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CAPÍTULO 1

Lo que no explica el Nuevo ateísmo

La fe en Jesucristo y los valores para la vida del ser humano que de ella se desprenden, están siendo cuestionados y atacados en la actualidad. No solamente por parte de ciertos fanatismos religiosos, como el procedente de algunos grupos extremistas islámicos, sino también por otro tipo de fanatismo antirreligioso, el de unos intelectuales anglo-americanos que se hacen llamar: Los Cuatro Jinetes.

Me refiero a Richard Dawkins, Sam Harris, Christopher Hitchens y Daniel Dennett. No son los únicos, pero sí los más vehementes y significativos. Durante las últimas décadas, estos militantes del ateísmo radical han venido produciendo montones de best-sellers y DVDs con el único propósito de acometer contra la religión y, en particular, contra la visión cristiana de la vida.

Algunos de sus títulos más característicos traducidos al español son:

– El espejismo de Dios (Richard Dawkins);

– El fin de la fe (Sam Harris);

– Dios no es bueno (Christopher Hitchens) y

– Romper el hechizo (Daniel Dennett).

El biólogo Richard Dawkins escribe: “Si se acepta el argumento que se expone en este capítulo (4. Porqué casi seguro que no hay Dios), la premisa objetiva de la religión -la hipótesis de Dios- es insostenible. Casi seguro que Dios no existe. Esta es la conclusión principal del libro… (El espejismo de Dios, Espasa, 2015, p. 192)”.

Por su parte, el filósofo Sam Harris escribe: “No necesitamos abrazar ningún mito para estar en comunión con la profundidad de nuestras circunstancias. No necesitamos adorar a ningún Dios para vivir extasiados por la belleza y la inmensidad de la creación. (…) Los días de nuestras identidades religiosas están claramente contados.” (El fin de la fe, Paradigma, 2007, p. 227)”.

El otro filósofo y economista, Christopher Hitchens, dice: “Dios no creó al ser humano a su imagen y semejanza. Evidentemente, fue al revés, lo cual constituye la sencilla explicación para toda esta profusión de dioses y religiones y para la lucha fratricida, tanto entre cultos distintos como en el seno de cada uno de ellos, que se desarrolla continuamente a nuestro alrededor y que tanto ha retrasado el progreso de la civilización. (Dios no es bueno, Debolsillo, 2014, p. 22)”.

Y, por último, el cuarto jinete, el filósofo Daniel Dennett, afirma: “…el Dios que recompensa la bondad en el cielo es notablemente parecido al héroe de la canción popular ‘Papá Noel viene a la ciudad’. (Romper el hechizo, Katz, 2013, p. 327)”.

Es curioso, pero del gran número de libros escritos por creyentes que responden a estas obras ateas en inglés, solo un pequeñísimo porcentaje ha sido publicado también en nuestro idioma español. Existe un muro ideológico en las librerías que fomentan el ateísmo.

1.1. ¿Hay motivos para preocuparse por el Nuevo ateísmo?

En mi opinión, no y sí. Me explico. Si hacemos caso a los especialistas, sobre todo, a los filósofos y teólogos de prestigio, toda la propaganda que realizan estos predicadores del ateísmo se apoya en unos argumentos sumamente endebles. La calidad de sus razonamientos, cuando hablan de Dios, es bastante elemental. Desde semejante perspectiva, no habría por qué preocuparse ya que las razones que ofrecen, hace ya bastante tiempo que fueron bien replicadas y superadas por el pensamiento filosófico-teológico.

No obstante, como la cultura contemporánea valora más la cantidad que la calidad, lo divulgativo sobre lo académico, pienso que sí hay motivos para la preocupación. Muchas de estas publicaciones ateas han hecho que algunos creyentes, jóvenes y no tan jóvenes, pierdan su fe. Al sobreestimar la insistencia y la elocuencia de algunos de estos paladines del nuevo ateísmo por encima de la veracidad y la lógica de sus proposiciones, un cierto sector de la población actual sucumbe a los cantos de sirena del cientifismo descreído. Sobre todo los jóvenes universitarios. Y esto, sí me parece preocupante. Incluso los jóvenes cristianos, cuando llegan a universidades que no profesan la fe cristiana, y son enfrentados con las ideas ateas, muchos empiezan a dudar y pierden la fe, porque no tienen respuestas satisfactorias. Ni sus profesores, ni sus padres, ni algunos pastores aciertan a responder sus dudas, porque no están preparados y, por desgracia, muchos abandonan las iglesias.

