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23 Simón Mago, cabeza de herejes

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1. Se trata, en efecto, de Simón de Samaria, el mago aquel de quien Lucas, discípulo y compañero de los apóstoles, dice: “Hacía tiempo que venía practicando la magia en la ciudad un hombre llamado Simón, que tenía fuera de sí a la gente de Samaria, diciendo que él era algo grande. Todos, del más pequeño al más grande, le seguían y decían: Este es la fuerza de Dios llamado el gran poder. Le seguían porque durante bastante tiempo los había embelesado con sus magias” (Hch. 8:9-11). Este Simón fingió abrazar la fe. Pensó que los apóstoles mismos realizaban curaciones por arte de magia, y no por el poder de Dios, y que, por la imposición de las manos, llenaban del Espíritu Santo a los que habían creído en Dios por medio de aquel Cristo Jesús que ellos anunciaban. Sospechando que esto tenía lugar por un conocimiento mágico más elevado todavía, ofreció dinero a los apóstoles, a fin de recibir también él el poder de dar el Espíritu Santo al que él quisiera. Pero tuvo que escuchar la sentencia de Pedro: “Perezca tu dinero y tú con él, porque has creído que el don de Dios se compra con dinero. No tienes parte ni herencia en esto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Veo que estás sumergido en una amarga hiel y atado por la iniquidad” (Hch. 8:20-23). Y se hizo aún más incrédulo con respecto a Dios. En su deseo de rivalizar con los apóstoles y de hacerse célebre también él, se dedicó más tiempo aún a toda clase de prácticas mágicas, al punto de dejar mudos de admiración a muchos hombres.

Vivió en la época del emperador Claudio, por el que se dice que fue honrado hasta con una estatua por causa de su magia.47 Fue glorificado por muchos como un dios, y enseñaba que había aparecido entre los judíos como Hijo que había descendido en Samaria como Padre, y había llegado a los gentiles como Espíritu Santo: Él era el Poder Supremo, es decir, el Padre que está sobre todas las cosas, y consentía en ser llamado de todas las maneras de que le llamaban los hombres.

2. Simón de Samaria, de quien provienen todas las herejías, fundó su secta sobre el sistema siguiente: Habiendo redimido en Tiro de Fenicia a una cierta Helena, que practicaba la prostitución, se puso a recorrer la tierra con ella, diciendo que era su primera Concepción, Madre de todas las cosas, por medio de la cual había tenido al principio la idea de crear a los ángeles y a los arcángeles. Esta Ennoia (Idea) había saltado fuera de él. Sabiendo lo que quería su Padre, había descendido a los lugares inferiores y había dado a luz a los ángeles y a las potestades, por quienes fue creado a continuación este mundo. Pero después de haberlos dado a luz, había sido retenida prisionera por ellos, por envidia, porque no querían ellos pasar por ser descendientes de ningún otro. Él mismo, en efecto, fue totalmente ignorado por ellos; su Ennoia (Pensamiento) fue retenida prisionera por las potestades y ángeles, emitidos por ella; y para que no pudiera volver a subir a su Padre, fue abrumada por ellos con toda clase de ultrajes, hasta el extremo de ser encerrada en un cuerpo humano y ser como trasvasada, en el transcurso de los siglos, a diferentes cuerpos de mujer.

Ella estuvo, entre otras, en aquella Helena, que fue causa de la guerra de Troya; y así se explica que Estesícoro, por haberla ultrajado en sus poemas, quedara ciego, mientras que después, al arrepentirse y haberla celebrado en sus palinodias, recobrara la vista.

Pasando así de cuerpo en cuerpo y, no cesando de recibir ultrajes, acabó al fin en un lugar de prostitución, de aquí que se le llamara la “oveja perdida” (Lc. 15:6).

3. Por eso vino él en persona para recobrar a la primera (oveja perdida) y librarla de sus cadenas, y para procurar también la salvación a los hombres por medio del conocimiento suyo. Como los ángeles gobernaban mal el mundo, porque cada uno de ellos codiciaba el mando, vino él a remediar esta situación. Descendió y se transformó, haciéndose semejante a los principados, potestades y ángeles; de la misma manera se manifestó como un hombre entre los hombres, sin ser hombre, y se manifestó sufriendo en Judea, sin sufrir realmente. Los profetas debieron sus profecías a la inspiración de los ángeles, autores del mundo. Así, los que tenían puesta su confianza en Simón y Helena, no debieron preocuparse más de sí mismos, sino, como hombres libres, hacer lo que desearan, porque lo que salvaba a los hombres era la gracia de Simón, no las obras justas. Porque las obras no eran justas por naturaleza, sino accidentalmente, puesto que así lo dispusieron los ángeles, creadores del mundo, con el fin de reducir a la esclavitud a los hombres por medio de sus mandamientos. Así prometía Simón destruir el mundo y liberar a los suyos del dominio de los autores del mundo.

4. Sus iniciados viven por tanto en el libertinaje y dedicándose a la magia tanto como pueden. Hacen uso de exorcismos y de sortilegios. Recurren también a los filtros amatorios, a los hechizos, a los demonios llamados padres y Oniropompos y a todas las demás prácticas mágicas. Poseen una imagen de Simón en la figura de Júpiter y otra imagen de Helena en la de Minerva a las que rinden culto, llevan un nombre derivado de Simón, el iniciador de su doctrina malvada porque se llaman Simonianos, de los que trae su origen la falsa gnosis, como nos está permitido conocer por sus declaraciones mismas.

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