Читать книгу Sueña conmigo - Almma Balcázar - Страница 8
Nacimiento de un legado Era el día primero del siglo XIII. Con jolgorios se recibió el nuevo año, tanta felicidad hacía que Nisa Dottirgulbrand, la trastatarabuela de Alana, se sintiera poderosamente incentivada a encontrar pronto el amor. Para esto, siguió al pie de la letra los rituales que sus amigas acostumbraban a realizar. Su padre la observaba divertido y con una sonrisa generosa en su rostro, mientras ella comía pétalos de una flor, en la cual había escrito con miel símbolos rúnicos y el nombre de su platónico amor, un hombre mayor que ninguna había podido atrapar y que sin duda deseaba para sí.
ОглавлениеAl poco tiempo, aquel hombre inalcanzable para muchas pidió su mano en matrimonio. La complicidad de la pareja era tan dulce como la miel con la que talló aquellos pétalos en esa mágica noche; sin embargo, no duró largo tiempo. Él sentía debilidad por su mujer y por todas las otras, incluso sus amigas más cercanas. Obsesionada de rencor al enterarse de que había sido víctima de infidelidad y enceguecida por el dolor, Nisa se embarcó en una aventura que cambiaría su destino para siempre y el de toda su descendencia.
La magia era conocida en cada rincón de Escandinavia, se decía que en aquel lugar floreció desde lo más profundo de los infiernos. En el pueblo se conocía a una de sus oscuras creaciones, un ser horripilante de iracunda personalidad, pero con un poder capaz de controlar las siete leyes que convierten a cualquier ser en invencible. Poseía el poder de convertir el bronce en oro y los corazones en piedra, habitaba los rincones más profundos de la soledad, en un lugar que ni el mismísimo Odín se atrevería a visitar. El camino hacia la criatura era difícil, pero más aún encontrarla. Para esto se debía realizar un ritual de conexión previo para que el puente se mostrara. Para tal efecto era necesario seguir algunas exigencias especiales, comenzando con la escritura detallada de una carta que explicara los deseos que impulsaban el contacto; luego, durante la noche, se dejaba junto a uno de los dos candiles que permanecerían encendidos en ambos costados de la cama, solo se permitía la compañía del menguante de la luna. Bajo su luz, se elevaba una oración pautada en uno de los más antiguos lenguajes desprendidos del puente del conocimiento, llevado por Odín de su travesía por los mundos. Al realizar la invocación, una de las doce deidades discriminaba si la petición era sincera y se encargaba de realizar el paso conector hacia el oscuro ser.
Nisa, llegado el momento, a medianoche y con el destello de la luna a media luz, impulsó con lentitud el brote de las palabras de sus fríos labios y roto corazón, para cobijarse confiada en el blanco nido. Luego, besó la carta para acomodarla y dormir serena con la ilusión de una respuesta.
Esa noche, mientras la consciencia de Nisa vagaba entre sueños, recibió una visita en su habitación. Aquella presencia se sorprendió al ver su exuberante belleza, recorrió su enmarcada silueta, cubierta por sábanas de seda blanca, y sintió un enlace poderoso hacia su alma. Aquel mágico ser, alucinado de aquella sensación, comenzó a leer la carta. A medida que avanzaba entre oraciones y líneas, se ancló a los sueños de Nisa para desencadenar recuerdos de felices y amargos episodio de su vida: infancia, amores, primer beso. Hizo esto ante un impulsivo deseo de conocerla, ya que al verla tan hermosa, entre blancos y luces bajas, recibió un sentimiento palpitante de un esperanzador salvataje.
Al amanecer, Nisa descubrió que la carta no estaba. En su lugar encontró una pluma negra y la ventana abierta de par en par, mientras avanzaban hacia ella los recuerdos de un sueño extraño y se desprendían en retazos de imágenes y sensaciones ocultas tras registros borrosos.
La mañana siguiente a esa, tras un luminoso sueño, se le entregaron indicaciones para la preparación de un viaje. El puente había sido mostrado y abiertas las puertas del camino, así que tras aprovisionarse de lo necesario, montó su caballo y emprendió una aventura sin saber con exactitud cuánto duraría. La situación era bastante incierta, pero la locura cegadora de la traición, propiciada por el deseo intenso y desenfrenado de venganza, no la hicieron dudar.
