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AL LECTOR

EL TESORO MÁS GRANDE ES LA SALUD

“Hace tiempo fui invitado a participar en un programa de radio en el que se debatía sobre la comida, los alimentos y la buena mesa. Uno de los contertulios era un periodista experto en gastronomía, muy hablador, simpático y muy obeso. El periodista y los otros dos invitados, un restaurador de prestigio y un político que viajaba por todo el mundo, llevaban prácticamente el peso de la tertulia radiofónica, moderados por las dos responsables del programa, hablando de manjares, de platos elaborados, de comidas de negocios y de política, en definitiva, de la buena mesa en todos los ámbitos, según ellos. Yo era el invitado que debía equilibrar el debate pero en solitario, desde una óptica más natural o vegetariana, según las entrevistadoras, aunque ya dejé claro, desde el principio, que no era vegetariano.

Después de escuchar innumerables anécdotas, aliñadas con la cultura de gourmet de cada uno de ellos, en cordial y tácita competencia, intervine diciendo que la obesidad* es una de las más peligrosas calamidades que asolan la humanidad, principalmente en los países más ricos e industrializados, y que las principales fuentes del desatino eran la inestabilidad corporal y el comer demasiado y de manera incorrecta. Añadí, preguntándoles a los tres, si alguna vez habían visto animales obesos en su hábitat natural, como los tigres, los leones, las serpientes, los gorilas, las cebras, los peces y las águilas.

¡Qué dije! El periodista me atajó, muy exaltado y ofendido, por haber comparado los humanos con los animales. Me dijo que precisamente los humanos estábamos dotados de inteligencia, cosa que nos hacía superiores para poder decidir en todo lo que nos viniera en gana.

Eso es verdad, le contesté, pero el problema es que no siempre hacemos un buen uso de ese atributo.

Viendo que el periodista se había ofendido por dos razones, su obesidad no digerida y el ejemplo comparativo con los animales, añadí que ellos, los animales, usaban con talento “su inteligencia” y que por este motivo no tenían problemas de exceso de peso, ni necesitaban de Seguridad Social”.

Todavía hoy, me asombra que el mundo animal, sin estar dotado de “nuestra” mente pensante o raciocinio, con sus maneras de proceder tan “salvajes” e “irracionales”, haya conseguido mantenerse a través de los siglos, con inmejorables resultados globales de orden, equilibrio y perpetuación de la especie, sin sufrir alteraciones destacables que no sean las propias de adaptación y transmutación obligadas por las circunstancias del entorno. Estas maravillas vivientes, desde el insecto más minúsculo al mamífero más grande, todos creados también por la mano amorosa de Dios, deben estar dotadas de un algo especial que, como humanos, no vislumbramos. Tiene que haber algo más que el puro instinto. ¿Será por que son “limpios”, “auténticos”, “inocentes” y “puros” y están libres de prejuicios? Sea lo que sea, la ejemplaridad está presente en todo; en sus mecanismos de reproducción sin obstáculos mentales, en el modelo conductual como padres, en su celo para el sustento de las crías, en la enseñanza, muy “pedagógica” y “didáctica”, desarrollada entre la diversidad de juegos y malabarismos, en la obediencia de los cachorros y en su aprendizaje integral, sin evasivas ni fisuras, como especie que deberá enfrentarse a la siempre difícil supervivencia. Es lamentable que, en general, se les denomine animales salvajes peyorativamente, aunque etimológicamente la palabra signifique que viven en la selva y se comportan como seres libres, sin desviarse de un proceder perfectamente codificado e intachablemente puesto en práctica. Probablemente habrá quien se sienta molesto(a) por poner a los animales como modelo de conducta, ya que los consideran inferiores, irracionales y que actúan exclusivamente por instinto. Sea por instinto, por irracionalidad o por ese algo especial que desconocemos, todas las especies nos dan una auténtica lección de orden, equilibrio y recto proceder, que personalmente creo merecería la pena aprovechar, siempre que las observemos libres de una inaceptable superioridad y de unos injustificables prejuicios.

Si damos una amplia y objetiva mirada al comportamiento de los animales en su hábitat natural, observaremos que:

• Los animales no matan por matar. Sólo matan lo que necesitan para comer.

