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Prólogo. Descifrar la nebulosa de los públicos

Por Javier Ibacache Villalobos

Aún cuando en nombre suyo se formulan programas y se ejecutan proyectos, la noción de públicos sigue siendo vista como una nebulosa. En seminarios, talleres y trabajos de capacitación con organizaciones culturales se confirma con frecuencia el interés por el tema y también las escasas evidencias que permiten guiar decisiones u orientar estrategias de largo plazo.

Por ello la reflexión que propone el libro Nuevos públicos para las artes escénicas, de Andrea Hanna, adquiere relevancia y pertinencia. La investigación sigue la pista a las visiones que desde el Estado se han formulado en Argentina y Chile en este campo y se enfoca en dos casos surgidos en esos contextos que han tenido un desarrollo paralelo.

El texto puede leerse como un contrapunto desde Latinoamérica frente a los modelos de políticas culturales que en el mismo ámbito han predominado en Europa desde el siglo pasado. A saber, la Mediación Cultural francesa y el Audience Development anglosajón.

Estos paradigmas han sido vistos en más de un momento como opciones contrapuestas. No obstante, la maduración de iniciativas mixtas –como las que analiza la autora– sugiere la articulación de un camino intermedio que resta por aquilatar del todo en su efectividad y que en ambos países se ha dado en llamar Formación de Públicos. Su propósito se vincula con un problema compartido en escenarios de desigualdad social que se traduce en bajos niveles de participación y consumo cultural. Desde esta perspectiva, formar públicos supone incidir en las barreras que explican el desinterés y la distancia de las personas respecto de las creaciones artísticas o las actividades de las organizaciones culturales. Es decir, trabajar en torno a los factores que determinan o modelan sus disposiciones subjetivas, su imaginario y su capital cultural.

En la sociedad del cansancio y de la modernidad líquida, el ámbito de acción es más complejo que lo descrito en su momento por Pierre Bourdieu. La familia, el sistema escolar y los grupos de pares siguen operando como agentes de socialización para explicar los gustos y los consumos culturales. Pero es indudable que el entorno digital y la masificación de pantallas y plataformas han adquirido un rol igualmente significativo.

Hoy en día formar públicos conlleva más bien establecer un diálogo con un espectador infiel, crítico y participativo para construir lecturas colectivas sobre el amplio arco de producciones simbólicas que comparten o que delinean esos mismos públicos produsuarios. Es la era del espectador en tránsito o en movimiento –en el decir de Boris Groys–, más predispuesto a postear que a vivir una experiencia de contemplación estética fuera del hogar.

No es claro que además de ser un rasgo de los tiempos esto sea un problema per se. En rigor, lo está siendo para las organizaciones culturales que han visto una merma en su convocatoria o que han resentido un debilitamiento en el vínculo con quienes antes les visitaban y copaban la platea, y que hoy prefieren prácticas de anidamiento (nesting) en casa.

¿De qué manera pueden operar las políticas culturales para restablecer ese puente? ¿Cómo deberían pensarse a sí mismas las organizaciones culturales en tal proceso? ¿Es dable consolidar la formación de públicos como un campo independiente de las ya consabidas estrategias de acceso y participación?

Son preguntas que se desprenden del libro y cuyas respuestas podrían descifrar del todo la nebulosa en torno a los públicos. La autora aporta un material sólido para iniciar esa labor.

Nuevos públicos para las artes escénicas

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