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CHUCHUMBÉ, CHAMPETA
Y REGUETÓN

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Antonio Nieto

Ese día era especial para ella, logró graduarse de la secundaria y el fin de cursos lo celebrarían con una tardeada en el News Divine, el lugar de moda en el barrio de la Nueva Atzacoalco. A pesar de ser menor de edad, por obtener buenas calificaciones sus padres le dieron permiso para ir a divertirse a la discoteca; podría maquillarse, usar ropa bonita y tal vez bailar con el chico que siempre le había gustado, sería un momento mágico. El 20 de junio del 2008 las cosas no ocurrieron así; su amiga Isis fue asesinada a toletazos y ella obligada a subir a un camión de transporte público bajo la advertencia de un policía de la Secretaría de Seguridad Pública: “súbete o tú vas a ser una de las muertas”. Ese día tan especial se convirtió en una masacre, con niños convulsionándose o agonizando lentamente por los golpes y la asfixia, muriendo en el suelo frente a los paramédicos del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM), quienes fueron captados en un video ordenando “no me suban a nadie a esa ambulancia”, razón por la que los jóvenes trataban burdamente de dar primeros auxilios a sus amigos, familiares y seres queridos. Es desolador ver, en uno de los videos, a un chico que suplica a su amigo que no se duerma.

Negocios como el News Divine o el Abuelo son modelos de entretenimiento para jóvenes pobres y marginales quienes, ante la falta de mejores espacios de convivencia digna, al ser grupos desprovistos de poder económico y político, encuentran en estos salones de baile el lugar para socializar y divertirse a ritmo de reguetón. El académico y fundador de ConectaDH, Luis González Plascencia, describe el hecho de la siguiente manera: “para mí el caso equivale a planear un secuestro de las niñas y niños que estaban ese día en el bar, […] y permitir delitos intencionales como el fichaje y las vejaciones de las víctimas secuestradas”.[1]

El Programa de Mando Único de la Policía (Unipol), la agencia responsable del fallido operativo en el News Divine, fue ejecutado para evitar que se vendieran drogas o alcohol dentro del establecimiento. Tiene su origen en el marco de la política de Cero Tolerancia de Marcelo Ebrard, quien creó un mando único para las policías del Distrito Federal por recomendación de Rudolph Giulianni. Durante el operativo en el News Divine, Marcelo Ebrard era el jefe de Gobierno y anterior secretario de la SSP. Mientras tanto, a nivel nacional, en su afán de legitimar el fraude electoral que lo colocó en el poder, Felipe Calderón iniciaba una guerra contra las drogas, lo que desató una guerra civil que hasta nuestros días lastima al país con altas cifras de muertos, desaparecidos y ejecuciones sumarias.

Según Joseph Branden, los jaloneos políticos en torno al consumo de estupefacientes y en relación con la expresión de la sexualidad “implican una redistribución de libertades e ilegalidades […] sometiendo a la población en un sistema de vigilancia continua, arrestos y comparecencias, convirtiendo la vida cotidiana en una prolongada lucha por no caer en la cárcel”.[2] Para justificar esta guerra contra el crimen los grupos de poder económico y político inventan mediocráticamente al sujeto peligroso, así, en palabras de Pablo Gaytán:

El chavo banda, el punk, el ultra, el cholo, el chaca, el mara, el sicario, el machetero de Atenco, el greñudo con tatuaje, el pandroso, el hip hopero, el grafitero, el desempleado, el “nini”, o el damnificado por los pésimos servicios en el oriente de la metrópoli […] serán temidos por los otros, es decir, por las clases medias metropolitanas […] y significa el declive de toda posible solidaridad entre los mismos habitantes de la ciudad.[3]

De esta manera, como sostiene José Luis Cisneros, los medios de comunicación logran generar ambientes de miedo y terror en la memoria social al enfocarse en las acciones violentas ocurridas en zonas urbanas caracterizadas por la pobreza y el desempleo, lo que “presupone que la delincuencia y la violencia ocurren primordialmente entre los pobres de la ciudad”.[4]

El autómata frente al primitivo

Yo acá voy a demostrar de forma muy simple pero contundente lo que es arte y lo que no lo es […] si un reguetonero que se jacta de ser cantante es aceptado como tal ante la sociedad, ¿entonces qué es Andrea Bocelli, Pavarotti, Freddie Mercury? Es decir, si un reguetonero que anda por ahí balbuceando obscenidades, full de autotune y carente de contenido melódico es tomado como un cantante, entonces ¿qué fue Freddie Mercury o qué es Andrea Bocelli? ¿Entienden?[5]