• Se alimentan con los nutrientes que les ofrece la naturaleza en cada estación del año. Además, no mezclan la comida indiscriminadamente. Sólo comen los alimentos que les sientan bien para la salud.

• Se aparejan en la época de celo y no están esclavizados por el sexo los 365 días del año.

• No contaminan ni destruyen el entorno y constantemente están reciclando.

• Cuando les conviene comen las hierbas adecuadas para purgarse, con el fin de limpiar de parásitos el aparato digestivo y depurar la sangre.

• Cada especie animal emplea a la perfección un sistema especial de formación y entrenamiento para sus cachorros y son incondicionales con sus crías, y lo hacen sin excederse, pero tampoco con insuficiencia, dejándoles libres cuando verdaderamente están preparados para la supervivencia.

• Están organizados para mantener su población estable, apoyados con la mortalidad de las crías, los depredadores y las circunstancias adversas de los elementos.

• Son pacientes y sensatos para conseguir comida y sólo se dedican a ellocuando tienen hambre, y si el botín escogido se les escapa, se tienden quietamente a la espera de una nueva oportunidad.

• Nunca se hartan por glotonería, ni dejan de comer para estar delgados, y no atienden a dictados de estética corporal ni de presión social.

• El significado de figura y estética no les preocupa en absoluto, ya que están convencidos y satisfechos con su adecuado peso corporal y con la configuración de su físico, y lucen sus mejores atributos y ornamentos naturales para seducir y copular sin ningún sentido del ridículo.

• Regularmente se condicionan el pelaje, la piel, su trompa u hocico, el plumaje, las garras, el pico y sus órganos de reproducción, sin prisa y minuciosamente, porque conocen la importancia de mantener siempre el cuerpo en perfectas condiciones de funcionamiento para sobrevivir.

• Hacen el estiramiento global de sus tejidos, músculos, articulaciones, espinazo, garras, alas y mandíbulas por intervalos perfectamente programados y no precisan practicar deportes para estar en forma, ya que cazando, jugando, defendiéndose del entorno y entrenando a sus crías ya realizan el ejercicio justo y necesario para mantenerse en perfectas condiciones corporales y emocionales, todo complementado siempre con espacios de reposo, cabal-mente dosificados.

Con treinta millones de años de presencia terrestre, han logrado mantener la armonía de sus formas corporales, conservando, como fundamental para el movimiento y la salud, la simetría, proporción y elasticidad de sus extremidades, órganos y apéndices. (Tengo en cuenta que, en algún momento, puede haber canibalismo entre animales de la propia especie.)

Ahora, hagamos un amplio y objetivo repaso del lamentable comportamiento del común de la especie humana:

• Desde que se metamorfoseó en homo–erectus–sapiens– hace un millón y medio de años, y en el transcurrir de los siglos, fue distanciándose del cuerpo en pro de la mentepensamiento, filosofía, cristianismo, ciencia– perdiendo paulatinamente la simetría corporal. Sobre la marcha, fue degenerando hacia formas corporales asimétricas, clasificadas por la ciencia médica como biotipos atléticos, pícnicos o asténicos, que no dejan de ser nada menos que cuerpos atormentados física, psíquica y emocionalmente, que lo expresan extrínsecamente con imperfecciones corporales –no congénitas ni por accidentes–, sin “darse cuenta” que la pérdida de las formas originales le han acarreado, le acarrean y le acarrearán, si no rectifica, serios problemas de conducta, salud y bienestar.

• El género humano mata por matar, no sólo a cualquier especie animal y vegetal, sino también a sus congéneres, por razones de raza, color, ideas, religión, política, celos, dinero, poder y también en nombre de Dios y la patria.

• Practica el racismo, a la luz del día, justificándolo por la inferioridad de otras razas y culturas, sometiéndolas a la esclavitud, a la explotación económica, a la segregación social y hasta a la destrucción física. También hay un racismo soterrado y disimulado por el color de la piel, por el físico, por el estatus social y económico, por la indumentaria, por la lengua y por la religión.

• Acostumbra a mezclar los alimentos de manera inadecuada, aunque le sienten mal las comidas, una vez y otra y otra, con padecimientos y consecuencias diversas.

