Читать книгу La microgimnasia - Antoni Munné Ramos - Страница 11

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PREÁMBULO

Creando un cuerpo saludable

y estando en armonía con la naturaleza

y con nuestra propia guía interior,

ayudaremos a la prevención de las infecciones

y otros contratiempos.

Dr. Elson M. Haas

¿Sabe cuál es el deseo más intenso de las personas?

Aunque la gente, en general, se pasa la vida persiguiendo objetivos mundanos y anteponiendo la inteligencia, el triunfo, las riquezas, el dinero y el poder a cualquier otra cosa, inconscientemente lo que más anhela es la salud.

Sin salud (enfermedad o mal-estar), no puede haber bien-estar, y si no hay bienestar, no es posible disfrutar plenamente de la vida. Aun poseyendo una amplia cultura, mucho dinero y propiedades; aun siendo alguien importante profesionalmente y, teniendo una buena posición social y mucho poder, con todo ello sólo se tendrán satisfacciones momentáneas que nunca proporcionarán plenitud duradera ni paz interior. Siempre quedará un resquicio de permanente insatisfacción.

En cambio, con bienestar, que quiere decir tener el cuerpo permanentemente equilibrado, funcionando simétrica y armoniosamente, se es completamente feliz con y sin posesiones, con mucha o ninguna fama, con abundante o escasa cultura, con mucho o poco dinero y con y sin poder. La satisfacción es plena, porque el cuerpo está ágil, flexible, cálido, suave, sensible, tierno, amoroso, pródigo, calmado y libre, o sea, emanando la felicidad verdadera.

Ésta es la gran paradoja de muchos humanos. Malvivir, con la mente, la culturización de la mente y las ambiciones mundanas, casi siempre enfrentadas al mantenimiento del equilibrio del cuerpo.

Cuánto nos equivocamos si todavía hoy no aceptamos que EQUILIBRIO es igual a BIENESTAR.

Y mucho peor si la palabra BIENESTAR la confundimos con confort y no nos aviva la necesidad de tener un cuerpo saludable, flexible, ágil, fiel y armonioso.

El mal está en este evidente, pero no aceptable, distanciamiento de la mente, los sentimientos y las emociones, del conjunto de todas las partes materiales que constituyen el cuerpo humano.

De aquella vieja pregunta ¿qué es primero, el huevo o la gallina?, se derivaría ¿qué es primero, la mente o el cuerpo?

Posiblemente el debate para encontrar la respuesta cierta sería intenso, largo y a lo mejor estéril. Pero sí que existe una evidencia que difícilmente puede tener réplica. Y la evidencia es que el cuerpo es el contenedor indiscutible de todo lo que configura la persona, o yendo más lejos, el SER. Sin el cuerpo, la conciencia, el pensamiento, las emociones, los sentimientos y la espiritualidad, no podrían materializarse para seguidamente exteriorizarse al plano terrestre. Por lo tanto, es el cuerpo el que hace posible la manifestación prodigiosa de unas propiedades extraordinarias, a la condición terrenal.

Sin entrar en disquisiciones mágicas, metafísicas o esotéricas, lo cierto es que hay la mano amorosa de Dios o una Inteligencia Superior, que no es la inteligencia de la cultura, de la destreza, del conocimiento y de la información, que da la forma carnal/escultural de los humanos, como estuche sui géneris de la unidad cuaternaria, que no deja de ser el lado misterioso de nuestra naturaleza básica.

Lo más sorprendente y preocupante es que a este cuerpo, que tenemos tan cerca de nosotros, compañero y amigo inseparable y fiel del viaje existencial, desde donde se promociona espontánea y gratuitamente la salud, se le desvalorice, se le maltrate, se le descuide y/o se le haga poco o ningún caso. A muchas personas también les ocurre algo parecido, con los parientes más próximos, con la ciudad donde viven o con la religión. Buscan lejos todo aquello de bueno y bello que tienen más cerca.

Deberíamos darnos cuenta de que no hay nada, nada de nada, más próximo a nosotros que el propio cuerpo. Está mucho más que cerca; está junto, pegado, enganchado, adherido o atado. Está mucho más cerca que la propia sombra.

Somos un cuerpo, que además de huesos, músculos, vísceras, sistemas y piel, es y contiene la semilla de la perfección, evidenciada con las esencias de energía-voluntad / sabiduría-inteligencia / emociones-sentimientos / amorfelicidad. El SER.

Yo la nombro unidad cuaternaria.*

Somos un cuerpo, de pura manifestación divina, y que, además, es nuestra única residencia durante todo el viaje terrenal.

¿Cómo es posible que a algo tan importante, único, irremplazable y hermoso, compuesto de esas cualidades extraordinarias y puras de origen divino, se le desatienda y maltrate hasta enfermarlo y/o destruirlo?