En agosto del 2012 la página de Facebook Por un México sin chakas, tepiteños y reguetoneros… Mata un chaka y haz patria convocó a linchar reguetoneros. Según Dan Graham: “La industria del rock prefiere dividir a las minorías en mercados independientes, y esta división establece una oposición ideológica entre ellas, oposición que trabaja a favor de la ideología dominante, pues pone a una minoría en contra de la otra”.[6] El rock, el pop, la balada ranchera y los diversos géneros musicales corporativos funcionan como ejercicios disciplinarios que condicionan al escucha para cumplir un papel como consumidor de estilos de vida. Habría que agregar a este modelo pedagógico, ideológico y socializador géneros como el “movimiento alterado”, el narco-rap y el rap militar o “wacho rap” que, rindiendo culto a la forma de vida y la violencia del crimen organizado, normalizan la guerra civil en el país y promueven el paramilitarismo con temas como “Escuadrones de la muerte”, “Gafes”, “Sanguinarios del M1” y “Comandante escorpión 40 C.D.G”. Así se construye mediáticamente una “clientela” o familia de estirpe consumista que es llevada a identificarse, mediante un lenguaje y gestualidad peculiares, en torno a un conjunto de modas y preferencias, y que se reproduce cultivando la afición y empatía con una pintoresca constelación de “mitos”, “estrellas” e “íconos”,[7] del espectáculo, el deporte, la telenovela, las redes sociales, la política o el periodismo.

Diariamente hay un minibombardeo sistemático sobre las mentes del público lector, el auditorio radial, el espectador televisivo y el usuario de la red cibernética, alabando las bondades del modo de vida capitalista y las virtudes de la “blanquitud”; Víctor Muñoz resalta que esto es porque:

El campo de mensajes y significaciones que recibimos en los medios [...] está lleno de imágenes en las que los protagonistas son blanquitos, altos, bien vestidos, guapos y guapas, hablan correctamente, es decir, distintos a la mayoría de nosotros, morenitos, prietos chaparros, gordos o muy flacos, feos o más o menos y que, comparados con ellos, no vestimos bien.[8]

Los inquisidores gustan de la balada rock

Adela Micha: A mí me encantas, eres guapísimo, eres divino, pero eres sobre todo talentoso…

Aleks Syntek: Y no es mala onda, pero a mí, la verdad, el reguetón me tiene hasta la madre… [Aplausos del público] ¿Por qué el mismo ritmito todos, la misma letra, por qué las mismas misoginias y vulgaridades?… Yo creo que es porno… Eso es porno, lo que hacen los reguetoneros… Siento que es una práctica que te enferma mucho [el porno] y hoy en día los chicos están muy expuestos, yo soy embajador de Unicef y sí me preocupa mucho esa parte… Hay que controlar los instintos animales, si no nos volvemos changos, y el reguetón viene de los simios, ojo. [Risa]

[Risas del público]

Adela Micha: Pues namás [sic] basta con verlos bailar.[9]

Desde los tiempos de la Colonia y la esclavitud, los prejuicios contra la cultura negra la redujeron a su relación con lo rítmico y subrayaron hasta la saciedad que su música es ruido. Decir que los reguetoneros son simios forma parte de la línea de argumentación del pensamiento inquisidor que niega al negro como persona, lo cual históricamente “tiene su explicación a través de la sociedad esclavista, enmarcada en la época colonial donde el negro es visto como un animal de trabajo [por lo que] sus manifestaciones culturales fueron negadas y subvaloradas, […] señaladas como expresiones vulgares donde predomina la lascivia”.[10]

Los primeros encuentros de la cultura africana con América dieron vida a ritmos como el merecumbé, la cumbia, el mapalé, el bullerengue y el son. El hecho de que “negros” e “indios” compartan la condición de dominados va a significar una alianza cultural amalgamada en el rito del baile. Sin embargo, ya que la Iglesia, mediante la religión, pone en escena el pensamiento filosófico de Platón al alertar que el sano espíritu del alma se encuentra amenazado por la seducción corruptiva del cuerpo, aquellos bailes y ritmos populares fueron condenados y denunciados sistemáticamente, como es el caso del chuchumbé, baile consignado en los archivos de la Inquisición y denunciado en la ciudad de Veracruz en el año de 1766: los inquisidores dictaminaron que sus coplas eran “[…] en sumo OBSCENAS Y OFENSIVAS, y se han cantado, y cantan acompañándolas con baile no menos escandaloso y obsceno, acompañado con acciones y meneo deshonrosos y provocativos a la lascivia”.[11] Gonzalo Aguirre Beltrán en su ensayo “Bailes de negros” compila algunos documentos de la Inquisición en los que se anota que el chuchumbé: “se baila en casas ordinarias de mulatos y gente de color quebrado, no gente seria, ni entre hombres circunspectos y sí soldados, marineros y brosa”.[12] Del son llamado maturranga, una delación dice que sus movimientos son “muy lascivos, torpes, provocativos […] que dicen lo trajo un negro de la Habana”. Syntek seguramente habría denunciado a cientos ante el Santo Oficio.