Creo que en estos momentos todo esfuerzo argumentativo por parte de los creyentes, en defensa de la fe cristiana, resulta absolutamente necesario para paliar esta situación que se está viviendo en el mundo intelectual de Occidente. Hoy, como siempre, estamos obligados a seguir realizando una apologética de calidad, una defensa de la fe que sea capaz de contrarrestar la perniciosa visión del mundo que se desprende del ateísmo. Esto me ha llevado a escribir el libro, Nuevo ateísmo (Clie, 2015).

Algunos agnósticos y ateos se quedan impresionados cuando un creyente común es capaz de identificar fallos en la lógica atea. La gente escucha al que emplea argumentos serios y, sobre todo, al que vive su fe con sinceridad. El cristiano evangelista que actúa así, pronto conseguirá mucha más credibilidad con sus interlocutores y por consiguiente, resultará más fácil abrir el camino para la predicación del Evangelio. No se trata de promover batallas dialécticas, ni personalismos publicitarios, sino de defender con amor, respeto y mansedumbre la verdad del Evangelio.

1.2. Premisas fundamentales del Nuevo ateísmo

1.No existe Dios, ni alma, ni vida después de la muerte.

2.La naturaleza se ha hecho a sí misma.

3.El universo carece de finalidad, propósito o sentido.

4.La ciencia puede explicar todo lo que existe por medio de la selección natural del darwinismo.

5.La fe en Dios es la causa de los principales males del mundo.

6.Las personas se comportan mejor sin fe que con ella.

Por todo esto, se propone que los gobiernos deberían acabar cuanto antes con cualquier religión y prohibirlas todas. Además habría que impedir a los padres que enseñaran valores y convicciones religiosas a sus hijos pues esto se consideraría maltrato infantil.

1.3. ¿Qué podemos decir los creyentes?

Lo que el Nuevo ateísmo entiende por “Dios” -cuando lo niega- no tiene nada que ver con lo que entienden la fe y la teología cristianas. Dawkins, por ejemplo, se refiere a las distintas opiniones humanas acerca de la existencia del Sumo Hacedor y propone un espectro de siete probabilidades que irían desde el teísmo fanático al ateísmo radical. Dice: “Vamos, pues, a tomar en serio la idea de un espectro de probabilidades y a colocar las opiniones humanas acerca de la existencia de Dios a lo largo de ese espectro, entre los dos extremos de certeza opuestos. (El espejismo de Dios, ePUB, p. 85)”. El resultado de su encuesta es el siguiente:

1.Fuertemente teísta: “Yo no creo, yo sé” 100% de probabilidades.

2.Posibilidades muy altas pero inferiores al 100%: “No estoy seguro, pero creo”

3.Poco más del 50%: “Estoy muy dudoso, pero creo”. Técnicamente agnóstico.

4.50% Agnóstico imparcial.

5.Menos del 50%: “Agnóstico inclinado al ateísmo”.

6.Muy pocas posibilidades. Algo más del 0%.

7.Fuertemente ateo: “Sé que no hay Dios”.

Él se confiesa ateo de facto y se incluye en la sexta opinión: “No estoy totalmente seguro, más pienso que es muy improbable que Dios exista y vivo mi vida en la suposición de que Él no está ahí.” (p. 86 de El espejismo de Dios, ePUB).

Pues bien, yo creo que esta manera de intentar resolver la existencia de Dios como un simple cálculo de probabilidades en función de lo que piensa la gente es el principal error que atraviesa toda la obra atea de Dawkins.

La existencia de Dios no es cuestión de probabilidades. Él existe o no existe. No podemos tratarlo como si se fuese un ser físico o un fenómeno perteneciente al mundo natural. Lo que entra en el ámbito de las probabilidades son aquellas cosas que se consideran contingentes, es decir, que no tienen por qué existir necesariamente. De hecho, todo es contingente menos Dios que es necesario.

