Читать книгу El Arca - Ann Rodd - Страница 13
ОглавлениеCapítulo 8
El paso de las horas fue tortuoso. Zoey se movió, inquieta, por el hall mientras controlaba la antecámara a cada rato. En algún momento, le pareció escuchar voces, ecos lejanos que supuso pertenecerían a algún guía o grupo de excursionistas. Sabía que ninguno se metería allí porque, al parecer, estaba fuera de recorrido y ella solamente tenía que temerle a la gente con magia. O a Peat, pero, por lo que el dije había sentido la noche en la que huyeron, creía que todavía les quedaba algo de tiempo.
Para pasar el tiempo, volvió al gran arco de piedra y sacó los cuadernos de la mochila para ver si podía traducir algo más. Sin embargo, al igual que ocurrió antes, le resultó difícil. Anotó cosas sueltas que no tenían ni pies ni cabeza y se preguntó si lo que decía allí estaba asociado con la profecía del templo.
Además, incluso del templo mismo Jessica había traducido solo una parte; era enorme y se había destruido por completo. Tal vez se habían perdido frases importantes, y en ese arco podía pasar lo mismo. Por eso, decidió empezar por otro extremo, donde tampoco obtuvo un texto lógico. Pudo ordenar apenas una oración que, para ella, no significaba nada importante.
—El árbol… —murmuró, mirando sus hojas escritas—,
¿tiene semillas? ¿Ah?
El estómago le rugió, desesperado, en ese momento. No le encontraba sentido a la frase, por lo que se dejó caer de espaldas al suelo y abandonó las hojas de traducción para acariciarse la barriga. Ya no sabía qué hacer para aguantar hasta que Zack volviera.
Observó el elaborado techo de recinto y buscó formas al azar entre los dibujos. En algún momento, antes de adormilarse, aún en el suelo duro, le pareció que uno de los grabados se veía como un árbol.
—Nah —dijo cuando espabiló unos minutos después—. Debo ser yo que estoy buscándole sentido a la frase.
—¡Zo!
Escuchó que alguien gritaba. Se puso de pie de un golpe y corrió hasta la antecámara. Zack apareció unos segundos después, con el bolso lleno de cosas y otro bolso extra, nuevo.
—Ya estoy aquí —dijo él, quitando el escudo y la ilusión.
Zoey se echó a sus brazos antes de que realmente entrara en el hall y él dejó las cosas en el suelo para corresponderle.
—¡Tardaste un montón! —gimió ella.
—Lo sé, perdón. Tuve que ir y venir, tener cuidado con la gente… robar una tienda.
Ella se separó, con una expresión contrariada, hasta que bajó la vista al bolso extra.
—¡¿Robaste?!
Zack hizo una mueca.
—No tenemos mucho dinero —explicó, mientras ella trataba de recuperar el aire que acababa de soltar—. Intenté ahorrar lo más posible, pero comencé a gastar mucho en comida y…, no me alcanzaba para otras cosas vitales y más caras —añadió, agachándose para sacar un cilindro esponjoso y brilloso—, como la bolsa para dormir.
—¿Tenías que robarla? ¿De verdad? ¡Eso está hipermal!
Él asintió y le puso la bolsa en las manos. También tenía elementos de aseo, una nueva manta y dos botellas de agua de dos litros que, al parecer, no habían entrado en el primer bolso.
—Lo sé, pero pensé, para sentirme mejor, que en nuestras manos está que Peat no destruya a todo el mundo. Así que, haber robado la bolsa de dormir y la manta, no es nada comparado con que explote el mundo entero, ¿no?
Cuando él lo ponía así, era lógico, pero no se sentía cómoda.
—Vamos a devolver el dinero —dijo ella, dando vuelta a la bolsa de dormir en sus manos—, cuando podamos.
Ella revisó la comida que Zack había traído. Encontró paquetes de galletas de agua, saladas y dulces, cajitas con cereales, muchísimas más botellas de agua y dos cajas de leche larga vida. Después, encontró cosas más frescas, como pan, sándwiches de miga empaquetados, comida elaborada bien envasada y medialunas6 en un sobre de papel.
—Deberé comer lo fresco primero.
—Sí —corroboró él, señalando los paquetes de plástico transparente con la comida envasada—. Yo te diría que empieces por esto. Los sándwiches tienen una fecha de vencimiento posterior, aunque sin frío no vayan a durar más que unos días, claro.
