Читать книгу Un capítulo de mi vida - Ana Margarita Ciereszko - Страница 5

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MI VIDA PASADA

Hubo una época que me veía como una oruga fea que nadie quería, una oruga, que se separó un día de Enero, justo en víspera de Reyes, una oruga que había sufrido tanto, que lloró mucho cada noche después de irse a dormir, tanto, que la almohada mojada de lágrimas puede dar testimonio.

Pero lo cierto es que primero fue llenar el tiempo con la sola presencia de un amigo y no mirar a nadie, total la oruga pasaba desapercibida o era lo que pensaba.

Esa oruga fue pasando por todas las etapas, primero saltar al vacío sin mirar lo que dejaba, luego el aprender a vivir sola y organizar no solo su vida, sino la de los que la acompañaban y aprender a ser feliz con poco.

A esa oruga, un día le crecieron alas y otra vez se convirtió de nuevo en Clara, no fue fácil, fue lento de a poco, cada día.

Fue como estirarse un poco, casi con miedo, desenroscar el alma con cada ala, volver a mirarse en un espejo casi desorientada, ver que la oruga, ya no era una oruga, tampoco ya se expresaba como tal y tenía un brillo diferente, con alas creciendo a un ritmo vertiginoso. Lo que paso fue, que la oruga ya era mariposa y ella desplegó vuelo, con miedo si; pero convencida de que mas allá del suelo no podía caer y el suelo ya lo conocía.

Así fue como llego el divorcio, entre un miedo espantoso y problemas mundanos como la falta de recursos y no saber como hacer el mes próximo sin ayuda, casi desamparada. Pero de todo se sale, de todo se aprende y era tan solo desplegar las alas.

Nada es fácil y cada decisión que se toma, hace que nuestro destino sea diferente, pero eso solo es parte de ser otra vez una misma, esta oruga estaba decidida a salir del capullo que la aprisionaba y convertirse en mariposa, porque ya le habían crecido alas, así fue después de un infarto y después de haberme recibido de abogada; porque a pesar de todo lo logré, no me frenó mi pasado doloroso, ni esos recuerdos que son difíciles de borrar, porque a pesar de todo quedan grabados en la memoria, como La noche del hospital, estando mi Papá grave y yo con el Padre de mis hijos que en ese momento pensaba que era la persona, que no me iba a herir cuando más vulnerable me encontraba; pero como siempre las cosas nunca son lo que parecen y esa noche, cuando mi corazón estaba destrozado por no saber si mi Papá pasaba la noche, él aprovecho y desplegó su furia contenida en mi.

Había tardado mucho en contarle que me había inscripto en la facultad, no estábamos ya muy bien como pareja, un desengaño el año anterior, saber que no me había sido fiel, aunque eso no era lo más importante, sino el con quien y no saber cuánto tiempo lo había hecho, porque había sido con su ex novia, la novia con la cual había salido antes que conmigo y en un matrimonio de más de 20 años, el no saber desde cuando lo había hecho era lo que me perturbaba. Lo cierto es que esa noche de fines de febrero decidí contarle, que iba a comenzar a estudiar otra vez, yo ilusa, esperando su apoyo, ya que después de todo lo que había pasado, había decidido seguir intentando que mi matrimonio funcionara, o al menos ver que nos pasaba en ese tiempo; pero no siempre las cosas salen como uno espera. Después de recibir el parte del médico decidí ir y contarle como estaba mi papá y que había decidido estudiar otra vez, después de tanto tiempo, yo con mis 49 años iniciar otra vez una carrera, algo para mi, un sueño acariciado por mucho tiempo y que estaba decidida hacer realidad.

Llegué al auto, me preguntó como estaba mi papá y le conté que su estado era muy grave, mis ojos estaban llenos de lágrimas por el dolor a flor de piel, pero que disimulaba, tanto como podía, porque no quería llorar, ya que siempre me lo reprochaba; fue entonces cuando le dije – te cuento una novedad, en diciembre, me anoté en Derecho, voy a ser Abogada.

El me contestó de la única forma que no se espera.

— ¿Qué? y yo le respondí: −Si voy a estudiar Abogacía.

cuando se lo afirmé, cuando le dije que las clases empezaban en marzo y que estaba re entusiasmada y que no necesitaba hacer el curso de ingreso, porque las dos carreras terciarias que tenía, Él, no hizo otra cosa, que lo que estaba acostumbrado hacer, ejercer la violencia verbal que lo caracterizaba y yo que pensaba que en dichas circunstancias no lo iba hacer, pero como siempre, parecía que el hecho de contarle algo mío, un proyecto propio, algo que me sacaba un poco la angustia de que en cualquier momento perdía a mi padre, lo iba hacer medir sus palabras, pero no fue así, no, que equivocada estaba.

Cuando abrió su boca fue tan solo para tratar de destruir la poca autoestima que me quedaba y comenzó diciendo entre risas: − ¿vos te crees que ir a la universidad es soplar y hacer botellas?

— ¿Vos te crees que es tan fácil? −¿te crees que cualquiera puede ser abogada?.

Con cada palabra que decía. Con cada gesto adusto, mi interior se iba rompiendo cual cristal frágil, ya no me importaba aquello que decía, ya no le estaba prestando atención porque juzgaba mis condiciones de ante mano, sin darme la posibilidad ni siquiera de demostrarlo; entre tantas cosas horrorosas que decía, alcance a escuchar la última: − Vos no servís para ser abogada, vos nunca vas a ser abogada. Una afirmación que hizo que mi voz interior ya no se callara. −¿Perdón? Él me contestó otra vez: − Sí, no servís para ser abogada, nunca lo vas a lograr.

Fue entonces cuando le dije: − tenés razón, no voy a ser abogada.

Él me contestó: − Menos mal que te diste cuenta a tiempo, eso no es para vos, vos no tenés pasta de abogada.

Y yo me adelanté y le dije: − no me dejaste terminar, no voy a ser una simple abogada, no, voy a ser la mejor abogada y va ser mejor que empieces a cuidarte como me hablas y las cosas que decís, ¿sabés porque? Porque a partir de ahora mas vale que me tengas miedo, porque cuando me reciba si seguís así, me voy a encargar de dejarte en pelotas, ¿te quedó claro?.

Mis lágrimas, ya estas alturas no me dejaban ver, pero me levanté y me fui afuera tratando de calmarme para que mi mamá que estaba sentadita en la entrada de emergencias del hospital no me viera así como estaba, porque ella estaba perdiendo al hombre de su vida y yo no tenía derecho a llevarle otro problema más.

Me seque las lágrimas y me acomodé un poco, respiré profundo y fui a acompañarla.

Ella me vio y me dijo: −¿Estas bien?

Yo le contesté: − si Ma, estoy bien, solo un poco cansada, porque me levanté muy temprano, pero no pasa nada.

Esos recuerdos fijos en mi mente, por mucho tiempo dolieron, como nada que haya conocido, porque cuando estas enamorada, le das ese poder al otro para que te hiera, será porque uno piensa que el otro jamás te va lastimar, pero ya lo aprendí, uno ve al otro con los ojos que uno mira y es una, la que trata al otro como quisiera que el otro, la trate, pero sabemos que cada alma siente diferente y tan solo es una, la que trata así, yo se que soy incapaz de lastimar, aún cuando me lastiman. Soy así y ya esta altura no voy a cambiar, supongo que aunque esta oruga tenga alas, siempre va pensar en lo frágiles que son las orugas, porque no pueden volar y solo se arrastran.

Un capítulo de mi vida

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