Emprendió la aventura galopante, avanzaba ciega de indicaciones hasta frenarse ante dos caminos. Ambos se internaban en maravillosos parajes verdes, aunque uno de ellos lucía menos frondoso. Lo eligió, pero al darle la instrucción a su caballo para que avanzara, una pluma negra cayó frente a sus ojos con un sutil vaivén, hasta posarse en la cabeza del animal, que relinchó con brusquedad y se elevó en un acto inexplicable que casi la tumba. En cuanto logro tranquilizarlo, advirtió que era una señal y eligió el otro camino.
Continuó cabalgando durante horas con la incertidumbre de estar perdida. No obstante, percibía una extraña sensación, como si pudiesen sentir su corazón. Al verse sin rumbo de nuevo, otra pluma descendió frente a ella, haciendo que su caballo retrocediese; frente a esto, cogió con fuerza las riendas y apresuró el galope.
Cansada y bajo ruidosas hojas que se movían con el viento en lo alto de gruesas ramas, el sonido de una cristalina corriente la llamó a refrescar su sed. Reflejada en el agua, pensaba en lo poco agraciada que se veía y se culpaba por ser engañada. “¡Cómo alguien podría amarme!”, exclamaba, golpeando el agua con fuerza. Con amargura caían sus lágrimas desbordadas, al reprocharse sus historias y experiencias, mientras un amargo sabor cubría su boca. Entre tal oscuro desahogo, se durmió rendida con el alma en el infierno.
En su sueño recibió una visita, pero solo podía escuchar una voz que le dio las indicaciones sobre la segunda parte del camino, además de llevarla a un oscuro recoveco de su memoria: con catorce años, se encontraba en su habitación observando desde su ventana, muy triste. No quería ser vista, aquel chico a quien le había envuelto su corazón como regalo, la despreció bajo una horrible y lapidaria apreciación. Presa de la angustia, unos brazos cálidos la cobijaron con suavidad por sus hombros, mientras musitaban:
—Esa persona es solo un astro de un vasto universo. Una opinión o acción no es una verdad absoluta, lo que importa es la mirada que tengas de ti misma, tu mundo y la fuerza que eliges entregar para que este gire.
Al día siguiente, luego de tanto andar bajo las directrices entregadas, reconoció la cercanía de su destino. Observó a lo lejos la maravillosa boca de un fiordo y las elevadas laderas. Jamás había estado tan lejos de casa y sintió que un miedo gélido se apoderaba de su cabeza ante el reconocimiento de tan enorme belleza que, de no ser por la infortunada carta amorosa que le tocó jugar, nunca hubiera descubierto. Además, no se había cuestionado lo que en ese momento se abría como alas ante sus ojos, aquella alternativa de una vida que era mucho más que un esposo infiel y un pueblo de mentes cercadas, con costumbres y exigencias heredadas. Dudó si debía continuar, pero en ese preciso momento de cuestionamientos incesantes, escuchó tras de sí una sutil voz que ya le resultaba familiar, pues correspondía con la de sus sueños:
—Estás en el lugar correcto.
Ante el susurro, Nisa se volteó para ver a una hermosa mujer de abultada cabellera rojiza hasta la cintura, con un largo vestido que cubría sus pies. Le acercó un canasto con hierbas recién cortadas, mientras la invitaba a avanzar junto a ella.
—Perdón, pero estoy buscando a alguien especial. —El desconcierto de Nisa era evidente.
—La has encontrado.
La mujer la guio a través de una pradera con elevado pasto, lo que hizo dificultoso el avance. La pelirroja aparición, acostumbrada al recorrido, le llevaba distancia, lo que impedía el diálogo y dejaba de lado los cuestionamientos que Nisa guardaba en el límite de la lengua. Luego de varios minutos de caminata, el pastizal terminó de forma abrupta, para dejar una mohada alfombra que cubría la base de una de las más altas laderas.
La mujer comenzó a subir por medio de un improvisado camino, a medida que le gritaba, desde la ascendida lejanía, que dejase su caballo entre los arbustos; señaló una corraliza natural, donde se encontraba otro caballo, o eso parecía. Al observarlo, Nisa descubrió que tenía más de cuatro patas, pero para ese entonces estaba muy cansada, así que dejó que esa explicación la calmara. Tomó una fría bocanada de aire antes de emprender la suicida escalada a través de un hilo discontinuo de rocas sobresalientes.
