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El futuro de un universo Siete siglos después, a principios del siglo XX, la estación ferroviaria continuaba con su vaporada canción al incorporar nuevas máquinas con renovados aires de modernidad. El caudal patrimonial de la familia seguía tan estable como la estructura de los diamantes que explotaban. Una escultura en el centro de la ciudad recordaba quién llevó la riqueza y el avance de la antigua época, un serio señor con un pedazo de piedra en su mano, una de las más grandes gemas llevada desde su minera india, que fue la base del impulso al vuelo de un creciente y visionario proyecto; gracias a sus buenas obras, le otorgaron un título de nobleza. En la leyenda escrita a sus pies, se podía leer: “Un grande que muchos no tendrán el lujo de conocer, pero podrán admirar su obra grabada en cada magnífica intervención. Adámas Gulbrand, una noble mente, inagotable de sabiduría e ingenio, el pueblo escandinavo estará eternamente agradecido”.
ОглавлениеLas casonas imponentes aún contemplaban los atardeceres despedirse día a día. A partir de Nisa afloraron once generaciones de matriarcas. Al ser solo féminas, el apellido Dottirgulbrand se mantuvo. La progenie de principios del siglo XX estaba conformada por Astra, Aria y Kaira con una diferencia de dos años en cada nacimiento, Astra era la menor de ellas. Se les llamó las hijas de la luz, según el libro de profecías que auguraba los secretos familiares. Crecieron en la casona norte, uno de los pocos lugares donde el entorno social y natural se conservó a pesar del paso del tiempo, incluso al mantener en el subconsciente las creencias relativas a la magia y lo sobrenatural que colmaban de historias y leyendas el caramillo popular.
Kaira, Aria y Astra se enamoraron, pero el amor de la pequeña fue uno de los más duraderos entre los fugaces vínculos acostumbrados. Su lazo era de los pocos con pureza que se podía encontrar en aquella época, estaba libre de imposiciones, nacido a partir de una chispa del destino. No les llevó mucho tiempo decidirse a compartir sus horas y momentos, pronto pactaron votos de amor y vivieron juntos en la ciudad. Alana nacería a los pocos meses de esa unión.
Hasta la muerte de su progenitor eran una hermosa familia. A su madre no se le hizo difícil llevar una vida alejada de los rituales mágicos y aquella filosofía aprendida que día a día avivaba el fuego de los cuestionamientos sin respuesta, atada a una consciencia que otros jamás lograrían descifrar. Después del trágico desenlace, madre e hija regresaron a la casona norte envueltas en un halo de soledad, con sus ganas acalladas y hastiados sus sentidos.
Les tomó algo de tiempo a Aria y Kaira rescatar a Alana, eran seres colmadas de luz, con una imaginación inagotable y un cariño eclipsante, además de ser muy cultas. La sabiduría les permitía crear alternativas de juegos poco convencionales, pero de gran contenido analítico. Eran perfeccionistas y totalmente desnaturalizadas para la época. Claro está, Astra gozaba de su misma gracia, pero no lograron tomar su mano al borde de ese precipicio donde fue llevada por la pérdida. Un año más tarde, fallecería a causa de la tristeza que caló en sus huesos hasta robarle la vida. Desde entonces, las tías de Alana cobijaron, resguardaron y alimentaron no solo a aquel hermoso y físico retoño, sino además al ser exuberante y vital que se formaba. En ese entonces, ya se divisaba que quebrantaría el molde de los viejos tiempos, como evocaba el vaticinio esperanzador de una nueva alianza.
Dottirgulbrand, una procreadora sucesión feminal, llevaba como estandarte la sobrevivencia de doncellas princesas y guerreras, retratadas en un cuento infantil donde se explicaba de forma romántica la condena del no nacimiento de varones en la familia. Si la semilla engendrada correspondía a una creación cigótica masculina, no alcanzaría su nacimiento o bien moriría a los pocos días, tras provocar grandes sufrimientos que causaban culpas, alejamientos, quiebre de las relaciones y muerte. Esto último siempre acontecía de una trágica manera para aquellos que entregaban su sincero corazón al deseo de estar junto a ellas en el lazo esposado del amor. Sin embargo, esto no correspondía a una casualidad, sino más bien a una causalidad, ya que resultaba demasiado coincidentes cada uno de los hechos que propiciaban estos finales. Sin duda, las historias infantiles no aclaraban esto.
A pesar de eso, la familia poseía gran poder adquisitivo y respetabilidad social, aunque no solo por su rentable negocio; a eso se sumaban las conocidas habilidades y prácticas adquiridas relacionadas con la magia. Esto las convertía en mujeres de renombre rodeadas de cierta aura de misterio y seguridad, además de una belleza difícil de ignorar. Por dicho motivo, nacieron historias fantásticas de esposas amenazadas o hijos que crecían con temor a ser presas de sus sortilegios.
A raíz de estas habladurías, el círculo social de Alana era reducido y no se convirtió en la chica más popular. Varias veces deseó ser una persona diferente, normal y con una rica vida social, alejada de ese sitio donde vagaba solitaria bajo un camino de magnolios otoñizos que, a través de sus hojas desprendidas, intentaban acariciar aquella silueta nómade que no encontraba su lugar.