Читать книгу Las guerras del uranio - Amir D. Aczel - Страница 5

PREFACIO

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Raro es el día en que los medios no dan cuenta de alguna noticia importante sobre cuestiones nucleares, ya se trate de la respuesta de la comunidad internacional al programa nuclear iraní o del futuro del arsenal atómico paquistaní. Al mismo tiempo, algunos políticos y científicos conciben un futuro en el que reactores nucleares diseminados por el territorio de Estados Unidos generarán la energía eléctrica que nos ayudará a superar nuestra dependencia de los combustibles fósiles. La energía nuclear puede ayudarnos a luchar contra el calentamiento global porque se trata de una fuente de energía que no implica emisiones de carbono a la atmósfera. Pero la promesa de una fuente de energía libre de emisiones de carbono tiene como contrapartida la preocupación que suscitan los efectos nocivos de los residuos nucleares, así como el peligro de que ocurra otro desastre como el acaecido en 1986 cuando se produjo la fusión y posterior explosión del reactor de la planta nuclear de Chernóbil, en Ucrania, un desastre cuyo coste en vidas humanas aún no hemos cuantificado por completo.

Mientras a diario nos inundan todas estas noticias, pocos entienden qué significa esta información: ¿qué hacen en realidad nueve mil centrifugadoras funcionando sin parar las veinticuatro horas del día en una planta nuclear de Irán? ¿Qué es el uranio refinado y cómo lo producen estas máquinas? ¿Y cuál es el poder que se halla en el interior del núcleo de uranio, un humilde elemento de aspecto plateado presente en diversos lugares del planeta, y de qué modo este elemento proporciona el inmenso poder destructivo que tiene una bomba atómica?

La mayoría sabe que las bombas atómicas destruyeron Hiroshima y Nagasaki hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, y muchos saben también que la operación que hizo posible la existencia de esas bombas fue el Proyecto Manhattan. Pero muy pocos conocen la historia completa que condujo a aquella empresa colosal, es decir, cómo fue descubierto el uranio, de qué modo se investigaron sus propiedades, y cómo una acérrima competencia entre varios grupos de científicos que trabajaban en distintos países nos condujo a una comprensión más profunda del uranio. Pocos saben que es el átomo del elemento uranio el que experimenta el insólito proceso de fisión, cuando simplemente se divide en dos al recibir el impacto de una diminuta partícula subatómica.

Los investigadores, inmersos en una carrera frenética por comprender este proceso, observaron que la división del átomo de uranio libera energía tal como preveía la célebre ecuación E = mc2 de Albert Einstein. Algún tiempo después, se planteó una posibilidad aún más misteriosa y fascinante que pronto se hizo también realidad: la posibilidad de generar una reacción en cadena. Cuando un número muy elevado de átomos de uranio entra en fisión en una reacción en cadena esta genera una explosión nuclear. De igual manera, cuando una reacción en cadena se mantiene bajo control, cuando la reacción es más modesta que una explosión, el uranio produce la energía generada en una central de energía nuclear destinada a fines civiles.

Nos hallamos actualmente en un momento clave a escala mundial en el cual nuestras políticas relativas a la energía, la economía y la seguridad nacional dependen, en parte, de una comprensión profunda y rigurosa de las propiedades y los usos del uranio. Y precisamente por esta razón es tan importante la historia del uranio.

Nuestro actual conocimiento de los procesos nucleares, las bombas atómicas y la energía nuclear tuvo su origen en la Segunda Guerra Mundial, cuando científicos que habían conseguido escapar a la brutal crueldad de los nazis construyeron la bomba atómica en Estados Unidos poco antes que sus homólogos en el Tercer Reich lograran hacerlo. La energía nuclear continuó siendo polémica: por un lado, al contar con el potencial para proporcionar energía a las poblaciones civiles y, sin embargo, ser una amenaza para el mundo cuando estados terroristas como Irán y Corea del Norte la utilizan como subterfugio para desafiar a la comunidad internacional y seguir desarrollando armas atómicas.

El poder de destrucción que caracteriza a las armas nucleares es el legado que nos ha dejado la posguerra. Antes de la Segunda Guerra Mundial, los procesos atómicos eran una maravilla científica, un misterio de la naturaleza que los investigadores se esforzaban en descifrar día y noche. Las guerras del uranio examina las vidas y los trabajos de aquellos científicos que nos aportaron los conocimientos para fabricar una bomba atómica, evalúa cuáles fueron las responsabilidades de cada uno de ellos y explora los triunfos, así como su fracaso, a la hora de evitar que la bomba fuera utilizada contra miles de civiles en Japón, un país que por entonces estaba a punto ya de rendirse. Este libro trata también de la relación entre las autoridades políticas de un país y su comunidad científica. Todos estos son los temas que me parecen más apasionantes sobre todo porque me han fascinado y atormentado a lo largo de toda mi vida.