Una de las características más criticadas del reguetón es el perreo intenso, que consiste en los roces rápidos o lentos que se dan al bailar, buscando imitar posiciones sexuales. Perreo es una palabra acuñada en los bailes champeteros. Champeta es el término usado para nombrar a ritmos como el juju y highlife de Nigeria, la mbaganga de Sudáfrica y el soukous de Zaire, que se bailaban en los barrios marginales de Cartagena. La música africana llega a Cartagena en la década de 1960 por contrabando y en los barcos de la flota mercante Grancolombiana para satisfacer el gusto personal de los marineros, quienes regresaban con grabaciones de artistas como Fela Kuti de Nigeria, Prince Nico Mbarga y Lousiana Tilda de Camerún, y Ernesto Djédjé de Costa de Marfil. Las canciones eran socializadas por los picós, emisoras musicales ambulantes parecidas a los sonideros mexicanos. Estos ritmos fueron adoptados y mezclados con otros ritmos del Caribe como el reggae, el calipso, la socca y el compás haitiano. Y así como los mexicanos llamamos “cumbia sonidera” a la forma de bailar el huayno, la bomba, el sanjuanito y la chicha, la “champeta” fue el nombre genérico para bailar esta gran diversidad de ritmos africanos y caribeños. Nicolás Ramón Contreras Hernández explica la relación entre la champeta y el perreo como “el momento sublime de la animación de un programador o ayudante de un picó: vamos al perreo es sinónimo de la expresión vamos al vacile”.[13] Los picós se distinguían por la decoración de sus cabinas con dibujos y pinturas coloridas y diseñadas de acuerdo con el nombre y personalidad del dueño del equipo.

El cuerpo es un territorio en resistencia donde se baila

y se hace música

Deja que tus pies se muevan al compás de tu alegre corazón.

Rigo Domínguez y su grupo Audaz

La intención de expropiar, desplazar, vigilar y castigar los diversos testimonios de espontaneidad y anarquía comunitaria olvida que es mediante estas manifestaciones subalternas que se le da oxígeno a la vida social metropolitana y se permite a las comunidades encontrar sus propias reglas de identificación y socialización mediante el slam, la wepa, el perreo, la rueda de la cumbia, el freestyle, el voguing o el guarachero tribal.

El baile es el estímulo corporal que nos recuerda que no somos engranes y que no somos piezas de una máquina: somos seres vivos que amamos, sentimos y respiramos. La música tropical tiene esta conexión con la historia antigua; por medio del merengue, la bomba, el sanjuanito, la cumbia o el reguetón nos comunicamos con los esclavos de la antigüedad, y así, los esclavos modernos nos negamos a ser autómatas sociales incapaces de disfrutar de nuestro cuerpo y de reconocer en el otro a un igual, a una persona con quien bailar y amar.

Blanqueamiento pop

Mientras Farruko busca a los músicos del dancehall en el Caribe, en el norte global el reguetón ha entrado a la industria musical de la mano de cantantes pop como Shakira, Luis Fonsi y Enrique Iglesias. Mientras tanto, en el ámbito “alternativo” los empresarios contraculturales como Naafi o Rosa Pistola no dudan en llamarse reguetoneros o periféricos para comercializar su actitud “marginal”; Rosa Pistola, según el diario El País “de esencia punk, subversiva y guerrera por naturaleza” y “una de las mayores capos del reggaetón underground”, declara que “En Latinoamérica adoptamos el punk porque era lo que había, pero el verdadero punk de Latinoamérica es el reggaetón […] Afortunadamente ya tenemos artistas de reggaetón-pop que pueden sonar en la radio”. [14] Platicando sobre tales declaraciones, Pablo Gaytán comenta que “la actitud ahora está en venta, y es mediante la actitud-mercancía-emocional que el mercado disuelve toda energía subversiva. Cuando un medio como El País difunde esta mercancía simplemente responde a una estrategia de blanqueamiento. Y aquí blanqueamiento quiere decir que hoy puedes ostentar un lenguaje subversivo, pero sin pasar a la acción; bueno sí, a la acción de adquirir poses en el mercado”.[15]

