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30 Los Ofitas y la transmutación mítica de los principios
Оглавление1. Otros en cambio hacen este relato prodigioso.
Existía en el poder del Abismo una luz primordial bienaventurada, incorruptible e ilimitada: El Padre de todas las cosas, llamado el Primer Hombre. De él surgió una Ennoia (Idea) que dicen ser el Hijo del que le emitió; es el Hijo del Hombre, o sea, el Segundo Hombre.
Por debajo de ellos se hallaba el Espíritu Santo y debajo del Espíritu de arriba se encontraban los elementos separados, a saber, el agua, las tinieblas, el abismo, y el caos; sobre estos elementos, según ellos, aleteaba el Espíritu (Gn. 1:2), al que ellos llaman la primera Mujer. Después, según ellos, el primer Hombre con su Hijo saltó de gozo ante la belleza del Espíritu, es decir, de la Mujer, e, iluminándola, engendró de ella la luz incorruptible, el Tercer Varón, al que llaman Cristo, hijo del Primero y del Segundo Hombre y del Espíritu Santo o Primera Mujer.
2. El Padre y el Hijo se unieron por tanto a la Mujer, a la que llaman también la Madre de los Vivientes (Gn. 3:20). Pero ella fue incapaz de llevar y de contener la excesiva cantidad de Luz, que, según ellos, excedía y sobrepasaba lo propio de la izquierda. Así solamente Cristo vino a ser su Hijo como persona de la derecha; elevado a las regiones superiores, fue elevado a continuación con su Madre al Eón incorruptible.
Esta es la verdadera y santa Iglesia: La convocación, la sociedad y la unión del Padre de todas las cosas o Primer Hombre, del Hijo o Segundo Hombre, de Cristo su Hijo y de la Mujer, que acabamos de nombrar.
3. Ahora bien, la Virtud que surgió de la Mujer poseía una “gota de luz”; enseñan que esa Virtud abandonando el territorio de los Padres se precipitó en las regiones inferiores, por propia voluntad, llevándose con ella la gota de luz. A esa Virtud llaman ellos la Izquierda o Prunikos, o Sabiduría o Masculino-Femenino. Descendió lisa y llanamente a las aguas, que estaban inmóviles, las puso en movimiento, sumergiéndose sin pudor hasta el fondo, y se hizo un cuerpo de ellas.
Porque, según ellos, todas las cosas acudieron a la gota de luz que estaba en ella, se adhirieron a Ella, y la aprisionaron por todas partes; y si hubiera carecido de esta gota de luz, hubiera sido tragada enteramente y sumergida por la materia.
Mientras estaba encadenada a ese cuerpo de materia y muy entorpecida por ello, vino un día a recobrar el sentido; e intentó escaparse de las aguas y subir a la Madre, pero no pudo a causa de la gravedad del cuerpo que le envolvía. Sintiéndose muy mal, trató de ocultar la luz salida de regiones superiores, temiendo que esa luz quedara lastimada también por los elementos inferiores, tal como ella. Como le fue comunicada en el momento una fuerza especial por la gota de luz que estaba en ella, saltó y se elevó a las alturas.
Llegada allí, se desplegó y llenó todo e hizo este cielo visible, que sacó de su cuerpo y se quedó bajo ese cielo que hizo, conservando aún la figura de un cuerpo acuático. Mas habiendo apetecido una luz superior y habiendo recibido una fuerza nueva, abandonó totalmente su cuerpo y se libró de él. Ellos llaman a ese cuerpo su hijo, y llaman a ella “Mujer salida de Mujer”.
4. Dicen que su hijo era también un cierto soplo de incorruptibilidad, que le había dejado su Madre, gracias al cual le era posible obrar. Hecho poderoso, también él emitió a un hijo sin su Madre, a partir de las aguas, porque afirman que no conoció a su Madre. Su hijo, imitando a su padre, emitió a otro hijo; este tercero engendró a un cuarto; el cuarto a un quinto; el quinto a un sexto, y el sexto a un séptimo. Así, según ellos, se completó la Hebdómada, siendo el octavo lugar ocupado por la Madre. Y de la misma manera que existe entre ellos una jerarquía de origen, existe igualmente una jerarquía de dignidad y de potestad.
