Читать книгу Dimensiones humanas en acción : Ser para saber obrar - Andrés González Duperly - Страница 14
ОглавлениеPor los malestares universales que hemos propiciado como especie, pareciera que hoy somos más homo ciberneticus-tecnologicus que “sapiens”. Y desde las pantallas diarias de la globalización, somos testigos-espectadores de aflicciones de toda naturaleza, propiciadas entre otras causas por el narcisismo-egoísmo, el relativismo ético-moral y el materialismo-consumismo. Las consecuencias nefastas de estos males pandémicos son inmedibles en tantos sistemas de la vida; cada vez más inestables en las reciprocidades, insostenibles en el ritmo acelerado de los aparentes antidesarrollos. Y mientras que la especie humana en esta era puede estar evolucionando en espirales cada vez más altas de consciencia1, la misteriosa realidad pareciera nublada, pues no es claro el camino por el que esas inmensas minorías pueden escapar del fatalismo. Y es de estas minorías que depende el porvenir de la humanidad en los futuros inciertos de los cambios en innovaciones en los mismos.
Los avances de la ciencia, la técnica y las tecnologías de la información, con las inteligencias artificiales en las floraciones y disrupciones, se imponen con fuerza en afán productivo, apremiando al ser humano en escenarios de caos y complejidades en los desequilibrios espirituales-psíquicos-emocionales, mentales-intelectivos y físicos…, en medio de incertidumbres frente a la condición de ser uno mismo (mismidad), en aguas cada vez más contaminadas de la [pos]modernidad líquida de Bauman (2009), en las relatividades en las que el homo cibernéticus, nada. Y mientras tanto, la realidad de los sistemas, la calidad y los estilos de vida se fragmentan aceleradamente y son cada vez más insostenibles. El ser sintiente y pensante, el individuo interior, pareciera que se encuentra cada vez más por fuera de su centro, perdido en remolinos de sistemas complejos y dinámicos, sensibles a las variaciones en los ámbitos ambientales, éticos, biológicos y científico-sociales, cuatro de los grandes campos en procesos de articulación en los aprendizajes a la luz de la consiliencia2 en la dinámica de la unidad del conocimiento (Wilson, 1998), entre otras tantas perplejidades en las ebulliciones de la crítica inestabilidad geopolítica y económica planetaria.
Entretanto, en el orden de la moral, los alientos del mal hacen presencia en los sinsentidos y en el absurdo, produciendo efectos sombríos en lo material (físico) y en lo espiritual (metafísico). Paradójicamente, la civilización humana jamás tuvo, como hoy, los medios y conocimientos para alcanzar niveles más altos en la equidad y alegría, para solucionar las situaciones-problemas de las injusticias económico-sociales del presente y contrarrestar las fuerzas restrictivas perfiladas arriba, entre otras tantas de futuro en el transhumanismo que aflora a borbotones. Pero, nunca como ahora, la humanidad ha desperdiciado tanto la posibilidad de lograr ecuanimidad y armonía entre los estados de orbe, y de mejorar las oportunidades de bienestar de las sociedades y comunidades menos favorecidas en el telos aristotélico del bien común.
Conscientes de las fuerzas restrictivas y de las oportunidades de la modernidad y la posmodernidad en las transformaciones, a pesar de las incertidumbres y del debilitamiento del sentido de identidad en la sociedades emergentes, nos conviene identificarnos con el “Individuo Interior”, al que reconocemos como “unidad concreta y esencial de todo acto, anterior a toda diferencia esencial de los actos, es decir, a toda diferencia entre los actos de la apercepción3 interior y exterior de estos” (Stern, 1944, p. 34), al pensar, sentir, ser, saber, obrar, amar, temer, ser generosos, aprender, relativizar, etc. Desde la lente de las Dimensiones Humanas en Acción: Ser para Saber Obrar, el individuo interior es universo íntimo personal; está en unidad con los atributos expresos y es esencial a todos los actos, “anterior a toda diferencia esencial de los mismos” (Stern, 1944, p. 72). En otras palabras, el individuo interior es el ser, el ente que sirve de fundamento a los actos, la individualidad que existe y vive para responder con habilidad frente a estos.
En estas líneas, el individuo interior es espiritual, intelectivo, volitivo, emocional, moral. Es el ente consciente en mar de contingencias, alerta a las disgregaciones de la sociedad, consciente de las tijeras del tiempo, sabiéndose misional y fibra sensible, temporal en el tejido humano. El individuo interior es entonces la singularización de la “persona” en el nivel sensible que tiene de sí mismo, guiado por la consciencia al mirar la realidad con ojos de unicidad y, a la vez, con un sentido de colectividad responsable para dirigir la vida con sentido transcendente desde la inmanencia.
