una mirada intelectual, Gecé contrapuso ´lo popular´ en Esencia de verbena. Se trata de un documental sobre las fiestas de Madrid que dura once minutos. En él se esfuerza de nuevo en unir la tradición costumbrista con la vanguardia. Un collage de imágenes con intención de poema surrealista. En Esencia… Ramón Gómez de la Serna aparece caracterizado como un muñeco de feria.
Francisco Umbral aprovechará décadas después la amistad que unió a Giménez Caballero con Gómez de la Serna para burlarse de él:
…Giménez se hace un poco la ilusión de que ésta es otra vez la pequeña imprenta de vanguardia que tenía en Madrid, años veinte, cuando editaba revistas juveniles y experimentales, surrealismo, creacionismo, todo eso, más las cosas de Ramón Gómez de la Serna, a quien Giménez Caballero sigue imitando en una cierta excentricidad (que en el discípulo no tiene gracia) …lleva gafas romboidales que son el último vestigio (malogrado) de aquel dandismo excéntrico de entreguerras, una aproximación desafortunada al monóculo sin cristal de Gómez de la Serna.114
Gecé continuó con su trabajo cinematográfico. A los dos citados les siguieron una docena de documentales. El tercero fue Los judíos de patria española.
Más tarde pondría el cine -como toda su obra- al servicio del interés político y dirigiría entre otros títulos tan sospechosos como Cataluña ante España, Camisa azul y boina colorada, Los secretos de la Falange…
En los años que ejerció como embajador en Asunción Giménez aprovechó para rodar Paraguay, corazón de América. Recreó en él la figura del beato Roque González de Santa Cruz. Con esa cinta ganó en 1964 un premio internacional en Florencia. Aunque hallé rastros administrativos de su rodaje en los archivos de la Cancillería paraguaya -y alguna referencia en internet- no he conseguido encontrarla. Tengo pendiente ir a husmear en la filmoteca.115
La Gaceta Literaria
El legado sin embargo más influyente de Giménez Caballero en el ámbito cultural fue sin duda la creación de La Gaceta Literaria, una revista quincenal que ha pasado a la historia con un aura de legendaria e imprescindible. No solo confluyeron en ella los mejores talentos de la época (en un momento en el que surgieron muchos), sino que sirvió como proyección de las vanguardias y de conexión con un público entonces nuevo.
Lo más notable de revisar esto -para mí una sorpresa que tiene sin duda que ver con la ignorancia- es comprender cómo en aquel grupo participaron juntos intelectuales y artistas que en los enfrentamientos civiles que estaban por venir iban a convertirse en referentes tanto del fascismo como del comunismo. Sorprende que autores tan dispares como Baroja, Alberti o Ledesma Ramos compartieran en aquel momento un proyecto en común. Gecé se refiere a ello en sus memorias:
…originariamente, los dos bandos del 36 estaban unidos en La Gaceta y no fueron antagónicos, sino complementarios …hoy cuando encuentro a supervivientes -como lo soy yo- pero contrarios no me enardezco, sino que me enternezco.
Y añade, el muy cabrón …esa lucha, que fue un abrazo.116
Pero no nos adelantemos.
La presentación formal de La Gaceta Literaria la apadrinó José Ortega y Gasset el 1º de enero de 1927. Fue una iniciativa emprendida al alimón por Ernesto Giménez Caballero y Guillermo de Torre, pero a los pocos meses éste último se largó a América buscando estar cerca de Norah (la hermana de Jorge Luis Borges -que se llamaba en realidad Leonor Fanny-) y dejó el invento a cargo solo de Gecé.
Para conseguir echarlo a andar habían logrado aportaciones de 10.000 pesetas (lo que no era poco, hablando de los años 20) de varios mecenas acaudalados. Entre ellos se encontraban el duque de Maura y Gregorio Marañón, que hoy presta su nombre al hospital en el que yo nací -en esa época se llamaba ´Maternidad de O´Donnell´-. Otro de los socios fundadores fue un jovencísimo José María de Areilza, que con el tiempo se convertirá en conde consorte de Motrico, tendrá todos los cargos imaginables, fundará el primer ´Partido Popular´ -más tarde incorporado a la UCD- y acabará convertido en académico de la RAE.117 Miento; en realidad el primer intento de fundar el PP lo hizo una vez más Ernesto Giménez Caballero (es verídico, fue en los primeros años 30). No llegó a cuajar. Se llamó PEPE y las siglas correspondían a Partido Económico-Patronal Español.118
En su número 1 la revista presentó el lanzamiento de Tirano Banderas, la novela de Valle Inclán.
