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La leyenda del Buda Gautama
El sermón de benarés
ОглавлениеCuando abandonó el Bodhimanda, el lugar de la Iluminación, Buda Gautama se dirigió a Benarés para hablar de las verdades que había alcanzado. A medida que se acercaba a la ciudad pudo reconocer a los cinco ascetas que se habían separado de él algunas semanas antes. Al verlo, acordaron, enfadados, ofrecerle una acogida fría y distante. Sin embargo, a medida que se acercaba a ellos, pudieron percibir en él aquel aspecto saludable que había recuperado tras el Gran Paso y también que había franqueado las cadenas de la existencia. Entonces se convirtieron en sus primeros discípulos.
«Ya no soy Sakyamuni – les dijo—, soy Buda, el “Iluminado”.
«He concentrado mi pensamiento en un único punto y, una vez establecido, he realizado la primera meditación, que rechaza las falsas doctrinas. He conocido, tras suprimir el juicio y la acción, la segunda meditación, que libera del recuerdo. Separando la alegría de la tristeza, he llegado a la tercera meditación. Abandonándolo todo he accedido, finalmente, a la cuarta meditación, desde la que se puede contemplar la vida. Y allí he permanecido.
«Bajo el Árbol de la Ciencia, he encontrado las cuatro verdades: la verdad sobre el dolor, la verdad sobre el origen, la verdad sobre el final, y, por último, la verdad sobre la manera de suprimirlas todas. ¿Qué es el dolor, sino la vida misma acompañada de sus tormentos? ¿qué es sino la unión con aquello que no se desea y la separación de aquello que se quiere? Todo deseo que no puede ser disfrutado engendra dolor, pero ¿cuál es la causa del dolor si no es la sed egoísta y la pasión? De estas es pues necesario separarse. Ese es el camino de la sabiduría.
«Ni las mortificaciones ni los ayunos ni los sacrificios purifican si el error no es erradicado. Las mortificaciones son dolores que minan el cuerpo y debilitan la mente. El cuerpo sin fuerzas no es más que una ruina desde la que el hombre aumenta su ceguera, igual que una lámpara sin aceite que no puede iluminar las tinieblas. La abstinencia es inútil sin la eliminación del deseo.
«Veamos ahora qué es la rueda de la ley: sus radios son las reglas de una conducta pura; la justicia es la uniformidad de su extensión; la sabiduría es su perímetro; la modestia y la reflexión son el medio en el que ha sido fijado el eje inmutable de la verdad. Únicamente el “yo” es la causa de la ilusión y del mal. Y sin embargo, no es más que una sombra sin consistencia.
«Evitad la sociedad de los imprudentes y buscad el intercambio con los sabios.
«Honrad a los que son virtuosos.
«No intentéis elevaros por encima de vuestra condición.
«Pensad en la importancia de vuestras acciones de cara a vuestro destino.
«Conservad la dignidad.
«Estudiad la ciencia de la verdad.
«Velad por vuestra familia, vuestra mujer y vuestros hijos.
«No actuéis nunca impulsados por la pasión.
«Dad limosna.
«Respetad a los demás.
«Actuad con humildad.
«Buscad el equilibrio entre las alegrías y las aflicciones sin debilidad pero sin temor».
A medida que el Sublime iba hablando, se acercaban más oyentes. Muy pronto eran más de cincuenta los que lo rodeaban, en el parque de los Gamos de Benarés, donde se reunían al abrigo de la lluvia de los monzones. Dirigiéndose a ellos, les dijo: «Marchad a enseñar la ley. No elijáis nunca el mismo camino, a fin de que vuestra palabra pueda extenderse como lo hacen las nubes por el cielo. En cuanto a mí, me hallaréis en la soledad de Uruvela».