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Reinterpretación de la historia evangélica

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11. He aquí cómo se reparten los profetas: A Jaldabaoth pertenecen Moisés, Josué, Amós y Habacuc; a Jao, Samuel, Natán, Jonás y Miqueas; a Sabaoth: Elías, Joel y Zacarías; a Adonái: Isaías, Ezequiel, Jeremías y Daniel; a Elohim: Tobías y Ageo; a Hoy: Miqueas y Nahum; a Astafeo: Esdras y Sofonías. Cada uno de estos profetas glorificó por tanto a su propio Dios y Padre.

Mas la Sabiduría también profirió por medio de ellos muchas palabras relativas al Primer Hombre, al Eón incorruptible, y al Cristo de arriba, haciendo recordar a los hombres la luz incorruptible, al Primer Hombre y su predicación del descendimiento de Cristo. Los principados quedaron llenos de espanto y de estupor ante esta novedad que contenían los mensajes de los profetas. Prunikós, actuando por intermedio de Jaldabaoth, que desconocía lo que hacía, obró de manera que tuvieron lugar dos producciones de hombres, una del seno de la estéril Isabel, la otra del seno de la Virgen María.

12. Prunikós misma, como no encontraba descanso ni en el cielo ni en la tierra, en su aflicción llamó en su ayuda a la Madre. Esta, es decir, la Primera Mujer, quedó conmovida del arrepentimiento de su hija y pidió al Primer Hombre que enviara a Cristo para socorrerle. Éste descendió en efecto enviado a su hermana y al de luz. La Sabiduría de abajo, al conocer que su hermano bajaba donde ella, anunció su llegada por medio de Juan y preparó el bautismo de penitencia y dispuso previamente a Jesús para que, cuando descendiera Cristo, encontrara un vaso limpio y para que, gracias a su hijo Jaldabaoth, la Mujer fuera anunciada por Cristo. Dicen que Cristo descendió a través de siete Cielos, haciéndose semejante a sus hijos, y les fue privando gradualmente su poder, porque según ellos toda la gota de luz se concentró en él.

Al llegar Cristo a este mundo, se revistió en primer lugar de su hermana Sabiduría, y ambos saltaron de gozo, descansando el uno en la otra. Éstos son, para ellos, el Esposo y la Esposa. Ahora bien, Jesús, como nació de una Virgen por obra de Dios, era más sabio, más puro y más justo que todos los hombres; Cristo unido a la Sabiduría descendió a él y así se hizo Jesucristo.

13. Dicen que muchos de los discípulos de Jesús ignoraron la bajada de Cristo a él. Cuando Cristo descendió a Jesús, fue el momento en que éste comenzó a obrar milagros, a hacer curaciones y a anunciar al desconocido Padre, y a proclamarse abiertamente el Hijo del Primer Hombre. Irritados los principados y el Padre de Jesús, trabajaron para hacerle morir.

Mientras se le conducía a la muerte, dicen que Cristo con la Sabiduría se retiraron al Eón incorruptible, y solamente Jesús fue crucificado. Cristo no se olvidó de lo que era suyo; sino que le envió desde arriba una virtud, que le resucitó en el cuerpo. Llaman a este cuerpo psíquico y espiritual, porque Jesús dejó en el mundo los elementos materiales (hílicos). Sus discípulos, cuando le vieron después de su resurrección, no le conocieron, ni siquiera estaban seguros de que hubiera resucitado. Este fue el mayor error de los discípulos, pensar que resucitaría en un cuerpo material, ignorando que “la carne y la sangre no entrarán en el reino de Dios” (1ª Co. 15:50).52

14. Quieren confirmar la bajada y subida de Cristo por el hecho de que ni antes de su bautismo ni después de su resurrección de entre los muertos, hizo Jesús nada digno de tenerse en cuenta, según sus discípulos, ignoraban éstos que Jesús hubiera estado unido a Cristo y el Eón incorruptible a la Hebdómada y tomaban el cuerpo psíquico por un cuerpo material (hílico). Después de su resurrección, Jesús se quedó todavía dieciocho meses sobre la tierra.

Y cuando la gnosis descendió sobre él, aprendió la verdad auténtica. Y enseñó entonces estas cosas a un pequeño número de sus discípulos, a aquellos que sabía que eran capaces de comprender tan grandes misterios, y a continuación fue elevado al cielo. De esta manera Jesús está ahora sentado a la derecha de su Padre Jaldabaoth, para recibir en sí, después del abandono de su carne cósmica, las almas de los que le conocieron; él se está enriqueciendo, en tanto que su Padre está en la ignorancia y ni siquiera le ve, porque en la medida en que Jesús se enriquece a sí mismo con almas santas, en esa misma medida su Padre sufre una pérdida y una disminución, privado del poder de retener las almas. Porque él ya no tendrá más dominio sobre las almas santas, hasta el punto de poderlas devolver al mundo, sino únicamente sobre aquellas que han salido de su sustancia, es decir, que provienen del soplo de vida. La consumación final tendrá lugar cuando la gotas de luz sean reunidas y llevadas al Eón de la incorruptibilidad.

Obras escogidas de Ireneo de Lyon

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