Consciente de adquirir un autoconocimiento mayor de sí, el individuo interior que nos proponemos entrever se sabe guiado por un espíritu abierto, atajando la mente, el corazón y la voluntad en la unidad de los saberes. Se da cuenta de dónde no está frente a sí mismo en su razón de ser; es decir dónde es que quiere estar frente a sí. Aprende, aprehendiendo y desaprehendiendo con sensatez y agilidad, mediante las vivencias en los actos para obrar, en intenciones preclaras y en grados más altos de consciencia, espacio esencial, el endocentro4, apercibido por querer entenderse crecidamente en los principios que guían una vida en la integridad desde la perspectiva de las Dimensiones Humanas en Acción del Ser para Saber Obrar.
Al interior de la propuesta del Ser para Saber Obrar (en adelante SSO) sugerimos el marco metodológico intitulado Dimensiones Humanas en Acción (DHA). Las reflexiones sobre la trilogía del SSO y las DHA se fundamentan en el humanismo clásico para afrontar, entre tantas otras fuerzas restrictivas, el transhumanismo5 y asignar al ser humano mayor valoración en estos momentos de crisis recurrentes en las potenciales deshumanizaciones en tantos niveles. La consciencia espiritual es puerto de salida del navío del SSO. En la alegoría trabajamos con esta bahía de profundo calado como el endocentro metafísico y racional cuya ontología es el soma de toda naturaleza —la humana, la animal y la medioambiental— y, en particular de la revelación y la manifestación superior humana en la ética. Se trata del ámbito de la idea del ente-vida que, en la sabiduría se intuye espiritual desde la racionalidad, como los sentipensamientos de la consciencia del individuo interior en actos colectivos-sociales, y que cada quien viste y desviste con los valores morales en los “deber ser” y por el bien común en las demás zonas axiológicas. Todo esto en sociedades golpeadas por las bioideologías y por “ismos” que pululan por doquier.
Sobre lo anterior, cubriremos las distancias del tapiz SSO-DHA con hilos de filosofía práctica; y será filosofía-práctica (con guion) porque relaciona los pensamientos sentidos y los sentimientos pensados (reflexionados) con la acción humana en los fines aplicables del enfoque transdisciplinar que se pretende compartir hacia el autoconocimiento del individuo interior, autoconsciente —Directivo Integral de Vida—. De manera que, para entender los caos en las complejidades y minimizar los conflictos individuales y colectivos, espiritual-religiosos, psíquico-emocionales, social-culturales, político-económicos o productivo-empresariales en los direccionamientos, partimos de la autogobernabilidad y de los procesos de gobernanza en espacios externos sociales, emocionales u organizacionales para lograr, desde el criterio, más eficacias (en las eficiencias y la efectividad con base en esfuerzos inteligentes), considerando la importancia de rescatar las virtudes cardinales, trabajar las habilidades transversales —hoy críticas—, con base en competencias colaterales y organizacionales y facultades endógenas del ser interior.
Con base en la ética y las fuerzas morales subyacentes que guían al individuo interior, este exterioriza facultades que lo definen a partir de un sentido coherente de sí entre el “yo real”, el “yo ideal” y el “yo percibido” (Horney, 1959). Y hace esto gracias a su capacidad de interpretar la realidad sintiente zubiriana que percibe del mundo interno y externo al conducir los actos frente a resultados deseados a partir del sí mismo, de su psiquis. Alimenta las nociones anticipadas sobre futuros deseados y despliegues de las inteligencias múltiples6 de Garner (1998). Desde el fluir del pasado continuado, el individuo interior gana aprendizajes, gracias a la memoria de las experiencias en el direccionamiento de las intervenciones. Y desde el presente, se representa y actúa según los diferentes estados de consciencia, “dándose cuenta de” (awareness) las cosas en las prioridades que lo ocupan.
