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Vana y caprichosa religión del número y la letra
Оглавление3. Tú, pasando por alto todo ello, sé que reirás de buen grado tamaña ineptitud. Son dignos de lástima los que describen una religión tan venerable y una grandeza realmente indescriptible de la virtud y tan grandes “economías” de Dios por medio del alfabeto y de cifras dispuestas de manera tan fría y tan arbitraria.
Todos aquellos, que se separan de la Iglesia y se adhieren a estos cuentos de viejas (1ª Ti. 4:7), son realmente los autores de su propia condenación, de los que Pablo nos manda separarnos después de la primera y segunda amonestación (Tit. 3:10).
Juan, el discípulo del Señor, los ha condenado de una manera más severa todavía, no queriendo siquiera que les saludemos: “El que les saluda, dice él, participa de sus malas obras” (2ª Jn. 11). Nada más justo, “porque no hay paz para los impíos” (Is. 48:22), dice el Señor. Y son impíos sobre toda impiedad los que dicen que el Creador del cielo y de la tierra, el solo Dios todopoderoso, sobre quien no hay otro Dios, ha salido de una deficiencia, proveniente también ella de otra deficiencia, de manera que ésta, según ellos, sea producto de una tercera. Rechazando y anatematizando, como ella lo merece, esta manera de pensar, nos es preciso huir lejos de ellos, y cuanto más defienden sus teorías y se alegran de sus hallazgos, tanto más es preciso que sepamos que están agitados por la Ogdóada de espíritus malvados.
Cuando los enfermos deliran se ríen más, creen encontrarse bien, y hacen todo como si estuvieran sanos, incluso más que los mismos sanos, pero en realidad están más enfermos.
De la misma manera estas personas, cuanto más elevados pensamientos creen poseer y deshacen sus nervios a base de realizar cosas inverosímiles, tanto más se alejan del buen juicio. Porque cuando sale el espíritu impuro de la ignorancia y los encuentra dedicados, no a Dios, sino a cuestiones mundanas, toma con él a otros siete espíritus peores que él; y llenando de orgullo sus mentes, les hace creer que podrán comprender lo que es superior a Dios, y, después de disponerlos convenientemente para su perdición, deposita en ellos la Ogdóada de la ignorancia de los espíritus perversos.