• Se deja deslumbrar por alimentos artificialmente elaborados (química y genéticamente manipulados), de irreprochables colores y generosas proporciones, pero carentes de olor, sabor y nutrientes esenciales, para poderlos comer cualquier día del año. Unas poderosas e influyentes multinacionales, orondas de omnisciencia y con sus macro despensas preparadas, están “fabricando” toda la variedad de alimentos de cualquier temporada, pretendiendo burlar las leyes universales que rigen los períodos del año, comprendidos entre un equinoccio y un solsticio. Primavera, verano, otoño e invierno son las estaciones que nos dan, de manera sensata y equilibrada, los productos más convenientes para el cuerpo, con su heterogeneidad de formas, colores, olores, sa-bores y nutrientes propios de la época.

• En contadas ocasiones o nunca depura su organismo, ayunando unos días para darle descanso al aparato digestivo. No come con frugalidad y no consume suficientes frutas y verduras.

• Malvive con la insatisfacción del propio cuerpo, repudiando partes vitales del mismo.

• Se obsesiona por mantener contra natura una juventud perecedera.

• No siempre se casa por amor auténtico y desinteresado y va al matrimonio sin un aprendizaje expreso para la convivencia, el respeto y la tolerancia y sin pasar tampoco y con antelación por la didáctica de una escuela de padres. También se casa a menudo por una fugaz pasión y por puro interés económico y social.

• En el ser humano hay mucho desamor y mucho amor interesado y posesivo. Las propias carencias o excesos de amor transmitidos por los padres se hacen evidentes después con comportamientos afectivos sobrios o desmesurados en relación con los hijos. El adjetivo posesivo mi se usa demasiado, y a menudo demuestra que aquello – hijo/hija – novio/novia – marido/mujer –, se tiene como una propiedad.

• Sistemáticamente destruye y agota las riquezas del planeta y también una parte importante de lo que ellos mismos han construido a lo largo de los siglos. De manera incontrolada ha llegado al desboscamiento a ultranza, con la desaparición de grandes masas forestales, protectoras del sol, reguladoras del ciclo hidrológico y pulmón de todo el planeta a la sobrepesca, que erosiona los ecosistemas con la extracción excesiva de organismos rompiendo la cadena alimentaria marina; a la extinción de muchas especies animales y al arrasamiento de pueblos y ciudades con armamento mortífero.**

• Lo contamina todo de manera incontrolada –se llama contaminación antrópica la causada por la acción de los humanos– con materiales y radiaciones nocivas que modifican la estructura de los ecosistemas, sin tener en cuenta las terribles consecuencias para él mismo, para sus padres, sus hijos y nietos, para las futuras generaciones, las demás especies y el mismo planeta donde habita.

Me permito darle unos lamentables ejemplos.

Actualmente sólo es posible ver la Vía Láctea en contados parajes, y este hermoso disfrute tiene los días contados.

Los que somos excursionistas y amamos la naturaleza, tenemos muy claro que hay que respetarla, dejando sólo en el monte las huellas de las pisadas, y se nos cae el alma a los pies y nos subleva al ver que en la falda del Everest hay toneladas de basura alimentaria y deportiva abandonada por los mismos expedicionarios que han coronado las bellísimas cumbres nevadas. ¡Muchas gestas, mucha gloria… y mucha mierda!

Cómo humano me sonroja y avergüenza al pasear, caminar o correr por el bosque o por el campo, encontrar tirado por doquier: papeles, pañuelos de papel, colillas, bolsas de plástico, revistas y periódicos, garrafas, botellas de plástico y cristal, latas, preservativos, neveras, cocinas, retales de ropa, baldosas, lavabos, retretes, cañerías, cable eléctrico, piezas de coche, espejos rotos y un largo etcétera.

Se podrá presumir frente a los amigos de las magníficas reformas llevadas a cabo en el baño y la cocina, invitándolos a cenar para que las vean, pero, por si acaso, mejor será no llevarlos a pasear por el bosque, no sea que reconozcan por el camino los escombros de los deslucidos azulejos de la cocina y la agrietada y pasada de moda taza del cuarto de baño.

Actualmente, el mar, las playas, las cunetas de las carreteras y las calles de algunos pueblos y ciudades son auténticos vertederos de inmundicias. Mucho yate, mucho chalet, mucho pareo, muchas joyas, mucho móvil y mucho coche deportivo…

No alucine. Ya tenemos un vertedero espacial, con más de 300.000 objetos (artilugios) abandonados, orbitando por el espacio.

