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Responsabilidad vs. culpabilidad

Cuantos problemas y malos ratos me habría ahorrado si alguien me hubiera enseñado esto antes.

Quiero hablarte de la responsabilidad y la culpabilidad, que, aunque van de la mano, no se parecen en nada y lo peor de todo es que una nos ayuda a empoderarnos y hacernos crecer, mientras que la otra nos puede llegar a destruir.

Según la Real Academia Española, «responsabilidad» se define de las siguientes maneras:

1.f. Cualidad de responsable.

2.f. Deuda, obligación de reparar y satisfacer, por sí o por otra persona, a consecuencia de un delito, de una culpa o de otra causa legal.

3.f. Cargo u obligación moral que resulta para alguien del posible yerro en cosa o asunto determinado.

4.f. Der. Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente.

Y para «culpabilidad» tiene estas acepciones:

1.f. Cualidad de culpable.

2.f. Der. Reproche que se hace a quien le es imputable una actuación contraria a derecho, de manera deliberada o por negligencia, a efectos de la exigencia de responsabilidad.

Como verás, en la misma definición de culpabilidad se introduce la responsabilidad. Hemos recibido durante muchos años enseñanzas relacionadas con la culpabilidad. Todas ellas con diferentes mensajes y máscaras. Por ejemplo, hay que sentirse culpable cuando de pequeños hacemos algo mal, y, por ende, lo hacemos de adultos; hay que dejar salir la culpabilidad si queremos que los demás nos perdonen. Subliminalmente nos dicen que somos culpables de lo que nos pasa, porque está mal o es de sincericidas decirlo en voz alta… Nos enseñan que la culpabilidad debe reinar en nuestras vidas, y que, según lo que hayamos hecho, si nos sentimos culpables, está bien y, además, es lo esperado.

A mí me gustaría creer y crear un cambio de paradigma y de mentalidad. Me encantaría cambiar la culpabilidad por la responsabilidad. No sé si lo conseguiré, pero de granito en granito se pueden mover montañas.

Creo fervientemente que hoy en día son más importante las capacidades y habilidades individuales que el conocimiento. Aun sabiendo que primero es el conocimiento, y que con él parece la habilidad, posteriormente la capacidad y por último la competencia, hay que darle importancia a las habilidades que tenemos y que en numerosas ocasiones escondemos o no les damos la importancia que sí poseen. Y por supuesto, que la unión de esas habilidades y capacidades hará que todo el entorno y la comunidad crezca y mejore, con resultados mucho más satisfactorios y placenteros en cualquier ámbito del que queramos hablar.

La personalidad y la confianza en uno mismo, las capacidades de alto rendimiento, las habilidades de comunicación efectiva y el liderazgo son cualidades personales realmente importantes para obtener resultados prósperos. Y por descontado, en esto no debemos olvidarnos de la responsabilidad y la culpabilidad. Yo como persona debo asumir que soy el 100 % responsable de mis resultados del pasado, presente y futuro; de cada uno de ellos, sin excepción.

Sé que suena duro, mas es la verdad más productiva que puedes aprender. Cuando practicamos la siguiente fórmula matemática, que aprendí de Carlos, las cosas se alinean y todo empieza a fluir mucho mejor y con más facilidad, y, por supuesto, con mejores resultados.

100 % responsabilidad = 0 % culpabilidad

Aunque sea algo sabido, aprendido y machacado desde nuestros ancestros, cuando hago uso de la culpabilidad por haber hecho algo mal; me culpo, como es lógico (porque es lo que me han enseñado), y me autocastigo (porque parece que es lo que se espera de mí y lo que está «bien visto» por el prójimo, la sociedad, el entorno, etcétera). Sin embargo, no genero cambio. No mejoro nada, ni resultados, ni emociones ni sentimientos. Nada en absoluto. Sigo sintiéndome igual de mal, la otra persona también está mal y no hemos cambiado ni la situación ni los resultados.

Por el contrario, cuando soy 100 % responsable, me hago con el poder y el control para cambiar lo que hice mal, o si pensé o actúe de mala forma. Esto me va a permitir obtener resultados diferentes y, seguramente, mejores. Me va a generar sentimientos y emociones a mi favor, ya que harán que me sienta pleno porque, a pesar de haber actuado mal, estoy poniendo solución y remedio a esa situación.

