Читать книгу Biterna - Alister Mairon - Страница 7

Introducción

Оглавление

—¿Estás seguro? —inquirió ella, los brazos cruzados ante el pecho—. ¿Seguro que esta vez es él?

Su interlocutor asintió. Se le veía convencido, pero la mujer no compartía su tranquilidad. Acumulaban ya varios errores y el tiempo se les agotaba.

—Es el muchacho, sin duda. Tus ramilletes nunca fallan, pero bueno… Compruébalo tú misma si no me crees —la invitó él, señalando hacia el rincón.

Allí, maniatado sobre el suelo de piedra de la caverna, se encontraba el cuerpo desmayado de un joven. No se diferenciaba en absoluto de los últimos veinte chicos a los que había examinado. Apenas debía superar la veintena. Sus cabellos castaños caían desordenados sobre los párpados cerrados. No estaba demasiado gordo, pero tampoco había conocido el hambre. De no ser por la fea herida que se abría cerca de su sien, cualquiera habría pensado que el chico dormía.

La mujer se acercó al joven. El muchacho respiraba lentamente, con la cabeza echada hacia atrás y su blanco cuello expuesto. Como si la estuviera invitando. La mujer se arrodilló junto a él y le clavó una uña bajo la barbilla, cerca de la tráquea.

Una perla roja manó de la herida abierta. El muchacho ni siquiera abrió los ojos. Tampoco se movió cuando la mujer se agachó y lamió la sangre con una lengua gris y áspera, sorbiendo de la herida con sus labios viejos y agrietados.

—Al fin… —ronroneó ella, paladeando el sabor férrico en la boca. Miró a su interlocutor, que le sonreía—. Lo tenemos.

***

El Camino Real estaba despejado aquella mañana. Las brumas marinas bajaban y el sol empezaba a calentar los troncos de los árboles. Numerosos pájaros canturreaban y se desperezaban saludando al astro rey.

Solo el traqueteo de las ruedas rompía con la paz natural de la escena. Dos bueyes de cuellos gruesos tiraban de un pesado carro, cargado hasta arriba con barriles de vino. Sobre el pescante, un mercader y su hijo conducían a las bestias en dirección a Barcelona.

La silueta de la montaña de Montjuïc se recortaba en el horizonte y ambos confiaban en poder alcanzarla justo para la apertura del mercado semanal. Sin embargo, algo se cruzó en su camino y los obligó a detener a los bueyes.

En el margen del sendero hallaron un carro abandonado. Las ruedas estaban intactas y no parecía haber sido víctima de ningún saqueo. Padre e hijo se miraron. Los dos habían oído las historias: vehículos que aparecían en los márgenes de los caminos cercanos a Barcelona con su cargamento intacto… y su conductor convertido en un cadáver mutilado sobre el pescante.

Temiéndose lo peor, el mercader y su hijo escudriñaron la zona, cuchillos en mano. Pero por mucho que buscaron, no lograron dar con el propietario del carro. Y tampoco con las bestias que debían tirar de él. Solo era otro vehículo extraviado más. Salvo que, en esta ocasión, ningún difunto lo ocupaba. Y esa falta de cuerpo, curiosamente, hacía del hallazgo algo todavía más inquietante.

Horrorizados por el descubrimiento, padre e hijo se santiguaron antes de proseguir con su camino, dejando atrás el carro solitario. Cuando llegaron a la ciudad de Barcelona, varias horas más tarde, dieron parte a las autoridades locales del suceso.

Biterna

Подняться наверх