Читать книгу Los problemas de los padres de hoy - Ana Hilda Cruz - Страница 7

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Capítulo II

El príncipe trata a la reina como princesa menor


2. cuando se pierde el respeto por los padres

Es sorprendente los casos periódicos que llegan a consulta especialmente en el caso de las madres, para pedir orientación expresa sobre como hacer que su hijo(a) la respete. Tristemente ven como sus hijos se les enfrentan de manera algo descarada, les discuten aún con ademanes y movimiento de manos agresivas, y en el caso de los niños más pequeños, como les pegan literalmente patadas o golpes con las manos. Las madres se sienten impotentes, en algún momento de la crianza algo paso, pero ahora es una situación que trasciende las paredes del hogar, la mayoría perciben como si la barda que protege sus límites ha sido derribada por sus propios hijos.

Cuando un niño le pega o irrespeta a su mamá en casa, siente libertad para hacerlo afuera. Recuerdo una vez que fui a llevar a mi hija a una clase de música, y dentro de la academia un niño quería entrar a clase de batería, su madre le decía “ya nos tenemos que ir”, y el niño no quería, cuando la madre lo cogió del brazo, el niño comenzó a lanzarle patadas, inmediatamente note la impotencia de la madre, su vergüenza y su frustración, porque además era un niño de mediana edad (aproximadamente 9 años).

La mayoría de los niños que presentan este tipo de conductas son bastante selectivos, de hecho son muy inteligentes para saber con quienes comportarse así, y con quienes no. Muchas madres afirman que solo lo hacen con ellas, que cuando su padre les ordena o sugiere algo, inmediatamente lo hacen. Algunas reconocen entonces que existe una evidente falla de autoridad prestigio, pero no saben que hacer para reestablecer dicha autoridad, aunque afirman que ya han hecho de todo lo que les han dicho, principalmente llevar al niño a terapia, es más, están cansadas de la terapia porque el niño sigue igual.

La situación a veces se empeora cuando el niño o niña crece; básicamente, cuando inicia la etapa de la adolescencia temprana (pubertad), y es aquí, -si no antes-, cuando el niño ya se percibe con más argumentos, expresa más seguridad en sus gustos, de hecho defiende sus deseos, creencias, prejuicios y rasgos de personalidad con mucha pasión y firmeza, todo esto, sumado al aprendizaje y experiencia que ha tenido el niño, por varios años. Entonces, si la relación madre e hijo(a), no gozaba de una sólida autoridad prestigio, es decir, basada en la dignidad del respeto a la persona y a la identidad de roles, y canalizada a través de virtudes como la obediencia, la comunicación, la sinceridad y la prudencia, seguramente, comenzará una etapa de mas conflictos y confrontaciones, impregnados de actitudes irreverentes, desafiantes, oposicionistas y en el peor de los casos –vengativas-.

A estas alturas, muchas madres ven como sus hijos literalmente no les obedecen, les mienten, las manipulan, pues los hijos se ven así mismos como víctimas, con el derecho de reclamar, de hacer su voluntad, y de hablar de la manera que quieren. Muchas madres, ven tristemente como los premios ya no funcionan, las amenazas parecen no importarles, los castigos incrementan su rabia, y los diálogos son palabras al viento, algunas inclusive, utilizan un lenguaje no adecuado, con groserías, con palabras insultantes, como un acto de total desesperación por falta de control y decepción, lo que inevitablemente empeora la situación.

El punto culminante para los padres, es cuando la misma madre medita sobre estas situaciones, y se da cuenta que en algún momento su rol de madre se tergiverso, en lugar de dar órdenes comenzó a pedir favores, en lugar de establecer las consecuencias, comenzó a amenazar, en lugar de exponer su punto de vista, comenzó a dar demasiadas explicaciones, en lugar de servir equilibradamente, comenzó a utilizar su varita mágica para satisfacer todos los deseos de su hijo. Para los hijos, el punto culminante se inició desde el comienzo, la primera vez que percibió en su madre o en su padre, signos de burla, confusión, exageración, inseguridad y contradicción, y que después, continuaron y continuaron, en lugar de subsanarse, algunos niños con una mirada triste confiesan en consulta que su mamá es grosera, impulsiva, cantaletuda, y todo lo soluciona con castigos y otros añaden que su padre aunque esté en el momento no dice nada.

Los padres siempre debemos reconocer el valor tan grande que hay en nuestro rol, si bien es cierto, los niños cambian su concepción de nosotros de acuerdo a su edad, es muy importante que vean madres y padres unidos, flexibles pero seguros de sí mismos. Tenemos que estar concientes de que educamos a nuestros hijos para que desarrollen todo su potencial, y el día de mañana sepan valerse por sí mismos1, este el objetivo que nos inspira para saber educarlos, para poder exigirles desde el comienzo.

Desde que nacen los niños deben recibir buena educación. Muchos niños a los 2 años, pueden expresar conductas que deben ser orientadas, por ejemplo, algunos aruñan, en lugar de acariciar la cara de mamá, lo que hacen es aruñarla o golpearla, obviamente el niño no tiene una intención negra al hacer esto, pero es allí mismo, donde la madre debe comenzar a orientar, con oraciones muy cortas pero que le enseñen al niño que debe controlar estos movimientos. Mas adelante algunos niños de 3 o 4 años, pueden llegar a golpear a su mamá por no comprarle un juguete, y es en ese momento, cuando la madre debe coger el brazo de su hijo, de manera firme, mirarlo a los ojos y decirle en tono serio: “no me pegues, soy tu mamá, no me debes pegar, debes respetarme”, luego salir de allí y no comprarle ningún juguete. Quizás hay otros niños que en lugar de pegar, se tiran al suelo a llorar y gritar, inicialmente lo hacen en casa, y es en ese momento, cuando la madre debe ser completamente indiferente, y si no puede hacer esto, debe levantarse y salir de la habitación dejándolo solo. En ningún momento debe regañarlo o tratar de convencerlo. El niño se debe dar cuenta que con una pataleta no conseguirá nada bueno, ni nada malo de parte de su madre.