—¡Apresúrate, el té se enfría! —Los gritos de aquella aparición resonaban en medio del paisaje de rocosas depresiones cicatrizadas que dejaron los glaciares.
El lugar era acogedor, cálido y olía a vainilla con notas de albahaca.
—Alayna es mi nombre. —Le ofreció unos dulces rollitos de masa crujiente—. Debes estar cansada por el largo viaje. —Sirvió una caliente infusión.
Nisa respondió que era tal su cansancio, que hasta creyó ver un caballo de seis patas. Alayna sonrió, guardándose la respuesta al comentario; luego, añadió que la infusión le devolvería las fuerzas.
—¿Qué te trae hasta este lugar? —Dio un soplante sorbo a su bebedizo.
—Creo que lo sabes, ¿verdad?
—¡No soy Odín, por las diosas!
Nisa rio divertida. Aquella mujer sabía la respuesta y lo que escondía ese corazón en llamas, pero necesitaba conocerla más, despojarla de la envoltura caparazonada que solo los humanos con abundantes riquezas y títulos de nobleza poseían, como parte del ropaje distintivo de una clase especial, aquella no veía con buenos ojos la transgresión de los cánones o cualquier diferencia que no se ajustara al rígido entorno social.
Nisa inició la historia de su trágico desencuentro amoroso, poseída por el rencor que crecía en intensidad con cada recuerdo. En un momento, Alayna le ofreció más infusión, su delicada vasija parecía a punto de romperse ante la fuerza iracunda que era utilizada para narrar la desventura.
—Bébelo, te sentirás mejor, te lo aseguro.
Nisa dio algunos sorbos antes de continuar el relato. Su corazón se apaciguó con lentitud, cada gota del brebaje calmaba sus latidos y relajaba su voz, mientras la amargura y el resentimiento desaparecían como el vapor tras un soplido. Así, desde la transmutación de aquel sentir, ascendieron con energía, cual serpiente que se arrastraba por sus entrañas, la fuerza y la determinación de Nisa. Percibió una gran seguridad que se arremolinaba en una ensalada de sensaciones nunca experimentadas. En ese trance hacia una nueva consciencia, levantó sus manos y las observó como si fuera la primera vez, pensando en cuánta belleza poseían, mientras articulaba movimientos sutiles con ellas.
Alayna la estimulaba por medio de frases para que continuara con aquel descubrimiento, hasta que le acercó un reflejo de sí misma cristalizado en un pulido trozo de piedra nacarada. A medida que se miraba, sus facciones mejoraban, su cabello crecía y abultaba, las mejillas tomaron un nuevo color rosa, sus labios se acentuaron y la nariz se perfeccionó. Al fijar su mirada en el busto, este se extendió de manera leve y su silueta se ajustó, los muslos crecieron hasta adquirir formas curvas, mientras su piel se volvía tersa y suave.
—¿Qué me has hecho? —A pesar de su sorpresa, una sonrisa iluminaba el rostro de Nisa.
—Siempre has sido tú. Esos sorbos cálidos que bebiste, solo retiraron el velo empañado que te cegaba. —Alayna le dedicó una satisfecha y dulce mirada.
A partir de ese momento, Nisa vio con claridad y tomó consciencia de su cuerpo y la hermosura que poseía. Entendió el verdadero valor y el significado del amor propio, esto le entregó las alas de la libertad. Además, asumió el compromiso que Alayna le pidió de forma encarecida: mantener esa nueva imagen incluso frente a la tormenta de autosabotaje que muchas veces la lapidaba. De esta forma, su cuerpo se vistió de alma, dejando visible la esencia de su ser, aquel que mostraba una inagotable belleza, a diferencia de la destructiva imagen que se inventaba a diario. Su vida se transformó a partir de esas gotas de amor que la purificaron. Conocido es que el amor todo lo mejora, al manifestarse en su existencial extensión.
Aquella mujer, inmersa en el refugio paralelo de su mundo, era incapaz de dimensionar la manera en que su vida cambiaba. Detuvo su mirada para observar con lentitud a Alayna, la admiró desde el cabello hasta los pies, antes de asegurar que jamás imaginó que fuera tan bella; cuando le hablaron de un ser mágico que podría ayudarla, conjeturó que se trataría de una malévola aparición.
—En cambio luces como una sirena perdida en una verde floresta. —Nisa inclinó su cabeza con ternura.
