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Culpabilidad

...¿Qué haces entonces?

¿Intentas reconstruir

el aire?

¿Lamentas

no haber plantado

una semilla?

Perder a esa persona que significaba tanto y que sigue significando tanto, es la pena mayor que nos puede dar la vida. Y de hecho la mayoría lo vivimos así y al sentir esa pena como una condena perpetua, nos preguntamos: ¿Por qué me han castigado? ¿Qué he hecho para merecer esto? ¿Por qué a los demás no les pasa algo igual? Y así seguimos cuestionando, comparando intentando encontrar la justicia de la situación.

Entonces, empezamos a buscar nuestros fallos, errores. No sería justo que la vida nos castigara sin razón y todo lo que hemos podido hacer mal y que haya podido ser la causa de este encarcelamiento, empieza a surgir de nuestro pasado.

Todo aquello que no pudimos hacer de la forma más perfecta posible empezará a destacarse por encima de todo lo bueno. No hice... no dije... hice... dije... todo pasará por un examen minucioso y cada vez nos encontraremos culpables.

No lo somos, pero, quizá así en algún lugar hallemos la respuesta a ese razonamiento implacablemente duro, que exige culpa ante un castigo fuera de toda lógica terrenal.

No era nuestra culpa. No hicimos ni dejamos de hacer nada que mereciera un castigo. De hecho, podemos intuir que no es un castigo. Muy dentro nuestro sabemos que la vida es tan completa que incluye nacimientos y muertes y que no dictamos sobre ellos. Muy dentro sabemos que cada persona tiene un tiempo y que eso está por encima de nuestros planes, por encima de nuestros deseos, por encima de los dictados terrenales donde si podemos crear, hacer y deshacer.

Pero hay una cosa más importante que todo esto y es que normalmente intentamos hacer las cosas de la mejor forma posible. No actuamos haciéndolo lo peor posible. No nos dedicamos a sembrar futuras desgracias en nuestro entorno. En cada momento damos la mejor respuesta que tenemos para cada situación. Si tuviéramos otra mejor la utilizaríamos.

Muchas veces nos damos cuenta de otras respuestas más adecuadas después, porque actuar hace que tomemos conciencia de lo mejorable y nos facilita nuevos recursos, nuevas capacidades. Entonces vivimos esta nueva capacidad como si estuviera desde siempre y nos culpabilizamos por no haberla utilizado antes. Desde mi presente me echo la culpa por mis actuaciones pasadas como si antes dispusiera de mi nivel de conciencia actual. Desde la llegada veo otros caminos y me hostigo por no haberlos tomado cuando no los veía y cuando no estaban a mi disposición.

Desde esta perspectiva, la culpabilidad no tendría razón de ser. Es importante que nos demos cuenta de esto ya que la culpabilidad dificulta aún más el proceso de transformación del dolor por el cual tenemos que pasar si queremos sanar y volver a renacer. Entonces vamos a tener que entrar en la dinámica del perdón. Perdonarnos una y otra vez por todos los fallos que nos atribuimos desde la exigencia de la pérdida de nuestro ser querido.

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