Читать книгу Oposita con éxito - Andrea Bertolini - Страница 19
ОглавлениеPerdón por…
Tal vez creas que aprobar una oposición y sacar plaza lo puede hacer cualquiera persona, y en cierta forma es así. Yo soy «cualquiera persona» y he aprobado cinco oposiciones, tres de ellas con plaza. Y quizás también te preguntes qué pasó en las dos primeras. Pues bien, en una de ellas saqué un nueve y medio, pero tan solo tenía un año trabajado y en enfermería la mayoría de las convocatorias son concurso-oposición, con lo que el concurso lo tenía mal, muy mal.
En la otra, saqué ocho setenta y cinco. Tampoco suficiente porque era concurso-oposición y encima de la comunidad autónoma donde el curro no es el mejor del mundo (con lo que mejor no haber sacado plaza).
Te cuento todo esto porque estuve tiempo pensando y autocastigándome por el motivo debido al que no había conseguido plaza. Sabía que era imprescindible el tiempo trabajado, pero no paraba de castigarme por algo que no estaba en mis manos. Y cuando me cansé de sentirme así, de castigarme, de flagelarme, de tener pensamientos autolimitantes, decidí perdonarme. Perdonarme por todo el daño que me hacía, por no valorar mi esfuerzo de tener varios trabajos para llegar a fin de mes, por no estimar el esfuerzo de estudio que había hecho, los sacrificios que estaba dispuesta a llevar a cabo por esa plaza… No es fácil hacer esto, pero tampoco imposible. Solo hay que querer, y el beneficio que nos brinda es brutal. Esa liberación que se siente y esa carga que desaparece a nivel físico, sinceramente es indescriptible con palabras.
Mi forma de gestionarlo fue siguiendo los ocho pasos hacia el perdón del libro La ley del espejo, de Yoshinori Noguchi, que te cuento y describo a continuación. Te invito a que, al final de este apartado, des estos ocho pasos desde el corazón y tu esencia más limpia y pura, y que empieces tus días de estudio liberado de toda carga emocional negativa.
Estos son:
1.Haz una lista de las personas que no hayas perdonado, incluyéndote.
Y te preguntarás, tal vez, por qué digo personas, en plural. Pues te voy a contar tres historias (aunque hay más, pero para no aburrirte lo dejo en tres) de personas allegadas mías y de alumnos de mis talleres.
El primero fue un amigo mío. Varón de treinta y tantos. Hace años empezó a preparar una oposición para el cuerpo de bomberos. Físicamente estaba bastante bien, y las pruebas las pasaba sobradamente. De estudios, la cosa también iba bien, sin destacar, pero con notas muy buenas. Peeeeeero... en la parte mental fallaba algo.
Y una de las mayores trabas y pesos que tenía era que su propio padre le decía constantemente que él nunca aprobaría, que «eso» no era para él y que se dejara de perder el tiempo.
¿Cómo crees que afecta eso a una mente que está esforzándose por conseguir un empleo estable, a un cuerpo dolorido por los entrenamientos y a un corazón herido por las palabras de su progenitor? Al menos, es bastante desilusionante y frustrante, al tiempo que doloroso, porque la gran carga emocional que se deriva de la valoración externa proviene de nuestros padres, y el hecho de no tener su aprobación, inconscientemente nos dificulta el camino.
Y como era de esperar, este amigo nunca sacó la plaza.
Otra de las historias que me llegó hondo fue en uno de mis talleres. Tuve una alumna, una señora mayor (para la media que suele venir a mis talleres, pero jamás se es mayor para nada). Pues bien, esta mujer quería aprobar su plaza. Por su edad y larga experiencia como enfermera, nunca le faltaría el trabajo y, de hecho, no lo hacía. Sin embargo, su ilusión era aprobar una oposición y sacar su plaza fija. Lo triste es que, en su casa, en su entorno, mucha gente le decía que cómo iba ella, a su edad, a estudiar… y mucho menos a aprobar nada. ¡Que ella no tenía edad para eso!
Y digo yo, ¿desde cuándo hay que tener una edad exacta o estipulada para hacer lo que queremos y deseamos?
Y, por último, te contaré la historia de otra de mis alumnas, casada, con dos hijos. Muy trabajadora en todos los sentidos y en todas sus áreas y facetas, pero le ocurría un poco como a los dos protagonistas anteriores: en su entorno le decían que eso era perder el tiempo, que iba a desatender a sus hijos por unos estudios, por una plaza fija cuando en realidad ella tenía trabajo sin ser fija.