Ambas respondían a la conversación con dulces sonrisas. En algún momento, Nisa agregó que sus palabras eran coherentes con el encanto de tu voz, y esbozó una expresión cálida mientras recorrían sus rostros con miradas. A partir de ahí, la charla continuó entre dimes y diretes.
Alayna, en busca de cualidades y carencias, interrogó a Nisa para conocer a profundidad a aquel ángel que tenía enfrente.
—¿Cuáles son tus dones?
Nisa esbozó una mueca de duda.
—Francamente, no entiendo a qué te refieres.
—¿Tienes algún poder especial? ¿Cantas, bailas, tocas algún instrumento?
—¡No! —Se apresuró a contestar.
—Entonces ¿qué te gustaría hacer?
Los ojos de Nisa se iluminaron al contemplar una ilusoria imagen mental, antes de responder con un suspiro:
—Danzar, mover mi cuerpo al ritmo de un impulso.
Se acercó al oído de Alayna para susurrarle un secreto: amaba bailar. Luego se levantó de manera brusca y, ayudada por la expresión de sus manos con aire de reproche, explicó que la danza era considerada rebelde y obscena por sus padres. En aquel castillo de princesa donde la seriedad y el cumplimiento de normas sociales era lo principal, el baile no estaba permitido. Nisa siempre rumiaba la idea de que si sus familiares experimentasen la rebosante fuerza que florecía desbordando de su ser, no la condenarían.
—Pasión.
En definitiva, la palabra expresada por Alayna explicaba aquella expresión sin restricciones que daba rienda suelta a la emoción, la cual satisfacía sus deseos y encendía su alma. Nisa concluyó, a modo de resignación, que solo restaba vivir la vida que otros elegían para ella y construir lo que todos construían.
Alayna la rescató de ese encasillamiento mental con una nueva pregunta:
—Si no existiesen reglas, normas ni prototipos, ¿qué harías?
El rostro de Nisa se alumbró con una sonrisa:
—Danzaría libre, expresaría lo que para mí es la más hermosa forma de arte.
Con un brindis, Alayna celebró sus respuestas e hizo que resonaran las copas de fondo:
—¡Todo siempre se puede cambiar!
Fue una maravillosa velada. Discutieron temas poco debatidos y bebieron brebajes exóticos, mientras se revelaba ante los ojos de Alayna el mensaje que escondía la antorcha de Loki, aquella estrella que alumbró esa noche. Consistió en un evento astrológico inusual que apareció para manifestar sus secretos, ya que esa señal confirmaba lo que sintiera hacia Nisa esa primera vez, la posibilidad de encontrar un predecesor.
A partir de ese momento y con la ratificación astral, Nisa se convertiría en la heredera del poder de Alayna, quien le entregaría los conocimientos de un dogma con el cual podría ayudarse y ayudar a los demás; gracias a esto, manejaría aquello que para un humano común era imposible. De esta forma, le ofreció un pacto que fue aceptado sin titubeos, aunque Nisa no entendía la dimensión de aquel acuerdo; sin embargo, sentía que su destino se anclaba en aquella voz, a partir de la cual nació la vertiginosa sensación de no saber hacia dónde su vida, en ese momento incierta, la llevaría; no obstante, vislumbraba un prometedor porvenir.
Alayna, en cambio, escondía un futuro poco alentador. Su salud se había deteriorado de forma brusca, ni siquiera todos sus brebajes eran capaces de curar un destino dictado. Era la última de una estirpe proveniente de un antiguo linaje álfar. No había dado demasiada importancia a esto, al suponer que su vida sería prolongada. Por este motivo, pausó su corazón, preocupada por ayudar a otros, además de grabar en libros la sabiduría de sus orígenes, colmando así sus días. Para cuando entendió la situación, no le quedaba otra salida que resignarse a perder su poder y saber. Sin embargo, una luz de esperanza apareció en la figura de Nisa, así que le traspasó su semilla milenaria en conjunto con sus dones, con el objetivo de que prevalecieran. Esto se realizó mediante un ritual de sangre y fluidos propios del amor. En nombre del intenso sentimiento que las unió, fueron una en cuerpo, alma y corazón para transmitir un legado mágico.