Yo me pregunto qué pensarían, si pudieran “pensar”, los animales que quedan en los mares y los bosques del proceder de los humanos.

Curiosamente, ya inmersos en el siglo XXI, todavía se siguen convocando asambleas multitudinarias, se realizan debates radiofónicos y televisivos, con invitados expertos en las materias a tratar, y se publican libros y artículos en periódicos y revistas para debatir sobre el aborto, la eutanasia, la homosexualidad o la religión verdadera, y, en cambio, se debate muy poco sobre las graves consecuencias de: la rigidez muscular, la pérdida del equilibrio corporal, las heridas emocionales, el amor y el desamor y el autoterrorismo corporal.

Deberíamos tener muy en cuenta que los integrantes de cada especie, incluida la raza humana, aportan durante toda su vida y aun después de su muerte, ingredientes de gran validez que garantizan el equilibrio del entorno y del mismo planeta.

Con la propagación de una riquísima gama de sonidos y resonancias –chillidos – ladridos – aullidos – rugidos – relinchos – rebuznos – gruñidos – mugidos – berridos – balidos – trinos – chillidos – arrullos – cloqueos – píos – castañeteos – cloqueos – graznidos – silbidos – gorjeos–, simultaneados con la diver-sidad y abundancia de cuerpos originando vibraciones y movimientos, la emanación y propagación de una gran variedad de aromas, efluvios y tufos, el abono del suelo con los excrementos, la carroña y los humus, la mudanza y distribución terrestre y aérea de polen y semillas por insectos, aves y mamíferos, los incalculables, incesantes y diversos alumbramientos, como fuente imparable de renovación de vida y la proliferación únicamente humana de pensamientos positivos y de actos de amor puro, germina una prodigiosa combinación de abundantes y variadas expresiones de vívida existencia.

Si la especie humana, integrante por naturaleza de la Magna Orquesta Universal, con su bioinstrumento intrínseco, interpretara virtuosamente su partitura de la excelsa “Sinfonía Mágica Existencial”la inigualable obra músico/eterna del Creador– magistralmente orquestada y dirigida por la prestigiosa batuta de la Directora Naturaleza, quedaría consolidada la armonía del planeta, de sus habitantes y del universo.

Todo bien globalizado y como homo sapiens, integrantes de la armonía del universo, emparentados con todas las formas de vida –árboles, plantas, mamíferos, aves, peces, reptiles–, tendríamos que ser conscientes de que todas, sin excepción, son únicas e igualmente válidas. Que nuestras características como humanos***, no nos hacen superiores, pero sí excepcionalmente depositarios del libre albedrío, que nos obliga a ser aún más responsables en todo lo que hacemos.

El reconocimiento de que todos juntos constituimos la gran familia del planeta Tierra y del universo tendría que servirnos para volver ha echar una mira-da a nuestro alrededor y a nosotros mismos, con los ojos y el corazón bien abiertos, para aprender de nuevo de la naturaleza, haciendo, al mismo tiempo, una excepcional reflexión sobre la madre tierra, por todo lo que tan gene-rosamente nos ofrece, por nuestro comportamiento y respeto en relación con ella y con toda la variedad de seres que la pueblan.

Sería sumamente triste que, en algún momento, se hubiera de estar aver-gonzado(a) de pertenecer a la raza humana.

Recién estrenado el siglo XXI, inundados de espectaculares proezas, de grandes descubrimientos, de avances científicos y tecnológicos, del hombre que va a Luna, impensables unas cuantas décadas atrás, nos encontramos que, a pesar del imparable progreso, con sus numerosas conquistas e inconcebibles inventos y descubrimientos, una gran mayoría de los humanos se encuentran aún en el 2002 perdidos en las tinieblas de la ignorancia personal, analfabetos del propio cuerpo, de su lenguaje emocional, sentimental, comunicativo, amoroso y espiritual, de sus cualidades esenciales y de los mensajes de ayuda que permanentemente nos brinda, solidarios con la naturaleza y el mismo universo.

El desconocimiento de las cosas sencillas, el desaprovechamiento de los productos salubres que nos regala la naturaleza, el hacer caso omiso de la sabiduría ancestral, la falta de paciencia para que el organismo haga su curso en momentos de crisis corporal y emocional y el escaso respeto que constantemente se demuestra hacia el propio cuerpo nos evidencian un panorama decepcionante.