La lista de escritores (y otros intelectuales) que colaboraron habitualmente en La Gaceta Literaria es difícil hasta de creer: Baroja y Azorín entre los mayores, los dos Machado, Jorge Guillén, Lorca, Alberti, Salinas, Aleixandre, Francisco Ayala, Gerardo Diego, Ramón de Basterra, Altolaguirre, Rosa Chacel, Max Aub, Bergamín, Dalí, Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Ledesma Ramos; académicos como Ortega y Gasset, Menéndez Pidal, Américo Castro, el mencionado Gregorio Marañón. También participó Ignacio Sánchez Mejías, el torero poeta del que Lorca dijo:
…no hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.119
Hablaremos de él en el próximo capítulo.
Y eso sin contar a los colaboradores extranjeros: Pablo Neruda, Girondo, Borges, Valéry, Ezra Pound, Hemingway, Rilke… El redactor jurídico era Joaquín Garrigues y la sección de cine la dirigía Buñuel (mientras que Rafael Alberti le dedicaba versos a Harold Lloyd y a Buster Keaton).
Todos juntos en el mismo proyecto.
¿Cómo fue posible que confluyeran personas que sabemos que luego tuvieron una evolución tan diferente?
Lo único que parece claro es que en aquel momento las ideologías no estaban en absoluto definidas y lo que flotaba en el ambiente era un batiburrillo de influencias variopintas. Al pesimismo nacional provocado por el desastre del 98 se unían el tradicionalismo católico, el magisterio moral de Unamuno (que generaba consenso, porque la mayoría le profesaba un enorme respeto -y hasta había quien abogaba por que se convirtiera en el futuro presidente de la República-), la revolución comunista de Lenin (el propio Jorge Luis Borges, arquetipo conservador, había publicado en sus días mallorquines un poema que canta a la revolución soviética), las aportaciones heterogéneas y un tanto desenfadadas de los ismos, el europeísmo de Joaquín Costa (aunque nadie supiera muy bien en qué consistía ser europeo -ahora me parece que tampoco-), La decadencia de Occidente de Oswald Spengler o el crack del 29, que había sido la primera crisis económica con un carácter global.
Para intentar ser justos hay que señalar que, si bien comenzaban a asomarse los fascismos, eso no significa que en aquel momento fueran conocidas sus consecuencias. Había en ese sentido una cierta ´inocencia histórica´ que puede ser argumentada como atenuante respecto a la preparación cultural de un camino que acabaría conduciendo a los campos de concentración y al horror de sus hornos crematorios. Algo que desde luego no es aplicable hoy en día a quien se permita banalizar imprudente sobre ciertas ideas.
Giménez Caballero se refiere a aquel momento:
…al principio teníamos una gran confusión ideológica, pero estábamos todos de acuerdo a la hora de aborrecer la vieja política liberalona del tipo de Romanones.120
La Gaceta Literaria, entre otros muchos méritos, ofreció los primeros extractos del Ulises, no solo homenajeó a Luis de Góngora en el aniversario de su muerte121 -le dedicó un número entero- , también celebró el centenario de Tolstoi, publicó números antológicos sobre cine o sobre Unamuno -al regreso de su destierro y con ocasión de la publicación de San Manuel Bueno, mártir-, tuvo una sección denominada Obreros y literatura -algo extraordinariamente infrecuente- o acompañó el retorno a España de los restos de Ángel Ganivet, el autor de Idearium español que se había suicidado en Finlandia.
Desde el primer momento La Gaceta Literaria incluyó en sus páginas textos en catalán y en gallego, fiel a la idea de promover las lenguas ibéricas diferentes del castellano (Giménez Caballero asegura en sus memorias que intentó también incluir el euskera). Hubo en su interior una Gaceta catalana, una Gaceta americana y también una Gaceta sefardí. Incluso a partir del número 49 una Gaceta portuguesa, muy relacionada con la revista literaria de aquel país Presença.
El director de La Gaceta catalana fue Juan Chabás, un valenciano de Denia que en la guerra llegó a ser comandante en las milicias comunistas y que acabaría por suicidarse en Cuba, arrojándose desde una ventana.
El equilibrio imposible entre tradición y revolución acabará por romperse en La Gaceta Literaria durante los años 29 y 30, en los que poco a poco cada escritor comienza a posicionarse ante la polarización política que se va haciendo cada vez más irrespirable.
Uno de los detonantes fue la aparición en la edición del 15 de febrero de 1929 de un artículo firmado por Giménez Caballero con el título Carta a un Compañero de la joven España.122 Hay quien se ha referido a esas páginas como el Gimenazo y son consideradas la primera proclama fascista en España.
Su publicación provocó un terremoto al interior de la revista.
