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Prólogo

Ante la muerte de un ser querido todo se nos desmorona, caemos en la noche oscura del alma, nos preguntamos “¿Y ahora qué hago yo aquí?”. Nos parece que la vida carece de sentido, que no vale la pena seguir viviéndola, porque ya nada será igual que antes. Nos sentimos desorientados.

Sin embargo, una vez que hemos tocado fondo no podemos quedarnos sumidos en la tristeza, debemos ascender hacia la superficie. Tenemos que encontrarle paulatinamente un sentido a lo que nos resulta absurdo, entender que todo acontecimiento tiene una razón de ser que forma parte de una realidad mucho mayor y eso da un rumbo a nuestra vida.

Para llevar a cabo ese proceso, sin embargo, se requiere ayuda, y un elemento tanto de gran apoyo como de motivación en esos casos es la fe. Obviamente nuestra vida no volverá a ser igual que antes. Pero aunque nos cueste creerlo, puede llegar a ser mejor, porque las circunstancias difíciles nos ayudan a superarnos si sabemos sacar lo mejor de nosotros mismos para vencer el vacío, la angustia, el sufrimiento y el dolor.

Gracias a esa nueva perspectiva de la vida nos enriquecemos con nuevas cualidades, modificamos nuestra escala de valores, nos damos cuenta de que hay que cambiar lo que nos queda por vivir, haciéndolo con responsabilidad y alegría, practicando el desapego y asimismo aprendiendo a dar y a servir a los que nos rodean.

Todo eso nos explica Anji Carmelo en Camino de Héroes, su segundo libro después de Déjame llorar. En él tiende una mano a las personas que hemos perdido a un ser querido, para ayudarnos a levantar y guiarnos por los vericuetos de la vida. Del mismo modo, nos enseña que debemos abrir nuestro corazón aceptando los presentes que nos brinda la vida y dejando que nos conmuevan.

La autora ejemplifica esos estados con una metáfora que considero muy acertada: es como hallarse en un desierto que parece interminable, de días abrasadores y noches de viento helado. El caminar por las dunas es dificultoso, puesto que debemos debatirnos con la arena para que no se nos engulla. No poseemos pues ningún punto de apoyo estable y las ganas de rendirnos ante tan arduo avanzar son grandes. Aparecen espejismos que distorsionan la realidad y al acercarnos, desaparecen.

Pero luego llega la segunda fase: repoblar el desierto. Nos sentimos vacíos, y a partir de la nada debemos crear un mundo nuevo. Esa tarea no es fácil, pues supone un enorme esfuerzo que no siempre estamos dispuestos a hacer. Anji Carmelo nos aconseja que simplemente dejemos que la vida fluya, que siga su curso a través de nuestro desierto y que volvamos a admitir gente y actividad.

Además, debemos dejar de temer a la muerte, pues no es más que un retorno a casa. Eso lo entendí una vez mientras le hacía reiki a una amiga que se estaba muriendo: quedó plácidamente dormida. Entonces sentí que su alma abandonaba el cuerpo y estaba feliz porque regresaba a sus orígenes, a casa. Entonces me di cuenta de que lo realmente difícil era nacer, adoptar un cuerpo físico que nos limita, perder con ello la conexión con nuestro mundo anterior, atravesar el canal del parto y encima ser recibidos por el ser humano con una palmada para hacernos llorar.

Así pues, sigamos la vida, aceptemos el reto de vivirla.

María-Luján Comas

Camino de héroes

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