Читать книгу Mirando al Cielo - Antonio Peláez - Страница 6
Prólogo
ОглавлениеAntes de referirme al contenido de este libro-novela, basado en la vida de San José Sánchez del Río, quisiera compartir con ustedes la alegría que me provoca poder ser parte de esta obra que presenta el testimonio heroico de un joven cristiano. Agradezco a Dios y a los instrumentos providenciales que lo hicieron posible.
En el año 2016, mientras era obispo de Cruz del Eje, en la provincia de Córdoba, los beatos Cura Brochero y José Sánchez del Río fueron canonizados juntos en Roma. Por ese motivo participé de la ceremonia en Roma y providencialmente, luego de la canonización, tuve la gracia de conocer Sahuayo en México, la tierra de Joselito, su pueblo y su gente. ¡Fue realmente un gran regalo de Dios!
¡Qué edificante que un libro se llame: Mirando al Cielo...! Es necesario que más de una vez la vida nos sorprenda mirando al Cielo, pero no como distraídos sino como creyentes. Con los pies en la tierra y la mirada hacia el Cielo muchas cosas serían bien distintas, muchos cristianos viviríamos con mayor convicción nuestra fe. Ciertamente José (Joselito) tenía su mirada y su corazón en la Vida Eterna, pero como buen cristiano, sabía que a ella se llega con los pies bien puestos sobre la tierra y con lucha y esfuerzo. Le tocó a nuestro joven amigo vivirlo en el tiempo de los Cristeros.
La Cristiada o Guerra de los Cristeros fue un conflicto armado que se produjo en México entre el Gobierno y laicos, presbíteros y religiosos católicos. Este enfrentamiento perduró desde 1926 a 1929. Numerosos grupos de fieles y clérigos católicos a quienes llamaban “cristeros”, indignados por las medidas del gobierno de ese momento en contra de la vida de la fe, se resistieron a la aplicación de la llamada Ley Calles que proponía limitar la libertad religiosa y el culto católico. La guerra terminó oficialmente el 21 de junio de 1929, culminando así el conflicto que llevo tres años y que enfrentó crudamente al Gobierno mexicano con su pueblo. “Viva Cristo Rey y Nuestra Señora de Guadalupe” era el lema y grito de los Cristeros.
Se estima que fueron doscientos cincuenta mil personas, entre ambos bandos, las que perdieron la vida en la Guerra Cristera. El origen del conflicto es la Constitución de México de 1917 que desconocía los derechos de la Iglesia, negaba su personalidad jurídica, ponía límites al número de sacerdotes además de imponer restricciones muy importantes a la celebración del culto público de la fe católica. Toda esta situación generó una serie de protestas y fue en aumento con la llegada al poder del presidente Plutarco Elías Calles en 1924. En 1926, este presidente promulgó la Ley de tolerancia de cultos, conocida como “Ley Calles”, para hacer efectivos los artículos constitucionales contra la Iglesia. Esta ley de Calles consideraba delito numerosas actividades totalmente lícitas, como el hecho de que un sacerdote estuviera vestido como tal con signo clerical o que, por ejemplo, los religiosos se organizaran en congregaciones, o que se enseñara religión en las escuelas.
Ante las repetidas negativas del Gobierno a derogar la Ley Calles, el Episcopado Mexicano decidió suspender la celebración del culto el 31 de julio de 1926, día en que comenzó a regir la controvertida legislación. La suspensión del culto público impresionó a toda la población. De pronto, las iglesias se cerraron y no se celebraron más los sacramentos. El Gobierno, a la vez, respondió a esta decisión de la Iglesia ocupando los templos para otro tipo de actividades, persiguiendo y arrestando a sacerdotes y dirigentes laicos. La violenta reacción estatal hizo que muchos católicos decidieran salir a luchar por la fe.
Durante esta guerra, muchas personas perdieron la vida. Muchos mártires. Y por testimonio de los mártires sabemos que muchos fueron cruelmente torturados antes de derramar finalmente la sangre por Cristo. Entre los mártires de la Cristiada tenemos a San José Sánchez del Río, adolescente cristero, que tuvo como armas el clarín y la bandera del regimiento. Con solo catorce años fue apresado, torturado y asesinado el 10 de febrero de 1928 por oficiales del gobierno de Plutarco Elías Calles por negarse a renunciar a su fe.
Los santos nos hablan en todos los tiempos, porque han escrito –y José, rubricado con su vida– las páginas del Evangelio. José Sánchez del Río, porque miraba al Cielo, pudo decir con alegría: nunca como ahora fue tan fácil ganarse el Cielo.
Estoy seguro de que esta novela histórica hará mucho bien a sus lectores. El ejemplo de los cristianos, el testimonio de ellos (mártires) siempre anima y renueva la propia fe. Este es un libro en el que se nos revela al Dios misericordioso, la coherencia de la fe, los valores cristianos de la familia y sus enseñanzas, el deseo de estar dispuestos a entregar la vida hasta el extremo. En alguna de sus páginas pude leer: Joselito, tu papá y yo estábamos preocupados por ti, ¿dónde estabas? Esta pregunta me recordó a María y a Jesús..., y a la respuesta de Jesús: Debo ocuparme de las cosas de mi Padre. Joselito ofrece en su corazón la vida, su vida por Cristo y su Reino. Celebro estas páginas, que presentan un gran dolor por la perversidad de muchos hombres, pero renuevan el gozo y la esperanza por la valentía, el coraje y el amor de los cristianos en serio.
Con profundo gozo, el 3 de noviembre del 2017, proclamé a San José Sánchez del Río, por su entrega, audacia, compromiso y amor a la Iglesia y a los demás, Patrono de la Juventud Castrense de la Argentina. En nuestro país, necesitamos modelos juveniles que estén dispuestos a jugarse por Jesús y por el Reino sin reservas.
+ Santiago Olivera
Obispo Castrense
de la República Argentina
Delegado Episcopal de la
Conferencia Episcopal Argentina,
para la Causa de los Santos