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Doctorum memoriam

«Para todos los clínicos que día a día entregan su vida en la ayuda a los demás». No cabe ninguna duda de que la «medicina» es la profesión más sublime que hay, ha sido y será. Teniendo en cuenta que el conocimiento es poder, esta máxima es una sapiencia que puede llegar a salvar vidas o, en su caso, aminorar el sufrimiento. No obstante, precisamente y por ese motivo, provoca que algunos médicos se crean dioses todopoderosos y eso se trasluce en su arrogancia hacia las personas con que se relacionan, particularmente con los enfermos y sus familiares. Del mismo modo que el enfermo, al consultar en internet su dolencia, tampoco, de ninguna manera, se puede considerar un médico.

Si reformulamos este pensamiento, aquellos que se dedican a la medicina deberían ser considerados como los elegidos de la sociedad. Si bien, al mencionar esto, me ha acudido a la memoria la frase de Marco Aurelio: «Respice post te! Hominem te esse memento!», que traducida significa; «Mira tras de ti, recuerda que eres un hombre, no un dios». Esta era la oración que a la llegada a Roma repetía un esclavo mientras acompañaba en su carro de guerra a los generales triunfadores.

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