El universo existe pero podría no haber existido, por tanto es contingente. Pero Dios, si existe, es necesario y eterno por definición. Esta matización, desde luego, no demuestra que su existencia sea real, pero deja claro que existir eternamente y ser Dios son conceptos inseparables. Por tanto, es tan absurdo preguntarse “¿cuál es la probabilidad de que Dios exista?” como cuestionarse “¿cuál es la probabilidad de que los gnomos (=enanitos) del bosque lleven un gorro rojo?”. Otra pregunta incoherente que se formula el Nuevo ateísmo es: ¿Quién diseñó al Diseñador? ¿Quién creó a Dios?

La hipótesis de un ‘Diseñador diseñado’ está cargada de una suposición inaceptable, a saber, que Dios es creado. Es como hablar de un círculo cuadrado, de un soltero casado o de una mitad entera. Son dos conceptos mutuamente excluyentes. En el momento en que empezamos a hablar de un Dios creado, estamos refiriéndonos a un no dios, o en términos cristianos, a un ídolo.

No hay tal cosa como un Dios creado. Dios es -por definición- eterno y por lo tanto, no creado. No es sorprendente que Dawkins no crea en Dios, si el Dios en el cual no cree es un Dios creado. No existe ningún cristiano que crea en dioses creados. Por tanto, el libro de Dawkins, en vez de titularse: El espejismo de Dios, debería llamarse El espejismo de los dioses creados. ¡El dios de Dawkins sí es un espejismo, ya que no existe!

1.4. ¿Es posible demostrar la existencia de Dios?

No, no se puede demostrar. Si así fuera no habría ateos. Si se pudiera demostrar a Dios matemáticamente, o mediante razonamientos filosóficos, todo el mundo sería creyente. Pero sabemos que no es así. Entonces, ¿por qué hablar de pruebas o argumentos sobre la existencia de Dios? ¿Qué decir de todos los razonamientos generados a lo largo de la historia para demostrarla? Como por ejemplo las cinco vías de Tomas de Aquino, el argumento teleológico, el cosmológico, el primer motor móvil, etc.Yo creo que tales argumentos son útiles para expresar ciertas intuiciones fundamentales, pero no pueden ser considerados como “pruebas irrefutables” de la realidad de Dios.

La ciencia humana no puede demostrar o negar a Dios. Con la divinidad no es posible formular hipótesis, hacer cálculos de probabilidades -como pretende Dawkins- o elaborar teoremas. La existencia de Dios es presupuesta, más bien, por todos los fenómenos que se dan en el universo. Si no existiera Dios, no habría nada de nada. Ni leyes físicas que regulan el funcionamiento del cosmos, ni fenómenos naturales que permiten la vida, ni científicos que investigan, ni filósofos que piensan, ni posibilidad de razonar y conocer.

Si la ciencia no puede decir nada sobre Dios, ¿por qué el Diseño inteligente afirma que hay una mente sabia creadora del universo? El método científico no puede experimentar con Dios, pero esto no significa que la ciencia no pueda proporcionar evidencias, que pueden ser interpretadas, a favor de la posibilidad de la existencia de Dios. En cambio, el razonamiento filosófico -aparte de la ciencia- sí puede trabajar con la idea de Dios y mostrar realidades del universo que solo pueden ser explicadas si existe una mente inteligente que las ha diseñado.

Ahora bien, ¿es posible convencer a quien no quiere creer? ¿qué autoridad tiene la Biblia para un ateo? Yo creo que no es conveniente emplear la Biblia para discutir con los no creyentes puesto que éstos, al no aceptar su inspiración divina, no consideran que tenga ninguna autoridad. Decir, por ejemplo, que el Antiguo Testamento profetiza correctamente sobre la vida de Jesucristo, no le sirve de mucho a una persona que considera los libros del A. T. como una colección de leyendas inventadas por los judíos. La Biblia es útil cuando ya se acepta que es Palabra de Dios. Pues bien, teniendo esto en cuenta, ¿cómo podemos argumentar a favor de Dios desde la razón humana, que es lo que ellos reconocen?

El apóstol Pablo escribe en Romanos 1:20: “Porque las cosas invisibles de él, (Dios) su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”. Veamos pues algunas de estas “cosas hechas”, a que se refería el apóstol Pablo, que pueden permitirnos “visualizar” las huellas del Dios creador.

