Читать книгу Un capítulo de mi vida - Ana Margarita Ciereszko - Страница 6

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LA FACULTAD

Esas cosas, entre otras, fueron las que hicieron que no pudiera disfrutar de ser buena estudiante, cada examen, una buena nota y eso de aprobarlos sin problemas, tenia el sabor de un pequeño gran triunfo, nadie entendía mucho mi alegría de ir a la facultad, nadie sabía el calvario que en casa pasaba.

Miguel cada día más agresivo, pero ya no andaba llorando por los rincones como el decía, algo esa noche en la puerta del hospital había cambiado en mi, ahora contestaba, ahora no podía hacerme sentir por el suelo, porque ya no podía caer mas bajo, el se encargaba todo los días de recordarme, lo mal que hacía todo, lo inútil que era, lo poca mujer, lo poco atractiva que él me veía, así que para mi, ir a la facultad, era mi terapia.

Ahí podía ser yo, nadie me decía que tenía que ser de otra forma, tan solo era Clara y estaba rodeada de gente fabulosa con la que disfrutaba cada instante.

Encontré en los ojos de mi mejor amigo, entre tanta gente, la cura a mi dolor, la cura de muchos de mis males, su compañía, fue un bálsamo para mi, creo que muchos de los pedazos que tenía desperdigados, Él , los fue juntando con cada palabra amable que salia de su boca, tan solo bromas, tan solo la más bella amistad que alguien puede conocer.

Así como el dolor me marco para siempre y hoy recordar ese tiempo hace que se me escape una lágrima; en cambio, recordar la facultad hace que se me dibuje una sonrisa, una de esas que demuestran que no todo pasado tiene un final doloroso, sino que después del dolor viene la felicidad; cada noche de cursada, hacía que el dolor de lo que pasaba en casa, dejara de tener importancia, incluso aquellas cosas que Miguel hacía para que me costara concentrarme; recuerdo ya por el tercer año de la carrera, una tarde de invierno y yo preocupada por el parcial de derecho informático, como siempre, su deporte favorito, era hacer algo para que tirase la toalla y no siguiera, o al menos esperaba que lo hiciera.

Cada buena nota que sacaba, minimizaba el logro y decía: −seguro que en esa facultad regalan las notas.

Y esa tarde me dijo: −No se que te preocupa saber tanto, si seguro te van a regalar la nota, el no entendía que de verdad era un sacrificio estudiar y trabajar, pero a él no le importaba.

Yo con frío y sin ganas de pelear ya, no le contesté, no quise hacerlo, tan solo tomé la mesita plegable y una silla, el puso la televisión con el volumen a todo lo que daba, para que todo el vecindario escuchara el partido; pero lo hacía en realidad, para que yo no pudiera estudiar.

Salí afuera, pero no sin antes abrigarme, con los apuntes arriba de la mesita plegable y decidida a estudiar, sin importarme en que condiciones lo iba hacer.

El después de terminar el partido se fue a dormir arriba, a la habitación y menos mal, porque se estaba haciendo de noche y ya no veía.

En ese parcial me saque un 7 y lo festejé tomando café en el buffet con Román, mi amigo del alma, a él, sí le podía confiar todos mis pesares y un día, estando en la en la estación del tren me trajo una copia de un pasaje de un libro de su hermana, que hablaba de las personas toxicas y el me dijo: − tu marido es una de esas personas tóxicas, te hace mal Clara seguir así, no esta bueno, porque no te separás.

Yo le dije: lo estoy pensando, pero no es tan fácil.

El tiempo paso y Román tenía razón, mientras mas cosas le dejaba pasar, el abismo crecía, mi marido por ese entonces ya se había querido ir de casa y me había dicho que no me soportaba varias veces y después como buen tóxico me decía que era mi culpa, que yo lo hacía poner así, pero que me quería, que tenía que dejar de pelearlo.

Esa ambigüedad que tiene el tóxico; te quiero pero es tu culpa que me ponga violento.

Te quiero, pero inventas cualquier cosa para llamar la atención.

Te quiero pero vos tenes que ser diferente, para que nos llevemos bien

Esas películas que ves de ciencia− ficción te llenan de mierda esa cabeza, pone el partido que eso te hace mal, te lo digo por tu bien.,

Todas esas frases que el decía, para ir sometiendo a mi espíritu, iban una a una, haciendo que esa oruga que se arrastraba por la casa pidiendo permiso para todo, viera que mientras más estudiaba y más gente conocía, la trataban diferente y que el único que la maltrataba así era él, por que me trataba como oruga, para que sintiera todo el tiempo que podía aplastarme con el peso de su zapato, cada día.

Pero lo que él no sabía, era que mientras más tiempo pasaba, menos miedo tenía, porque el poder que otorga el amor, se fue esfumando y esta oruga estaba con sus alas aprisionadas dentro de un capullo a punto de explotar, porque ya no era oruga, ya era casi mariposa.

Un capítulo de mi vida

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