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¿POR QUÉ?

La muerte de un ser querido, va mucho más allá de los golpes normales que la vida nos trae y nos sumerge en una de las situaciones más dolorosas y devastadoras que podemos encontrar. Es posiblemente, la más dura que hemos experimentado jamás. En este estado preguntarnos, una y otra vez por qué, no sólo es natural sino necesario. Estamos viviendo una magna tragedia y necesitamos explicaciones. Entonces lanzamos la pregunta ¿por qué? ¿por qué a mí?, sin saber a quien y exigimos razones. Pero no existen. Por mucho que queramos encontrarlas no hay nada que podamos haber hecho que pueda justificar semejante sentencia.

¿Qué hacemos entonces? ¿Seguimos añadiendo más sufrimiento allí donde no parecer caber más o nos damos cuenta que no se trata de un castigo? Nadie nos está castigando. Pero ¿qué está pasando? Estamos en una vorágine de dolor, tristeza, sufrimiento y la vida parece zarandearnos, para nuestro mayor desespero, porque no logramos ver la razón.

La pregunta ¿por qué? nos machaca con la imposibilidad de respuesta y muchas veces nos lleva a un desprecio de nuestro entorno. Incluso da por hecho que los acontecimientos que nos proporcionan felicidad, son efímeras y nos llevan a consiguientes tragedias que nos harán sufrir aún más.

Muchas veces preguntar ¿por qué? nos catapulta directos a más sufrimiento ya que cuando empezamos a verlo todo con ojos de por qué, podemos incluso exigir que nos justifiquen el estar vivos de algunos de los que nos rodean.

Esta es la reacción temprana de haber sido despojados de lo que más valorábamos. Pero precisamente cuando se trata de la pérdida de lo más valioso que teníamos y las razones tienen una importancia vital, las preguntas tendrán que ser otras. Entonces las respuestas nos podrán proporcionar ese descanso tan esperado, que parece faltar en los primeros momentos del duelo.

Pero, esto viene después, después del sufrimiento, después de que los vientos gélidos nos hayan curtido para resistir más. Después de llorar todo lo necesario y habernos ganado ese respiro que viene con las brisas suaves de la primavera. ¿Sólo entonces nos podremos preguntar “¿para qué?”

Estás en mi corazón. 2ª ed

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