Son muy pocos los colaboradores que ven con simpatía la deriva ideológica que está tomando La Gaceta y en el número siguiente se publica una nota tomado distancia y aclarando que Giménez Caballero había expresado sus opiniones personales como un articulista más, sin ningún ánimo editorial.
Sin embargo las cosas estaban comenzando ya a precipitarse. En un alarde lírico, Giménez Caballero describe a los poetas como nubes cargadas de tormentas -y vaya si vendrían las tormentas-. Lo cierto es que los poetas se anticiparon de alguna manera a los políticos, dándole una vez más la razón a Antonio Gramsci -quien en ese momento estaba ya en la cárcel- y a su ´guerra de posiciones´.
Hay un episodio muy conocido -el que más, sin duda, porque ha sido contado muchas veces- que refleja el ambiente que llegó a vivirse al interior de la revista. Fue como un preludio de lo que más tarde sucedería en el conjunto de la sociedad española. La versión que dio de él Giménez Caballero en sus memorias es ésta:
A primeros de 1930 Ramón Gómez de la Serna me ofreció un banquete en el café Pombo con más de cien comensales y en el que a su final, mientras Rafael Alberti repartía un panfleto contra la ´Revista de Occidente´, Antonio Espina se levantó para disentir de la presencia de un fascista entre los comensales (el comediógrafo Bragaglia) y atacar con ese motivo la Dictadura de Primo de Rivera, auspiciando una España liberal y republicana. Frente a lo cual, Ramiro Ledesma Ramos se alzó apelando al heroísmo de las juventudes y respondiendo a la pistolita simbólica, la de Larra, que sacara Antonio Espina empuñando una de verdad.123 Ocurrió el día 3 de enero.
Cada vez que menciono a Alberti no puedo evitar recordar un día -debía yo de tener 16 ó 17- que acudí a escuchar recitar sus poemas a Ernesto Cardenal. El cura nicaragüense era en aquel momento ministro de Cultura del gobierno revolucionario sandinista. Autor entre otras obras de Oráculo sobre Managua y Oración por Marilyn Monroe, su primer libro había sido publicado por Alejandro Finisterre, el albacea de León Felipe.124 Poco después se hizo famosa una foto suya de rodillas mientras era regañado -de muy malos modos- por el papa polaco. Últimamente Daniel Ortega le ha retenido en arresto domiciliario (con más de 90 años) y hoy debe de estar horrorizado por los últimos acontecimientos en su país.
Aquella tarde me retrasé y llegué al auditorio del Instituto de Cooperación Iberoamericana -que luego se convertiría en la AECID- con el recital ya comenzado. Entramos al mismo tiempo a la carrera y tratando de pasar inadvertidos un viejito y yo. Cuando nos sentamos juntos me percaté de que era Rafael Alberti, pero como siempre he sido un tímido no me atreví a saludarlo.
Más tarde tuve ocasión de escucharlo también a él en un par de ocasiones recitar sus poesías acompañado por Nuria Espert.
Volviendo a Giménez Caballero, las tensiones ideológicas hicieron que el formidable grupo de intelectuales que escribía La Gaceta Literaria se disgregara. A partir de 1929 algunos autores comenzaron a alejarse, a medida que el proyecto iba adquiriendo un tinte cada vez más político. Gecé reconoce en sus memorias …mis amigos y mis colaboradores me fueron abandonando.
Los seis números finales los escribió enteros él solo. Incluso tuvo que hacerse cargo de las ilustraciones. Le cambió entonces el nombre a la revista -no sé si ya lo he mencionado- por el de El Robinsón literario.
La última edición salió a la calle el 1º de mayo de 1932. Para entonces Giménez Caballero ya había fundado con Ledesma Ramos el semanario La conquista del Estado, del que publicaron 23 números. Gecé intentó también lanzar El fascio, que tuvo una vida efímera porque fue de inmediato prohibido y recogido por la policía.
Trabajador infatigable, Giménez Caballero estaba ya además preparando La nueva catolicidad. Teoría general sobre el fascismo en Europa: en España, que publicaría al año siguiente.125 Se trata de un libro que ha envejecido obviamente mal, pero en el que predijo con bastante precisión cómo habría de ser organizado en España un Estado fascista.126
Antes de que estallase la guerra le daría todavía tiempo para publicar Arte y Estado, un texto en el que teorizó las razones por las cuales la creación debe de subordinarse a la política, algo que él impuso en La Gaceta Literaria y que ya nunca dejaría de hacer.127
En su última edición La Gaceta Literaria recoge la concesión de un premio a López Ibor. Un apunte, acá, curioso. López Ibor fue precisamente el psiquiatra al que en su momento consultó Macías -el tirano loco y genocida de Guinea-. Pero eso es otra historia.128
En total fueron 123 los números publicados de La Gaceta Literaria (contando también los últimos de El Robinsón…). Entre 1927 y 1932. Los originales hoy son difíciles de encontrar. La colección particular que guardaba Giménez Caballero y la que había en la Biblioteca del Ateneo se perdieron durante la guerra civil.
