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CAPÍTULO 3

¿Descendemos de los simios antiguos

o de Adán y Eva?

Los simios carecen de cola (chimpancés, bonobos, gorilas, orangutanes, etc.) mientras que los monos, en cambio, poseen dicho apéndice más o menos pronunciado (papiones, monos araña, aulladores, etc.). La mayoría de las personas conoce desde su infancia la teoría evolucionista. No solo se explica como un hecho confirmado por la ciencia en escuelas, institutos (high school) y universidades sino que también se enseña en muchos seminarios cristianos. Lo que no conoce, la mayor parte de la gente, es la cantidad de problemas científicos importantes que presenta este modelo evolutivo, ni el hecho de que muchos investigadores lo acepten también por fe, a pesar de las muchas evidencias que lo contradicen.

Pocas personas son conscientes de que hay hechos científicos que respaldan la realidad de un primer Adán y una primera Eva literales. Los últimos descubrimientos de la ciencia, especialmente de la genética, libres de prejuicios e interpretaciones darwinistas, apoyan como veremos la perspectiva bíblica de varias maneras. Hace aproximadamente una década, muchos pastores y teólogos cristianos, sobre todo en los Estados Unidos, empezaron a rechazar la historicidad de Adán y Eva, en base a evidencias genéticas que parecían convincentes entonces, pero que hoy resultan indefendibles.

Actualmente se dispone de varios argumentos genéticos que refutan la idea de los orígenes humanos y de los simios a partir de antepasados comunes, a la vez que sustentan la visión bíblica tradicional. ¿Qué deducciones fundamentales pueden hacerse a partir de las investigaciones genéticas realizadas durante los últimos diez años y publicadas en las propias revistas científicas evolucionistas?

3.1. Los seres humanos somos diferentes, genética y funcionalmente, a todas las demás formas de vida existentes en la Tierra

A pesar de las muchas semejanzas que puedan existir entre simios y humanos, nuestra singularidad se explica mejor por medio de un diseñador común que mediante un ancestro común. El Homo sapiens es una especie singular y única. Quizá la mejor evidencia de ello sea el progreso científico y cultural que hemos alcanzado. El ser humano no solo ha sido capaz de secuenciar su propio genoma sino también de pisar la Luna, diseñar complejas ciudades, crear enormes bibliotecas, elaborar poesía o música y, sobre todo, realizar proezas éticas, como amar sin esperar nada a cambio o relacionarse espiritualmente con Dios.

El evolucionismo no ha sido capaz de explicar cómo las mutaciones casuales del ADN hubieran podido crear la conciencia humana, la inteligencia, la responsabilidad moral o la propia espiritualidad ya que tales rasgos trascienden la mera biología.

3.1.1. La idea de que somos un 98% idéntico a los chimpancés ya no se puede sostener

Tal cantidad ha descendido significativamente pero esto no se ha comunicado convenientemente al gran público. Los genetistas Jeffrey Tomkins de la Universidad de Idaho y Jerry Bergman, de la Universidad Estatal Wayne (Detroit, Michigan) vieron que la reducción al 70% de parecido genético propia del cromosoma masculino podía ampliarse también a los 23 cromosomas restantes.1 Utilizando una herramienta de búsqueda especial, conocida en genómica como BLASTIN, analizaron el porcentaje de alineación de secuencias de ADN entre chimpancés y humanos, viendo que en todos los cromosomas el porcentaje promedio de similitud era inferior al 70%. Lo cual significaba que la diferencia porcentual aumentaba considerablemente, pasando de un 2% a aproximadamente un 30%. Es decir, unas 15 veces mayor de lo que se decía anteriormente

Pero, ¿por qué es tan importante este cambio del 98% al 70% en el parecido de nuestros genomas? En primer lugar, porque demuestra que no somos tan similares como se pretende. Es lógico que tengamos muchos genes en común con los simios porque nuestros cuerpos son muy parecidos y realizan similares funciones fisiológicas. Pero también tenemos muchas diferencias. Una diferencia genómica de casi el 30% entre estos simios y nosotros representa aproximadamente unos 1.000 millones de bases nitrogenadas o letras de ADN distintas. Esto es muchísima información nueva, necesaria y suficiente para sustentar nuestra singularidad humana. Y, además, semejante información no puede haber surgido por casualidad en el poco tiempo que supuestamente mediaría entre nuestro antecesor simiesco y la aparición del Homo sapiens. De manera que este descrédito del 98% de parecido genético, al que asistimos hoy, derrumba la explicación evolucionista de los orígenes humanos y, a la vez, respalda un origen independiente y reciente de nuestra especie. Tal como indica la narración bíblica del Génesis.

