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Capítulo 3


Escuchando su Voz

Miré el reloj y marcaba las 7:30 de la mañana. Para esa hora mis padres ya estarían atendiendo su negocio. Era fin de semana y decidí ayudar a mi padre en la tienda. Más tarde, sin embargo, me empecé a sentir mal y cansado, así que le pedí a mi padre las llaves de la casa y regresé a mi hogar a descansar. Al entrar, fui envuelto por la refrescante temperatura de la sala de estar. Encendí la televisión, me senté y estaba empezando a sentirme cómodo cuando – de repente – oí una voz que me llamaba. Me preguntaba quién podría ser, ya que yo me había despedido de mis padres en la tienda y estaba seguro de que estaba solo en la casa. Apretando las llaves con fuerza, miré en dirección a la habitación de mi madre, de donde la voz parecía proceder. En ese instante, vi algo que me puso los pelos de punta: una luz blanca pura, brillando fuera del umbral de la puerta.

Me quedé mirándola fijamente, paralizado por la visión sobrenatural. Sentí que todo el miedo se desvanecía y un sentido de reverencia y asombro me rodeaba. La misma voz audible me llamó por segunda vez y una intensa sensación tangible de paz fluyó a través de mis brazos, piernas y de todo el cuerpo. Estaba atónito. Sin embargo, cuando me llamaron por tercera vez, ya no pude soportarlo. Salí corriendo de la casa y fui a buscar a mis padres.

La pregunta siempre permanecerá en mi mente: ¿qué habría sucedido si yo hubiera reconocido la voz y me hubiera quedado? Años más tarde entendería que había experimentado la Presencia manifiesta de Dios y que había escuchado la voz de Jesús por primera vez. Él me estaba llamando a Su servicio.

Yo disfrutaba de la escuela y me gustaba el hecho de que estuviera a tan sólo cinco minutos de nuestra casa a pie. Mis clases favoritas eran Estudios Sociales y Geografía. En realidad cualquier materia que tuviera que ver con el planeta Tierra, su historia y su cultura. La Directora de la Escuela Primaria La Pradera era Lucyna Zawalisnki, de origen polaco, quien había venido a trabajar por un intercambio laboral a nuestro país. Ella era una mujer estricta, pero también muy agradable. Durante el recreo yo solía visitarla en su oficina, para hacerle preguntas acerca de su país. A veces, cuando salíamos de clase, me quedaba último para poder caminar con ella a la parada del autobús. Me encantaba habla con ella, fascinado con las historias que ella me contaba.

Un día le pedí a mi padre que me regalara un mapa del mundo, para poder colocarlo en mi habitación. Él me compró uno grande. Yo lo extendía en el piso, imponía mis manos sobre los distintos países y oraba para que el avivamiento se desatara en esos lugares. Yo oraba con pasión por las almas perdidas y le pedía al Señor Jesús las naciones. Sin embargo, lo que no sabía en ese momento, era que un día Dios me daría el privilegio de predicar el Evangelio por todo el mundo...

Mis padres eran propietarios de una tienda de comestibles y de un bar. Ambos negocios estaban siendo exitosos. Mi hermano Francisco y yo estábamos a cargo de colocar los suministros en los estantes y mantener los pasillos limpios y ordenados. Nos divertíamos mucho y nos encantaba ayudar a nuestro padre después de la escuela. De vez en cuando yo estaba a cargo del inventario y cuando necesitábamos comprar más mercancía, yo acompañaba a mi papá en sus viajes de negocios. Sin embargo – en la noche – la tienda no era un lugar agradable para estar, ya que funcionaba como un bar. El ambiente no era exactamente amigable, así que yo detestaba ir allí. Fue en el bar, sin embargo, que sentí por primera vez la necesidad de los hombres, la de una mayor esperanza y creo que fue allí, donde mi ministerio evangelístico realmente comenzó.

A medida que mi pasión por predicar el evangelio de Jesucristo aumentaba, mis visitas al bar a repartir tratados se hicieron más frecuentes. Me sentí inspirado a escribir mensajes cristianos en servilletas y pasarlas a los clientes. A pesar de que a mi papá no le gustaban mis estrategias evangelísticas y continuamente me reprendía diciéndome que terminara todas esas actividades. Un día, estaba tan molesto que me regañó delante de los clientes y dijo que no quería volver a verme en el bar repartiendo tratados. Puedo decir honestamente que no le presté mucha atención. De una u otra manera, nunca dejaba pasar la oportunidad de testificarle a las personas, incluso de predicarle a mi padre de vez en cuando.