1.5. Lo que no explica el Nuevo ateísmo

Cinco “cosas hechas” (o características humanas) que solo pueden ser explicadas si Dios existe: la racionalidad, la vida, la conciencia, el pensamiento simbólico y el “yo” humano.

1.5.1. La racionalidad:

¿Qué es la racionalidad? Aquello que está dotado de razón. El universo está dotado de razón. El mundo está hecho con racionalidad, por eso podemos estudiarlo y comprenderlo. Pues bien, solo puede haber racionalidad en el universo si ésta se basa en una racionalidad última. Es decir, en una mente inteligente que lo ha hecho todo con sabiduría. ¿Cómo se hace evidente en el mundo esta mente inteligente que llamamos Dios? Mediante cosas tan extraordinarias como nuestra capacidad de conocer y poder explicar las verdades. Mediante la relación que hay entre el funcionamiento de la naturaleza y nuestra manera abstracta de explicarnos tal funcionamiento (incluso por medio de las matemáticas).

Las leyes naturales podemos expresarlas en números. El papel de los códigos, de los sistemas de símbolos que actúan en el mundo físico, como el código genético, el neuronal o el de las histonas en el ADN. Todo esto manifiesta que la racionalidad lo empapa todo y está en el origen de todo. La existencia de esta racionalidad no puede ser explicada si no existe una mente infinita que sea el origen de todo. El universo es racional y refleja el orden de la mente suprema que lo gobierna. La realidad de la racionalidad no se puede eludir apelando a la selección natural de las mutaciones aleatorias, como hacen los nuevos ateos. Porque, aun admitiendo que la selección natural fuera la causa de todos los seres vivos como propone la teoría de la evolución, este mecanismo físico presupone la existencia de organismos que interactúan según leyes determinadas y con arreglo a un código genético que posee mucha información.

Hablar de selección natural es asumir que existe alguna lógica en lo que ocurre en la naturaleza, que hay racionalidad en la adaptación de las especies, y que nosotros somos capaces de entender esa lógica y esa racionalidad. Pero decir que la sola evolución ciega, por medio de la selección natural no inteligente, convirtió la materia inerte en seres humanos es como afirmar que una mesa de mármol después de miles de millones de años será capaz de adquirir conciencia y reflexionar acerca de ella misma. ¡Esto es algo absolutamente inconcebible!

Pero la posición atea, sin embargo, es que en algún momento de la historia del universo, lo imposible ocurrió por casualidad y sin la intervención de ninguna inteligencia superior. Yo creo, por el contrario, que Dios es la racionalidad última que subyace en cada dimensión del mundo y de los seres vivos.

1.5.2. La vida:

La vida es la segunda cosa que solo puede ser explicada si hay Dios. Los organismos vivos de la Tierra y el propio ser humano se caracterizan sobre todo por cuatro cosas:

1)Son agentes que actúan y que sus acciones dependen de ellos mismos. (Un león, por ejemplo, no necesita el permiso de nadie para cazar una cebra).

2)Sus acciones están orientadas hacia fines concretos (el fin de alimentarse, sobrevivir, emparejarse, etc.)

3)Pueden reproducirse y dejar descendientes semejantes a ellos mismos. (El misterio de la reproducción es una realidad habitual en ellos) y

4)Su existencia depende de ciertos códigos, reglas, leyes, energía, materia, lenguajes, información, control. (Poseen en las células de su cuerpo información inteligente que les permite vivir como lo hacen).

Richard Dawkins, es el único representante del Nuevo ateísmo que aborda el asunto del origen de la vida, y reconoce que este tema está todavía por resolver. Sin embargo, cree que la vida surgió por azar en el universo, en un planeta de cada mil millones. ¡Es decir, la vida habría surgido nada menos que en mil millones de planetas por todo el universo, de los que la Tierra solo es uno más!

Este enfoque de Dawkins es manifiestamente inadecuado porque se parece más a un ejercicio de superstición que a un razonamiento científico. Según su pretensión, cualquier cosa que deseemos puede existir en algún sitio, con tal que invoquemos “la magia de los números”. “Si se dispone de tiempo, lo imposible puede suceder”. Obviamente este argumento no es científico y no nos puede convencer. ¡Porque si una cosa es imposible (como la aparición de la vida por azar), seguirá siendo imposible por muchos miles de años o de planetas que se le añadan!