El individuo interior que modelamos en la dirección integral (de vida) se apropia de los rumbos que elige con intuición en imaginarios, es decir, en las anticipaciones sensatas, congruentes, con base en principios (universales), guiado por una tabla diáfana de valores y zonas, como sugiere Russell. Se compromete así con lo que considera coherente con los valores teóricos y operativos que maneja desde el criterio que lo distingue, pues, como plantea Balmes (1974), “¿de qué sirve discurrir con sutileza o con profundidad aparente, si el pensamiento no está conforme a la realidad?”. El ente del ser integral es el individuo interior del sí mismo en busca en la intersubjetividad y la dialógica, la verdad bien pensada y con prudencia a pesar de las aflicciones físicas, emocionales y espirituales que la vida engendra. Y hace esto “de cara a la obligación de verdad en su relación consigo mismo” (Foucault, 2014), reafirmando así el carácter y la verdad, la correlación que existe entre la consciencia y la realidad interior y la realidad del mundo sensible.
Esta persona, individuo interior –ser integral–, representa dos realidades connaturalmente diferentes unidas por la temporalidad en la pluridimensionalidad, por las diversas maneras de representarse, de saberse ser, en la acción, en los actos que, al fin de cuentas, son obras. Desde la lente ontológica de Heidegger (1927) en el planteamiento de “Dasein”, el “ser ahí”, el individuo interior enlaza la consciencia en las simultaneidades y combinaciones por “ser estando” –estado especial que afecta “todo lo que de ser tenga en función de algo”7 (García Bacca, 2014, pp. 77-78).
De tal manera, el marco conceptual sugiere un sistema trilógico que abarca el ser, el saber y el obrar, con fundamento en cuatro dimensiones en la malla de los contenidos que se sugieren independientes e integrados, contiguos a estas líneas. Dimensiones que se armonizan con los saberes en las habilidades transversales, tejidas con hilos de eficacia personal para contrarrestar las incertidumbres de la trama de la vida en los cambios, al saber cómo tomar decisiones y estabilizar las fuerzas emocionales, intelectivas, morales, volitivas y creativas de vida interior con el mundo externo.
Ampliando las bases del presente itinerario, el individuo interior que se es y se sabe para algo es la conjetura de la declaración del SSO8. La intención puntualiza un estado de autoconsciencia sobre los imaginarios y los actos que conllevan al buen obrar con intenciones preclaras. Implica pensar futuros deseados en los cambios, no solo los del microcosmos del ser interior que nos pertenece, lo psíquico con el alma (lo más íntimo y propio con la mente), con base en una propuesta desde la autognosis que es la bahía de la consciencia espiritual, más profunda y misteriosa que la emocional, sino también en la consciencia del micro y el macrocosmos –el de los sistemas en “el hilo de la vida” y las fragilidades en la complejidad (Capra, 2015)–. Y el soma, la “base, fondo pantalla de resalte de la consciencia sensible del cuerpo viviente”, que nos hace sentirnos en la realidad y nos muestra “que el alma ha descubierto en los instrumentos y enseres que justamente declaran visible, lo que de soma tenemos cada uno” (García, 2014, pp. 348-349).
De esta suerte, el Individuo Interior se vislumbra en estas líneas como representación9 de la mismidad, al distinguir el actuar e interactuar con propósito desde un espacio cuatridimensional, válido desde la fenomenología que conforma el marco teórico con fundamento básico en la filosofía hegeliana, en la Fenomenología del espíritu (1985) y nociones incipientes (en las construcciones) de una “inteligencia espiritual” (Zohar, 2001, Chaktoura, 2015, Fischman, 2016), concepto, entre otros, que se ponderó originalmente como fundamento del marco metodológico de las Dimensiones Humanas en Acción (DHA) y que en estas fundamentaciones filosófico-prácticas, se opta en vez por la noción de la consciencia espiritual, expresión de Amor, Inteligencia y Libertad (adjetivos de la espiritualidad, con mayúsculas).
Las cualidades hermanadas con el concepto de Amor son entonces las cuotas de la sensibilidad humana esclarecida por la espiritualidad, atributo de otorgamiento, fuerza que activa las dimensiones que pertenecen al ser que se sabe obrar en autonomía, con inteligencias varias y libertad en aguas de la riqueza que tiene con la eticidad y la vida emocional del individuo interior. Las cualidades —y en ellas, las virtudes cardinales— afloran de la consciencia —voz del pensamiento—, “la pura espiritualidad, como lo universal, la que tiene el modo de la inmediatez; simplicidad que existe en cuanto tal y terreno fértil del pensamiento que es solamente en el espíritu” (Hegel, 1985, p. 20). Y así, en el tejido del mundo con hilos de ser, la consciencia se va sabiendo sentipensares en las cualidades10, expresiones que forman parte de la consciencia espiritual en el bien. Virtudes que avivan al individuo interior en las dimensiones que se gobiernan integradamente.
