Читать книгу Un año de servicio a la habitación - Andrea de Lourdes Chapela Saavedra - Страница 13
ОглавлениеRecepción
Los trapos sucios
se lavan en casa
—Hola Mari, te llamo porque tengo una pregunta metafísica sobre las lavanderías de la 323. Es que lavó ropa el día 11 y después el día 12 y de nuevo el día 15. ¿Está bien? Bueno, es solo que me parece muy raro. ¿Por qué no lava toda su ropa el mismo día? ¿A ti no te parece raro? Es que el día 11 y el día 12. Como si se le hubieran olvidado un par de cosas y, en vez de esperarse al 15, las lava al día siguiente. Y fíjate que es el señor que viene y va, que nunca sabe si va a estar o se va de viaje y que no puede darme una fecha de salida. Un pesado y además lava la ropa así. Mari, ¿pero en serio no te parece raro? Bueno, ya se las cargo a la cuenta y ya está, pero te aseguro que el día que salga, cuando sea eso, me dice algo. ¿Cómo no me va a decir algo si es rarísimo esto? A él seguro se le va a olvidar que lo hizo y me va a decir que hay un error. Te aseguro que es de ese tipo de persona, de los que ponen dos lavadoras, se les olvida y luego reclaman. Alguien que no es capaz de lavar toda su ropa el mismo día es así, ya está. No soy exagerada. Que llevo veinte años trabajando aquí y he visto de todo. La otra opción es que puso dos lavadoras seguidas para no pagar la segunda. Te juro que hay gente así. El otro día una señora quería convencerme de que, cierta noche, no pidió dos veces seguidas servicio a la habitación. Y yo así de: señora, no la voy a juzgar porque se arrepienta y al final sí quiera un postre a las once de la noche, pero, por favor, no vamos a hacernos tontos. Claro que no le dije eso, pero eso es lo que quería decirle. La gente es así, se queda en un hotel por un rato y ya siente que es su casa y que puede hacer sus rarezas de siempre y no se da cuenta de que deja un rastro y luego les da vergüenza y vienen aquí a tratar de aparentar. Claro. Tú debes de verlo todos los días en las habitaciones, pero como contigo no se encuentran cara a cara, pues se creen que los cuartos se arreglan por arte de magia. Es cuando llegan aquí, al final, que tienen que ver todos sus hábitos impresos en blanco y negro, contabilizados, que se sienten observados. Se dan cuenta de que allí están todos los vinos que se tomaron en el bar o todas las cenas de medianoche o las lavadoras seguidas. No que yo me fije, que conste, la mayor parte de las veces cuando estoy pasando los cobros no me doy cuenta, pero a veces las cosas se salen del patrón y entonces sí me fijo. Para este trabajo hay que aprender a ver patrones. Al principio no se me daba bien, ¿sabes? Y ahí sí, cuando me querían ver la cara, pues les salía. Ahora ya no. Por eso, soy yo la que pasa las cuentas y no dejo que los nuevos lo hagan y cuando tienen que pasar un cobro les digo que me dejen una nota. Que confíen en la cuenta, que no discutan mucho. Trato de enseñarles rápido porque a veces es solo que los clientes se olvidan, pero otras es que se creen que se pueden salir con la suya. En este trabajo hay que aprender a ver a la gente. Entenderla y prever qué van a hacer. Hay que transformar los números en hábitos y los hábitos en gente. Por ejemplo, imagínate que un cliente cena todas las noches en el comedor, así dos semanas y de repente falta el cobro de una noche, ahí en medio. ¿Salió a cenar en miércoles por primera vez en su estancia o es un error? Esas son las cosas que me pregunto. Y entonces tengo que recordar si es que se veía como un señor tímido, de esos que vienen al hotel y aquí se quedan para no salir jamás o si se veía más bien como algún académico que trabaja aquí hasta la noche que tenga una cena fuera. Pues es lo que me toca, Mari, ¿qué quieres que te diga? A veces hago notas para que no se me olviden estos detalles, por si acaso dicen algo. Claro que hago notas, pero las guardo en un cajón, bajo llave. Si alguien me dice algo, rápido voy y reviso. Te aseguro que en parte es porque es un hotel de estancia larga. La gente no viene una noche y se va, aquí la gente vive y eso lo cambia todo. Además, es pura gente sin sentido concreto de la realidad. Un poco como si no tuvieran marco teórico para la vida. Lo práctico les pasa por encima. Eso es lo que me parece. Artistas, investigadores, gente del mundillo intelectual, como dicen ellos. Algunos muy cuadrados, muy fijos, pero otros bajan con la maleta a medio cerrar, como si los hubiera sorprendido la salida y de la cartera se les están cayendo un montón de recibos que te aseguro nunca miran, que guardan y tiran cuando ocupan mucho espacio en la cartera. Los fáciles son los que solo ven el total y pagan. Si el número está dentro de sus expectativas, se dan por bien servidos y se van. Pero los olvidadizos, esos que no saben qué hacen y que van por la vida poniendo lavadoras seguidas, esos son los peligrosos, Mari. Esos son los que van improvisando la vida y entonces no se les puede predecir. Un día cenan, otro no, otro piden a la habitación, otro se emborrachan, otra semana tres lavadoras. Y así, sin forma de entenderlos. Nunca sabes si van a discutir o no o si te van a tener cuarenta minutos viendo cada cargo, cada orden de servicio a la habitación. Una vez me tocó uno que sacó su diario y se puso a cotejar, aquí en la mesa de recepción, cada cosa con lo que había escrito en su cuaderno. Lo tuve aquí casi una hora, estorbando mientras otras personas venían a preguntar y tenían que hacerlo sobre su hombro, así ladeados e incómodos y él no se daba por aludido. Y yo, experta en mantener la calma, me dedicaba a lo mío. El de la 323 es de esos, aquí mismo dice que es escritor, invitado por una fundación. Pero bueno, tampoco se trata de ser metiche, yo meto las lavadoras a su cuenta y cuando se vaya te aviso si me dijo algo o no. Sí, sí. Cómo no te voy a contar. Luego hablamos.
—Oye, Mari. Habla Norma, otra vez. Acabo de revisar la cuenta del señor de la 323. Resulta que lo de las lavadoras da igual. Que vienen incluidas en su estancia. Así que no importa cuántas ponga o cuándo las ponga o lo que sea, ya están incluidas. Algo de autoconocimiento tiene este hombre después de todo. Voy a poner una nota para que no se me olvide, porque seguro que me vuelve a sorprender la próxima vez. Sí, así de pragmática soy. Así no hay que preocuparse. Mira, hay gente rara en la vida y la mayoría terminan pasando una temporada aquí. Sí, sí, luego hablamos.