1.5.3. La conciencia:

El tercer fenómeno que no puede ser explicado sin Dios es la conciencia. Los seres humanos somos conscientes y, además, somos conscientes de que somos conscientes. Nadie puede negar esta realidad, aunque algunos lo intenten.

El filósofo ateo Daniel Dennett dice que ser conscientes es una cuestión que carece de interés y que no debería preocuparnos, ya que no se puede resolver. Según su opinión, las máquinas llegarán también a ser conscientes porque nosotros mismos solo somos máquinas conscientes con neuronas. El problema es que cuando observamos la naturaleza de las neuronas vemos que no tienen ningún parecido con nuestra vida consciente. Las propiedades físicas de estas células nerviosas no ofrecen ninguna razón para creer que sean capaces de producir conciencia.

Es verdad que la conciencia está asociada a ciertas regiones del cerebro, pero cuando las mismas neuronas están presentes en la médula espinal (o en el troco encefálico), no hay ninguna producción de conciencia.

Solo una fe ciega e infundada en la materia permite creer que ciertos trozos de ella pueden “crear” una nueva realidad, la conciencia, que no tiene el menor parecido con la materia.

Los ordenadores o las computadoras pueden resolver problemas pero no saben lo que están haciendo. Esta es la diferencia fundamental entre las máquinas y las personas. Decir que una computadora “entiende” lo que está haciendo es como decir que un cable alimentador puede meditar sobre la libertad humana, o que un reproductor de CD’s o un MP3 comprende y disfruta de la música que hace sonar. Sin embargo, los seres humanos somos conscientes de lo que hacemos y de por qué lo hacemos. ¡La mayor parte de los teóricos del Nuevo ateísmo reconoce que no poseen una explicación satisfactoria para el problema de la conciencia!

1.5.4. El pensamiento simbólico:

Más allá de la conciencia, se encuentra el fenómeno del pensamiento, de la comprensión, de la captación de significado. Detrás de nuestros pensamientos, de nuestra capacidad de comunicarnos, de nuestro uso del lenguaje, hay un poder milagroso. Es el poder de darnos cuenta de las diferencias y de las semejanzas; el poder de generalizar y universalizar: lo que los filósofos llaman “elaborar conceptos universales”. Por ejemplo, yo sé en qué consiste ese sentimiento concreto que siento hacia mi esposa, (amor conyugal) pero también puedo pensar en el concepto de “amor” en abstracto, sin relacionarlo con ninguna persona concreta. Y esto es algo connatural a los seres humanos y desconcertante.

¿Cómo es que desde niños somos capaces de pensar en el color rojo sin necesidad de pensar en una cosa roja concreta? El color rojo no existe por sí mismo, independientemente de los objetos rojos. Estamos empleando continuamente el pensamiento abstracto sin darnos cuenta. Pensamos cosas que no son físicas, como la idea de libertad, de verdad, de perdón, o la misericordia de Dios, y no le damos importancia. Pero esta capacidad humana de pensar por medio de conceptos abstractos, es algo que trasciende la materia. Podríamos decir que nuestras neuronas, o nuestro propio cerebro, no entienden nada. Y que somos nosotros quienes entendemos. Es nuestra “conciencia” quien comprende, no nuestras neuronas. ¿Por qué las neuronas de la médula espinal no generan conciencia? El acto de comprender es un proceso físico en su ejecución (porque depende de las neuronas del cerebro), pero espiritual en su esencia. Y este acto es indivisible en la persona humana. No se puede descomponer en partes para explicarlo.

1.5.5. El “yo” humano (o el centro de la conciencia):

Curiosamente, el dato que pasan por alto los nuevos ateos es el más evidente de todos: ellos mismos. Una vez que admitimos que existe un “yo” personal nos encontramos ante el mayor de los misterios. Yo soy, yo pienso, yo percibo, yo deseo, yo actúo… Pero, ¿quién es este yo? ¿Dónde está? ¿Cómo llegó a existir? Nuestro “yo” no es algo solamente físico. No somos solo un cuerpo. Pero tampoco somos algo solo espiritual. ¿Qué somos entonces? Somos un “yo” encarnado, un cuerpo con alma. Yo no estoy en una célula específica de mi cerebro, de mi corazón o en alguna otra parte de mi cuerpo. Ninguna de mis neuronas tiene la propiedad de ser mi “yo”. Mis células están cambiando continuamente y, a pesar de ello, “yo” sigo siendo el mismo.

