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TÚ ERES ESPECIAL, LA FÁBULA

En 1968 Arthur C. Clarke calculó que por cada persona viva, han existido otras treinta, “pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos”. (9) Al menos lo era entonces, cuando publicó la novela Una odisea del espacio. Aquel año la población humana ascendía a tres mil quinientos millones de individuos frente a los cien mil millones que habían pasado por la Tierra en total, según C. Clarke, “desde el alba de los tiempos”.

Casi cincuenta años más tarde los números siguen acumulándose, pero se parecen a los concluidos por el escritor inglés. En octubre de 2011, el Population Reference Bureau de Washington (Kaneda, párr. 2) calculó que desde aquella alba de los tiempos –el año 50 000 antes de Cristo, cuando el Homo sapiens entró en la llamada modernidad– hasta ese momento pasaron por nuestro planeta 107,602,707,793 seres humanos. O bien, más de ciento siete mil millones de seres humanos.

Sólo unos años después, en algún momento entre finales de 2017 y principios de 2018, el censo planetario superó por primera vez la cifra de siete mil millones de individuos. El número resulta monstruoso, aunque siete mil millones es apenas alrededor del seis por ciento de todos los seres humanos que han existido.

Y ahora dime, ¿de verdad piensas que, entre toda esa multitud, eres de algún modo, una persona “especial”? Eres única y valiosa, pero no todos estamos hechos para lograr cosas extraordinarias y no digo esto por depresión o tendencias a ser negativa, las circunstancias o las situaciones no nos definen como personas, pero sí afectan nuestros logros. Por añadidura, no todos perseguimos los mismos sueños.

UN POCO DE IRONÍA NO HACE DAÑO...

Entre tantísimas personas existentes, tú, de alguna manera, eres diferente de todas. Tienes algo, un qué sé yo. Un it, un factor equis, magia. Y eso lo intuyes. Lo sabes con el corazón y con la cabeza.

“Eso” te distingue como a un Wally al que se encuentra inmerso en muchedumbres. Por eso, debes resultar encontrado. Por eso, tú vas a ser encontrado. Habrá una cantidad inconcebible de personas, pero tú tienes algo que ellas no: el poder de conjurar lo improbable.

Y por esa razón, se te dirá también: “¡Es un atropello! ¡Aún no has encontrado nada y hasta ahora no ocupas la posición que mereces en el justo reparto de las cosas!”

“No importan tus acciones, cada persona en la tierra juega un papel central en la Historia del Mundo. Y normalmente no lo sabe”. Palabras de un conocido autor, no mías. Él asegura como juegas nada menos que “un papel central en la historia del mundo”. Como Newton o como Sócrates, para hacernos una idea, pero sin contribuir grandemente a la ciencia o la filosofía. En general, sin contribuir a nada, porque tú no conduces pueblos a la utopía ni descubres la fórmula de la fusión fría. Ni siquiera colaboras erradicando el trabajo infantil o salvas de la extinción a las ballenas. Podrías, pero no lo haces.

No hay escapatoria, ya lo ves. De una manera o de otra, tú eres una persona súper especial. Aunque no sepas aún para qué. (Díaz, párr. 1-6)

ATRÉVETE A SER QUIEN ERES

El problema central del empoderamiento masivo y estereotipado es la aspiración de todos a ser especiales; un problema propio de nuestro tiempo. En todas las épocas hay un poco de todo, pero el porcentaje de gente a lo largo de la historia que se permite salir de una vida habitual y monótona es muy pequeño.

Una de las consecuencias de la democracia y las sociedades modernas es la gente capaz de plantearse oportunidades inimaginables para las generaciones anteriores; por ejemplo, sin ir más lejos, para la generación de nuestros padres o abuelos.

En la actualidad surgió una nueva criatura social, quien busca la realización de su vida en un sentido casi nietzscheano, se guía por el lema extraído por Nietzsche en Ecce Homo: Atrévete a ser quien eres. Pensamientos propios de la autoayuda como: “Tengo que re alizar mi potencial”, “Estoy destinado a algo grande” o “Soy una parte importante del universo, el cual tiene una misión para mí”, son pensamientos que antes sólo podían permitirse muy poca gente, una pequeña minoría. Ahora, en la época actual, esas afirmaciones son hechas por grandes estratos de la población y es radicalmente nuevo en la historia.

“Atrévete a ser quien eres” es una afirmación que muy probablemente no se hicieron nuestros padres o nuestros abuelos. A nosotros, en la época actual, nos gustan las historias de superación y éxito. En el empeño de ser quienes somos y de “triunfar”, nos olvidamos de disfrutar las pequeñas cosas de la vida y adquirimos conductas enfocadas al éxito, desconectándonos de quien realmente somos.

A pesar de los efectos de la profunda crisis social y personal atravesada actualmente, la marea de mensajes promoviendo una actitud escapista hacia un negacionismo del malestar no retrocede, sino parece aumentar. Caminan junto a la cultura de redes sociales, bombardeándonos con frases de motivación falsas, y las soluciones individuales y narcisistas a los conflictos de un mundo moderno, en el cual, si no disfrutas de la vida y “triunfas”, ¡seguramente algo has hecho mal!

De este planteamiento surge una presión social que empuja ser feliz y exitoso sin interrupción y sin margen de error. Debes atreverte a ser quién eres: un triunfador. Cuando en realidad la imagen del triunfo promovida por la mercadotecnia sólo puede ser alcanzada por un porcentaje de la población mundial, brindando al resto de los mortales una sensación de fracaso y frustración.

Así, no es extraño ver el estado de salud mental de la población empeorando. También quien se empodera y alcanza el deseado bienestar económico y social paga un alto precio.

No me sorprende ver tantas personas bloqueadas, dejando de decidir por miedo a fracasar o a no mostrar la felicidad adecuada, pues de lo contrario son calificados como anormales, inadaptados o perdedores. Cuando en realidad somos fuertes, pero también vulnerables. Es ineludible que en el interior de nuestra mente conviven la luz y la oscuridad. Eso somos, seres polares. Aunque a toda costa queremos experimentar placer y situaciones positivas, y nos negamos a sentir el dolor y atravesarlo; es decir, no aceptamos la realidad tal y como es: placentera y dolorosa. Tenemos el “o” en la boca. Fácil o difícil, bueno o malo, bonito o feo. Cuando lo que debemos hacer ¡Es poner una ”y”! Fácil y difícil, bueno y malo, éxito y fracaso, acierto y error.

¿Y si te detuvieras a pensar que el secreto no está en atreverte a ser quién eres y lograr “algo grande”, sino en encontrar el sentido de tu vida y elegir conscientemente el grano de arena que aportas con cada decisión tomada o evadida?

Las emociones guían nuestras necesidades reales, son quienes nos conectan con lo que somos y también con lo que necesitamos. Más que atreverte a ser quién eres es imprescindible contactar con tus sentimientos y utilizar su sabiduría. Por muy inteligente o emprendedor, si no posees habilidades emocionales, si no eres empático y no tienes relaciones significativas, entonces ese IQ (coeficiente intelectual) no te llevará muy lejos.

Cómo desaparecer una ballena y otras fábulas del empoderamiento

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