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La violencia política y la visibilización de las víctimas

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En cierto modo comparables con los objetivos del trabajo oficial de la verdad y la reconciliación, las respuestas populares a la violencia política de la época autoritaria también se enfocaban en exponer el terror llamando la atención pública hacia las víctimas de esa violencia. La represión estatal de la oposición popular a las dictaduras en Argentina, Chile y Guatemala, por ejemplo, incluyeron la notoria estrategia de “desaparecer” miles de personas consideradas como “amenazas” para estos regímenes (Timerman, 2002; Robben, 2005). La mayoría de los desaparecidos fueron asesinados, pero en muchos casos no quedaron rastros, y las demandas en busca de los responsables por parte de los sobrevivientes y familiares evolucionaron en movimientos influyentes en varios lugares.

Entre los casos más conocidos se encuentra el de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, un pequeño grupo de madres que comenzaron protestas públicas a fines de 1970 en nombre de un estimado de quince mil o treinta mil “desaparecidos” durante la guerra sucia del Estado de terror entre 1976 y 1983. En el esfuerzo de cuatro décadas por conseguir que el régimen militar rindiera cuentas por sus crímenes, las Madres han estado en el centro del movimiento y espectáculo de protesta escénico y teatral que Robben (2005: 301) describe como “la exteriorización del dolor personal” para visibilizar lo invisible, esto es, los “desaparecidos”. Estos rituales colectivos semanales de protesta en la plaza central de Buenos Aires, junto al activismo conmemorativo como demandas, frecuentes exhibiciones temporales de fotografías, los nombres y murales de los desaparecidos, son parte de la política teatral de la memoria encaminada a llamar la atención pública hacia los actos clandestinos de violencia estatal, la dimensión criminal de las acciones del Estado contra su propios ciudadanos, y la no asunción de responsabilidad por las víctimas causadas en aquel periodo de violencia política (Bosco, 2004; Werth, 2010).[9]

No es por accidente que las Madres se convirtieron en una causa célebre y en las figuras de una elaborada red internacional de los derechos humanos y de la campaña que pedía cuentas al gobierno argentino (Guzmán, 2002). En este caso, dada la clara delimitación de responsabilidades de un régimen específico como agente deliberado de violencia y la consecuente diferencia clara y estable entre las identidades de los “victimarios” y las “víctimas” (Keck, y Sikkink, 1998: 27), las Madres son un buen ejemplo de protagonismo de una campaña internacional por los derechos humanos. La violencia que caracterizó la guerra sucia del Estado de terror, y las respuestas a éste son las fallas tectónicas evidentes de un Estado represivo; al igual que las desapariciones ocasionadas por el mismo, el silenciamiento y las violaciones de los derechos humanos, por una parte, y las actuaciones públicas en protesta con el fin de reclamar una voz y de hacer visibles las atrocidades estatales, por la otra.

Las respuestas a la violencia estatal de las Madres en Argentina han tratado de identificar la dimensión de lo que de otra manera serían víctimas anónimas de ese tipo de violencia y de mostrar las características de esta.[10] Las actuaciones públicas de la memoria colectiva de las Madres, aún en marcha, han constituido una estrategia entre muchas otras, tales como los proyectos de museos, el teatro callejero, la promoción de lugares históricos y la pintura pública. Aunque todavía se desconoce la suerte que corrieron muchas personas, la naturaleza y las fuentes de la violencia en Argentina correspondientes a ese período han quedado del todo establecidas. Esto si las fallas tectónicas del “trauma colectivo” que obsesiona aún el presente argentino, sus debates públicos y las pesadillas individuales, toman el mismo marco de referencia del Estado de terror y las respuestas populares ante él. Con la violencia actual, sin embargo, la situación parece inversa. Los espectáculos de violencia resultan muy frecuentes y macabros a plena luz, pero las mejores respuestas que se les puede dar han demostrado ser más difíciles de visualizar.

Las Iglesias ante la violencia en América Latina

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