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LA DESPRAGMATIZACIÓN COMO ELEMENTO CLAVE DE LAS OBRAS LITERARIAS
ОглавлениеEn mayor o en menor grado, todas las obras literarias son el resultado de una manipulación consciente del lenguaje de todos los días. En un poema, en un cuento, en una novela el creador manipula las palabras, se sirve de ellas para transmitir un acto comunicativo único, distinto al que usaríamos, por ejemplo, en nuestro quehacer cotidiano. Es como si el literato tomara las palabras y les quitara cualquier finalidad pragmática o práctica, aquella que las convierte en meros instrumentos de comunicación. Puestas en manos del creador, las palabras serán manipuladas de tal suerte que, dentro y solo dentro de los límites de su obra, adquirirán un significado único, a menudo insólito y poderoso. Eso sí, fuera del espacio de la obra, tales palabras significarán poco o nada. A este proceso, muy característico de las obras literarias, se le conoce con el nombre de despragmatización. Confrontado con este lenguaje prístino y despragmatizado, el lector reaccionará buscando los posibles significados implícitos que se esconden detrás de esas palabras. Ya no simples palabras, por cierto: ahora figuras retóricas, eufónicas por obra y gracia de la musicalidad y la cadencia de la que también están impregnadas.
Un ejemplo del efecto de despragmatización lo hallamos en el poema de Oquendo de Amat citado anteriormente. Allí, el nombre de la madre es comparado, gracias a un símil, con la dulce resonancia de una música “humilde”, como la propia madre lo es, y sus manos, debido a la presencia de una metáfora, se convierten en gráciles aves que vuelan a ofrecer una caricia en el tierno espacio de los recuerdos del yo lírico. Y es que muchas veces, como lo explica Jonathan Culler, la literatura trae “a primer plano” la propia presencia del lenguaje, como ocurre en los versos de Oquendo: en ellos, el lenguaje nos obliga a prestar atención a su propia forma. Si en la vida diaria lo que nos interesa del lenguaje es usarlo como una mera herramienta para transmitir determinados sentidos, en el caso de la literatura, en especial de la poesía, el lenguaje deja de ser un mero transmisor de significados. El lenguaje literario tiende a despragmatizarse, es decir: pierde su utilidad práctica, se vuelve tan impráctico que solo posee valor, convertido en metáfora, sinécdoque o cualquier otra figura retórica, en el propio poema y solo en él. Otro ejemplo de esta despragmatización, según el crítico español Ricardo Senabre (citado en Villanueva, 1994, p. 154), la hallamos en los versos iniciales de uno de los sonetos más célebres del poeta español José Bergamín:
Mañana está enmañanado
y ayer está ayerecido
y hoy, por no decir que hoyido,
diré que huido y hoyado
Las palabras “enmañanado”, “ayerecido” y “hoyido” simplemente no existen en nuestro idioma: el poeta las ha creado, no de la nada, sino que ha tomado términos parecidos: “mañana”, “ayer”, “hoy”, y los ha sometido a un profundo cambio, ha alterado su categoría gramatical: los sustantivos se han convertido en verbos. De este modo, explica Ricardo Senabre, transformados en otra cosa, han perdido su función práctica, pues nadie las emplearía para comunicarse en la vida diaria. Se trata de palabras despragmatizadas, tan poco funcionales que su uso se restringe única y exclusivamente a los márgenes del propio poema de José Bergamín.
Pero retornemos a nuestro intento de definición de lo que es la literatura. Por todo lo explicado hasta ahora, es imposible definir el hecho literario de una manera única y definitiva, universal. A veces, como explica Jonathan Culler, será el contexto inmediato, o simplemente la claridad del discurso que tenemos en nuestras manos lo que nos impulsará a verlo sin asomo de dudas como literario. Otras veces, como afirma Susana Reisz, será el contexto histórico, el conjunto de convenciones de una sociedad y una época la que fijará el carácter literario de tal o cual discurso, ya sea escrito u oral, en verso o en prosa. A menudo, tanto la definición de Culler como la de Reisz se hermanarán para permitirnos acceder a una definición más compleja de lo que entendemos por literatura. Sin embargo, ambas definiciones, juntas o por separado, resultarán frecuentemente insatisfactorias para entender de una vez y para siempre la compleja naturaleza de lo literario.