Al hablar de las DHA se hace referencia a una consciencia intencionada, la interactividad de los “aquí y ya” en actos de valor, la direccionalidad que la voluntad –que orienta la toma de decisiones– y la creatividad, siempre recursiva, innovativa y transformadora, gestoras de principios y valores, las actitudes y las conductas del individuo interior. Por tanto, se hace referencia a la calidad de las interacciones del sí mismo en unísono con los seres con quienes interactúa en las reciprocidades y que le otorgan auténtico sentido de vida.
El concepto de la dirección integral de vida amerita breve clarificación
Independiente del tamaño de la organización, el gerente consciente realiza cuatro macroprocesos: planificar, organizar, motivar y controlar. Complementariamente, el líder suele ocuparse de otros procesos contiguos a los gerenciales que consisten en prospectar, innovar, desarrollar actitudes e interpretar y analizar la información. Desde las dos perspectivas (gerenciales y de liderazgo), las responsabilidades integradas del gerente y de líder establecen el patrón (benchmarck) del individuo interior quien, en los roles combinados, aplica integradamente cuatro virtudes, trece competencias (colaterales y organizacionales) con tres facultades endógenas para llevar con sabiduría a buenos muelles los roles y funciones gerenciales y de liderazgo en la cotidianidad de su vida. Es síntesis, el individuo interior –es decir, el Directivo Integral de Vida– se resume en la ecuación:
Directivo = gerente + líder
El vocablo “dirección” enlaza dos conceptos: “acción” y “efecto de guiar” (DEC, 2018). En las iniciativas, el Directivo Integral asegura la puesta en marcha de actividades como consecuencia de la capacidad de anticipar y apropiar. Recurre a un almacén ideal del fuero interno que trabaja con las herramientas de seis competencias colaterales y siete organizacionales al interior de las habilidades transversales y recurre a las facultades endógenas, que definimos en el capítulo primero y conforman parte del marco conceptual de las Dimensiones Humanas en Acción: Ser para Saber Obrar.
La noción “integral” implica una visual direccionada de la totalidad en la completitud de las cosas, y hace referencia a que se evita la omisión de algo. Y en esta, la era del direccionamiento (gestión) del conocimiento (Knowledge management), que va más allá del estratégico y táctico, se hace la invitación desde las ciencias y las tecnologías para comprender cómo evitar la “deshumanización” y trabajar con los vínculos que unen las partes con el todo de las cosas, cuyo enfoque también pretende ir más allá del mero estilo de dirigir (gerenciar y liderar), desde afuera, para afuera. Es más, la integralidad es postulado para comprender la vida con mirada generosa (holística) en un mundo entendido como voluntad y representación (Schopenhauer, 2010).
De manera que por “integral” comprendemos la noción de una súper-visión, requerida para la sostenibilidad perdurable de la vida del mundo sensible a partir de la mente-alma-humana en la racionalidad y con espíritu transcendente en las intangibilidades; la verdad, lo bueno y lo estético; los ámbitos culturales de ciencia, valores y arte; y la naturaleza, el ser y la cultura (Wilber, 2001). En las representaciones del concepto “integral”, necesariamente comprendemos lo transdisciplinar. Por tanto, los procesos directivos integrados se circunscriben a las verdades y las dudas que abrigan a las ciencias sociales, humanas y administrativas frente a los cambios, que, entre otras cosas, son aplicables a los espacios personales-íntimos y a las organizacionales-funcionales.
Finalmente, hacemos referencia del sustantivo “vida” en la aproximación de una dirección integral de vida. La vida es “trama” (Capra, 2015), fuerza vital o actividad interna substancial, frágil, por medio de la cual el ser (ente) obra porque la posee y la significa en las transformaciones. Porque la vida no es solo ser; es serse; notarse-ser-actuando. Y mejor, notarse estar siendo sano, enfermo, vidente, atontado, cansado, triste, acariciado… Además, en todos esos estados, la vida es espontaneidad, complejidad, absolutamente generosa en las sorpresas. Las ciencias corroboran que en ella preexisten fuerzas internas que obran a partir de entes, en la gran cadena en los niveles del ser, manifiestas en la existencia a partir de los reinos mineral, biológico, animal y humano, este último, eslabón de la cadena en acelerada evolución en tan amplio rango de las facultades (Schumacher, 1977).
Proseguimos hacia las esencias…