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LA MUJER, EL BORRACHO Y LAS LIMITACIONES HUMANAS

“Una mujer tenía por marido a un borracho y quería sacarlo de su dolencia, por lo que, astuta, ideó un plan. Mientras él dormía la mona, insensible como un muerto, se lo cargó a los hombros y lo llevó hasta el cementerio, lo soltó y se fue. Tan pronto como pensó que ya debía de estar sobrio, la mujer se acercó y golpeó la puerta del cementerio. El hombre dijo: “¿Quién llama?”, y la mujer contestó: “Soy la que trae la comida a los muertos”, a lo que replicó él: “Pero, querida, yo no necesito que me traigas de comer, sino de beber, pues recordando el comer y no el beber, me encuentro mal”. Dándose golpes en el pecho, dijo ella: “Ay, qué desgraciada soy, pues ya nada puedo idear para ayudarte. Porque tú, hombre, sólo no has aprendido, sino que has empeorado: tu dolencia se ha establecido como hábito”. (Esopo 141)

Moraleja: el relato muestra que los malos hábitos, al hacerse crónicos, se instauran como costumbre.

En la antigua Grecia, las fábulas representaban por medio de la ficción algún aspecto común de la vida popular. En esos relatos siempre existía una moraleja o una enseñanza. Comunicaban, enseñaban y entretenían. Esas narraciones nos remontan a la vida cotidiana de la humanidad. El fabulista no daba normas morales de conducta para sus lectores. No decía: “¡Hagan esto!”, simplemente invitaba a la reflexión. Los libros de empoderamiento, tan populares hoy en día, plantean una fábula sencilla e invitan a pensar que todos podemos ser fuertes, exitosos y lograr una extraordinaria calidad de vida a través del “arte de crear la vida que deseamos reprogramando nuestra mente”. Justo ahí es donde ese tipo de autoayuda se convierte en una fábula con una moraleja irreal. Si bien son textos transmisores de un sentimiento común referente al deseo de sentirnos “poderosos”, en general, no aportan un recurso que tome en cuenta al ser humano actual: al hombre y a la mujer experimentando un vacío existencial. Ese empoderamiento “light”, es solamente un tapón inconsistente para llenar un hueco a través de una confianza ficticia. No alcanza para más.

El empoderamiento se define como un proceso que dota al individuo de una serie de herramientas para incrementar su fortaleza, mejorar sus capacidades y aumentar su potencial en el área social, económica e individual. Está orientado a la potenciación del bienestar desde la perspectiva de la psicología comunitaria. Teóricamente es válido y positivo, con la idea que no comulgo es la utilización masiva y simplificada como herramienta de desarrollo personal y con el sobrepeso otorgado al concepto inicial, porque supongamos que este proceso sí consigue cristalizar toda esta magia en las personas. Fantaseemos: su vida adquiere sentido, una buena posición económica, su relación consigo mismas mejora y también sus relaciones personales sanan. Simplemente, no es viable lograr todo lo anterior leyendo un solo libro de autoayuda o asistiendo a un taller para conectar con nuestro poder personal. Y no digo que ese poder no exista. Ahí está, pero descubrirlo toma tiempo y mucho trabajo. Tiempo no invertido por las autoridades de Oregon para desaparecer a aquella ballena. Tampoco en la fábula de Esopo, porque ningún adicto podría curarse así. La existencia no permite atajos, se trate de un hábito, una costumbre, un patrón de conducta o una adicción.

Los hábitos nocivos, los patrones de conducta dañinos o insalubres y las adicciones efectivamente pueden eliminarse con ciertas herramientas para atacarlos, pero dichas herramientas no son un cajón de magia con una solución instantánea.

El verdadero empoderamiento, en palabras del filósofo budista Daisaku Ikeda en ¿Qué es la revolución humana?, consiste en “regular y controlar las funciones del corazón y de la mente” (párr. 1) en un proceso consciente, provocando una revolución en la vida personal. Y es un proceso poderoso, capaz de lograr que la dolencia del borracho de nuestra fábula, su particular adicción, se borre a lo largo del tiempo si se utilizan las herramientas adecuadas y se interioriza el proceso. Y entonces ese adicto experimentará lo que Daisaku Ikeda llamaría “una revolución en su vida”.

NUESTRAS LIMITACIONES

Para que podamos comprender el proceso y su dificultad, quiero recordar una encuesta que una organización internacional (Edge.org) hizo a los cien intelectuales más importantes del mundo en el año 2006. Esta organización les preguntó cuál consideraban la idea más peligrosa del siglo xxi. Entre todas las aportaciones, sobresalió la de Isaiah Berlin, quien en su Mensaje al siglo xxi (Párr. 6) advirtió que la idea más peligrosa es creer en la existencia de una solución a todos los problemas humanos. Es una idea aventurada porque quienes crean en esa solución permitirán crímenes horribles en nombre del orden, la igualdad o la justicia.

Una sociedad así no puede existir, no todos queremos lo mismo y es imposible tener todo lo deseado. No es una solución, sino una maldición resumida en una sola frase: “... uno no puede tener todo lo que quiere – no sólo en la práctica, sino tampoco en teoría.” (Berlin, párr. 12)

Esa es nuestra limitación como seres humanos: nunca vamos a alcanzar en todos sus detalles nuestra vida soñada. Pero dicho esto, subrayemos la idea contraria: estamos condenados a sufrir porque este es el orden natural de las cosas. Es una noción igualmente peligrosa, porque la luminosa verdad es que aunque no podemos aspirar a convertirnos en algo superior o trascendental, sí somos capaces de llevar a cabo un gran cambio interior capaz de transformar nuestras vidas e inspirar a muchas personas.

Es muy bueno conocer nuestras limitaciones, pero también nuestro potencial. Sólo los seres humanos tenemos la capacidad de aspirar a la superación, cambiar la dirección de nuestra vida, enriquecerla y dotarla de sentido. Como el alcohólico que una mañana, después de un arduo trabajo interior despierta libre de su adicción, todos tenemos la capacidad de seguir esforzándonos, enfrentando las dificultades sin perder el optimismo. Tenemos la fuerza para dar un paso más en esa dirección.

De eso trata esta obra, y ese es el camino que estamos recorriendo.

Cómo desaparecer una ballena y otras fábulas del empoderamiento

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