Después de mi conversión, el deseo de conocer a Jesús íntimamente se hizo cada día más intenso. El llamado que Él había plantado en mi corazón realmente comenzó a echar raíces. En un principio, no sabía exactamente cómo acercarme a Dios, pero decidí que iba a averiguarlo. Comencé a acompañar a mi madre cada vez que ella visitaba la pequeña iglesia en la calle de nuestra casa. Yo tenía deseo de asistir a las reuniones siempre que fuera posible. La congregación se reunía en el patio y algunos de los servicios más gloriosos a los que he asistido sucedieron en esa pequeña y humilde iglesia. Si por alguna razón mi madre no podía asistir, yo tomaba el Nuevo Testamento que me habían regalado en la campaña evangelística ¡y me hacía la escapada! Día y noche, me dedicaba a aprender más sobre la Palabra de Dios. De esta manera, crecí espiritualmente y la Biblia se convirtió en el libro más atesorado.

Yo escuchaba la radio cristiana y me mantenía informado de los eventos cristianos que sucedían en Costa Rica. Las diversas "Marchas para Jesús", por ejemplo, a las cuales les pedía a mis padres que me llevaran. También me llevaban a vigilias de oración. En ese tiempo, mi padre tenía un trabajo como instalador de ventanas. Un día le pedí: "Papito, ¿puedo tener un rótulo especial de vidrio, para la Marcha Nacional Cristiana de marzo? ¿Me construirías uno?" En Costa Rica las pancartas o carteles con frases escritas solían hacerse de ese material. Él sonrió y dijo: "Sí, voy a hacerte uno." Yo estaba muy emocionado. Cuando llegó el día de la "Marcha para Jesús", mi padre tenía mi rótulo listo. Sin embargo era tan pesado, ¡que mi madre tuvo que ayudarme a cargarlo! Todos fuimos caminando por las calles de San José, orando por nuestra ciudad y nuestra nación. La marcha terminó con un concierto de alabanza y adoración con diferentes delegaciones representando a todo Costa Rica y con mi propio pastor predicando la Palabra.

Cerca de allí, había docenas de cristianos repartiendo tratados a los transeúntes. Cuando vi esto, me sentí muy emocionado, ya que repartir tratados era mi pasatiempo favorito. Yo siempre iba por mi barrio entregando tratados en la calle. Si alguien no me abría la puerta, ¡simplemente deslizaba el tratado por debajo de la puerta!

Me acerqué a uno de los hombres del equipo de evangelización y le pregunté con una sonrisa tímida: – "Señor, ¿puedo ayudarle a entregar tratados?" El hombre me miró sorprendido y dijo: – "Por supuesto que me puedes ayudar, muchacho." Me entregó un fajo de panfletos. Sintiéndome como si la Navidad hubiera llegado, me dirigí a distribuirlos con mucho gozo. Mi madre me había perdido de vista y estaba cada vez más preocupada, preguntándose dónde estaría yo. Me había metido en lo profundo de la multitud ¡y estaba... efectivamente perdido! Después de que sus intentos frenéticos por localizarme no tuvieron éxito, ella reclutó a algunos de los ujieres para que se unieran a ella en la búsqueda. Media hora más tarde, estaba todavía repartiendo tratados cuando oí un anuncio por los altoparlantes. Algo sobre un niño perdido, cuya descripción sonaba exactamente como si fuera... ¡yo! De mala gana me dirigí hacia la plataforma, donde mi madre me recibió con un suspiro de alivio. Luego nos fuimos a casa. Incluso en el autobús de regreso, sin embargo, no pude resistirme y seguí entregando algunos tratados más.

¡La Pasión es el ingrediente del éxito!

Una de las cosas que aprendí cuando Dios me llamó, es que la pasión es el termómetro de nuestro destino. Esto causará que hagamos lo que hacemos con excelencia y con celo santo. Si usted es un apasionado del fútbol, por ejemplo, usted hablará de fútbol. Usted sabrá todo lo que debe saber acerca de él. Usted conocerá todos los nombres de los jugadores. ¡Usted amará el juego! Si usted es apasionado por las computadoras, usted sabrá acerca del último software y las capacidades de cada programa. O, si usted es un apasionado de la actuación, usted va a estudiar sus líneas de forma diligente y se asegurará de asistir a cada ensayo.

La realidad es que la pasión es el motor de la vida. Esto debe ser así especialmente en el caso en nuestra relación con el Señor. De hecho, se nos instruye que:

"Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas." Deuteronomio 6:5 (NVI)

Si lo hacemos, tendremos una nueva perspectiva de la vida. Nuestros sueños, metas y propósito de vida serán transformados.


Mis padres José y Dámaris el dia de la boda.


Primera cruzada en Guatemala a los 12 años.

El Niño Predicador

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