3.1.2. Aunque las diferencias entre los genomas fueran muy pequeñas (del 1%), lo cierto es que no sucede lo mismo con las proteínas resultantes de dichos genomas

Esto es algo que nunca suele decirse pero que tiene importantes repercusiones para el tema que nos ocupa. Como es sabido, el ADN contiene la información necesaria para fabricar todas las proteínas del organismo y éstas son las encargadas de realizar las funciones que nos mantienen vivos. En principio, cabría suponer que si hombres y chimpancés poseemos un ADN casi idéntico, deberíamos tener también unos conjuntos de proteínas (proteomas) casi idénticos. Sin embargo, esto no es así. Desde hace más de una década, se sabe que las diferencias entre los proteomas de chimpancés y personas rondan la increíble cantidad del 80%. El ADN no se expresa de la misma manera en chimpancés y humanos. El evolucionismo no tiene explicación para este hecho, pero desde la perspectiva de un Dios que crea a los seres vivos según su género y según su especie, sí la tiene. Él pudo diseñar especies diferentes por medio de unos genes similares con la capacidad de expresarse en proteínas completamente distintas.

3.2. La mayoría de las mutaciones que experimenta la humanidad son degenerativas

Con cada división celular aparecen nuevas mutaciones o errores en el ADN. Estos errores se van acumulando en el libro de instrucciones de los seres vivos (genoma). La inmensa mayoría de tales errores son perjudiciales porque estropean o destruyen sistemáticamente la información biológica, produciendo enfermedades y taras genéticas. Pero la evolución exige que todas estas mutaciones malas sean eliminadas poco a poco para que los organismos puedan evolucionar positivamente. El problema es que las malas mutaciones (deletéreas) se están acumulando en el ADN de la humanidad mucho más rápidamente de lo que están siendo eliminadas por la selección natural. El genoma humano (o ADN) ha estado degenerando durante la mayor parte de la historia registrada.

Actualmente podemos decir que el genoma humano no está progresando sino degenerando y que semejante fenómeno es mucho peor de lo que generalmente se reconoce. Esto lo analiza en profundidad el genetista estadounidense, John C. Sanford, quien fue uno de los primeros biólogos en hablar de “entropía genética”, es decir, del grado de desorden que se acumula lentamente en el ADN humano.2 Sus trabajos mediante simulaciones numéricas evidencian que más del 90% de las mutaciones perjudiciales no pueden ser eliminadas por la selección natural. Este declive genético que se detecta hoy en la humanidad, contradice el modelo evolucionista y supone una corroboración del relato bíblico de los orígenes del ser humano. Según la Escritura, el hombre fue creado con unas condiciones óptimas y, desde entonces, habría estado degenerando continuamente. La hipótesis del simio a la persona resulta poco convincente porque el cambio en nuestro genoma ha sido siempre descendente, nunca ascendente. A veces, puede parecer que mejoramos (porque vivimos más años que el hombre medieval, somos más altos, o superamos muchas enfermedades, etc.) pero no debemos confundir la evolución cultural con la biológica.

Nuestro progreso cultural, científico y tecnológico nos ha permitido una buena alimentación, medicina y salud, pero esto no nos ha hecho genéticamente mejores que nuestros antepasados. Sin embargo, lo cierto es que nuestra genética ha empeorado. Y esta degeneración genética es notablemente consistente con la perspectiva bíblica de una pareja creada perfecta, una Caída literal, una población humana en decadencia y un mundo que envejece “como una vestidura” (He. 1:11).

3.3. La selección natural no es una fuerza creativa sino solo estabilizadora

La selección natural contribuye a preservar las distintas especies biológicas, eliminado a los individuos débiles o peor adaptados a su ambiente. Pero una fuerza natural así es incapaz de crear algo tan complejo como nuestro genoma, la mente o el alma humana. Lo único que puede hacer la selección natural es ralentizar la tasa de degeneración genética, pero poco más. En determinadas ocasiones, permite algún pequeño ajuste genético cuando un organismo está experimentando un cambio en su entorno, como ocurre con las bacterias que adquieren resistencia a los antibióticos o el famoso pico de los pinzones. Pero esto es “microevolución”, o mejor dicho “variación adaptativa”, es decir pequeños cambios observables en todas las especies biológicas, pero no la “macroevolución”, o evolución general desde los microbios a las personas y el resto de los animales, que requiere el evolucionismo.

