Читать книгу Fuga y retorno de Teresa - Alfonso Crespo Hidalgo - Страница 8
ОглавлениеEl contenido del Libro
Abramos el Libro y hojeemos con una primera mirada de curiosidad: contiene diversas partes, diferentes entre sí pero unificadas por la intención que nos anuncia en el prólogo y nos recuerda en el epílogo: «Los primeros capítulos hablan del hogar, de la vocación religiosa, de su enfermedad, de sus deseos de oración, de sus distracciones e insatisfacciones. Percibe Teresa la llamada de Dios a ir al fondo, pero se entretiene en mediocridades que no llenan su corazón. La conversión referida en el capítulo 9 a los treinta y nueve años de edad cambia su vida; es un hito fundamental. En el capítulo 11 pasa en parte del plano narrativo al doctrinal, escribiendo sobre los grados de la oración con bellas y familiares comparaciones. Desde el capítulo 23 nos abre su historia más profunda. Escribe sobre la experiencia de la acción de Dios y de su presencia, en una graduatoria de vivencias que culminan por un lado en la unión de su alma con el protagonista divino, y por otra en su misión de fundadora, que la hará líder de un grupo selecto (capítulos 23-31). En los cinco capítulos siguientes (32-36) narra la fundación del Convento de San José de Ávila. Los últimos capítulos nos cuentan cómo vive entonces y cómo contempla el horizonte escatológico de su vida. Ansía la unión consumada con el Señor, pero sabe esperar»[6].
Con unción, pues, comenzamos la lectura del Libro de la vida, iniciando una auténtica peregrinación por las honduras del alma de Teresa de Ávila, profundamente enamorada, seducida hasta tal punto que, como expropiándose de sí misma, hizo depender su propio nombre del nombre del Amado: Teresa de Jesús. La Santa describe su vida, examina su conciencia, analiza su alma, en un supremo esfuerzo de sencillez y de verdad hasta hacer de su obra una confesión. Otro libro que influyó grandemente en la Santa lleva este nombre: Confesiones; su autor es otro apasionado de Dios: san Agustín de Hipona.
Santa Teresa tuvo algunos referentes mayores que le ofrecen modelo y paradigma para interpretar y narrar su trayectoria: san Pablo y san Agustín. Se siente espiritualmente cercana al Apóstol de las gentes, que una vez «alcanzado por el Señor» depositó enteramente su amor y confianza en Él, deseó vivir unido cada vez más a Jesucristo, lo dio a conocer día y noche, con persecuciones por fuera y sufrimientos por dentro, suspiró por participar en su destino cuanto antes para estar siempre con el Señor, supremo bien. De él decía Teresa: «San Pablo no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón» (Vida, 22,7). Del libro de las Confesiones comenta: «Como comencé a leer las Confesiones, paréceme que me veía yo allí. Comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegué a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón» (Vida, 9,8)[7].