Epílogo

Padres de los jóvenes fallecidos y lesionados durante la tragedia ocurrida en la discoteca News Divine en 2008 recriminaron a Andrés Manuel López Obrador que haya designado a Francisco Chíguil como candidato a la alcaldía de Gustavo A. Madero por Morena, ya que lo consideran responsable directo del incidente debido a que era el jefe delegacional en ese entonces. Otro involucrado, Marcelo Ebrard, al regresar de Europa se unió al equipo de campaña de Morena; actualmente es secretario de Relaciones Exteriores. El consultor de la izquierda capitalina en tiempos del programa Cero tolerancia, Rudolph Giulianni, se convirtió en asesor de Donald Trump en materia de seguridad cibernética. Ya como presidente, López Obrador ha faltado a su promesa de regresar al ejército a los cuarteles, ahora la guerra ha llegado también a la Ciudad de México. Se recuperó el modelo de la UNIPOL y el ejército, convertido en Guardia Nacional, está a cargo de la seguridad pública a nivel nacional.

Luego de enfrascarse en una pelea por Twitter con gente que llamó a su música “música de Godínez”, a quienes insultó desde su cuenta, la Unicef le retiró a Aleks Syntek su encargo como embajador de esta institución. Desde entonces, sostiene una cruzada autoimpuesta contra el reguetón y quienes lo escuchan, y ha llamado a legislar la emisión de canciones de este género. En septiembre de 2018, un joven inglés de diecisiete años acusó a Aleks Syntek de acoso, al asegurar que el cantante le envió mensajes en donde lo llama “lindo” y “sexy”.[16]

Antonio Nieto – Sonidero Marginal (Ciudad Neza, México, 1981). Artista, sonidero y promotor cultural de la periferia. Documenta, promueve y difunde el trabajo de productores culturales emergentes y populares en la zona metropolitana de la Ciudad de México. Editó el libro Arte y creatividad en el Valle de Chalco.

1 Luis González Placencia, “News Divine: un operativo ilegal”, Animal Político, México, 22 de junio de 2015, http://www.animalpolitico.com/blogueros-phronesis/2015/06/22/news-divine-un-operativo-ilegal/

2 Joseph Branden, “La langosta y Laureano Gómez”, Estética y emancipación, coordinado por Mariana Botey y Cuauhtémoc Medina, México: Siglo XXI/UNAM/UAM, 2014.

3 Pablo Gaytán Santiago, Guerra mediática prolongada. Emocracia, violencia de Estado y contrainformación, México: UAM-Xochimilco, 2013.

4 José Luis Cisneros, “La geografía del miedo en la Ciudad de México; el caso de dos colonias de la delegación Cuauhtémoc”, El Cotidiano, México: UAM-Azcapotzalco, mayo, 1992.

5 Daniel Zambrano, “El reggaeton no es música”, La Saga, México, 29 de agosto de 2016, https://www.youtube.com/watch?v=OXW9bqe5Kgo

6 Dan Graham, Rock mi religión, México: Alias, 2008.

7 Bolívar Echeverría, “Discurso de Caracas”, 24 de julio de 2007, www.bolivare.unam. mx/miscelanea/Discurso%20Caracas%20 Julio%202007.pdf

8 Víctor Muñoz, “Construir dispositivos de activación comunitaria”, Arte y creatividad en Valle de Chalco, Estado de México: Solidaridad, Hoja Urbana/Pacmyc, 2014, p. 111.

9 Adela Micha, «Aleks Syntek confiesa que está hasta la madre del reguetón», La Saga, México, 15 de agosto de 2017, https://www.youtube.com/watch?v=KXLbMn5b9dY.

10 Enrique Luis Muñoz Vélez, “La música popular: bailes y estigmas sociales. La champeta, la verdad del cuerpo”, Huellas. Revista de la Universidad del Norte, núm. 67 y 68, Barranquilla, Colombia, 2012.

11 Thor Jorgen Ayala Bendixen, El Chuchumbé. Intertextos sobre una danza del barroco novohispano, Trabajo de grado, Escola Superior de Música de Catalunya, 17 de mayo de 2006.

12 Gonzalo Aguirre Beltrán, “Bailes de negros”, Desacatos, otoño, núm. 7, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2001.

13 Nicolás Ramón Contreras Hernández, “Champeta/terapia: más que música y moda, folclor urbanizado del Caribe colombiano”, Huellas. Revista de la Universidad del Norte, núm. 67 y 68, Barranquilla, Colombia, 2012.

14 Tita Desustance, “Rosa Pistola: El verdadero punk de Latinoamérica es el reggaetón”, El País, https://elpais.com/elpais/2017/10/23/tentaciones/15087561 23_110971.html

15 Comunicación personal.

16 [N. de E.] Versiones de este texto fueron publicadas en la revista Horizontal en 2018 y en el número 46 de Diseño y Sociedad, revista de la UAM, en 2019.

Vamos pal perreo

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