Darwin creyó que la microevolución continuada generaba lentamente la macroevolución a lo largo de millones de años. Sin embargo, lo único que permite la microevolución es que las bacterias se vuelvan resistentes a los antibióticos o que ciertas plagas de insectos logren superar insecticidas como el DDT. Pero esto lo consiguen no porque se hayan creado genes nuevos mediante mutaciones al azar sino porque los individuos que sobreviven ya poseían genes resistentes a tales venenos. Cuando los antibióticos o los insecticidas dejan de actuar, las condiciones biológicas de los organismos revierten a su estado primitivo. Es la información genética que ya portan todas las especies la que les permite adaptarse al medio ambiente. Las mutaciones que ocurren al azar, aunque sean seleccionadas por la naturaleza, no aportan información nueva capaz de generar todo lo que supone la teoría de la macroevolución. Este es el gran problema del darwinismo actual. La ciencia no ha descubierto ningún proceso natural que sea capaz de explicar el origen de la información biológica. Por tanto, la teoría de la evolución sigue siendo una fantasía biológica contemporánea.

Después de muchos años de simulaciones numéricas en los laboratorios, no ha sido posible lograr una evolución progresiva, significativa y realista, aplicable a los seres humanos. Es verdad que la selección natural existe en la naturaleza y está diseñada para conservar los distintos tipos de vida, pero no es una fuerza creativa capaz de originarlo todo, como cree el evolucionismo. La función de la selección natural es frenar la degeneración que se está produciendo continuamente en todos los seres vivos del planeta y hacer posibles pequeños reajustes para la adaptación de los organismos a ambientes cambiantes. En el fondo se trata de una actividad natural perfectamente compatible con la Caída, tal como se desprende de la perspectiva bíblica, que contribuye a poblar de vida todos los rincones de la biosfera, según el eterno plan redentor de Dios.

3.4. La antigua hipótesis del “ADN basura” se ha demostrado falsa y ha dejado de ser una prueba de la evolución

Durante cuarenta años, la teoría del ADN basura ha sido considerada como un dogma académico que todos los estudiantes de biología y genética debíamos conocer y aceptar. Se creía, en base al evolucionismo, que el 98% de nuestro ADN era inservible. Que eran los restos de genes antiguos que habrían perdido su función y se habría venido acumulando en los genomas a lo largo de las eras. Y que solamente el 2% eran genes funcionales, es decir, que producían proteínas. Sin embargo, cuando se completó la segunda fase del Proyecto Genoma Humano (el denominado Proyecto ENCODE encargado de determinar qué proporción de ADN estaba activa), más de 400 científicos se dieron cuenta de algo inesperado: casi todo el genoma humano, incluso el llamado ADN basura que no se traduce en proteínas, se transcribía (copiaba) activamente a ARN.3

Esto significa que prácticamente todo el ADN es importante y esencial para la vida. Cuanto más conocemos el genoma, más y más complejo se muestra y más difícil se hace aceptar que pudo formarse por evolución al azar. El hundimiento del mito del ADN basura es devastador para la teoría de Darwin. La ciencia ha demostrado aquello que desde el Diseño inteligente ya se intuía. A saber, que Dios no crea basura genética.

3.5. El gran parecido genético entre todos los seres humanos actuales corrobora que descendemos de una sola pareja original

La teoría de la evolución supone que cualquier población grande de seres vivos irá acumulando mutaciones poco a poco, a lo largo de millones de años, y que esto generará lógicamente una enorme cantidad de diversidad genética en las especies. El problema con los humanos actuales es que los estudios genéticos muestran todo lo contrario. Es decir, hoy está claro que la humanidad es muy homogénea o parecida entre las diversas étnias y que presenta una limitadísima variación genética. Si bien esta evidencia supone un grave problema para la perspectiva evolutiva, es exactamente lo que cabría esperar si todos los seres humanos descendiéramos de una sola pareja original, tal como afirma la Biblia.

3.6. La presencia de bloques de ligamiento en los cromosomas humanos actuales contradicen una larga evolución del hombre

¿Qué son los bloques de ligamiento? Veamos un ejemplo, imaginemos que hubiera dos rasgos humanos dominantes que pudiéramos denominar “alto” y “rubio” y que estuvieran presentes en uno de los dos cromosomas complementarios de las 23 parejas existentes. Mientras que los ragos recesivos, o no dominantes, podrían ser “bajo” y “moreno” y estar presentes en el otro cromosoma complementario. Si, como decimos, los cromosomas no se pudieran recombinar, entonces nunca podrían nacer personas “altas” y “morenas” o “bajas” y “rubias” porque estos caracteres (fenotípicos) de altura y color del cabello estarían siempre unidos en el mismo bloque de ligamiento (linkage block).

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