5. He aquí los nombres con que visten de ridículo a los seres de su invención: al primero, que salió de la Madre, le llaman Jaldabaoth; al segundo, salido de Jaldabaoth, le llaman Jao, al tercero Sabaoth, al cuarto Adonai, al quinto Elohim, al sexto Hoy, al séptimo y último Astafeo. Estos Cielos, Virtudes, Potestades, Ángeles y Creadores ocupan por orden su propio lugar en el cielo, según sus respectivos orígenes, manteniéndose totalmente invisibles, y rigiendo las cosas celestes y terrestres.
El primero de ellos, o sea Jaldabaoth, menospreció a la Madre, engendrando sin su permiso a hijos y nietos, incluso a los ángeles, arcángeles, virtudes, potestades y dominaciones. Apenas llegados a la existencia, sus hijos se volvieron contra él, para disputarle el primer puesto. En su tristeza y desesperación Jaldabaoth dirigió entonces su mirada a la hez de la materia, que se hallaba debajo de él, y quedó prendado de ella.
Dicen que le nació de ella un hijo, o sea, el Entendimiento, que tiene la forma enroscada de la Serpiente. De éste salieron el elemento espiritual, el elemento psíquico y todos los seres materiales (hílicos); en él tuvieron también su origen el Olvido, la Maldad, el Celo, la Envidia y la Muerte. Dicen que este Entendimiento, con forma de serpiente y enroscado del todo ha pervertido más aún a su Padre, a causa de su tortuosidad, cuando estaba con él en el cielo y en el paraíso.
6. Por eso Jaldabaoth saltando de gozo y, jactándose de ver todo lo que estaba debajo de él, dijo: “Yo soy el Padre y Dios y no hay nadie sobre” (Is. 45:5, 6; 46:9). Pero la Madre, al oír estas palabras, le gritó: “No mientas, Jaldabaoth, porque está sobre ti el Padre de todas las cosas, o el Primer Hombre, así como el Hombre Hijo del Hombre”. Quedaron todos sobrecogidos de espanto ante esta palabra extraña y este calificativo inesperado.
Mientras buscaban de dónde procedía este grito, les dijo Jaldabaoth, para distraerles y atraerlos hacia sí: “Venid, hagamos al hombre a nuestra imagen” (Gn. 1:26). Al oír esto, las seis Virtudes, siendo la Madre la que les inspiraba la idea de modelar al hombre, a fin de poder privar a todos por medio de él de su poder principal, uniéndose modelaron a un hombre, de una anchura y una longitud prodigiosas; pero, como éste no hacía más que agitarse, ellas le arrestaron hasta su Padre. Era la Sabiduría misma la que les obligaba a hacer eso, a fin de privar a Jaldabaoth de su gota de luz; y para que, privado de su poder, no pudiera erigirse contra los que estaban sobre él.
En efecto, sopló él en el hombre un espíritu de vida (Gn. 2:7) y secretamente se desprendió de su poder. En cambio el hombre poseyó desde entonces el entendimiento y el pensamiento (enthymesis) –cosas que, según ellos, se salvarán– y en ese mismo instante dio gracias al Primer Hombre, olvidándose de sus Creadores.
7. Jaldabaoth, celoso, quiso entonces debilitar al hombre por medio de la mujer, y de su pensamiento extrajo a la mujer, a la que cogiéndola Prunikos la privó invisiblemente de su poder. Al llegar los demás y admirarse de su belleza, la llamaron Eva; y, codiciándola con ansiedad, engendraron hijos de ella, éstos fueron los ángeles. Su Madre entonces trató de engañar a Eva y a Adán por medio de la Serpiente, para hacerles quebrantar el mandamiento de Jaldabaoth. Eva creyó a la primera, como si fuera el mismo Hijo de Dios el que le hubiera hablado, y persuadió a Adán a comer del árbol de que Dios les había prohibido comer.
Cuando hubieron comido conocieron, según ellos, el Poder que está sobre todas las cosas, y se apartaron de los que les habían creado.