Otras de las cosas que suceden en la convivencia diaria, se da cuando el niño pide una explicación y en lugar de recibirla, tiene que escuchar un discurso, generalmente es de parte de la madre, aunque hay algunos padres que también se exceden en explicaciones (dependiendo de la edad mas de 5 o 10 minutos). La explicación que debemos darles a nuestros hijos siempre debe ser clara, en palabras que comprendan, si es necesario con ejemplos ilustrativos, pero sobre todo, debemos cuidar el tiempo que utilicemos para la explicación. Una madre no debería utilizar más de 5 minutos para justificar una orden o una instrucción, si se extiende demasiado, los niños tienden a pensar que los están tratando de convencer, porque en sí misma la orden no es justa, ó lo que él hizo no es tan malo. Con el tiempo, hay algunos niños que se acostumbran a recibir demasiada explicación racional, ellos aprenden a “no escuchar”, a reclamar irreverentemente, o tomar posturas indiferentes frente al diálogo de sus padres, a su vez, los padres al darse cuenta, intentan generar más conciencia, utilizando más tiempo y alimentando de esta manera el círculo vicioso.

Hay que ser muy cuidadosos con nuestra actitud frente a los comentarios de nuestros hijos, desde muy pequeños, algunos niños, tienen mucha facilidad para hablar, para reclamar, para contradecir y para justificar; de hecho son muy graciosos, y nos dejan sorprendidos no solo por sus palabras, sino por sus gestos y sus movimientos de manos, son tan espontáneos, que es imposible no reírse y disfrutar del momento. Pero es necesario tener en cuenta que por encima de la gracia y la espontaneidad, está el respeto y el contenido de lo que el niño dijo. Si el niño tiene razón es bueno ceder y reconocer, si el niño no tiene razón, es necesario explicarle y seguir firme en la posición. De esta manera va aprendiendo a concertar y conciliar. Tenemos que ser muy ecuánimes y justos, si dejamos pasar estos comentarios con indiferencia y risas, cuando el niño tenga 8, 10 o 12 años, muy seguramente los comentarios que haga en lugar de risas, nos van a ocasionar lágrimas, sufrimientos y vergüenza.

Otra de las conductas que hace que una madre o un padre pierde autoridad frente a su hijo, es la falta de palabra, es decir, cuando una madre amenaza y no cumple, cuando un padre no respeta el castigo impuesto a su hijo y lo levanta antes de tiempo, o peor aún, se arrepiente de imponerlo, cuando a los padres se les olvida los castigos que les pusieron a sus hijos, cuando les compran un regalo después de haber recibido quejas o de algún comportamiento inadecuado del niño, cuando algún padre promete que va a hacer algo (ya sea bueno o malo) y no lo cumple, en la mayoría de los casos, hay niños muy perseverantes, pareciera que su objetivo militar es convencer como sea a los adultos, entonces unos deciden prometer, jurar, y seducen con palabras tiernas, se vuelven especialistas en dar abrazos y besos, y son capaces de poner sus manos en la Biblia para convencer, y de hecho lo logran. No se puede negar que estos niños tienen un espíritu guerrero, de conquista y de liderazgo. Pero tampoco se puede negar, que estos niños tienen unos padres que no saben ejercer la autoridad, y así como no saben mandar, seguramente tampoco saben obedecer, lo peor de todo, es que tanto padres como niños, no ven a largo plazo, hacen esto con visión cortoplacista mirando la satisfacción inmediata o la paz del momento, y a largo plazo, esa satisfacción se convertirá en confusión para ambas partes.

Los padres debemos recordar que antes que amigos, compañeros, o compinches, -debemos ser padres-. Nuestro hijo merece crecer en un hogar donde tenga muy bien definido el rol de sus padres, donde nosotros como padres, seamos responsables y sepamos nuestros límites, donde los orientemos a tiempo, donde sepamos aprovechar las alarmas encendidas por ellos, donde sepamos utilizar los alcances que tenemos con ellos.

Y así como ellos tienen el derecho de crecer en un ambiente seguro, íntegro, y armónico; también, tienen el deber de aprender autoridad de parte de nosotros, de vivenciar el respeto hacia nosotros, y de demostrar obediencia. No solo debemos ser modelos y ejemplos permanentes, debemos ser coherentes, firmes y constantes en nuestras órdenes, y mantenernos en nuestro lugar, más que defender nuestra posición, debemos mantenerla con orgullo y dignidad, -no perderla-, somos nosotros quien la pierde, nadie nos quita nuestra posición, nosotros la descuidamos, por eso es que algunos padres terminan siendo tratados como hermanos menores. Piense por un momento en una empresa, allí, los subalternos admiten su posición, reconocen a su líder, y obedecen a sus jefes, de la misma manera, en nuestro hogar, debemos educar para que nuestros hijos, nos respeten como seres humanos y como padres, aprendan de nuestro liderazgo y vivencien experiencias edificantes, en un ambiente diseñado perfectamente para crecer y desarrollarse. No es por nada, que la familia fue la primera institución formal creada por Dios, para el desarrollo y la realización del ser humano. ¡Valórela siempre!

Los problemas de los padres de hoy

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