En la década de 1970, cuando estudiaba matemáticas y física en la Universidad de California en Berkeley, trabajé en un laboratorio con elementos radiactivos utilizando las técnicas que desarrollaron algunos de los científicos cuyas bitácoras se relatan en este libro. Durante mis estudios de física, tuve el honor de conocer a uno de los protagonistas más importantes de la física contemporánea y del descubrimiento de la energía nuclear: el físico alemán y pionero en el campo de la mecánica cuántica Werner Heisenberg. Aquel encuentro cambió y reorientó gran parte de mi pensamiento. Como joven estudiante que yo era por entonces me impresionaron hondamente las brillantes explicaciones sobre la mecánica cuántica y la genialidad de Heisenberg.

Si bien Heisenberg nunca habló de su trabajo de desarrollo atómico durante la guerra en Alemania, sabía que la vida de aquel hombre encantador tenía un lado oculto. Y más de veinte años después, en la década de 1990, empezaron a aflorar pruebas de que Heisenberg había desempeñado una función destacada en el esfuerzo de guerra nazi para construir una bomba atómica. A partir de entonces empezó a obsesionarme la promesa y el peligro que supone la ciencia, así como las formas en que los gobiernos pueden manipular a los científicos para que hagan lo que se les ordena.

Otros muchos científicos desempeñaron papeles decisivos en el desarrollo de la energía atómica y las armas nucleares. Algunos de ellos sabían con exactitud lo que estaban haciendo y no se hacían ilusiones acerca de qué podían hacer los gobiernos con su trabajo. Otros eran, tal vez, más ingenuos o estaban dispuestos a creer que iban a poder hacer oír su voz en las decisiones políticas que se tomaran. La historia que este libro narra es un relato complicado y fascinante acerca de la manera en que los científicos descifraron un misterio de la naturaleza —en una intensa competencia unos con otros— y cómo los descubrimientos que hicieron les permitieron lanzar el proyecto más ambicioso de investigación y producción de armas que hasta entonces se había llevado a cabo: el Proyecto Manhattan, fruto de cuyos años de trabajo fue la bomba atómica.

En las páginas de este libro he querido contar las aventuras científicas de los hombres y las mujeres que desempeñaron papeles fundamentales en la empresa extraordinaria de conocer los secretos del uranio, avances extraordinarios que les llevaron a descubrir los procesos de fisión y reacción en cadena, es decir, los elementos esenciales tanto de la generación de energía atómica como de la fabricación de bombas atómicas. Entre estos científicos se hallaba la infatigable Lise Meitner, aquella física austriaca de grandes aspiraciones que, a lo largo de toda su vida, tuvo que luchar contra el sexismo y el antisemitismo. Y que, no obstante, triunfó al punto de ser la primera investigadora que descifró el extraño proceso de fisión. En la historia que narramos nos acercamos a los experimentos innovadores que ideara el físico italiano Enrico Fermi, uno de los científicos más versátiles del siglo XX, que creyó haber descubierto la producción de elementos transuránicos en su laboratorio cuando en realidad había hecho unos descubrimientos mucho más extraordinarios acerca de la radiactividad y la naturaleza del átomo. Estos hallazgos le llevarían a generar una reacción en cadena en el subsuelo del campo de fútbol de la Universidad de Chicago. Y a lo largo de estas páginas nos acercaremos a conocer también al físico danés Niels Bohr, cuyo trabajo sobre la fisión del átomo tuvo una importancia primordial y ejerció una influencia extraordinaria en las carreras de prácticamente todos los científicos que intervinieron en esta empresa colosal de descubrimiento. El libro describe las rivalidades, luchas abiertas, desafíos y triunfos de los científicos que trabajaron con el uranio, así como también los conflictos que tuvieron. Su trabajo colectivo dio lugar al bombardeo de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki con bombas atómicas, abrió la Guerra Fría y fue el origen de la era atómica en la que vivimos, con los extraordinarios desafíos que produce la proliferación de armas nucleares y la expansión de la energía atómica como respuesta al calentamiento global.

Las guerras del uranio

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