Zoey agarró uno de los paquetes y se quedó pensando en lo dicho. Giró el envase y se dio cuenta de que, si podía hacer fuego de la nada, seguramente podría congelar algo. Con esa idea en la cabeza, impulsó su magia en el objeto, esperando no destruirlo en el proceso. Enseguida, el envase se cubrió con una fina capa de escarcha, débil, pero era un comienzo.
—¡Ey! —exclamó Zack, quitándoselo de las manos para verlo—. Excelente idea, lavagirl —dijo, con una sonrisa—. Podemos congelar algunos productos. Estás mejorando mucho, eres increíble.
Ella le sonrió en respuesta, halagada y bastante satisfecha. Desde la pelea con Peat, perecía no tener problemas para usar la magia, incluso la que nunca había practicado antes. Si podía congelar parte de la comida y se alimentaba con lo justo y necesario, tendría para un montón de tiempo. Podrían llegar lejos.
Después de mirar sobre su hombro, Zack señaló la antecámara.
—Hoy sí hay turistas.
—Me pareció oírlos —contestó Zoey mientras cerraba la compuerta secreta de piedra casi sin pensarlo.
Guardaron las cosas y marcharon por el hall. Conversaron sobre lo que Zack había tenido que hacer para salir del fuerte, ir a Las Grutas y volver en medio de las excursiones que se estaban dando.
Acomodaron la ropa revuelta en el nuevo bolso y congelaron la comida que faltaba. Y, luego de un rato, Zoey volvió a abrir el portal. Al otro lado, se encontraron con el extraño animal. Estaba sentado, rascándose; había esperado, como ella le había indicado.
—Pensé que se iría —admitió Zack.
Zoey se rascó la frente, sorprendida por la orden acatada del animalito.
—Parece bastante obediente. No creo que sea agresivo en absoluto. Salió del portal para olfatear mis cosas.
—¿Y no te hizo daño?
—Para nada —contestó Zoey, cruzando el umbral del portal y deteniéndose a pocos metros de la criatura—. Solo corrió de vuelta aquí.
Bajaron las escaleras después del animal, que tomó la delantera, y miraron hacia atrás varias veces. Dudaban sobre su decisión, pero ninguno se animó a decir qué era lo mejor. Podían estar metiéndose en una trampa terrible; en ese caso, cerrar el portal los dejaría atrapados, quizá para siempre.
—Si Peat nos está siguiendo… —dijo Zack, apretando los labios. No terminó la frase.
Ella asintió y regresó hasta el portal. Puso la mano sobre el aire que se veía ligeramente de otro color. Empujó sus poderes hacia allí y el espacio se transformó en roca sólida un segundo después. Ya estaban jugados, se encontraban en otro mundo.
Zoey volvió a bajar las escaleras y le tendió la mano a su compañero, que no dudó en estrechársela. Se sonrieron, a pesar de los miedos, para darse la confianza mutua que a cada uno le faltaba.
—Podemos hacerlo —dijo ella, dando un paso decidido hacia delante.
Zack le besó el dorso de la mano y la siguió.
La criatura se los quedó viendo hasta que llegaron al puente. Allí, empezó a correr lejos, sin preguntar nada ni tampoco hablar. Los chicos suspiraron y cruzaron los dedos para que realmente pudiese ayudarlos y no los estuviese abandonando. Pero, cuando empezaron a cruzar el puente, despacio, fijándose dónde pisaban, notaron que el bicho se frenaba un poco más allá.
Escucharon un par de crujidos, aunque el puente parecía sólido. Zack caminó por delante y le indicó a Zoey que lo siguiera. Cuando estaban por la mitad, se les ocurrió asomarse por la gruesa barandilla de piedra tallada.
El abismo era impresionante y los dos se quedaron sin aire.
Zoey hizo una mueca y codeó a Zack.
—Si nos cayéramos, ¿podrías ser un héroe sin accidentes y salvarnos?
Zack arqueó las cejas.
—¿Qué clase de referencia es esa? Te estuve salvando todo el año —contestó él, pero ella solo negó con la cabeza.
Siguieron caminando, a pesar de haber perdido de vista al perro del infierno. Solo cuando terminaron de cruzar el largo puente y estuvieron en lo que parecía ser una calle principal rodeada de casas abandonadas, con la misma estética arquitectónica, lo vieron de vuelta. Estaba por allí, correteando.
Avanzaron por el centro, mirando a su alrededor, aunque sin atreverse a acercarse a las casas. Se mantuvieron en la calle, esquivando piedras rotas y algún que otro yelmo vacío.