Prunikos, viendo que éstos habían sido vencidos por su propia obra, se alegró sobremanera, y exclamó que, como había ya un Padre incorruptible, Jaldabaoth había mentido dándose a sí mismo el nombre de Padre, y que, como había ya un Hombre y una Primera Mujer, había pecado realizando una copia adulterada.
8. Pero Jaldabaoth, a causa del olvido de que estaba rodeado, ni siquiera prestó atención a esas palabras. Expulsó a Adán y Eva del Paraíso, porque habían transgredido su mandamiento. Porque él había querido que Eva engendrara hijos a Adán, mas no había logrado su deseo, porque su Madre se oponía a sus designios. Ésta privó secretamente a Adán y Eva de su gota de luz a fin de que el espíritu salido del Poder Supremo no participara ni de la maldición ni del oprobio. Así dicen que, privados de la sustancia divina, Adán y Eva fueron maldecidos por Jaldabaoth y arrojados del cielo a este mundo.
La Serpiente, que había obrado contra su Padre, fue arrojada igualmente por él al mundo inferior. Sometió ésta a su poder a los ángeles que estaban allí y engendró a seis hijos, haciendo ella el número siete, a imitación de la Hebdómada que está cerca del Padre. Dicen que éstos son los siete demonios cósmicos que son hostiles y no cesan de oprimir a la raza humana, porque a causa de ellos su padre fue arrojado aquí abajo.
9. Ahora bien, Adán y Eva habían tenido hasta entonces unos cuerpos ligeros, luminosos y, por decirlo así, espirituales, tal como habían sido modelados, pero al llegar aquí abajo se volvieron oscuros, pesados y perezosos. Incluso sus almas se tornaron negligentes y débiles, porque no poseían más que el soplo cósmico, recibido de su Autor. Esto fue así hasta que Prunikós se compadeció de ellos y les devolvió el suave olor de gota de luz. Entonces conocieron que estaban desnudos (Gn. 3:7) y que su cuerpo estaba hecho de materia; conocieron también que llevaban la muerte encima y se mostraron pacientes al saber que estaban revestidos de un cuerpo sólo por un tiempo determinado; guiados por la Sabiduría, encontraron su alimento, y después, una vez saciados, se unieron carnalmente y engendraron a Caín. Pero la Serpiente destronada, con sus hijos, se apoderó de él y le corrompió, le llenó del olvido cósmico y le precipitó al atrevimiento más insensato, hasta el extremo de que, matando a su hermano Abel, fue el primero que hizo aparecer la Envidia y la Muerte.
Después de ellos, según la providencia de Prunikós, fueron engendrados Seth y Norea; de los que dicen que nació el resto del género humano. Este, a causa de la Hebdómada inferior, quedó anegado en toda clase de maldades, en la apostasía con respecto a la santa Hebdómada superior, en la idolatría y en el desprecio de todo, aunque la Madre no cesaba de oponerse invisiblemente a la obra de esas Potestades y de salvar lo que le pertenecía, que era la gota de luz
Afirman que la Santa Hebdómada en cuestión son las siete estrellas, llamadas planetas, y que la Serpiente destronada tiene dos nombres: Miguel y Samahel.
10. Irritado contra los hombres, porque no le rendían culto y no le honraban como a su Padre y a su Dios, Jaldabaoth les envió el diluvio, a fin de hacerlos perecer a todos a la vez. También aquí se opuso la Sabiduría. Noé y los que estaban con él en el arca se salvaron por la gota de luz que procedía de la Sabiduría, y, gracias a él, el mundo quedó de nuevo repleto de hombres. De entre ellos Jaldabaoth eligió a un cierto Abraham y estableció una alianza con él, atestiguando que, si su descendencia perseveraba en su servicio, le daría la tierra en posesión. Más adelante, por medio de Moisés, hizo salir de Egipto a los descendientes de Abraham, les dio la Ley e hizo que se llamaran judíos en adelante. De entre éstos, siete dioses, llamados también la Santa Hebdómada, se eligieron cada uno sus propios heraldos, para que glorificaran y anunciaran a su dios, a fin de que los demás hombres, al oír esas alabanzas, sirvieran también a los dioses que anunciaban los profetas.