No te olvides de que, en circunstancias generales, cada día se elige entre obtener resultados o generar excusas, pero ambas, nunca. No pueden coexistir. No pienses que solo me refiero a resultados económicos o financieros. Siempre que hablo de obtener «algo» o de evaluar tus resultados, me refiero a cualquier asunto que pueda generarte interés o que desees tener. Puede ir desde llevarte bien con alguien, salir a trabajar con paz y alegría, obtener tu plaza fija o tener un Ferrari aparcado en tu puerta. No te juzgo por lo que quieras conseguir, ni tú tampoco deberías hacerlo; es una elección individual de cada uno y debes sentirte orgulloso de saber qué es lo que quieres y de ir a por ello. Es algo inherente a la responsabilidad y se aleja de cualquier forma de culpabilidad, siempre y cuando tengamos la plena consciencia de nuestros actos y las consecuencias que ellos implican.

Y volviendo al hilo de las excusas y los resultados, recuerda que el cerebro, que a veces es más listo que nosotros, cuando no consigue los resultados deseados, genera excusas para evitarnos el dolor. Te pongo varios ejemplos de lo que hace la mente para evitarnos el dolor:

•Situación: tienes entre treinta y cuarenta y cinco minutos para sentarte a estudiar antes de ir al trabajo o recoger al niño al cole.

•Mente: ¡Va! Para media hora ni saco los apuntes.

•Tú: No los sacas, no estudias, y posiblemente estás un buen rato diciendo: «La verdad es que algo podría haber estudiado».

•Mente: ¡Qué va! Solo era media hora, no te da tiempo ni a respirar.

Y así podréis estar las dos, durante horas, con el tira y afloja de buscar excusas para no generarnos dolor.

•Situación: está nublado y hace fresquete. Tenías programado salir a correr.

•Mente: ¡Ufff, seguro que hace frío! Si salgo puede que me resfríe. Mejor lo dejo para mañana.

(Y ahí es cuando coges el móvil y te pones a ver tonterías en las redes, perdiendo un tiempo valiosísimo…). Tu mente empieza a lanzarte millones de excusas y todas te cuadran.

•Situación: quieres adelgazar unos kilitos.

•Mente: El lunes empiezo a cuidarme. Total, si empiezo dos días antes dará igual. Para eso, lo hago el lunes y así disfruto el fin de semana.

(Y ese lunes casi nunca llega).

¿Entiendes que, si no la educamos, la mente (que es muy poderosa) hará lo que quiera con nosotros? ¡No podemos dejarla que vaya a sus anchas!

Un truco para esto es que cada vez que tu mente vaya a buscar una excusa o te esté contando un cuento chino, le digas:

Yo contigo no negocio

Y posteriormente, sigue haciendo lo que tu verdadero «yo» quería hacer y la mente no le dejaba. Comprobarás que, tarde o temprano, la mente se cansará y dejará de hacer de las suyas y serás dueño y señor pleno de ella.

Por eso, lo ideal es que cada vez que obtengas un resultado no deseado (sea en la situación que sea, y que siempre dependa de ti), elijas entre dos opciones: buscar excusas o centrarte en el resultado.

Si elijes buscar excusas, no te preocupes ni sufras en exceso. La mente tiene toda una gama variada y extensa de las más variopintas justificaciones que te van a venir bien en multitud de ocasiones. A veces, hasta podrás reutilizarlas. Y otras, te verás conscientemente pensando: «A ver, ¿qué excusa me busco?».

En cambio, si elijes enfocarte en los resultados puedes hacerte estas tres preguntas y así la próxima vez serán mejores:

•¿En qué contexto global he obtenido este resultado? Miro más allá del propio hecho y evalúo la situación en toda su perspectiva.

•¿Cuál es el pensamiento erróneo que da origen a ese resultado? Aquí analizo qué es lo que suelo pensar o qué genero en mi mente para obtener ese resultado.

•¿Qué voy a hacer para que el resultado sea diferente la próxima vez, y sea el que yo quiero obtener? Es decir, qué debo cambiar para obtener el resultado que quiero.

Como ejercicio para comprender mejor esto, te propongo que escribas en un folio de qué te responsabilizas al 100 % y respondas a las tres preguntas. Así, la próxima vez sabrás actuar de otra manera y mejorarás tus resultados.

Me responsabilizo de………………………………

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Preguntas:

¿En qué contexto global he obtenido ese resultado?

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¿Cuál es el pensamiento erróneo que da origen a ese resultado?

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¿Qué voy a hacer para que el resultado sea diferente la próxima vez, y sea el que yo quiero obtener?

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Oposita con éxito

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