—Oye —dijo él cuando el bicho apareció de la nada y se sentó en el camino, a verlos, a esperarlos—. ¿Habrá más como él?
—Ni idea. Dices que aquí dentro está todo muerto.
—Si, pero a él no lo sentí —explicó Zack—. Como decíamos antes, es probable que esta cosa tampoco esté viva y que haya muchas iguales.
—¿Y si le preguntamos?
Llegaron hasta la criatura e intercambiaron miradas. La verdad era que, aun siendo tan feo, era simpático después de que uno se acostumbraba a verlo. La forma en la que corría podía parecer hasta graciosa.
—¡Ey! —Zoey llamó su atención—. ¿Tú eres el único por aquí?
—Todos muertos —resumió la criatura—. Me comí todo.
—Qué agradable —musitó Zack—. ¿No hay otros como tú?
—No, más para mí. Muchos huesos, huesos, huesos.
—Ya. —Zoey se rascó la frente—. Y…, este… ¿Tienes un nombre?
La criatura ladeó la cabeza, estornudó y luego se rascó con la pata trasera. No sabía qué contestar o no había entendido.
—Los soldados, ¿te llamaban de alguna manera? ¿Te decían de alguna forma? —siguió Zackary, inclinándose un poco hacia él.
El bicho estornudó, otra vez.
—Cranium —respondió.
Zoey alzó las cejas.
—Eso es latín, ¿no?
—Cráneo —respondió el muchacho—. Qué original.
—Al menos, suena mejor que en español —replicó ella, agachándose y juntando las manos sobre sus rodillas—. Bueno, Cranium. Dijiste que más allá de las montañas está esa arca y que hay cosas allí. Entonces, ¿qué hay detrás de las montañas?
—El reino.
—¿No estamos en el reino ahora? Digo, cruzamos el puente y esto parece ser una ciudad —insistió ella.
Cranium miró a su alrededor, como buscando entender qué era una ciudad.
—En el reino está el arca, todos los secretos, secretos —replicó—. Más allá de las montañas, lejos, lejos, está el reino y el trono roto.
Zack le tocó el hombro a Zoey.
—Puede que no sepa lo que es una ciudad en sí y que todo lo que diga sean cosas que recuerda de los templarios. Si ellos trajeron el arca aquí, aunque no sabemos cómo, es probable que hablasen sobre el lugar. Quizá se refiere a un reino por algún tipo de… capital. Este mundo puede ser enorme, tal vez esta es solo una ciudad limítrofe.
—Si hay un trono, puede referirse a un palacio, un lugar importante donde esconder un arca, ¿no? —contestó ella, mirando de reojo a Cranium—. Puede ser el trono que vi en mis sueños.
Zack suspiró y se rascó la cabeza antes de dirigirse a la criatura que, como siempre, no había participado de su conversación.
—Cranium, ¿podrías llevarnos hasta allí? Suponemos que no tienes otra cosa que hacer, ¿verdad?
—Sí, por el camino, por el camino —contestó antes de darse vuelta y echarse a caminar.
Los chicos se apresuraron a seguirlo. Durante el siguiente tramo del trayecto, entre casas y calles que se bifurcaban en la oscuridad y el silencio, lo perdieron de vista otra vez. Notaron que el ambiente parecía suspendido en el aire. Allí abajo no hacía calor, tampoco frío; no había viento que moviera ni una rama seca y muerta en el suelo. Todo era gris y sombrío.
Zoey trató de imaginar cómo hubiese sido ese lugar en su época de gloria. Imaginó gente yendo y viniendo, imaginó las paredes con colores, con luces. Pero era solamente una idea alegre de algo que ahora se veía destruido. Se detuvo a mirar una columna, apreciando el trabajo de construcción en ella. Pasó los dedos por los grabados en la piedra. Era magnífica y diferente a todo lo que había visto antes, como si hubiese una columna por debajo y cintas ornamentadas, o decoraciones festivas, la envolvieran por encima, solo que todo en sí era de piedra.
—¿No es increíble? —le dijo a Zack—. Mira cuántas cosas hay aquí que muestran qué grandes artistas eran.
Él observaba una curva de la calle en la que Cranium andaba husmeado entre los restos.
—Lo cierto es que no parece que la ciudad haya sido atacada…, ¿o sí? —Dejó caer los bolsos al suelo por un momento—. O sea, sí, hay escombros, pero… no es como si las casas estuviesen destruidas.
Zoey se separó de la columna y miró a su alrededor.
—Sí, es como si todos hubiesen huido —murmuró ella.