El científico sueco, Jonas Frisen, cree que la edad media de todas las células de un cuerpo adulto puede ser de entre 7 y 10 años. Los glóbulos rojos solo viven unos 120 días, las células que recubren el estómago y las de la epidermis un par de semanas. Cada tejido tiene su tiempo de renovación. Solo las neuronas de la corteza cerebral, y pocas más, parece que duran hasta la muerte. Pero la conciencia no se explica por medio de las neuronas. Pues bien, aunque nuestro cuerpo cambia cada diez años, nuestro “yo” permanece.

Ser persona humana es tener cuerpo y alma. (El “yo” tiene dimensión corporal, anímica y espiritual). Es una unidad psicosomática. La existencia del “yo personal del hombre” es la realidad más evidente, pero también más inexplicable para la ciencia. No podemos analizar el yo, porque no es un estado mental que pueda ser observado o descrito científicamente. El “yo humano” no puede ser explicado en términos físicos o químicos. La ciencia no descubre el yo, es más bien al revés, es el yo quien descubre la ciencia.

Conclusión

¿Cómo llegaron, pues, a existir la racionalidad, la vida, la conciencia, el pensamiento y el yo? La única forma coherente de describir todos estos fenómenos es reconocer que están por encima de las realidades físicas, a las que la ciencia humana tiene acceso.

Aunque el Nuevo ateísmo no se ha enfrentado seriamente al problema del origen de la racionalidad, la vida, la conciencia, el pensamiento simbólico y el yo, la respuesta es evidente. Lo metafísico (o espiritual) solo puede proceder de una fuente metafísica. Todas estas características humanas solamente pueden tener su origen en lo divino, consciente y pensante. Es inconcebible que la materia, por sí sola, sea capaz de generar seres que piensan y actúan. Por tanto, desde el nivel de la razón y de nuestra experiencia cotidiana, podemos llegar a la conclusión de que el mundo de los seres vivos, conscientes y pensantes debe tener su origen en una Fuente viviente, que nosotros consideramos como la mente de Dios.

No es erradicando la religión como vamos a terminar con el terrorismo en el mundo, sino como propuso Ángela Merkel: “Volviendo a la Iglesia y a la lectura de la Biblia” (16.11.2015). Como dijera el apóstol Pablo en su discurso en el Areópago de Atenas (Hch. 17:24-28): El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay.. de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres… para que busquen a Dios, si en alguna manera palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos.

Todos los seres humanos tenemos a nuestra disposición, en nuestra experiencia cotidiana, la evidencia necesaria para llegar a creer en Dios. El ateísmo, el deseo de negar la realidad de Dios, se debe solo a una resistencia deliberada a la fe. Sin embargo, a Dios se llega por medio de la fe, según Hebreos 11:6: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

La Biblia no está interesada en demostrar la existencia de Dios mediante pruebas metódicas. La existencia del Altísimo se da como evidente, como una creencia natural del ser humano. Porque la fe, aunque pueda apoyarse en los datos de la razón, no surge necesariamente de un proceso demostrativo. La doctrina cristiana enseña claramente que la fe, esa capacidad para creer aquello que está más allá de la razón humana, es un don de la gracia divina. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Ef. 2:8).

La fe es, por tanto, el don de Dios que viene a justificar al ser humano. Dios habla, aparece; el hombre escucha y contempla. Dios se acerca al ser humano; acuerda un pacto o inicia relaciones especiales con él; le da mandamientos. Y la persona lo recibe cuando se acerca a Dios, cuando se abre a la divinidad, cuando acepta su voluntad y obedece sus preceptos.

La Biblia no presenta jamás a Moisés, a los profetas o a los apóstoles en actitud pensante, como si fueran filósofos, elucubrando sobre el Invisible y llegando a conclusiones filosóficas con respecto a él. Es justamente al revés: el Dios Invisible se manifiesta ante ellos, y ellos descubren su don. Pero solo cuando el ser humano deja de resistirse a Dios, el don de la fe puede florecer en su alma.

Apologética en diez respuestas

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