Y en realidad sí que no le faltaba, pero las condiciones laborales y derechos de los fijos son mejores que los de los eventuales, no nos engañemos. Además de la tranquilidad que supone el no preocuparte para el resto de tu vida de tu puesto laboral, de tus días libres, de tus vacaciones, trienios, permisos sin que te rescindan el contrato, bajas sin sentirte mal, sueldo todos los meses… En fin, qué queréis que os diga. Hay muchas ventajas.
Así que empieza tu lista y no te dejes a nadie. Este ejercicio no cambiará el hecho de que tu entorno o personas allegadas sigan pensando así, pero sí que darás un giro a tu forma de afrontar y gestionar lo que te dicen.
Y eso ya es un paso enorme para la liberación total.
2.Expresa con palabras lo que sientes. Qué emociones afloran en ti cuando tú o alguien de tu alrededor cuestiona tus estudios, las horas que echas, el esfuerzo invertido, el tiempo ocupado… O los suspensos anteriores, los entrenos fallidos, esas galletas de más que te hacen saltar la dieta, esa ley que se te atraviesa y vas obviando con tal de no dedicar tiempo a estudiarla…
3.Busca y escribe los motivos por los que tú no te has perdonado aún por esos intentos fallidos de aprobar con plaza y por no aprender de ellos.
Y a su vez, haz lo mismo con esas personas que te dicen palabras desmoralizantes o actúan de forma molesta o frustrante hacia tus estudios.
No te dejes nada. Sácalo todo y sé preciso y minucioso. Cuanto más lo seas, mejor. Más liberador es.
4.Busca aquellas cosas que sí puedes agradecerte, que hiciste bien pero nunca reconoces.
Hazlo también con las personas. Busca circunstancias y situaciones en que hicieron algo bueno por ti y agradéceles por ello.
Escribe todas y cada una de ellas.
5.Ahora escribe la frase:
«Me perdono a mí mismo para mi propia felicidad y por mi propia salud física, mental y espiritual, por …………………………………………………………………………………………………………….».
«Perdono a ……………………… para mi propia felicidad y por mi propia salud física, mental y espiritual, por………………………………………………………………………………………………………….».
6.Ahora toca disculparse. Hacia los demás y hacia nosotros mismos. Así que haz lo propio con la siguiente frase:
«Me disculpo por …………………………….».
Rellena todo lo que se te ocurra, haz la lista interminable. Que, como te mencioné anteriormente, es mucho más liberador.
7.Describe fielmente qué te ha aportado hasta ahora esa situación y cómo podrías haber actuado de manera diferente para un desenlace distinto.
«La situación de mis suspensos anteriores me ha aportado…………………………………………….».
«Podría haber actuado de esta manera ……………………………………………………….»
«La situación ……………….. con ……………. me ha aportado…………………………………………….».
«Podría haber actuado de esta manera………………………………………………………con ……………………….».
8.Solo queda perdonar. Y dirás: «¿Y eso, cómo se hace?». Pues un secreto es que la intención real y verdadera de perdonar, desde el corazón, es suficiente y es lo que vale.
Tú en tu interior sabrás si esa intención de perdón hacia ti y los demás es real o fingida. Quedará para tu interior. Solo tú sabes la respuesta, así que no te engañes, no merece la pena (que seguirás llevando dentro). Sé absolutamente franco contigo mismo y todo te saldrá a pedir de boca.
Te dejo los pasos, de manera esquemática, de lo que he llamado la rayuela del perdón, una invención mía para que al rellenarla sea más gráfico y práctico. Puedes copiarla en un folio aparte, fotocopiarla o rellenarla en el mismo libro, así te será más fácil cumplir todos los pasos y podrás repasarla de un vistazo cuando quieras.
Rayuela del perdón
Otro truco para perdonar es repetir el siguiente mantra tres veces cada vez que pienses mal de ti o de otra persona, te acuerdes con desprecio de alguien o algo que hiciste, estés enfurecido por un mal resultado… Te he expuesto ejemplos simples, y este mantra te servirá para liberar y a la vez bajar revoluciones cuando te enojas por una acción tuya o de alguien:
Te libero, me libero.
Te perdono, me perdono.
Te amo, me amo.
Te aseguro de todo corazón que funciona, y verás que con el tiempo la mayoría de los pensamientos negativos hacia ti o los demás, por hechos pasados, desaparecerán y serán fruto del perdón.