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ОглавлениеLos cien castellanos llegan a Cardeña y se hacen vasallos del Cid.
Éste dispone seguir su camino por la mañana.
Los maitines en Cardeña.
Oración de Jimena.
Adiós del Cid a su familia.
Últimos encargos al abad de Cardeña.
El Cid camina al destierro; hace noche después de pasar el Duero.
Cuando supo que venían Mío Cid el de Vivar
y que su compaña crece, con que más fuerza tendrá,
aprisa monta a caballo, y a recibirlos se va.
¡Cómo se sonríe el Cid cuando ya a su vista están!
Van acercándose todos para su mano besar.
Habló entonces Mío Cid con palabras de verdad:
"Yo ruego a nuestro Señor y Padre Espiritual
que a los que por mí dejáis vuestra casa y heredad
antes de morir os pueda con otros bienes pagar,
que lo que perdéis, doblado os lo pudierais cobrar".
Muy contento estaba el Cid porque se le juntan más
y muy contentos los hombres que al destierro con él van.
Del plazo de nueve días seis están pasados ya
y nada más que tres días les quedaban por pasar.
Mandado tenía el rey a Mío Cid vigilar,
por que si, pasado el plazo, en sus reinos aún está
ni por oro ni por plata se pueda el Cid escapar.
Ya se va acabando el día, la noche quería entrar,
a todos sus caballeros el Cid los manda juntar.
"Oídme, varones, y que esto no os sirva de pesar,
poco tengo pero quiero a todos su parte dar.
Ahora fijáos muy bien en lo que voy a mandar:
quiero que al amanecer, cuando el gallo cantará,
sin perder tiempo mandéis los caballos ensillar.
A maitines en San Pedro ya tañerá el buen abad
y él nos rezará la misa de la Santa Trinidad.
En cuanto acabe la misa echemos a cabalgar,
el plazo ya viene cerca, mucho tenemos que andar".
Así como el Cid lo manda sus caballeros harán.
Pasándose va la noche, viene la mañana ya,
cantan los segundos gallos, y comienzan a ensillar.
Tañe el abad a maitines, mucha prisa que se dan.
Mío Cid y su mujer para la iglesia se van.
Echóse doña Jimena en las gradas del altar
y a Dios reza, lo mejor que ella sabía rezar,
por que a Mío Cid le guarde el Señor de todo mal.
"A Ti, Señor glorioso, Padre que en el cielo estás:
hiciste el cielo y la tierra, al tercero día el mar,
luna y estrellas hiciste y el sol para calentar,
en Santa María madre fuiste Tú carne a tomar
y en Belén te apareciste conforme a tu voluntad.
Pastores te glorifican, laudos te van a cantar,
llegan tres reyes de Arabia que te vienen a adorar
y que se llaman Melchor y Gaspar y Baltasar,
oro, incienso y mirra ofrecen con toda su voluntad.
A Jonás salvaste Tú cuando se cayó en el mar,
a Daniel, de los leones también le fuiste a salvar,
en Roma la salvación llevaste a San Sebastián,
libraste a Santa Susana de aquel falso criminal;
por nuestra tierra quisiste treinta y dos años andar
enseñándonos milagros que nunca se han de olvidar,
hiciste vino del agua, de la piedra hiciste pan,
a Lázaro resucitas, porque así es tu voluntad:
dejaste que te prendieran, luego te dejas llevar
al Gólgota y en la cruz te dejas crucificar;
de tu cruz a cada lado sendos ladrones están;
entra el uno en paraíso, pero el otro no entrará;
desde la cruz gran milagro hiciste, Padre eternal:
Longinos, el ciego aquél, que no vio la luz jamás,
con su lanza en el costado te hiere y te hace sangrar,
va la sangre lanza abajo, sus manos hubo de untar,
alza las manos Longinos, y se las lleva a la faz,
abre los ojos y a todas las parte se pone a mirar;
desde entonces creyó en Ti, se salvó de todo mal.
De la tumba en que te ponen supiste resucitar,
a los infiernos bajaste porque fue tu voluntad,
rompes sus puertas y sacas a muchos santos de allá.
Rey de los reyes Tú eres, Padre de la humanidad,
en Ti creo, a Ti te adoro con toda mi voluntad
y a San pedro ahora le pido que a Ti me ayude a rogar
por el Cid Campeador, que Dios le guarde de mal.
Y que si hoy nos separamos vivos nos vuelva a juntar."
Ya la oracion se termina, la misa acabada está,
de la iglesia salieron y prepáranse a marchar.
El Cid a doña Jimena un abrazo le fue a dar
y doña Jimena al Cid la mano le va a besar;
no sabía ella qué hacerse más que llorar y llorar.
A sus dos niñas el Cid mucho las vuelve a mirar.
"A Dios os entrego, hijas, nos hemos de separar
y sólo Dios sabe cuándo nos volvamos a juntar."
Mucho que lloraban todos, nunca visteis más llorar;
como la uña de la carne así apartándose van.
Mío Cid con sus vasallos se dispone a cabalgar,
la cabeza va volviendo a ver si todos están.
Habló Minaya Álvar Fáñez, bien oiréis lo que dirá:
"Cid, en buena hora nacido, ¿vuestro ánimo dónde está?
Pensemos en ir andando y déjese lo demás,
todos los duelos de hoy en gozo se tornarán,
y Dios que nos dio las almas su consejo nos dará.
Al abad don Sancho vuelve de nuevo a recomendar
que atienda a doña Jimena y a las damas que allí están,
a las dos hijas del Cid que en San Pedro han de quedar;
sepa el abad que por ello buen premio recibirá.
Ya don Sancho se volvía, Álvar Fáñez le fue a hablar:
"Si veis venir a más gente para buscarnos, abad,
les diréis que el rastro sigan y marchen a buen andar,
sea en yermo o en poblado ya nos podrán alcanzar".
Sueltan entonces las riendas, empiezan a cabalgar,
que el plazo para salir iba acabándose ya.
Mio Cid aquella noche duerme en Espinaz de Can;
de todas partes guerreros se le vienen a juntar.
Otro día de mañana empiezan a cabalgar.
De su tierra va saliendo el Campeador leal,
San Esteban deja a un lado, aquella buena ciudad.
Por Alcubilla pasó, Castila se acaba ya,
la calzada de Quinea luego hubieron de pasar,
por Navas de Palos van el río Duero a cruzar
y el Cid en la Figueruela descanso manda tomar.
De todas partes guerreros se le vienen a juntar.