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El Cid, provisto de dinero por Martín Antolínez, se dispone a marchar.

Entonces Raquel y Vidas allí a un lado se apartaron:

"En verdad que esta ganancia él es quien nos la ha buscado."

Dicen: "Martín Antolínez, burgalés bien afamado,

merecido lo tenéis, os daremos buen regalo,

calzas os podréis comprar, buena piel y rico manto.

La donación os hacemos, don Martín, de treinta marcos,

y bien los habréis merecido si nos guardáis este trato,

que vos sois el fiador de aquello que hemos pactado."

Lo agradece don Martín, recibe los treinta marcos,

de su casa quiere irse, ya se despide de ambos.

Por Burgos atravesó, el Arlanzón ha pasado,

encamínase a la tienda de Mío Cid bienhadado.

Ruy Díaz le ha recibido, abiertos ambos los brazos:

"Ya estás aquí, don Martín Antolínez, fiel vasallo,

Dios quiera que llegue el día en que pueda darte algo."

"Aquí estoy, Campeador, y buena ayuda os traigo,

para vos seiscientos marcos, y para mí treinta he sacado.

Mandad recoger la tienda y a toda prisa partamos;

que en San Pedro e Cardeña nos coja el cantar del gallo.

Veremos a vuestra esposa, esa prudente hijadalgo.

Muy corta sea la estancia, de Castilla no salgamos,

así es menester, que el plazo del destierro va expirando."

Cantar de mío Cid (texto completo, con índice activo)

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