Añadimos la falta de valoración personal y autoestima que nos mantienen enganchados –apegos– a una rutinaria dependencia por las cosas materiales, como el dinero y las posesiones, la adicción al poder, prisioneros(as) del triunfo y la fama y a otros estímulos temporales y efímeros, como el juego, el ocio desmesurado y las drogas excitantes, que tampoco nos dan la felicidad. Y no digamos de la afección enfermiza a los prejuicios y a los lastres intelectuales y supersticiosos de la religión, de la moral, de la intransigencia, de la intolerancia y de la xenofobia, que en definitiva nos impiden ser libres, ser nosotros mismos.

Por todo ello creo en la necesidad de recuperar aquellas esencias innatas y puras que tenemos los humanos, extraviadas a menudo y, por lo tanto, olvidadas.

Hay que despertar de la amnesia personal, recuperando la memoria ancestral con la fuerza de las cualidades básicas, empezando por reconquistar de nuevo el cuerpo, devolviéndole su flexibilidad, su libertad de movimientos, su vigor, su energía y su paz, en definitiva, su equilibrio y armonía.

SE PODRÍA PENSAR QUE SOY TERRIBLEMENTE PESIMISTA.

AL CONTRARIO, SOY EXTREMADAMENTE OPTIMISTA Y SI NO TUVIERA UNA FE CIEGA EN EL SER HUMANO Y EN LA FUERZA ILIMITADA DEL PERDÓN Y DEL AMOR, NO ESTARÍA DE NUEVO OCUPADO DURANTE MESES ESCRIBIENDO ESTE LIBRO DESTINADO A LA SALUD CORPORAL Y AL RENACIMIENTO INTEGRAL DE LOS VALORES CONSUBSTANCIALES TAN SÓLO EN LA ESPECIE HUMANA, NI ME HABRÍA DEDICADO DURANTE MÁS DE VEINTICINCO AÑOS A LA RESTAURACIÓN DE CUERPOS MALTRATADOS Y A IMPARTIR PEDAGOGÍA CORPORAL.

SINCERAMENTE CREO QUE ES EL MOMENTO DE HACER UNA VALIENTE Y SINCERA REFLEXIÓN

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* En el siglo XX había 1.200 millones de personas que pasaban hambre y 1.200 millones con exceso de peso. Es decir, que casi la mitad de los 6.000 millones de habitantes de la tierra tienen problemas de alimentación. Esta curiosa contradicción sirve para dar un ejemplo de los problemas que afectan a la humanidad y al conjunto del planeta. En Estados Unidos, el 55% de la población tiene problemas de obesidad. En el mismo sentido, como una pieza más de la extensión de la cultura industrial, actualmente hay un restaurante de comida rápida (fast food) por cada 1.300 estadounidenses. (Avui – 16 de enero del 2000)

** En el siglo XX se han perdido 1.600 millones de hectáreas forestales en todo el planeta. África pierde cada año cerca de 4 millones de hectáreas de arbolado, y en la Amazonía se han devastado 551.000 kilómetros cuadrados de selva. El 80% de las talas que se hacen en la selva amazónica no están autorizadas. En algunas regiones del planeta –como en las islas Filipinas– los bosques podrían desaparecer antes del 2025 por la extracción ilegal de la madera. El 70% de todas las especies animales y vegetales del planeta están asociados con los bosques. (El Periódico – 21 de mayo del 2000) (…) No; la Humanidad no ha cometido jamás canallada comparable a la violación de África... Después de esto, no nos queda ya esperanza alguna. Nadie podrá pararnos hasta que nos hundamos para siempre en nuestra propia mierda. (...) Si hemos sido capaces de destruir África, si ya se muere, si ya no existen en ella verdes colinas... ¿qué esperanza nos queda? (Anaconda, de Alberto Vázquez-Figueroa)

*** ¿Qué significa ser humano? Significa pertenecer al mundo de los seres vivos. Como diría Darwin, pertenecer al reino animal. No somos más que primates culturales. (Avui – 17 de noviembre del 2000) (…) un animal que ha llevado el instinto al arte de la solidaridad. (Doctor Jorge Carvajal)

La microgimnasia

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