Читать книгу Pornogramas - Alejandro Jiménez Cid - Страница 5
ОглавлениеPrólogo
Eso de «pornogramas» se lo robé a Roland Barthes. Como buen sofista, a Barthes le encantaba inventarse palabras: de cuando en cuando sus páginas nos escupen lindezas como «sociolectos encráticos y acráticos», «biografema», «semioclastia» o «logosfera». Hay mucho de pedantería gratuita en tanto neologismo, pero hay que reconocer que el de pornograma en particular está muy bien parido. En un tortuoso ensayo sobre Sade, Barthes define el pornograma como la abolición de las fronteras entre el discurso y el cuerpo, una fantasía semiótica en toda regla. A modo de ejemplo y paradigma de lo pornogramático, cita unas palabras de Eugénie, la protagonista de La filosofía en el tocador: «Estoy completamente desnuda: disertad sobre mí todo lo que queráis». Requisito para la erotización del cuerpo es su transformación en texto: una metamorfosis no menos milagrosa que la que se produce en sentido inverso, cuando, como nos dice el evangelista, «el verbo se hizo carne».
Cuando me propusieron colaborar en la edición electrónica del señero Diario16, quise hacerlo con una serie de artículos en torno a temas de erotismo, pornografía y comportamientos sexuales no convencionales, una miscelánea sobre la cultura del sexo y el sexo en la cultura. «Pornogramas» me pareció un título estupendo para la sección. Este libro reúne los textos publicados bajo este epígrafe entre 2015 y 2017. Los palos que toco en estos artículos son de lo más variados, pero siempre y en todos ellos lo que persigo no es otra cosa que celebrar los misterios de la imaginación deseante en su gloriosa diversidad. Es mi forma de rendir tributo a un Eros travieso y triunfante, que juega a barnizar de deseo situaciones, personas y objetos día a día y haciendo de nuestras vidas algo más que un mero trámite en el camino de regreso a la inexistencia. Quílice en mano y ya medio curda, nos recordaba Fedro en el Banquete que Eros es el más antiguo de los dioses. No subestiméis su poder.
Sé que siempre es un engorro para vosotros, lectores, toparos con el consabido párrafo de agradecimientos, pero os ruego encarecidamente que no os lo saltéis en reconocimiento a quienes han hecho posible este libro. En primer lugar, a Juan Carlos Sánchez, Beatriz Talegón y el equipo de redacción de Diario16, que me invitaron a iniciar esta aventura, que me dieron carta blanca para expresarme y que con tanto mimo han ido acogiendo, publicando y publicitando mis artículos en la procelosa selva dos punto cero. A quienes, dentro del no menos proceloso mundillo de los literatos, han creído en mi obra y me han prestado su apoyo, incondicional y desinteresadamente: Emilio Chavarría, Juan Ceyles, Rafael Ballesteros, Juan Francisco Ferré y Luis Alberto de Cuenca. A José Pons Bertran, piloto de Melusina, por creer en este proyecto desde el primer momento y hacerme un hueco en su catálogo. A los amigos y lectores fieles, que me han proporcionado material e ideas y en más de una ocasión me han cuestionado y corregido; son legión, pero quiero recordar a Mario García, submarinista sin par del mondo bizarro; Edgar Grau, asesor lingüístico; Elena Duce, que ha llevado los «Pornogramas» a las aulas de la universidad; y Arturo Mora, eficaz proveedor de fuentes inencontrables. Mención especial merecen mis padres, y en particular mi muy cinéfila mamá, que no me deja pasar una errata en lo que al séptimo arte se refiere; y, last but not least, mi compañera de viaje y mujer total, que ha concedido a este trabajo, a ratos tan políticamente incorrecto, el imprimátur desde la crítica feminista. Es para ti, Soraya.