Читать книгу En el bosque - Alyssa Wees - Страница 11

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En el bosque

Ella dijo, “Despierten”

Ella dijo, “Síganme”.

Ella dijo, “Vengan a jugar”.

La bruja sonrió, borrando de su memoria a los visitantes extraños del día anterior. Acarició a los zorros por detrás de sus orejas antes de llevarlos a dormir, cantándoles suave mientras masajeaba sus costillas con sus pies, un canto alegre que hacía que las hojas vibraran y la brisa soplara. Los zorros no necesitaban nada de la Bruja de los Deseos y por eso ella les estaba agradecida. Dormían alrededor de su trono, formando un anillo de pelaje cobrizo que adornaba el lugar, pero cuando los llamó, se levantaron y estiraron sus patas. La siguieron hacia el claro, donde había un altar repleto de ofrendas de las cuales tomó la sombra de un niño y la retorció con fuerza entre sus manos, quitándole toda la oscuridad que tenía acumulada. Cuando no quedó nada de ese polvo, comprimió la luz remanente de un orbe que arrojó hacia el aire tan alto que quedó atrapado en el cielo. Los zorros bostezaron, lanzaron algunas mordidas al aire y parpadeando repetidas veces ante la luz tenue del sol en sombras. Inclinaron la cabeza hacia un lado al ver a la Bruja de los Deseos girar en el claro y, al cabo de un rato, se unieron a ella en un vals salvaje.

Los zorros aún no lo habían aprendido, pero las estrellas ya lo sabían y, consecuentemente, la bruja también: el grito ardiente en nuestro interior duele menos cuando nos movemos, cuando avanzamos, cuando buscamos sin parar, de todas las formas posibles.

Así trabajaba la bruja y así lo había hecho siempre: bailando bajo el resplandor cálido de un sol en tránsito. Al menos, hasta la mañana, cuando estaba contemplando a los zorros en el claro y notó a un extraño entre ellos.

Al principio, ignoró a este intruso de pelaje negro brilloso que olía a manzanas, canela y secretos. No le gustaba que hubiera aparecido justo después de la visita del par de adolescentes curiosos, y tampoco al resto de los zorros, quienes mantenían distancia; solo la zorra de pelaje rojizo se acercó y le gruñó. La bruja le pidió a su guardiana que regresara, incitando al resto de los zorros a que la acompañaran en su celebración del mediodía como si nada extraño hubiera pasado. En medio de un baile rápido, la bruja saltaba y reía, mientras la luz del sol se reflejaba en su cabello oscuro. Miró hacia atrás para ver si los zorros la seguían con devoción.

Todos salvo uno.

De inmediato, se detuvo y varios zorros se chocaron con sus piernas, haciendo que sus hocicos húmedos se golpearan con fuerza contra ella. Giró abruptamente hacia el extraño y se acercó a él con las manos sobre su cintura.

Dijo, “Baila”.

Dijo, “Ahora”.

Dijo, “Usaré tus huesos para marcar el ritmo de nuestra canción si te niegas a acompañarnos”.

Pero el zorro extraño solo levantó la cabeza y sonrió.

En el bosque

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