Los excesos y carencias, vicios y flaquezas que cometemos con nuestro cuerpo, trabajando, comiendo, fumando y bebiendo, la autocontaminación por el abuso indiscriminado de antibióticos y medicamentos, la adicción y esclavitud al sexo, a las drogas y al juego, a los esfuerzos desproporcionados, a la esterilidad del riesgo y a los desafíos al límite, al demoledor estrés, al vasallaje ciego a las modas caprichosas, a la inmunidad con que actúan ciertos colectivos por un lado y a la sumisión del resto de personas por el otro, al ruido decibélico**, y la dejadez en las posturas del propio cuerpo, acompañados de

las emociones perversas, como los miedos, los celos, la cólera, el odio, las fobias, la envidia y la rabia, con la complicidad de: las actitudes negativas, como la agresividad, la ambición, la vanidad, los apegos, la arrogancia, el engreimiento, la crítica, la mentira, la estrechez de miras, la autorrepresión, la autocrítica y las preocupaciones sin medida, todo bien mezclado, y con el adobo de la desestructuración familiar y del desamor, se transmutan en auténticos atentados contra la salud corporal, anímica, emocional y espiritual, con total menoscabo a la plenitud personal. Si las consecuencias de estos delitos afectaran exclusivamente a las personas causantes, aunque sintiéndolo mucho por ellas, no dejaría de ser su problema. Pero lo más triste de este comportamiento son las inevitables repercusiones externas (familia, sociedad, entorno).

Y el cuerpo queda pasmado.

El cuerpo humano, que es sabio, fluctúa entre el estupor y el miedo frente a tanta agresión desmesurada. Se sorprende y no entiende que se le ataque con tanta furia y desconsideración, recibiendo sin parar golpes y más golpes que no le dan tiempo para poder reaccionar. Su sistema inmunológico no tiene tiempo ni recursos suficientes para organizarse y establecer una estrategia de autodefensa. El cuerpo, acorralado entre las cuatro cuerdas de un cuadrilátero humano hostil, ajeno y propio, con la guardia ya bajada, recibe puñetazos de toda índole e intensidad, tanto del exterior como de su interior, quedando finalmente “groggy” y al borde del k.o., desmoronándose y cayendo enfermo de tanto guantazo continuo y desmedido.

La desidia que en general se tiene con el cuerpo, trabajando, estudiando, viajando o comiendo, conversando, mirando la televisión, en los espectáculos, descansando, tomando el sol y/o durmiendo,

OBLIGA

al inquilino del cuerpo a emplear un espacio de tiempo extra, más o menos largo, que añade al ya dilatado período de actividad ininterrumpida, para poder

CONTRARRESTAR

el cansancio, el estrés, el dolor muscular y articular, la insatisfacción, la depresión y el hastío. O sea que, en definitiva, por la propia inconsciencia y dejadez, en la ya saturada agenda de actividad global propia, tiene que

AÑADIR

más esfuerzo al sobreesfuerzo acumulado durante todo el día y posiblemente por la noche.

Incomprensiblemente, la persona está asentada en un contrasentido difícil de explicar y menos de justificar. Por un lado, cansa y castiga excesiva y desordenadamente su cuerpo, y luego tiene que

BUSCAR

desesperadamente un antídoto que le obliga a cansarlo y castigarlo todavía más.

Este proceder es absurdo y de una total incoherencia.

¿Cómo es posible que podamos malvivir con la ausencia de respeto y de amor auténtico hacia nuestro cuerpo? ¿Cómo podemos ser tan impasibles e irreflexivos con él?

¿Es posible que no seamos conscientes de nuestro comportamiento y de nuestra actitud deshonesta con el propio cuerpo?

Si es así, o sea, que seguimos indiferentes y escépticos después de lo leído hasta ahora, lo mejor será dejar la lectura de este libro para otra ocasión. Posiblemente no es el momento más adecuado para cambios somáticos.

Por el contrario, si nos sonrojamos y sentimos una gran tristeza por nuestro comportamiento, deberíamos ahora mismo, gritar y gritar muy fuerte, desde el corazón: ¡¡ NUNCA MÁS!! ¡¡ NUNCA JAMÁS!! Y éste tendría que ser, de ahora en adelante, nuestro grito y consigna, para empezar ya un nuevo camino de reeducación, de recuperación, de reconciliación y de perdón con nuestro cuerpo, henchidos de ilusión y de amor.

Para ello, le ofrezco este sencillo y eficaz Manual Práctico de Educación Corporal, titulado La microgimnasia, AMAR EL CUERPO. Sencillo por la fácil interpretación y realización de las propuestas corporales que contiene, y eficaz por las inmediatas y palpables respuestas que nos dará de equilibrio, salud y felicidad.

Este libro que tiene en las manos no sólo contiene un mensaje de fe y esperanza, sino que es un cheque en blanco para el inestimable arte de vivir, amando el cuerpo.

Aprovéchelo y dará gracias a Dios por el apropiado momento en que este libro cayó en sus manos y por la extraordinaria oportunidad que tendrá de ahora en adelante para poder recuperar el amor que tiene dentro. Y recuerde que “el milagro” lo hará usted.


_________________

* Unidad Cuaternaria, el SER: energía-voluntad / sabiduría-inteligencia / emociones-sentimientos / amor-felicidad.

** El ruido dispara la irritabilidad y el infarto. Las enfermedades cardiovasculares asociadas al infarto aumentan un 20% en aquellos que soportan sonidos por encima de los 65 decibelios (dB). El riesgo sube hasta el 30% en los casos de personas que viven en una vivienda en la que la sala principal y el dormitorio dan a una calle con mucho tránsito. (El Periódico – 12 de marzo del 2000).

La microgimnasia

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