Zack se agachó a recoger algo del suelo. Zoey se acercó y notó que era un objeto de metal, con forma de pluma, que en algún momento habría tenido piedras, seguro preciosas. Era un prendedor; lo tomó e inspeccionó el reverso, la parte del alfiler, ya rota hacía tiempo.
—Es como si todo hubiese sido abandonado de golpe, de repente —insistió Zoey.
Zackary suspiró.
—Me da un poco de impresión, la verdad. Esta es una de las cosas más raras que hemos hecho —dijo él, agarrando los bolsos otra vez para seguir a Cranium, que había empezado a moverse y que ya se encontraba a más de cien metros de distancia.
Ella se quedó allí un poco más, viendo el prendedor que después regresó al suelo, donde le parecía que debía estar. Alcanzó a Zack y estuvo muy de acuerdo con él. Estar en otra dimensión, en un mundo muerto y con un extraño perro, era extraño.
—A ver —siguió diciendo el muchacho—, enumeremos las cosas raras que sucedieron este año.
—A ver —contestó ella.
—Número uno, estoy muerto —puntualizó.
—Es lo más raro —replicó ella—, pero a veces me olvido de eso.
Zack ignoró lo último y siguió enumerando:
—Dos: en Villa Helena había una logia, mafia o lo que sea. Descubrimos túneles que ellos construyeron. Tres: aprendimos que existen los demonios y los fantasmas —añadió, arqueando las cejas—. Cuatro, puedo convertirme en conejo.
—Ay, Zack —replicó Zoey, tapándose la boca con las manos para no reír—. Eso ya no es raro. Y, en cualquier caso, la pondría como número dos porque viene justo después del punto de que estás muerto.
—De forma objetiva, sí es raro.
—Está bien —contestó ella.
Alcanzaron finalmente a Cranium, que mordisqueaba algo. Los dos se detuvieron y pensaron que se trataría de un hueso, pero no era más que una vara de metal que parecía ser un viejo bastón.
—En forma objetiva, lo es. ¿Qué sigue? —preguntó Zoey.
—Estás viva.
—¿En serio? ¿Esa es la quinta?
—Creo que, con el ataque de los demonios, ya deberías estar muerta —confesó él, aunque más de una vez había asegurado que nunca permitiría que ella muriera bajo su cuidado.
El hecho de que lo estuviese admitiendo hablaba de lo mucho que habían cambiado las cosas. Por eso mismo, Zoey no discutió.
Siguieron caminando en silencio hasta que la calle comenzó a subir. La ciudad se trasladaba ladera arriba. A lo lejos vieron otro puente, que tenía forma curva y que cruzaba hacia otro sitio que no podían ver. Sin notarlo, se relajaron un poco más al comprender que el camino sería, en verdad, muy largo.
Se aproximaron y treparon por el puente, subiendo los escalones de piedra mientras Zack seguía enumerando las cosas raras del año. Pasó por la muerte de Jude y por la faceta de diosa asesina de Zoey, mencionó la aparición de Lucas, la existencia de Peat y la muerte de Adam.
—Y no olvides la explosión, la huida y que estemos aquí dentro —recordó ella, cuando llegaron a la cima del puente. Parecía cruzaba por encima de otro abismo, a otra parte de la misma ciudad.
—Esto es lo más extraño de todo —corroboró él.
El tema de conversación se desvió cuando, luego de recorrer otro tramo en subida, Zoey pidió que descansaran porque en verdad no aguantaba más el hambre que había estado controlando por horas. Todavía era de día, así que se sentaron sobre el polvoriento suelo.
Ella sacó del bolso el único envase con comida elaborada que no había congelado y comió con unos cubiertos que Zack había robado también de un supermercado. Ella pensaba mantener su promesa de devolver el dinero, por lo que no sintió culpa. Si no devolvía la plata, sería porque todos, incluidos los dueños de la tienda, estarían muertos.
Con la comida en la panza, sintió que la energía volvía a ella y que podría continuar caminando por un buen rato más. Estiró los brazos y las piernas y se puso de pie. Curioso, Cranium se acercó para olfatear y luego se alejó cuando percibió los restos de pollo cocido y de arroz.
—Fea, fea, carne muy fea —musitó, estornudando sin parar como si tuviera alergia.
La criatura volvió a alejarse.
—¿Sabes? —dijo Zack, colgándose los bolsos al hombro—. Creo que hasta es divertido el bicho este.
6 Medialunas: variación de las croissants francesas. Es muy común en Argentina.