En 1980 una editorial alemana publicó una edición facsímil de la colección completa.
Supongo que el actual diario de derechas La Gaceta, del grupo Intereconomía, debe rendir con su nombre un homenaje a Giménez Caballero.
La rebeldía alegre de las vanguardias había derivado en algo muy distinto.
97 La Victoria de Samotracia es una estatua clásica (una diosa alada y sin cabeza) esculpida en mármol 190 años antes de que cristo naciera. También una de las obras más famosas del Museo del Louvre.
98 Eoántropo. El hombre auroral del arte nuevo. Ernesto Giménez Caballero. Revista de Occidente N.57. Marzo, 1928.
99 Carteles. Ernesto Giménez Caballero. Espasa-Calpe, 1927.
100 El número 28 de La Gaceta está dedicado a Italia e incluye una entrevista de Giménez Caballero a Marinetti.
101 Los toros, las castañuelas y la Virgen. Ernesto Giménez Caballero. Caro Raggio. 1927.
102 Conversación con Ernesto Giménez Caballero. F. Rivas.
103 Hipervínculo. Libro 3. Las palabras. El conocimiento.
104 Giménez Caballero y Dalí: influencias recíprocas y un tema compartido. Rafael Santos Toroella. Anthropos n. 84. Mayo 1988.
105 A fondo. RTVE. 1977.
106 Hércules jugando a los dados. Ernesto Giménez Caballero. La Nave. Madrid, 1928.
107 Julepe de menta y otros aperitivos. Ernesto Giménez Caballero. La Lectura. Madrid, 1929.
108 La movida modernosa. Crónica de una imbecilidad política. José Luis Moreno Ruiz, 2016.
109 Memorias de un dictador. Ibíd. Pg. 74.
110 La Gaceta literaria, 1 de diciembre de 1929. Citado en Ernesto Giménez Caballero (o la revolución del poeta). Ibíd. Pg. 156.
111 La Gaceta literaria, 15 de mayo de 1931. Citado en Douglas W. Foard. Ibíd. Pg. 123.
112 Memorias de un dictador. Ibíd. Pg. 90.
113 El cine y la cultura humana. Ernesto Giménez Caballero. Ediciones de Conferencias y Ensayos. 1944. Citado en Ernesto Giménez Caballero (o la revolución del poeta). Ibíd. Pg. 121.
114 Leyenda del César Visionario. Francisco Umbral. Ed. Seix Barral. 1991. Pgs. 45 y 46.
115 Fue innecesario. No sé en qué momento, pero RTVE la ha subido a internet y hoy se puede encontrar en Televisión a la carta. Contiene unas imágenes magníficas del estado de las ruinas jesuíticas en los años 60.
116 Memorias de un dictador. Ibíd. Pg. 74.
117 El mismo José María de Areilza fue precisamente quien le hizo a Giménez Caballero la presentación de sus Memorias de un dictador muchas décadas más tarde. En el Hotel Palace de Madrid el 22 de mayo de 1979. El texto de su discurso está disponible en el número 84 de la revista Anthropos.
118 Un escritor olvidado. Reseña de Ernesto Giménez Caballero. Entre la vanguardia y el fascismo. Enrique Selva Roca de Togores. Ed. Pre-textos. Valencia 2000, publicada por Pedro Carlos González Cuevas en Revista de libros el 1º de mayo de 2001.
119 Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. Federico García Lorca, 1935.
120 E. Giménez Caballero, o el imperio en una zapatería. M. Vicent. El País, 15 de agosto 1981.
121 Se estudia en los libros de bachillerato que fue lo que dio nombre a la Generación del 27.
122 El destinatario de la Carta era Ramón Iglesia Parga.
123 Memorias de un dictador. Ibíd. Pg. 76.
124 Hipervínculo León Felipe. Libro 1. Felipe.
125 La nueva catolicidad. Teoría General sobre el fascismo en Europa: en España. Ernesto Giménez Caballero. Ed. La Gaceta Literaria. Madrid, 1933.
126 Es uno de los libros que me regaló Ezequiel. Una segunda edición de 1933 firmado en su primera página por un tal Guillermo Uría.
127 Arte y Estado. Ernesto Giménez Caballero. Gráfica Universal. Madrid, 1935.
128 Hipervínculo Juan José López Ibor. Libro 1. El fang loco. El fulano.