Alejado de toda conocida normalidad, el influjo de aquel injerto generacional llevó a la familia Dottirgulbrand una mezcolanza híbrida que, cual sirena que al principio obnubila con su belleza y envuelve a quienes la contemplan, al final se reconocía como una criatura diferente, unión de dos partes. Esta unión del destino permitió que la sangre más pura y antigua crease un vínculo con la más incipiente y dañina, en un pacto que se llamó sécula de casta.
Al valerse del tiempo circular que entregaban los sueños, Alayna logró que cada momento se resignificara y extendiera. Aquellos saltos hacia el futuro onírico le llevaron visiones del futuro, así descubrió todos los conocimientos que Nisa podría necesitar en su ausencia. Continuaron de este modo hasta que la instrucción estuvo completa, luego de un período arduo e intenso. Alayna, además, dejó escrita su herencia por medio de predicciones; luego, le entregó sus posesiones.
Durante el poco tiempo que vivió, se dedicó en su mayoría a preparar a Nisa en la práctica de lo que no pudiese aprender de los libros que se habían escrito a lo largo de los años, incluyendo los que ella creó, clasificó y guardó. Sin duda, lo más importante era el manejo de los sueños, ahí residía la verdadera conexión con la esencia del mundo y la creación, el poder entregado desde el nacimiento del cosmos. Por otra parte, era necesario que Nisa manejara de forma correcta los dones que su descendencia recibiría durante la luna roja, aquellos que utilizarían respetando las leyes que regían el dogma.
El control de los sueños era una capacidad álfar, pero solo a aquellos de mayor rango se les otorgaba la facultad de viajar a través de ellos, como hacía Alayna. Este poder la ayudó a manejar algunos eventos importantes para la transcendencia y evolución humana. Seres como ella eran capaces de ingresar a los sueños para mostrar el futuro y modificar el presente; gracias a esto, el pasado sanaba el mañana y el ahora; de este modo, propiciaba uniones de parejas, modificaba conductas dañinas o entregaba el poder para concretar proyectos. Al final, como bien decía ella: “Todos nacemos de un sueño”.
Antes de ella, la historia se rastreaba hasta el inicio de los tiempos, momento en que llegaron los álfar. Cayeron desde la luna como rocío matutino para impregnar de tranquilizadora bondad, equilibrio y amor cada rincón de la tierra. El mundo florecía bajo su influencia, pero pronto la creación incorporó una nueva raza, aquella imperfecta de indomables sentimientos, que llevó consigo lo que ya conocemos: la normalidad absoluta, el Midgard o mundo de los hombres. El problema de los álfar eran sus depredadores naturales, unos seres oscuros, restos de la creación que vagaban devorando cualquier rastro de luz y amor que los álfar protegieran con su corazón. Además, los seres sutiles se caracterizaban por su fragilidad, razón que los confinó a lugares ocultos donde su población se redujo tristemente, pues eran incapaces de soportar la realidad hostil administrada, en su mayoría, por su última creación: los humanos. Algunos de estos seres habitaron los confines de los sueños perdidos en el llamado Golden, una dimensión anexa y dependiente de los mundos, donde se manejaban las civilizaciones dentro y fuera de la orbe; sin embargo, vivieron allí con capacidades limitadas, pues una vez que decidían confinarse, obtenían seguridad e infinitud, aunque se convertían en algo más parecido a una ilusión que a un ser real.
Alayna, antes de partir, le aseguró a Nisa que existían otros como ella, pero estaban tan resguardados que difícilmente le alcanzaría la vida para encontrarse con alguno de ellos. Además, le dio la noticia de que en su vientre llevaba a una hermosa niña fruto de su matrimonio.
Hasta la muerte de Alayna, la última del linaje que llevaba solo sangre mágica, la historia de la familia había consistido en un inagotable cultivo de sabiduría, descrita como un templo de enseñanzas y aprendizajes establecidos, heredados de generación en generación. El aprendizaje comenzaba desde muy pequeñas, bajo un proceso educativo en forma de juego, que se estructuraba y complejizaba a medida que las hijas crecían. Las bases de esa educación tenían su origen en la historia del legado.
A partir de Nisa y el mestizaje ritual, del cual heredó parte de la sangre álfar, la descendencia se rastrea en la forma de un árbol infértil con nidos vacíos de aves madres que, como viudas negras, se quedaron sin los machos que deseaban anidar junto a ellas, víctimas de una devastación incongruente y poco estética que, lejos de ser aceptada, se tornaba grotesca frente a la contemplación.