Читать книгу Sueña conmigo - Almma Balcázar - Страница 6
Los años han envejecido, solo queda tiempo para contar esta historia una última vez. La historia de Alana, hija de Astra Dottirgulbrand y un hombre fallecido, del cual solo recordaba verlo saltar desde lo alto de un ático. Ella tenía seis años, mientras que él, de puntillas al borde de un silencio eterno y con el alma echando alas, embozó en sus labios un “Perdóname” antes de precipitarse al vacío. La niña se quedó sin voz tras un grito desgarrador.
ОглавлениеAquella tarde habían pasado un día familiar al visitar el Museo de Gustav Tarla, inaugurado en fecha reciente. Era un monumento a la historia de la vieja Escandinavia, narraba su origen e historia vikinga junto a un pasado teñido de sangre y tesoros. En el museo, el padre se quedó mirando un cuadro durante largo tiempo, mientras Alana, de la mano de su madre, observaba maravillada un drakkar, con aquellas tablas moldeadas y la imaginación presa por la voz del guía, que contaba las aventuras sangrientas de los tripulantes.
De pronto, se alejó de su madre, tras indicarle con un gesto que se reuniría con su padre. Astra asintió con la cabeza y la siguió con la mirada hasta casi verla llegar a él. En ese momento, desprendió su atención para continuar escuchando el relato.
El padre despegó sus ojos del cuadro para observar las escaleras que se encontraban a un costado, para luego dirigirse hacia allí enceguecido, sin advertir la cercanía de su hija. Comenzó a subir apresurado los escalones, alejándose de la vida, mientras Alana lo seguía hasta llegar a lo más alto, donde presenció su inexplicable despedida.
Repasando en su memoria aquellos dolorosos recuerdos, siempre se preguntaba si aquel cuadro que contemplaba con especial atención gatilló su desquiciada decisión. Al hacer memoria de aquel ritual fúnebre, observaba a su madre en el preludio de un salón, tranquila y sin derramar una lágrima, la mirada perdida tras la ventana sin cristal de su mente, filtrando el aire que se hacía pesado con cada inspiración. Su rostro estaba moldeado por la nada, reflejaba una franca ausencia ante la confusa situación. Por su parte, Alana veía las siluetas difuminadas de todos los que deambulaban a su alrededor, percibía sus voces distorsionadas al contemplarse rodeada de cirios y abrazada a la escultura del magnífico y marmolado dragón, al cual rogaba que acabase pronto eso que parecía un horrible sueño.